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Capítulo 26 | Tequila

El pitido de los autos detrás de él hizo que Law volviera al presente y, con torpeza, pisó el acelerador, girando a la siguiente avenida. El motor del Maserati rugió con fuerza al mismo tiempo que las llantas chirriaron una vez que estuvo en la carretera libre de tráfico.

La confesión de Arthur y de Kenji todavía continuó haciendo eco en su cerebro incluso después de haber llegado a casa y darse una ducha; nada, absolutamente nada había sido capaz de hacerle dejar de pensar en que podría perder a Venecia, aunque la realidad era que ni siquiera iba a perderla, porque él no la tenía... ella nunca sabría de los sentimientos que él guardaba hacia a ella.

Mierda —masculló, golpeando el volante.

Vivir casi a las fueras de la ciudad tenía su ventaja, porque mientras conducía hacia su destino, podía pensar e incluso, planear las cosas antes de hacerlas.

Media hora después, estuvo tentado a quedarse en el auto, sin embargo, también sentía que debía liberar un poco de la presión que estaba carcomiéndolo por dentro.

Con reticencia, tocó el timbre y enseguida fue recibido por la mujer que adoraba con el alma.

Zeus —exhaló ella, con la sorpresa bañando sus hermosas facciones.

El murmullo infantil dentro de la casa le hizo doler el corazón, porque le trajo recuerdos que, sin duda alguna, le herían profundo todavía.

—Hola Bell, perdón por venir a molestarte, pero no sabía a dónde más ir.

—No. Está bien... ¿te pasó algo? —preguntó, dejándolo entrar.

Apenas había dado dos pasos al interior de la acogedora casa cuando fue interceptado por un pequeño de diez años, seguido de uno de cinco.

¡Tío Law! —exclamó el mayor.

Sin pensarlo dos veces, lo alzó en brazos, devolviéndole el caluroso abrazo que el niño le ofreció y lo mismo hizo con el menor.

—Chicos, van a sofocar a su tío, vayan con su padre al jardín, seguramente necesita ayuda para terminar de instalar el tobogán —habló Bell.

Escuchando y acatando la orden de su madre, los dos niños se marcharon, no sin antes decirle a Law lo mucho que lo habían echado de menos.

—¿En qué puedo ayudarte, Law? —preguntó su hermana, dirigiéndose a la cocina—. Luces como si te hubiera pasado un tractocamión por encima, ¿te ofrezco algo de tomar? ¿Café, té, leche o... quizás algo más fuerte como un tequila?

—Sabes que no tomo bebidas alcohólicas, pero sí, en éste momento me vendría bien lo último.

Bell sonrió y, tomando un par de caballitos, sirvió un poco del agave y le tendió uno a él.

—¿Qué te ocurre? —indagó.

—Más bien, quiero que tú me digas ¿qué es lo que pasó entre AJ y Eros? Sé perfectamente bien que lo sabes y necesito que me lo cuentes, porque de otro modo, no podré comprender la situación.

La expresión en el rostro de Lucybell cambió de repente y, ante la mirada fija de Law, se bebió de un solo trago el tequila.

—Nunca me he inmiscuido en la vida de ninguno de ustedes, si quieres saber el por qué de la mala o, casi nula relación fraternal entre el mayor y el menor de los Taylor ve y pregúntaselo a ellos —respondió, sirviéndose otro caballito.

—Lucybell, por favor, conoces el temperamento de AJ y es obvio que sabes que no puedo ir a preguntarle a Eros.

—El pasado es una mierda, Zeus —exhaló—. Tú compartes uno muy doloroso y oscuro con Eros y así también, existe uno con Achilles. Nuestro querido hermano Eros ha sido una verdadera calamidad en la vida de todos nosotros y no quiero recriminarte nada, pero vaya que has tenido tu parte justa de culpabilidad.

—Bell...

—El abuelo dejó las cosas claras en su testamento, pero tú ignoraste su última petición y ahora, tanto tú como nuestros hermanos están pagando el precio de ese error.

—¿Crees que quería hacerlo? No tuve otra alternativa.

—La tuviste y sí, claro que entiendo que lo único que querías era alejarte, ser libre y dejar atrás la mierda que viviste, pero no sólo dejaste en el olvido lo que te ocurrió, también nos abandonaste a nosotros... te olvidaste de mamá.

—Y aun así, no he sido capaz de olvidar nada de lo sucedido.

