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Cap 8: "Conociendo a María"


María supo en el fondo que Teb no sentía lo mismo por ella. Que Teb no sentía su corazón galopar cada vez que la veía, que no sentía su cuerpo más ligero y cálido cada vez que la veía, y que por las noches no esperaba ansioso el mañana para verla.

En pocas palabras, se negó a sí misma que Teb no estaba enamorado de ella.

Pero lo intentó. Vaya que lo intentó. Trató de mostrarse como la chica ideal, arreglándose, mostrando su inteligencia en clase, acercándose y acorralandolo a preguntas para que viese que quería conocerlo, mostrándole cariño físico para que se sintiese querido, porque su padre le había contado que el abuelo sólo le mostraba aprecio cuando lograba algo.

"Hay hombres que creen que mostrar afecto es de débiles".

A ella le preocupaba que Teb sufriese lo mismo, porque era alguien bastante frío, así que quiso "descongelarlo" metafóricamente, dándole muchos abrazos y besos. Había notado la incomodidad en sus expresiones, y jamás le había correspondido, pero estaba segura que era por timidez, inseguridad, y que en realidad, él lo disfrutaba.

Después de todo, nadie lo conocía mejor que María.

O es lo que a ella le gustaba pensar.

Al igual que los demás, había notado la amistad especial que Teb tenía con Ben. La manera en la que su cara se iluminaba al verlo, como sonreía cuando ellos dos estaban juntos (él apenas sonreía) como a veces cuchicheaban entre ambos y se reían. Eso a María le dolía mucho. La hacía sentir menos especial, que Teb no la quería. Ambos se conocían de niños, sus padres eran amigos, ¡era la mejor de la clase en todos los sentidos! ¿Por qué no la miraba? Cuando se preguntaba esto, un nudo se le apretaba en el pecho y su labio inferior temblaba.

Le contó a su mejor amiga Débora lo que sentía por Teb y ella se emocionó.

-¡Lo sabía! -había exclamado entusiasmada ante la expresión sorprendida de María-. ¡Estáis hechos el uno para el otro!

Aquello le hizo sentir un cosquilleo en su estómago. Alguien más estaba de acuerdo en que debían estar juntos.

Débora le prometió que haría lo posible para ayudarla. Había intentado que Teb se juntase más con María, había intentado meterle en la cabeza la idea de una relación con su mejor amiga. Pero nada funcionaba.

María se sentía cada vez más angustiada. Con cada rechazo, pequeño emujón, mirada inexpresiva y negación a pasar tiempo juntos, el dolor en su pecho crecía más y más, hasta el punto que le costaba respirar.

En la noche, ella se tapaba con las sábanas y sollozaba en silencio, sintiendo su garganta arder.

                                                ***

-¿Te dijo todo eso?

Con los ojos enrojecidos y las mejillas húmedas por las lágrimas, María asiente, apretando los labios, y con una taza de té entre sus manos. Débora le rodea los hombros con un brazo. Ambas estan sentadas en el sofá púrpura del salón de la casa.

-No sé que hacer... -dijo con voz rota María. Derramó más lágrimas-. Yo... creo que estás...

-¿Yo qué?

-Quizás estabas equivocada -concluye María tímidamente. Pues su amiga es una persona muy orgullosa, y rara vez admitía cuando se equivocaba. De hecho, fue ella quien le insistió que debía intentarlo con Teb y no rendirse tan rápido, porque tenía varias probabilidades de hacer que se enamorase. Pero tras lo sucedido esa noche, María ya no estaba segura.

-¡No digas tonterías! -exclama Débora-. De hecho, creo que ya sé lo que pasa...

-¿Lo haces? -pregunta, algo cansada. La pelirroja asiente enérgicamente.

-¿Has notado lo pegados que están Esteban y Ben?

De pronto, María siente su estómago revolverse. Entonces, no fue la única que pensó que tal vez ellos dos...

-¿Qué pasa con ellos dos? -pregunta, sintiendo la boca seca.

-Creo que a Ben le gustas.

-.... ¿Qué?

-Sí, piénsalo. A Ben le gustas, pero sabe que no sientes lo mismo, así que hace lo posible para que no paséis tiempo juntos.

