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Capítulo 41 | Orgullo

La casa por sí sola ya era maravillosa o, al menos lo poco que había logrado ver le pareció así a Venecia; había optado por quedarse dentro de la SUV mientras Law hablaba con su madre y, a decir verdad, lo hizo por temor a tener que enfrentar la realidad de lo que significaba estar con un Taylor-Altamira, porque sin duda alguna, la majestuosidad de la residencia de los padres de Law, gritaba que allí había una monstruosidad de dinero.

—¿Se encuentra bien, señorita Torres? —preguntó el chófer, sacándola de sus pensamientos.

—Eh... sí, estoy bien.

—Supongo que, nuevamente el señor Taylor está teniendo complicaciones con algún miembro de su familia —comentó, mirándola por el espejo retrovisor—, él nunca viene a casa a menos que haya problemas.

—¿Hace cuánto conoce al señor Taylor? —inquirió—. Lo pregunto porque, cuando yo comencé a trabajar para él, usted ya lo hacía, a pesar de que estaba en otro continente.

—Yo era el chófer de la familia —se sinceró—. Conozco a los Taylor desde hace muchos años. Cuando el señor Law era joven y con ambición de formar su propia firma, la señora Taylor me envió a Asia para que cuidara de él.

La castaña parpadeó y el corazón le dolió un poco al imaginar a Law sólo en un lugar lejos de casa, lejos de su familia y amigos.

—Oh, parece ser que las cosas sí están complicadas —expresó el hombre, señalando con un movimiento de su cabeza.

Venecia volteó y vio a Law salir de la increíble mansión, luciendo un semblante entre abatido y molesto, pero, cuando abrió la puerta de la SUV y la miró, su expresión se suavizó un poco.

—Por favor, llévame a casa, Agustín.

—Enseguida, señor Taylor.

Sintiendo que debía hacer algo, le tomó la mano, demostrándole que podía confiar en ella; en silencio, dio gracias al cielo porque el tráfico no era tan aterrador y en menos de lo pensado, llegaron a casa de él.

—Llevaré a la señorita Torres y...

—No, está bien, Agustín, puedes irte a descansar.

El chófer medio sonrió y asintió con la cabeza, dando media vuelta y perdiéndose de la vista de ambos.

Tras cruzar la puerta de entrada, él la jaló y envolvió en un abrazo; parecía como si de alguna manera, ella pudiese borrarle todo lo malo.

—¿Estás bien? —preguntó, rodeándole la cintura, devolviéndole el abrazo.

—Ahora lo estoy —respondió, apartándose de ella, depositando un suave y casto beso en sus labios—. Creo que mi hermano no está en casa.

—¿Te refieres a Hyeok?

—No, me refiero a mi hermano menor.

La castaña entrecerró los ojos. —¿Por qué todavía hay cosas que no sé de ti?

Él sonrió y luego, una risa suave salió de entre sus labios, calentando su corazón más de lo que ya lo hacía.

Cinco minutos después, los ojos azul grisáceo parpadearon con desconcierto y asombro al mismo tiempo.

Allí, a unos cuantos pasos de distancia, se encontraba una cama descomunal, cubierta de seda gris y blanco; la decoración de la habitación era en su mayoría de los mismos colores, añadiendo el azul en algunas cosas.

—¿Estamos en tu habitación? —preguntó, mirándolo fijamente.

—Sí. Pero no te traje aquí para lo que tú piensas o... —se inclinó hacia ella, quedando demasiado cerca de su rostro—... para lo que te estás imaginando.

Un hipo se le escapó y pudo sentir sus mejillas arder. —No... No, estaba imaginando... nada —balbució.

La verdad era esa, no lo había pensado hasta que él puso esas imágenes en su cabeza y su pobre cerebro no pudo poner resistencia alguna.

Antes de que pudiera pensar en algo más, él la tomó de la mano y la llevó hasta la enorme... monstruosa cama. La seda se sintió de maravilla contra la piel de su brazo y el aroma que desprendió le pareció un afrodisiaco bastante adictivo.

Colocando un brazo debajo de su cuello y el otro descansando en su cintura, él la atrapó fácilmente en su prisión y ella lo disfrutó.

—No suelo hablar de mi familia —dijo, mirándola fijamente—. Es por eso que, no le hablé a nadie sobre mis hermanos, ni siquiera a ti, pero entonces, un buen día Hyeok se apareció en mi oficina y no me quedó de otra más que decirte que era mi hermano.

