Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Acto tres: Delirios de una pintura conocida


Había estado terminando un cuadro, era tan grande que tenía que extender mis brazos en su totalidad para poder levantarlo, un lienzo teñido entre óleo de color gris y azul estaba frente a mí. La esencia de la imagen era un paisaje bajo la lluvia, personas caminando por las aceras empapadas y oscurecidas de la cuidad con algún distintivo en azul; sus cabellos, abrigos, paraguas o zapatos, cada uno de ellos siendo diferente al que estaba al lado, pero manteniendo algo en común, el índigo en alguna parte de sus cuerpos que resaltaba sobre la obra.

El azul es un color con cientos de significados.

Anhelo, nostalgia, paz, calma, e incluso el luto.

Mi mano se movía de forma autónoma para terminar la imagen que se supone estaba en mi cabeza, pero que no figuraba por ninguna parte de mis recuerdos, una obra que era tan auténtica que había nacido de la nada y nadie sería capaz de recordarla o imaginarla antes de eso. Todo lo que ocurría era tan real y fuerte como el olor a chocolate caliente alrededor de mi lugar de trabajo o el clima frío que se resignaba a quedarse fuera de las ventanas cerradas del departamento al igual que la lluvia que no me dejaba ahogarme en un absoluto silencio. Una última pincelada cayó sobre el lienzo, mis manos manchadas dejaron el material sobre los pinceles que dentro de los recipientes tiraron todo su pigmento en el agua no tan cristalina y yo detuve mi trabajo cuando un acercamiento inesperado me hizo hacerlo.

Recuerdo cómo se sintió tragar un suspiro.

Miré a mi derecha cuando su cabeza se escondió en ese lado de mi cuello, lo único que lo distinguía sobre lo opaco de la habitación iluminada de forma insípida por una lámpara anaranjada que solo estaba allí por mi arte era su cabello entre castaño y dorado, ondulado entre pequeños mechones que buscaban sobresalir uno por encima del otro en un atractivo desorden. Sus manos no perdieron tiempo, luego de estar sobre el taburete sosteniendo un poco de su peso se deslizaron con cierta presión hasta terminar entrelazadas sobre mi abdomen.

Un tierno abrazo me hizo sonreír como si hubiese logrado la mayor hazaña de mi vida, cada gesto indescriptible que se aparecía como un suave cosquilleo que me hacía creer que lo que estaba pasando bajo la melodía de la lluvia envidiosa y el olor a chocolate caliente desde la cocina en realidad era algo más de lo que mi mente pudiera procesar, mucho más de lo que recordaría bajo el toque del que buscaba mi atención manteniéndome preso entre sus brazos enfundados en un abrigo azul brillante con un par de gotas de agua dispersas en la superficie, sacudiendo mi pecho como una maraca al momento de rozar la única piel expuesta de mi cuerpo con sus labios extrañamente fríos.

Te dije que no vinieras 一susurré suave, esperando paciente por una respuesta y hablando otra vez cuando el contrario pareció no querer desistir de su actividad principal一. Está lloviendo muy fuerte.

Llevo rato aquí 一respondió en un tono ronco que me indicaba que tal vez no había hablado casi en todo el día, pero que en realidad solo hacía que mis piernas temblaran en un delirio enamorado. Su agarre subió a mi cintura y se volvió más fuerte estando allí一, estabas tan concentrado en tu pintura que no lo notaste.

Sabía que estaba mintiendo, a lo mucho llevaría diez minutos dando vueltas en el departamento, la temperatura de su cuerpo y la posesión de su abrigo me lo decía a gritos, pero no diría nada. Mentiría si dijera que me molestaba su compañía.

En todo momento mi vista se mantuvo fija sobre el lienzo casi por terminar, la penumbra del clima y la habitación servía como camuflaje para el carmín que de seguro cubría mis pómulos de forma sutil, no lo sentía, pero teniéndolo a él encima no era difícil imaginar que las cosas sucedían de esa manera.

Intentaba estar serio, mantenerme firme y ser como una roca, pero no podía, era como pedirle a un depredador que dejase de cazar. Bajo su tacto yo era un inútil muy enamorado.

¿Qué nombre le pondrás? 一Preguntó refiriéndose a la pintura.

Ladeé mi cabeza para poder apreciar los rasgos de su rostro de nuevo, aunque justo ahora no recordaría más que la punta rojiza de su nariz, después de hacerlo me enfoqué otra vez en la pintura, el foco de atención de ambos.