 Por un segundo, María piensa en creerle. En que aquello tenía sentido. Pero...

-No.

-¿No?

-Lo que dices no tiene ningún sentido. Ben nunca ha intentado "separarnos" -deja la taza sobre la mesita enfrente de ambas para hacer el gesto de las comillas en el aire con los dedos.

-Oh, vamos, sabes que tengo razón.

-A ver, ¿tienes pruebas?

-Siempre te trata bien.

-¡Wow, no es como si fuese algo que un humano decente tuviese que hacer! -exclama, apoyando sus manos sobre sus mejillas y arqueando las cejas, como si acabase de descubrir una gran revelación. Débora pone los ojos en blanco.

-Entonces, ¿por qué pasan tanto tiempo juntos, eh?

-Porque son buenos amigos, como tú y yo.

"Sólo que ellos tienen algo más especial".

 -¿Es que no lo entiendes? -pregunta Débora con un tono de molestia en su voz-. ¿No has notado también que se lo ve raro cuando estáis juntos?

María agacha la mirada, reflexionando.

"Joder, María, ni siquiera me siento cómodo a tu lado porque no me respetas".

"Sí que..."

"¡Si lo hicieses, respetarías lo que siento!".

-Tal vez... -empieza, despacio, sin mirar a Débora. Sabe que se va a enojar por contradecirla tantas veces, pero no le importa-. Es porque Ben es un buen amigo, y me mira mal porque... no respeto a Teb.

-¡Oh, tonterías!

-¡No lo son! A Teb no le gusta como lo toco, pero aún así seguí haciéndolo porque me dijiste que era algo bueno y que él sólo es tímido.

-¡Así es! Además, es un gesto de cariño, estaría mal rechazarlo.

-¡No! -Débora abre sus ojos muchísimo-. A él no le gusta, debí parar y por eso Ben nos mira feo, como tú dijiste. Te estás inventando cosas en la cabeza para sentirte mejor contigo misma.

-Eso... Eso no... ¡¿Cómo te atreves a hablarme así?! ¡Soy tu amiga!

-Tengo que hacerlo -responde con calma-. De hecho, por culpa de tus consejos, ¡Teb no me aguanta!

-Oye...

María no quiere escuchar nada más. Se levanta del sofá y se aleja a grandes zancadas. Ignora a Débora llamándola, y cierra la puerta tras ella de un portazo.

                          ***

Espera con el corazón latiéndole en la garganta mientras escucha los pitidos que le indican que Teb está recibiendo la llamada. Por un momento, tiene miedo de que le cuelgue, pero para su sorpresa...

-¿Diga? -nota su voz algo temerosa.

-Hola, ¿cómo estás?

-Oh... Bien, gracias.

-Eso es bueno -dice débilmente.

-¿Estás bien?

-Claro, no te preocupes, nada grave -es una gran mentira, porque siente un gran agujero en donde debería estar su corazón. Como si hubiese perdido algo importante.

-María, escucha... Lo que pasó... El cómo te hablé...

-No pasa nada. Tenías razón. Yo... Lo siento.

-¿Cómo?

-Siento haberte incomodado, molestado y haberte faltado el respeto. Creí que hacía algo bueno, que al final caerías por mí, pero... -niega despacio con la cabeza-. Fui una tonta. Tú nunca me amarás de la misma manera....

-María...

-Espero me perdones algún día. De verdad te quiero... Teb.

-....

-Bueno, adi-

-¡MARÍA! Mañana... Mañana podríamos hablar más del libro que ambos leímos.

Sus ojos se abren muchísimo, y lágrimas recorren sus redondas mejillas... pero una sonrisa se forma en su redondo rostro.

-A mí me encantaría.

-Entonces... mañana hablamos.

-Como quieras. Nos... Nos vemos, Teb.

-Nos vemos, María...

Con una sensación agridulce, cuelga la llamada. Una parte de ella se siente algo vacía por haber aceptado la realidad... Pero al mismo tiempo, también siente algo de esperanza.

Puede ser su amiga. Porque, mientras estén juntos, será suficiente. 

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