—Yo no iba a hablar con nadie... es tu vida privada.

—Lo sé, pero, he mantenido algunas cosas solo para mí. Soy demasiado aprehensivo.

—Entonces, tienes un hermano mayor, a Hyeok y un hermano menor.

—Somos cinco en realidad —la castaña parpadeó—. Mi hermana mayor, que, aunque no lleva la sangre de mis padres, si lleva el amor de ambos. Le sigue Reese, mi hermano mayor, después estoy yo, posteriormente Hyeok y por último, Joshua.

—Vaya, tienes una familia grande.

—Sí, aunque, desde que me mudé al otro lado del mundo, la distancia complicó algunas cosas.

Su voz sonaba algo cansada y, aunque estaba hablando, sus ojos se cerraron; al poco tiempo, la respiración le salió en suaves exhalaciones y Venecia supo que él se había quedado dormido.

Lo dejó descansar y ella misma, se acomodó entre sus brazos, permitiéndose disfrutar de la calidez de su cuerpo y la forma en que se sentía estar tan cerca de él.

A los pocos minutos, Law se removió inquieto, respirando aceleradamente y sus facciones contorsionadas, como si peleara contra algo o alguien.

—Shhh, tranquilo Law... está bien... estás bien, estoy aquí contigo —le susurró, abrazándolo un poco más, haciéndole sentir su presencia.

🧳🌻🎡🍦

Los ojos de Venecia se abrieron de par en par mientras una perfecta "O" se formó en sus labios.

—Wow, podría alimentar a todo el vecindario de Teresa con esta comida —masculló para sí misma.

Tomó algunos huevos, algo de vegetales, unas salchichas, y cerró el gigantesco refrigerador, después, rebuscó entre la alacena y encontró el aceite en spray.

Maldita sea, ¿cuándo cambió la estufa?

Y, claro, como estaba sola, nadie respondió a su pregunta y el aparato en cuestión parecía mirarla con temor a que fuera a dañarlo.

Justo cuando parecía que estaba a punto de iniciar un incendio, unos cuantos pitidos llegaron desde el otro lado de la puerta antes de que el bloqueo se desactivara y un hombre apareciera frente a ella.

—Ow —exclamó el sujeto, deteniéndose debido a la sorpresa.

Venecia lo miró; rondaba los veintitantos, cabello entre rubio y castaño, no podía deducirlo bien porque se encontraba húmedo, como si acabara de bañarse, el cuerpo era asombrosamente fuerte y de seguro se debía a que practicaba algún deporte o a que se la vivía en el gimnasio, como fuere, el intruso era atractivo, pero sus ojos eran lo más llamativo de su apuesto rostro; un iris era de un azul electrizante, casi magnético, el otro, de un avellana claro, quizás estaba siendo un poco descarada, pero no pudo apartar sus propios ojos del rostro que tenía frente a ella, y se dijo, que sin lugar a dudas, el chico frente a ella no era otro más que el hermano de Law.

—Hola, ¿te conozco? —inquirió él, dejando su maleta en el piso.

—Ah, perdona... soy Venecia Torres la...

—¿Venecia? Bueno, finalmente te conozco —expresó—. Soy...

—Joshua, ¿cierto? Eres el hermano menor de Law.

Él sonrió y las facciones de su atractivo rostro se suavizaron un poco.

No supo cómo, pero Joshua terminó adueñándose de la cocina y preparó una pizza casera atiborrada de sus vegetales favoritos, también hizo una ensalada y un poco de puré de papas; al cabo de unos minutos, le tendió un plato y la acompañó a comer.

—¿Qué están haciendo ustedes dos? —cuestionó una voz masculina.

Sin proponérselo, se puso de pie instantáneamente y fue a alcanzar al hombre del que se enamoró como una jodida adolescente.

—Bueno, supongo que la diversión ha terminado —masculló Joshua, mirándolos con gesto divertido—. Solo estaba haciéndole un poco de compañía a mi cuñada, no tienes nada que temer.

Y, con esas palabras, tomó su plato atiborrado de bastante comida y desapareció por el pasillo.

—Lo siento, no te desperté porque te veías tan cansado. No creí que...

Tirando de ella, se inclinó un poco hasta encontrar la suavidad de sus labios y reclamar su boca en un beso, un muy dulce beso.

—Me alegra que hayas conocido a mi hermanito —susurró contra sus labios.

—Es bastante simpático y agradable.

—¿Agradable? —inquirió, con una ceja alzada.

