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Capítulo 12: I don't like the drugs but the drugs like me.

- ¿Cómo tienes tal personalidad para drogarte teniendo tanta vigilancia ahora? -consultó el castaño de baja estatura.

- UHhh... -murmuró el rubio, sobándose el brazo en que acababa de inyectarse morfina- ¿Quién eres?

- Lars, Lars Urlacher o Ulrich cuando yo era de... Dinamarca -suspiró- Extraño mis tierras...

- Te juro que ya no me acuerdo de tu puta cara... ¡Es que ni la veo! Está moviéndosee... -rió de manera demencial- Que raro, ehh...

- Estás loco, Gar, estás loco -afirmó con mucha pena-. Y ya no tengo a nadie más que a ti, joder, si contigo la comunicación es casi nula.

Strauss se limitaba a mirar el techo mientras se mecía en el piso en que estaba sentado, riendo como idiota porque estaba muy alejado de la realidad. Ya no recordaba el nombre ni los rostros de sus amigos, debido a los efectos secundarios de las sustancias que solía consumir con frecuencia. Ya ni dormía, con suerte un par de horas en el trabajo, por culpa de las grandes dosis que se suministraba a diario, ya no comía. Sus ojeras tanto como su ahora pálido, desnutrido rostro lo denotaban bastante. ¿Cómo era posible que en apenas un par de meses ya haya caído así de bajo?

- Gar, si sigues así, te despedirán y no nos dejan salir del país, sería demasiado peligroso quedarse a vivir aquí y sin empleo.

No recibió respuesta.

- Gar, Mengele se dará cuenta de que no estás enfermo y le notificará a los jefes de que no haces ni puta mierda y que todo el trabajo lo hago yo porque tú nunca estás en verdaderas condiciones para hacer algo.

- ¿Qué...? -se tardó cerca de cinco segundos en mover la cabeza para mirarle, en cámara lenta- ¿Qué... dices? -consultó, sin modular muy bien.

- Joder, me voy al patio a fumar un cigarrillo, como me delates, te delato a ti también, ¿oíste?

Y con eso el castaño se retiró de la sala, se sentía muy mal, sentía que pronto iba a explotar, no quería estar allí, prefería ser despedido y quedarse como un vagabundo en Alemania que estar en ese ambiente tan macabro y sádico. Sacó la cajetilla de cigarros, cogió uno y lo encendió con un mechero que ocultaba en los bolsillos de sus pantalones. Era de noche, una noche muy fría. No tenía que laborar hasta el día siguiente, sin embargo, le gustaba quedarse junto a sus compañeros fuera de la jornada laboral en el campo hasta que sea muy tarde y así regresan todos al hogar que compartían.

Ahora sólo el regresaba a casa. David seguía esposado. Gar dormía en el laboratorio o se quedaba allí tirado, drogándose. Lars estaba completamente solitario y con consciencia de sus actos. Le costaba mucho relajarse, sobretodo en aquel momento, al finalizar de fumar, quería irse a casa para darse un baño y tomar una siesta, su sistema actual de vida no era nada de saludable, no quería caer en la mierda en que los demás cayeron, quería sobrevivir e irse de ese lugar, pero no sabía cómo. Por ello se ponía a pensar con exactitud qué podría hacer...

Por otra parte, el rubio no se había quedado contento con la dosis que recibió, tan grande era su adicción, que no se sentía del todo satisfecho con los efectos que quería cosas más fuertes, porque ya no estaba tan tranquilo como antes. Eufórico tampoco. Se sentía como un ser humano normal, cosa que odiaba.

Abrió unos cajones, sacó de una bolsa un par de tubos de ensayo que contenían sustancias químicas adentro, buscó una jeringa... no halló ninguna limpia, entonces, se conformó con utilizar una que usó ese mismo día. Quiso realizar una muestra nueva.

Adentro de una probeta mezcló 20 ml de morfina, 20 ml de anestesia, 5 ml de agua y 10 ml de metanfetamina líquida. La solución era bastante potente, capaz de matar a mil hombres. Notó que la jeringa no retenía tanto líquido, por ello, buscó otra más con la que pueda inyectarse dos al mismo tiempo.

Tuvo suerte, otra usada pero la lavó con cuidado, sabía que con esas inyectaban virus, aunque las lavara, el virus seguiría, no lo importó para nada, deseaba sentirse alto, volando, en el paraíso como antes.

Introdujo la mezcla en ambas jeringas, buscó agujas estirilizadas en un estante, logró ponerlas en las boquillas. Se sentó en el piso que siempre solía sentarse, recargándose contra la pared, casi balanceándose, con algo de dificultad, se manoseó el brazo derecho en busca de alguna vena, al hallarla, con la mano restante apuntó con las agujas al área, logró hacer presión y sonrió complacido. Se ayudó de la mano con que antes manoseó el brazo, para hacer presión en contra de la jeringa y hacer que salga disparado en dirección a su sistema sanguíneo, gruñó de dolor porque esta disolución era demasiado fuerte. Sentía como cada mililitro se fusionaba con sus fluidos, un enorme ardor lo dominó.

Las manos comenzaban a temblarle bastante, hasta que soltó ambas jeringas que cayeron al suelo y el sonido del choque causó un eco interminable en su memoria. Todos se volvió más lento, como si el tiempo se hubiera detenido. Su respiración empezaba a ser jadeante, hasta que sintió una gran opresión en su pecho. Le dio una gran cefalea de la nada, todo el entorno se movía con agresividad, el vómito subía y bajaba por su tráquea. No podía controlarse a si mismo.

Vomitó hacia un lado. Ni se dio el tiempo de limpiarse porque volvió a vomitar , a su vez que tosía con brutalidad.

Su cuerpo cayó al suelo sobre su propio vómito, no había control de su cuerpo porque actuaba como si otra persona lo hiciera, no sentía nada de nada, su mirada estaba perdida en el techo. A lo que comenzó a convulsionar en el suelo, sus extremidades se movían con agresividad mientras el torso se sacudía. Su propia saliva emergía hacia fuera y escurría por su mandíbula hasta humedecer su pecho y cuello.

Hasta que se detuvo y una fuerte punzada atravesó su pecho. El brazo izquierdo le dolía un montón, las punzadas daban de forma muy bestial. Empezaba desde el hombro hasta la muñeca, como si lo tiraran para abajo.

Finalmente, sus ojos se cerraron, mientras su alma abandonaba este mundo.

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