No tengo idea.

Una risa baja escapó de su garganta y la vibración que produjo sobre mi cuello aquel gesto tan simple me hizo apreciar más el panorama. Una sensación cómoda me abordó entre la neblina irreconocible.

¿Tú tienes alguna idea? 一Cuestioné con cierta malicia sabiendo que su respuesta sería negativa según las probabilidades.

Contra todo escenario probable en mi mente dominada por la lógica, él asintió.

Hyeonai.

El gesto inmediato de mis cejas frunciéndose como una oruga causó cierta curiosidad entremezclada por la coquetería que era parte de la personalidad extraña de aquel a mi lado, ese que movía con delicadeza la palma de su mano sobre lo que equivaldría a una diminuta panza si seguía omitiendo la dieta saludable que todos desearíamos se capaces de seguir, dejando caricias a las que ya me había acostumbrado, un toque suave, sutil, uno que no podría rechazar fácilmente.

¿Hyeonai? 一Él respondió con una afirmativa一 ¿Por qué? ¿Es una de tus palabras extranjeras?

Lo acabo de inventar 一afirmó en tono divertido一. No tiene significado, puedes ponerle el que sea ¿No te parece genial?

Me parece una estafa.

Su risa surgió de nuevo, el frío parecía desaparecer cada que lo hacía.

Cuando te pregunten qué significa podrás responder lo que quieras 一aseguró apartándose un poco de mí, sus manos ascendieron hasta mis hombros, siendo más cómodo tenerlas allí estando recto a mis espaldas一, no tendrás que practicar cuando la presentes por primera vez en tu exitosa galería de arte.

Entonces dime... ¿Qué significa "Hyeonai"?

Giré mi cuerpo sobre el alto banco en el que había permanecido sentado toda la charla e incluso antes, alcé mi mentón y nuestros ojos se conectaron con deseo disfrazado en un silencio inconcluso de una noche tormentosa, algo similar a un anhelo magnético que era mutuo entre los afectados por su encanto, una magia poderosa que se aparecía en un ambiente que hacía que los latidos de un pobre corazón como el mío se tambalearan en una cuerda floja donde la caída al vacío era tan emocionante como aterradora.

¿Qué quieres que signifique?

Y lo supe desde el principio. No solo el principio de esa noche, me refiero a mucho tiempo antes, al principio de toda nuestra extensa historia perdida entre otras miles más de una infinita biblioteca sin lector alguno.

En cada ocasión fui un tonto, uno que se dejaba hacer al antojo del castaño que en un rápido corte negro de pésima edición en mi memoria acabó estando sobre mí. El lienzo ya no estaba en mi vista, el taburete rústico que usaba había quedado a metros de distancia, el escenario común cambió y por un momento pude quejarme por lo incómodo que era caer de repente en el largo sofá que durante años estuvo en el departamento. El roce de nuestras manos tibias y de nuestros labios en su color más vívido era electrizante, pero a la vez me dejaba incapaz de hacer algo más que ceder como si tuviera anestesia en todo el cuerpo. Mi corazón bombeaba con energía en cualquiera de las situaciones donde su recuerdo se mantuviera incluso si venía algo borroso, suspiraba cuando recordaba el sabor artificial de sus belfos, también lo hacía cuando se paseaba por mi costado como en ese momento.

Era débil y lo sabía, ni siquiera me molestaba en fingir algún tipo de resistencia.

No lo hice cuando puso su cara en mi cuello descubierto, tampoco lo hice cuando las yemas de sus dedos pintaron un sonrojo en mis mejillas luego de recorrer toda la superficie de mi rostro. Me sumergí en la sensación dulce que cambió de ingrediente luego de unos segundos.

El olor a chocolate caliente desapareció en un divague que según mi percepción fue de unos segundos, pero en retrospectiva parecía estúpido creer que en tres segundos cambiaríamos de escena otra vez.

Mis piernas enfudandas por un pantalón cómodo se aferraban a su cintura, mi espalda dejaba su peso sobre la pared y yo dejé mi confianza absoluta en el castaño que me dejaba sentir el roce de su pecho con el mío para no caer, sintiéndome pequeñito cuando nos separamos un segundo y sus iris oscuros se clavaron justo sobre los míos en medio de un acto tan vergonzoso.