—Ajá... sip.

—Bueno, debiste caerle muy bien, porque Joshua no es así con todos.

—¿Acaso no escuchaste cuando me llamó su cuñada?

La sonrisa que se dibujó en sus labios hizo que su ser se estremeciera, porque jamás vio esas expresiones y esas sonrisas y lo único que quería era guardar el momento para atesorarlos por el resto de su vida, porque lo que Law estaba dándole, eran, sin lugar a dudas, las mejores demostraciones de que lo que sentía por ella era verdadero.

El hombre ya le había robado el pensamiento, el corazón y ahora se llevaba también su alma, pero no tenía arrepentimiento alguno, porque sabía que había hecho la mejor elección.

⚖️🏛️🎡🤼‍♂🍦

Definitivamente, la vida era una maraña de sucesos, pero Law ya no se iba a esconder más, ahora quería darle la cara y enfrentarla, porque la única mujer a la que había amado desde hacía años finalmente estaba con él y aquello le daba la fuerza suficiente para hacerle frente a todo.

Mirando el techo, sonrió una vez más, recordando los eventos del día anterior; AJ se había llevado tan bien con Venecia y, de hecho, a él le hizo feliz ver la forma en que la trató, como si se conocieran desde siempre.

—Buen día —saludó su hermano, asomándose a su habitación.

Se levantó, sentándose en el borde de la cama. —Buen día... ¿ocurre algo?

—No. Sólo quería avisarte que voy a salir y me llevo tu camioneta junto con tu chófer.

El ceño de Law se frunció. —¿A dónde vas?

—A la agencia. Hoy me entregan mi auto. ¿No te lo había dicho?

—No. No me dijiste nada.

—¿Quieres ir conmigo? Bueno, te lo pregunto porque vas a quedarte solo.

Sacudió la cabeza al mismo tiempo que se puso de pie y tomó la billetera del buró al lado de la cama; en la puerta, se colocaron los zapatos y salieron, encontrándose con el hombre de aspecto paternal, quien les abrió la puerta de la SUV y posteriormente, rodeó la camioneta para sentarse al volante.

—Buenos días, señores Taylor —dijo a modo de saludo, una vez que puso el motor en marcha.

—Buen día, Agustín —devolvieron el saludo al unísono.

El tráfico a esa hora del día era algo tranquilo y, mientras llegaban a su destino, Law se propuso sacar un poco más de información sobre lo que sucedió en la vida de AJ para que, de repente, la actitud del menor de los Taylor cambiara tanto.

No consiguió nada excepto enfadarlo y ponerlo de mal humor, pero una vez más, comprobó que, lo que hubiese sucedido en su vida, debió ser algo bastante grave, porque AJ pasó de ser un chico alegre, feliz, lleno de sueños e ilusiones a un chico que parecía cargar con un peso enorme sobre sus hombros y una oscuridad que casi eclipsaba a la suya.

Para cuando llegaron a la agencia de autos, AJ fue el primero en bajar de la SUV, dejándolo atrás, porque era más que obvio su mal humor. Antes de que incluso pusiera un pie fuera de la camioneta, su hermano giró, enfrentándolo.

—Puedes irte si quieres. Volveré a casa por la tarde —y, con esas palabras, terminó por entrar a la agencia automovilística, dejándolo allí.

Sin poder hacer otra cosa, volvió a cerrar la puerta y le dio órdenes al chófer para ir directamente al edificio de Venecia; el trayecto estaba sintiéndose agotadoramente largo, pero al llegar, no esperó encontrarse con una escena que le crispó los nervios.

Allí, a unos cuantos pasos de distancia, Arthur Wiesbaden lo miró con expresión soberbia, mientras mantenía la mano sobre la mejilla de Venecia.

—Hablemos —pidió.

Arthur sonrió y volvió a cerrar la puerta de su auto, colocando el seguro y la alarma al vehículo; lo siguió y solo cuando estuvieron en el parque a la vuelta del vecindario, volvió a enfrentarlo; la mirada en sus ojos color del whiskey parecía chispeante.

—¿Qué ocurre? —le preguntó.

—Mantente lejos de Venecia. ¿Acaso no sabes que ella y yo tenemos una relación?

—Ahh, ya veo... debo hacerme a un lado entonces ya que mi "amigo" está saliendo oficialmente con ella.

Aquella burla en su tono de voz no hizo otra cosa más que enfurecerlo y, sin pensarlo, lo tomó de la camiseta, arremetiendo contra él, pero Wiesbaden pareció disfrutar de su arrebato.