Bell suspiró. —Lamento escuchar eso. Pero, aún con todo... no puedo decirte lo que ocurrió entre Achilles y Eros, es algo que no me corresponde.

—Solo dime, ¿la distancia entre ellos se desencadenó al mismo tiempo que Reese se separó de su ex esposa? ¿Rebecca tuvo que ver en que la relación de AJ y Eros se quebrara?

—No. Pero sí, el distanciamiento entre ambos ocurrió en ése lapso de tiempo en que el matrimonio de Eros se venía abajo.

Law suspiró y, copiando la acción de su hermana, se bebió de un solo trago el caballito de tequila, al que después, le siguieron otros tres más y, justo cuando sintió que el piso se movía, recibió una llamada que le erizó los vellos del cuerpo.

Se despidió de su hermana, su cuñado y sus sobrinos para después, dirigirse al condenado bar de Arthur, donde, sin lugar a dudas, iba a necesitar de más que su pobre autocontrol para soportar el escándalo y a las personas, sin embargo, cuando estuvo en el auto y digitó la ubicación en el GPS se dio cuenta que no era la misma dirección del lugar que ya conocía.

⚖️🏛️🥊🐻

La suave música clásica se reproducía a través de los altavoces del local, las luces daban un contraste bastante cálido aunque eso no evitó que Law se mareara vagamente.

Cuando ubicó a Kenji, se dirigió a la barra y se sentó en uno de los taburetes vacíos a su lado.

—¿Para qué querías verme? —preguntó, sin mirarlo.

—Hace un par de horas atrás, hice una confesión, teniendo y tomando en cuenta el hecho de que eres uno de mis mejores amigos, sin embargo, no dijiste una sola palabra y eso me molestó muchísimo.

—¿Querías que dijera algo? —inquirió—. ¿Serviría de algo?

Kenji giró, enfrentándolo. —He sido honesto, ¿por qué no puedes hacer lo mismo?

—Venecia ha estado conmigo por más de cinco años, he aprendido a conocerla lo suficiente como para saber que las cosas que has intentado para llamar su atención, solo han hecho que se aleje de ti. Sí, ella me gusta... como empleada es maravillosa y sé que como mujer, lo es aún más. Ella tiene cualidades excepcionales y solo espero que tú o Arthur lo noten.

Con una sonrisa irónica y burlona, Kenji tomó un sorbo de su whiskey. —De verdad que eres todo un caso, Law.

—No entiendo que...

—Lo único que tienes que decir es que te gusta tu asistente personal. Sé honesto por una maldita vez en tu vida.

Parpadeó ante las palabras cargadas de reproche de su amigo e, imitándolo, ingirió todo el contenido amargo color amarillento.

Después de dar ese primer trago, le siguieron otros más... y más, hasta el punto en que ya no pudo diferenciar dónde terminaba el whiskey y comenzó el tequila, pero el agrio del limón le quemó la garganta después de determinado tiempo y entonces, todo su mundo giró antes de que se oscureciera por completo.

Law parpadeó, completamente perdido en la noción del tiempo, olvidando hasta su propio miedo por escasos segundos. Entonces, en uno de sus muchos parpadeos e intentos por recuperar la mesura, se encontró con el par de orbes azul grisáceo y sonrió.

El hermoso rostro de Venecia Torres llenó su campo de visión y, aunque podía verla articulando palabras, ninguna de ellas le llegó a los oídos y de nuevo, cerró los ojos.

¿Qué en el mundo había ocurrido? Law no tenía ni la menor idea, pero cuando abrió los ojos por completo, ya no se encontraba en el bar, ahora estaba acostado en su propia cama.

El dolor punzante atacó su martirizado cerebro y, tanteando sobre el buró al lado de la cama, encontró su teléfono junto con un par de analgésicos y un vaso de agua.

Apartó las sábanas y salió de la cama, sus ojos se clavaron en el buró y, dejando escapar un suspiro, se tomó ambas pastillas para después, salir de la habitación.

Bajó las escaleras a pasos lentos y, cuando por fin llegó a la cocina, se encontró con la presencia de AJ y Kenji, quienes permanecían enfrascados en una conversación.

—Ya estás despierto, ¿cómo te sientes? —preguntó su hermano.

—Bien —masculló, haciendo una mueca al sentir el pinchazo en su cerebro.

—He preparado unos chilaquiles, Bell me llamó, me dijo que probablemente ibas a necesitar algo de comida picante.