Una mezcla de sentimientos reflejados en un brillo superficial de sus orbes oscuros se movieron en mí como si fueran propios, una sensación correspondida de dos corazones enamorados que se miraban fijamente como los pájaros cantando para cortejar a su futura pareja.

Teniéndolo allí en la mayor oscuridad del pasillo de la casa, con la mayoría de mi entorno siendo reconocido por memoria y no por claridad, en ese momento tan íntimo creí poder reconocer su rostro.

Hasta que me perdí de nuevo.

El frío desapareció, en mi mente no cabía la idea de tener una tormenta golpeando las ventanas, ansiosa por entrar y ser parte de algo que jamás llegaría a conmover los truenos que retumbaban en la ciudad y se desvanecían como el aliento de un susurro cuando lo tenía a él llenando toda mi capacidad de atención.

Uno sobre el otro, acelerados, su cabello despeinado por movimientos que no recordaría y el mío enmarañado por no cepillarlo aquella tarde, pero ignorando por completo aquellos detalles tan triviales que resultaban encantadores. Sin abrigos, pero cálidos; sin luces, pero claros a los ojos del otro; en un lejano silencio, pero pidiéndonos a gritos con solo un roce.

Usualmente la romantización de estas cosas me parecería innecesaria, los deseos carnales que todos conocemos devorando nuestras mentes en una sobredosis química podría ser tan linda como agobiante y aún así no sería de mi interés. Sin embargo, cuando era yo el que de primera mano vivía la sensación de calor que quedaba como un fantasma mientras el contacto se movía por toda la superficie de mi piel clara, todas las historias de amor apasionado cobraron sentido.

Y las que iban un poco más arriba también.

Lo supe cuando de un suspiro me vi obligado a recordarlo, teniéndolo justo frente a mí.

Kai...

«¡¡Espera!!»

Entonces la chispa se perdió como una fogata luego de tirarle un gran balde de agua.

Miré hacia el frente cuando un llamado me hizo detener la narración que me había transportado dentro de mi propia mente distorsionada, mi vista cayó en el sofá ocupado al otro lado de la mesa de centro, justo frente a mí. Con la luz dando desde atrás como de costumbre, una expresión entre confundida y sorprendida apareció en el rostro pecoso del psicólogo que pasaba por un periodo de shock leve, o tal vez de sorpresa indiscutible y en realidad no lo culpaba por ello.

Luego de un tiempo considerable en silencio, estuve por preguntar sobre su interrupción, antes de poder siquiera acabar de abrir la boca él alzó su mano en un gesto para que no dijera nada. Aún sorprendido me miró antes de preguntar:

一¿Me estás diciendo que tuviste un sueño humph conmigo?

Cuando censuró sus propias palabras con un carraspeo fingido solo para no decir cierta palabra no pude evitar reír.

Era como un adolescente.

Un día más de consulta me permitía observar una nueva faceta de la oficina del alto medio extranjero que tenía como psicólogo, una que no había detallado antes, al menos no con una cantidad de paciencia suficiente para observar como el consultorio tomaba un aspecto frío cuando afuera del edificio las nubes grises y densas cubrían el cielo con frialdad. Brisa fría, cielo gris, gente con abrigos anchos sobre sus hombros y paraguas como bastones, el clima daba indicios de una tormenta, pero reír no se me hacía difícil, incluso si el ambiente trasmitía mucha más nostalgia de lo usual.

一¿Un sueño húmedo? 一Completé en su lugar, Kai asintió a la vez que tragaba grueso一 sí y no.

Gracias a mi clara respuesta la confusión se hizo aún más notoria en su rostro, esta vez interpretada con un ceño fruncido y un par de ojos oscuros que buscaban adivinar el sentido de mi oración.

一Es decir... 一Comencé, intentando buscar la forma más adecuada para explicar lo que quería decir一 tú no eras tú, eras alguien más. Era como si dentro de mi sueño interpretaras a otra persona, como un actor en una película.

Kai asintió lento al escuchar mis palabras, saborearlas y analizarlas como su profesión lo requería para después anotar algo en la libreta sobre sus piernas y manteniendo su vista sobre el papel decir en voz neutra:

一Te enviaré con un psiquiatra.

一¡Kai!

Él alzó sus manos en una seña de paz, soltando su bolígrafo cuando mi exclamación le hizo trazar una larga línea de tinta oscura sobre su preciada agenda de tapa roja y grabado dorado.