—Creo haberte dicho que nunca te dejaría ser feliz —rechinó, borrando la sonrisa y poniendo una expresión seria—. Ella no merece estar con un asesino.

—¿Cuándo vas a entender que yo no tuve nada qué ver con la muerte de tu padre? Lo que sucedió en ese entonces...

¡Me importa un carajo! —espetó—. Para mí, tú eres el único culpable y así será hasta el último día de mi vida.

—Aléjate de Venecia. Ríndete, de una vez por todas.

—Los sentimientos de ella también importan.

—Por supuesto que sí, por eso será mejor que te rindas... ella está enamorada de mí.

Poco a poco, Law soltó su agarre y dando media vuelta, se marchó; una vez que estuvo junto al auto de Arthur, esperó por él para que quitara el seguro y pudiera sacar a Venecia.

⚖️🏛️🥊🐻

La ironía de la vida era una cosa para reírse de ello o para tomarlo como algo serio; mientras el agua de la ducha caía desde su cabeza hasta la punta de los dedos de sus pies, se dijo a sí mismo que no permitiría nunca que alguien dañara su relación con Venecia, no importaba si ese alguien había sido su mejor amigo.

¿Por qué tenía que ser Venecia? —masculló, agachando la cabeza.

Quizás, si no se tratara de la misma mujer, habría podido recuperar la amistad con Arthur, pero ahora las cosas se habían complicado aún más, por no hacer mención también de Kenji, que llevaba días sin dirigirle la palabra y, según los informes de Jae, tampoco se había presentado en la firma.

Cerró la llave de la ducha y tomó la toalla, envolviéndola alrededor de su cintura para posteriormente, salir del baño e ir directo a su closet.

Media hora más tarde, bajó las escaleras de dos en dos y tomó el mando del Maserati Quattroporte y salió de la casa. No tenía la menor intención de enfrentarse a sus padres, pero Venecia había insistido tanto en que fuera a visitar a su madre porque ella quería hablar con él, así que, haciendo acopio de todas sus fuerzas, decidió que era momento de enfrentar a su progenitor.

Condujo sin prisas y al llegar a su destino, tomó el Smartphone y envió el mensaje con una sonrisa adornando sus labios, tan solo unos segundos después, vio a la chica de bonitos ojos azul grisáceo salir del edificio. Salió al encuentro de ella y la recibió con los brazos abiertos.

—Creí que ibas a demorar un poco más —expresó, tirando de él para besarle los labios.

—Digamos que tenía una urgencia terrible por verte —respondió, todavía abrazándola.

Venecia sonrió, luego se apartó de él y lo miró de pies a cabeza y viceversa, con un ceño adornando su frente.

—Señor Taylor, ¿por qué el traje?

—Dijiste que me invitarías a un lugar, supuse que debía vestirme formal.

—Sí... es sólo que...

—¿Qué?

—Usted se ve demasiado atractivo de traje.

Law sonrió antes de tomarle el rostro y besarla. —Por cierto, antes de ir a nuestra cita, debo pasar a casa de mis padres —dijo—. Le hablé a mi madre tal como me lo pediste y ella me suplicó que fuera a casa.

—Está bien. No te preocupes.

Durante el trayecto a la mansión Taylor, Law se dijo que debía ser fuerte y, de hecho, lo era, porque tener a Venecia a su lado significaba que no tenía por qué temerle a nada.

—No te lo dije, pero te ves hermosa —comentó, mientras se detenía en un semáforo.

Ella lo miró con una sonrisa en sus labios. —Gracias.

A pesar de que quiso ignorarlo, algo martillaba en su cerebro, porque la chica sentada en el asiento del copiloto parecía nerviosa, como si estuviese ocultando algo.

Para cuando llegaron a la residencia de sus padres, respiró hondo tras cruzar el portón de entrada y avanzar por el camino empedrado hasta estacionar frente a la casa.

—No creo demorarme mucho, pero si no quieres esperarme aquí, puedes entrar conmigo.

—Voy contigo —exclamó, quitándose el cinturón de seguridad.

Tomados de la mano, ambos caminaron hasta estar frente a la puerta de entrada; después de tocar el timbre y de ser recibidos por una de las chicas del servicio, los dos cruzaron la espaciosa mansión para ir directamente al jardín trasero.

Law jamás esperó encontrarse con la presencia de la mayor parte de su familia no sanguínea y de un montón de personas más que reconoció a los pocos segundos de ver sus rostros.