—G... gracias —tartamudeó—. ¿Tú me trajiste a casa? —preguntó, mirando a Kenji.

—¿Quién más? En los años que llevo de conocerte, jamás te vi así.

—Uhmmm...

—Bueno chicos, los dejo solos para que hablen —dijo AJ, desapareciéndose al instante.

El silencio era incómodo, pero también agradable, porque Law sentía la cabeza a punto de estallar.

—Fue por ella, ¿verdad?

—¿De qué hablas?

—Te embriagaste por lo que te dije... admítelo ya, Law, Venecia Torres te gusta como mujer, no como asistente personal.

—Deberías irte a casa —señaló, tomando un bocado de comida—. No es necesario que estés aquí.

—Law...

—Ya lo dijiste, ella te interesa... —masculló, tratando de ignorar el pinchazo en su corazón—... ¿Acaso no estás intentando salir con ella? Entonces, sé sincero, mi empleada no es igual a las chicas con las que te enredas.

Kenji sonrió. —La defiendes y te preocupas por ella tal y como lo haría un hombre enamorado, pero entiendo que no quieras aceptar tus sentimientos para con ella. Siendo así, no digas luego que no te di la oportunidad, voy a intentar conquistarla, solamente espero que mantengas tu palabra y no intentes tirar abajo todos mis planes de seducción.

—Vete ya —gruñó en respuesta.

A solas nuevamente, Law se dejó arrastrar al rincón más oscuro de su condenada vida, a la parte de su pasado que seguía haciéndose presente cada vez que su control flaqueaba.

⚖️🏛️🎡🤼‍♂🍦

La película reproduciéndose en la pantalla plana tenía toda la concentración de Venecia en ella, pero, cuando su teléfono comenzó a sonar una y otra vez, no pudo ignorarlo por más tiempo.

—Hola —respondió, esperando que el hombre del otro lado de la línea dijera algo.

—¿Estás ocupada? —preguntó la voz masculina.

—No. De hecho, estaba viendo una película con Teresa y Olivia, ¿por qué?

—Bueno, quería invitarlas a... mamá quiere verte.

—Oh... es que...

—Ven, será divertido, no quiero que pases todo el día encerrada en casa.

—De acuerdo, ahora le digo a ambas.

—Bien, iré por ustedes.

—No es necesario, Balthazar —dijo—. Podemos tomar un taxi.

—Definitivamente no, espérenme, llego en veinte minutos.

Colgó la llamada y se enfrentó a los ojos inquisitivos de su mejor amiga, a su lado, Olivia también parecía desconcertada.

—Balthazar viene por nosotras, su madre nos está invitando a comer.

—¿Estás segura de querer ir? —preguntó la morena—. Sabes quién va a estar allí también, ¿cierto?

—Teresa, por favor, no me martirices.

—No lo hago para molestarte, solo necesito que te des cuenta de una vez por todas que...

—Debo ir a arreglarme —dijo, interrumpiéndola.

Negándose a seguir escuchando a sus amigas, se escabulló a su habitación y trató de no pensar en las palabras de Teresa; sí, ella tenía razón, debía empezar a romper sus añoranzas, porque Balthazar jamás iba a verla como algo más que su amiga o, peor aún, como su hermana menor.

Dos horas después, se encontró poniendo una sonrisa en sus labios que distaba de ser real; porque de hecho, ¿cómo iba a estar sonriendo si frente a ella tenía una dolorosa escena? El hombre del que llevaba enamorada desde que era una niña, se encontraba acostado en una de las tumbonas, con su novia sentada en su regazo.

Le dolió, sí, claro que era doloroso ser testigo del amor que él sentía hacia Gwen y, sin proponérselo, recordó todas las veces en que lo vio y lo escuchó llorar cuando terminaba con ella.

Una discreta lágrima se desbordó de su ojo y, antes de que cualquiera pudiera verla llorando, se la limpió al mismo tiempo que su teléfono comenzó a sonar; en la pantalla, apareció el nombre del abogado Hasselt y lo ignoró, porque no tenía los ánimos para soportar su fanfarronería, pero, cuando el aparato en cuestión volvió a sonar por décima vez, no fue el nombre de Kenji Hasselt el que apareció.

—Disculpe, ¿Venecia Torres? —preguntó una voz masculina.

Apartando el teléfono de su oreja, la castaña verificó de nuevo el nombre de la persona que estaba llamándole.

—Sí, soy yo —dijo, alejándose un poco del bullicio—. ¿Quién habla?