一Okay, tal vez no con un psiquiatra 一se retractó él, mirando con una mezcla de tristeza y desagrado el rayón que por mi culpa hizo en su libreta一, pero sí con otro psicólogo 一murmuró al final.

一Te escuché.

一Esto rompe los límites de mi ética.

一Ni siquiera sé por qué te preocupas, solo fue un sueño 一afirmé con mi vista pegada a un nuevo objeto en la gran habitación.

¿Conocen la sensación de estar en una habitación y saber que algo está diferente, pero no poder reconocer qué cosa es? Eso me había estado pasando luego de haber llegado al consultorio, tardé algo de tiempo en poder averiguar qué era lo que molestaba mi vista, lo que estaba fuera de lugar llamando mi atención estando escondido a plena vista, pero finalmente lo encontré cuando miré tan solo un poco la izquierda y tras el asiento del profesional. Junto al gran escritorio de madera y a unos pocos centímetros de la gran estantería para libros fabricada con el mismo material había un espejo rectangular de cuerpo completo y borde metálico, un espejo que no poseía nada interesante a excepción del ángulo en el que su reflejo se centraba, el cual justamente me permitía observar mi reflejo y en el gran cuadro en la pared detrás de mí.

Un lindo gran cuadro hecho en óleo que por alguna razón revolvía mi estómago de una forma extraña cada vez que recordaba su existencia. La sensación de emoción al reconocer algo que te gusta en manos de otra persona que también lo aprecia estaba abordándome en sincronía con una picazón en mis ojos y un corazón que se iba acelerando conforme los segundos eran contados por el reloj en su muñeca.

En el borde del marco había una placa dorada con el nombre de la pintura, pero nunca me interesé por leerla.

Volví a enfocarme en el profesional cuando lo escuché suspirar con lástima, aún estaba mirando su cuaderno.

一Tu madre llamó para decir que esta sería tu última consulta aquí 一comentó luego de percibir mi mirada sobre él.

一Sí... Supongo que lo es.

一En ese caso ¿Te gustaría comenzar o tienes algún otro sueño censurable que me quieras contar? 一Preguntó Kai luego de acomodar sus lentes sobre su nariz y mirarme con una expresión casual.

一Oh, de esos sueños tengo muchos en realidad 一mencioné con una sonrisa solo por molestarlo, cosa que funcionó mejor de lo que creí cuando sus mejillas tomar un vívido color rojizo y su vista se desvió一 ¿Quieres que los cuente?

一Entonces, continuando donde quedamos la última vez...

Él se levantó de su lugar, migrando en una huida perfecta hacia la nueva "zona de confesión" en el momento en el que rodé los ojos y lo seguí, tomé asiento en el diván oscuro una vez más, dándole un poco más de atención al lienzo a cierta distancia de mí antes de cerrar mis ojos, respirar profundo y continuar con el relato que dejaba mi estómago cosquilleando.

(...)

La última vez que nos vimos ya había pasado año nuevo, lo recuerdo porque el desorden en las calles de una celebración mundial había quedado alrededor como la prueba del cambio de los números en el calendario.

Personas llegaban a sus trabajos con pereza por haber abandonado sus hogares en contra de su voluntad mientras que otros transeúntes iban emocionados a cualesquiera que fueran sus destinos, cayendo como ilusos por su propia creencia a poder cumplir los propósitos que habrían asegurado terminar tres navidades atrás como si realmente estuvieran dispuestos a cambiar sus costumbres por una vida mejor. Enero había llegado luego de tanta fiesta, trabajo, decoraciones y alfombras rojas en un intento por apaciguar la ira del universo con una buena bienvenida para el nuevo ciclo rotativo del planeta tierra, un año nuevo que iluminaba cambio me sonreía, o eso intentaba creer.

En la mañana fui al banco para ayudar a mi abuelo con su cuenta, un favor que había estado procrastinando hasta sentir la fila de espera como inmensa y eterna, imposible de ser superada en los treinta minutos que me llevó realmente llegar hasta la linda y educada muchacha. En la tarde pasé por el supermercado y compré suficiente comida para todos en mi familia ya que recientemente comencé a vivir oficialmente con ellos de nuevo.

Ya ni recuerdo por qué, pero volví a la calidez de mi primer hogar con cientos de bolsas colgando con dolor de mis manos.

一Ya estoy aquí.