—Hola, cariño —saludó su madre, envolviéndolo en un cálido abrazo.

—¿Qué es todo esto, mamá? —preguntó, mirando a todas partes.

—Es un pequeño convivio, quería festejar tu gran logro.

—Mamá, sabes bien que yo...

—Por favor, cariño. Sólo inténtalo. Además, Venecia me ayudó mucho.

Él miró a la castaña, quien le sonrió y se encogió de hombros. Agradeció la interrupción que alejó a su madre y, en cuanto se quedó a solas con Venecia, dejó escapar un suspiro.

—¿En verdad tú la ayudaste? —preguntó, mirándola fijamente.

—Sí —respondió, con total sinceridad al mismo tiempo que le tomó las manos y le sonrió—. Law, tú madre está bastante orgullosa de ti al igual que yo. Ella solo quiere demostrarte cuánto te ama y ésta fue su manera de hacerlo. Solo un momento, por favor, sopórtalo por unas horas.

Law exhaló, accediendo a regañadientes. —De acuerdo. Ésta vez, lograste engañarme.

Diez minutos más tarde, se encontró saludando a los invitados, conversando con ellos mientras mantenía los ojos en Venecia, quien a su vez, se encontraba charlando con Kaeo y Faure.

—Muchas felicidades, juez Taylor —expresó Jung, acercándose a él mientras daba un sorbo a su copa de Champagne.

—Me alegra verte aquí —dijo—. Pensé que no vendrías.

—Tu madre fue muy insistente —respondió—. Además de que, me hacía falta algo de distracción.

—¿Cómo vas con los casos?

El abogado cerró los ojos y sacudió la cabeza. —Sibal, patijanh-a [Mierda, es una fiesta] —exclamó, en el idioma que ambos entendían—. Olvídate del trabajo por hoy.

La conversación tomó otro tema y, para cuando se dio cuenta, estaba rodeado de las personas a las que consideraba familia, porque sus padres así lo habían decretado desde que tenía memoria; esa gente podría parecer antipática, pero una vez que los llegabas a conocer en otro ámbito te sorprendías con la amabilidad y calidez que demostraban.

A los únicos que no llegaron a tratar así, fue a la descendencia Airlie, puesto que la lejanía y la educación fue tan diferente, aunque no era así con Braxton Airlie; la cuestión era que, sus hijos no habían tenido ni la más mínima intención de entablar y forjar ese lazo no sanguíneo con el resto.

Durante mucho tiempo, Law estuvo recibiendo correspondencia por parte del tío Braxton y él, al igual que todos, le tenía cariño y amor al hombre, así que, tanto a él como al resto le dolía ver cómo había terminado la historia y cómo Braxton Airlie se resignó a esa vida alegando que era lo que se merecía por los errores cometidos en su pasado.

Law sonrió al ver a Andrómeda Balistreri Graham, porque esa chica, bien pudo haber sido el fruto de la relación que su tío Braxton y la señora Artemisa habían tenido, sin embargo, no era así y, aunque Airlie se hundió en un matrimonio caótico, no fue así para Artemisa Graham, que, con el pasar de los años, se convirtió en una escritora de prestigio y una mujer llena de seguridad y sobre todo, llena de amor.

Los Balistreri-Graham eran una familia bastante unida y amorosa, pero haber forjado una amistad con ellos, fue lo que terminó alejando a los Airlie, porque la esposa del tío Brax, nunca pudo soportar ni superar lo que pasó entre Artemisa Graham y su marido.

Con una sonrisa en sus labios, Law saludó a Andy Balistreri y aceptó el abrazo que le ofreció y, tras pasar unos minutos conversando con ella y sus padres, sus ojos buscaron a Venecia; su entrecejo se frunció cuando no logró ubicarla por ninguna parte.

—AJ, ¿has visto a Venecia? —preguntó a su hermano.

—Ah, ella se fue —respondió—. Dijo que no se sentía bien y se marchó. De hecho, estaba buscándote para decírtelo porque me lo pidió.

—Preguntó dónde estaba el baño —interrumpió Hyeok—. Supongo que ya se encontraba mal, pero...

—¿Pero qué? —instó.

—Estuvo haciéndome preguntas.

Y Law no pudo seguir interrogando a su hermano, porque en ese momento, Hyeok fue arrastrado por su tía Diane para que le sirviera uno de sus famosos tragos sin alcohol.


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