—Le llamamos del bar Nova para informarle que Law Taylor se encuentra ebrio aquí y...

La voz se perdió en la lejanía, lo único que pudo escuchar fueron los latidos acelerados de su corazón; a toda prisa, colgó y fue en busca de sus cosas para irse al bar donde se encontraba su jefe.

—Venecia, ¿estás bien? —preguntó Balthazar, apareciendo de repente; sus ojos se fijaron en la bolsa que sostenía entre sus manos e intentó quitársela—. ¿A dónde vas?

—Lo siento, discúlpame con tu madre, pero debo irme ya.

—¿A dónde? —volvió a preguntar.

—Mi jefe me necesita —dijo, ya caminando hacia la puerta.

—¿No crees que eso es un abuso? —rechinó, con molestia—. Estás de vacaciones y él te llama para...

—Balthazar, debo irme —repitió, saliendo a toda prisa.

Agradeció en silencio que un taxi pasara justo en el momento preciso y sin pensarlo, lo abordó rápidamente, antes de que su amor platónico pudiera detenerla.

Veinticinco minutos después, dejó escapar un suspiro cuando llegó al bar; no parecía ser uno de esos lugares con un centenar de jóvenes bebiendo y bailando, más bien, era un lugar bastante agradable y silencioso, salvo por la música clásica reproduciéndose a un volumen razonable a través de los altavoces.

—Aquí —llamó el abogado Hasselt, haciéndole una seña con la mano.

Los ojos azul grisáceo se movieron más allá del seductor abogado y el corazón le dio un vuelco dentro del pecho cuando vio a su jefe totalmente perdido, con la cabeza sobre la barra y los brazos desplomados.

—¿Q... qué le ocurrió? —preguntó, intentando despertarlo.

—¿No es obvio?, se emborrachó —señaló Hasselt.

—Señor Taylor... señor Taylor —llamó, pero él ni siquiera se movió un ápice—. Señor Taylor, ¿me escucha?

Jamás, en todo el tiempo que llevaba trabajando para él, lo vio así de ebrio, de hecho, nunca le miró tomar más allá de un simple sorbo de cualquier bebida alcohólica.

—¿Cuánto bebió? —preguntó, mirando al abogado Hasselt.

—A ciencia cierta, no lo sé... pero está completamente borracho y sin conciencia, no supe a quién llamar y, como no contestaste ninguna de mis llamadas, le pedí el favor al barman —respondió, señalando al chico detrás de la barra.

Venecia suspiró y rebuscó entre su bolso; sacó un pequeño pomo, una cuchara y un paquete de dulce.

—¿Podría regalarme un vaso de agua tibia? —preguntó al barman.

—¿Qué piensas hacer? —el ceño en la frente de Hasselt se intensificó cuando la vio verter el dulce en el agua y después, añadir un poco de miel en ésta.

—Es un remedio que aprendí cuando estuvimos en un viaje de negocios en Shenzhen, esto le bajará la ebriedad —explicó, al mismo tiempo que tomó la cabeza de su jefe entre sus manos—. Señor Taylor, necesito que se tome esto...

El abogado Hasselt se apresuró a ayudarle y, después de que Law Taylor se bebió el remedio, lo llevaron entre los dos hasta el estacionamiento, donde con mucho esfuerzo, pudieron meterlo al auto para llevarlo a casa.

🧳🌻🎡🍦

Durante la noche, Venecia luchó por conciliar el sueño, pero su mente era una maraña de pensamientos yendo y viniendo, todos terminando en el muy atractivo hombre que tenía como jefe.

Sin darse cuenta, esbozó una sonrisa al mismo tiempo que se ceñía más la sudadera de él; sí, quizás ya estaba volviéndose loca, pero no podía negar que Law Taylor tenía cierto magnetismo que era difícil pasar desapercibido y no solo era por la intensidad de sus ojos, era otra cosa que no había descifrado por completo.

Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para dejarlo, pero confió en que el abogado Hasselt cuidaría de él; lo había visto tan borracho que, cuando estuvo a solas con él dentro de la intimidad que proporcionaba el interior del auto, no dudó un segundo en acariciarle las mejillas, tomando como pretexto el hecho de apartarle el cabello que le caía sobre la frente.

Sí, su corazón dio una voltereta cuando lo escuchó murmurar su nombre una y otra vez, como si realmente la anhelara y la necesitara, con ese recuerdo tan adorable, se dejó llevar al país de los sueños, donde Morfeo la recibió con los brazos abiertos.

La mañana siguiente, despertó temprano y, dirigiéndose al cuarto de baño, se dio una ducha larga y refrescante, después de vestirse, fue directamente a la pequeña cocina y preparó el desayuno.

—Buenos días —saludó Teresa, ahogando un bostezo.

—Hola, buen día —respondió, sirviéndole jugo—. ¿Dormiste bien?

La morena parpadeó. —¿Me lo preguntas tú a mí? La que debería preguntarlo sería yo... ayer ya no supimos nada de ti, nos dejaste a Olivia y a mí en casa de Balthazar y ni siquiera nos avisaste... estabas con una expresión apagada y después, cuando llegué a casa, tu rostro lucía lleno de ensoñación... estabas rara, ¿todo está bien?

—Sí, no te preocupes por mí. Ahora, desayunemos rápido porque me tengo que ir.

—¿Ir a dónde? —quiso saber.

—No te lo había dicho, pero estoy tomando clases de defensa personal.

—¿De verdad?

—Sí.

Una hora y media más tarde, se encontró de frente con el par de ojos azules que tanto le encantaban; la expresión en el rostro de Law Taylor era una que iba del agotamiento a la sobriedad.

—¿Todavía tiene resaca? —preguntó, llamando su atención.

—Eh, sí... ¿cómo es que supo?

—Ayer fui por usted al bar, me tocó llevarlo a su casa porque ni siquiera se podía poner de pie... es más, estaba completamente desmayado.

Law parpadeó, con la sorpresa y la vergüenza bañando sus hermosas facciones.

—No lo sabía. Lamento que haya presenciado eso.

Ella le sonrió y, después de ésa pequeña conversación, ambos se pusieron en marcha; ésta vez, él parecía incluso un poco más divertido que la primera vez, lo cual era fascinante de ver, porque el rostro relajado le quitaba un par de años, haciéndolo lucir más atractivo de lo que ya era.

Lanzó puños, esquivó golpes y se sintió momentáneamente fuera de circuito en varias ocasiones, sobre todo, en los momentos en que él la acorralaba y podía sentir sus fuertes brazos apretarla contra su duro pecho.

—Bien... es todo por hoy —exhaló un par de horas después, tomando su botella de bebida energética.

Venecia copió su acción y se quedó sentada en la lona cuando él desapareció por el estrecho pasillo que llevaba a los casilleros y a las duchas.

Quince minutos más tarde y, después de haber recuperado el aire en sus pulmones, se puso de pie y tomó su mochila para dirigirse de igual forma a las duchas.

El impacto la hizo retroceder de golpe, el corazón le rebotó dentro del pecho y sintió sus mejillas arder; armándose de valor, se asomó de nueva cuenta y espió a su jefe.

Law Taylor se encontraba de perfil, con la toalla envuelta en su cintura y el cabello ligeramente mojado, tanto que todavía le caían unas gotas de agua; no pudo evitar quedarse estancada allí, como si sus pies hubiesen echado raíces en el suelo y aprovechó el momento para llenar sus ojos y su mente de una imagen que estaba segura, se iba a quedar con ella por mucho tiempo.

Sin notarla siquiera, Law tomó su bóxer y se lo puso, seguido, se deshizo de la toalla y se colocó los pantalones deportivos; allí estaba ella, mirándolo, bebiendo de su magnífico cuerpo sin que él se diera cuenta, cualquiera que la viera, pensaría que era toda una acosadora profesional.

Claro que había una cosa que jamás había negado y que nunca lo haría; su jefe era demasiado atractivo para su propio bien, en toda su vida, Venecia jamás había conocido a alguien igual a él, a excepción de su hermano Hyeok Taylor, pero aún así, Law tenía un encanto que nadie más podía igualar.

El espectáculo llegó a su fin cuando él deslizó sobre su cabeza y su fantástico cuerpo la camiseta de manga larga y ella lloró ante la pérdida de ese atractivo visual.

Quizás ya estaba perdiendo la cabeza o era que, su deseo por olvidar su amor no correspondido le estaba jugando una mala pasada... sea como fuese el caso, la verdad era que después de haber visto a su jefe en tan poca ropa, muy difícilmente iba a poder olvidarse de dicha escena.

Los tatuajes que decoraban su piel eran una cosa digna para presentar en una galería de arte, porque eran eso, arte puro en todo su esplendor.


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