Cuando llegué fui recibido por una extraña soledad que no concordaba con el olor a pan recién horneado que escapaba de la cocina acompañado por las luces encendidas y el televisor mostrando la repetición del partido de judo de alguno de mis primos menores y poco cercanos a mí. Ignoré la sensación extraña en mi garganta y me limité a dejar las compras en el mesón más grande de la cocina, atravesando la sala y por último subiendo hasta mi habitación una vez más, justo donde cajas llenas de objetos que tenía que arreglar luego se atravesaron en mi camino al punto de hacerme tropezar.

Suspiré algo frustrado antes de ignorar la pequeña caja que tiré y reemplazar el abrigo que llevaba en ese momento por uno diferente que se hallaba sobre la silla de mi escritorio, de tela más gruesa y un color menos deprimente que ese café que tiré en algún lado que ya no recordaría. Mi camisa blanca y pantalón de vestir perfectamente planchado fue acompañado por un abrigo azul brillante de botones grandes y oscuros que me daba ese típico aspecto a ropa de invierno.

Salí de la habitación, bajé las escaleras y fui sorprendido por mi hermano mayor sentado en el sofá de la sala junto a mi tía lejana y mi madre.

一Ah, Taehyun. Ven a saludar, pequeño rebelde.

Sin entender la razón del comentario final de mi madre fui obligado a sonreír cuando la hermana de mi padre se levantó con ánimo para envolverme en un cálido abrazo.

Tras esquivar un compromiso familiar con éxito salí del lugar, bajé la larga colina que daba a la entrada del barrio con el mayor cuidado posible y terminé entrando a la librería de colores claros que siempre veía de regreso al pasar hasta casa. Una campanilla sonó para anunciar mi entrada, en ese momento las luces alrededor resultaron demasiado brillantes para la penumbra que tuve que atravesar en el camino, pues ya se había hecho de noche otra vez, me acostumbré a ellas con facilidad de igual forma y me adentré hasta llamar la atención del único empleado en el lugar, de largo cabello oscuro y con una sonrisa que jamás podría desaparecer de su rostro, más que por las políticas de su trabajo, por su personalidad brillante.

一¡Taehyun-ah!

Una vez más mis comisuras se alzaron a encontrarme con los ojos profundos de Beomgyu, un potencial amigo que trabajaba allí. Charlamos un rato como era acostumbrado, nada muy extenso, él me preguntó por mi trabajo y yo le pregunté por sus estudios, y cuando creí que no sería molestia me tomé la libertad de preguntar por aquello que me había llevado hasta aquel sitio en primer lugar.

一¿Trajeron las cosas? 一Pregunté en un tono bajo, casi confidencial.

一Vuelo directo desde Singapur, hermano.

Tras aquella acotación, el azabache de mayor estatura en comparación a la mía desapareció por la puerta que decía claramente "no entrar", pero por la que siempre tuve curiosidad de pasar.

Choi Beomgyu era un amigo, pero era esa clase de amigo que te apoyaba en todo de forma casi ciega sin importar qué tan cercano fueras a él, por ello es que no dudé en pedirle aquel regalo "especial" esa noche.

«Define "especial"».

Desde hace un tiempo dejé mi pasión por el arte, no dejó de gustarme, solo dejé de pintar.

De repente el terminar un lienzo se volvió nostálgico en lugar de gratificante, el olor a pintura se convirtió en algo repulsivo y vestigios de algo que jamás llegué a entender se convertían en una bola de incertidumbre y dolor atascado en algún lado de mi garganta cada que tomaba un pincel.

Era aterrador enfrentarse a ello.

«Pero...»

Pero allí estaba yo.

Horas después de recibir aquello catalogado como especial, sentándome en un taburete frente a una cartulina blanca en un lienzo, con un delantal y un lápiz de grafito común en mi mano, clavando mis ojos en el centro de lo que podría convertirse en mi enemigo, tétrico y quejumbroso como voces retumbando en mi cabeza hasta hacerme enloquecer, acelerando mi pulso y creando la necesidad de huir incluso si había gastado mi dinero en un par de pinturas de precio considerable que me hacían sentir menos asustado que cuando las luces se apagan de repente frente a mí.

Estaba a punto de enfrentar un temor inexplicable que yacía en mi pecho.

Y eso había estado intentando hasta ahora, hacer un cuadro, enfrentar eso que me molestaba sin saber. Sentado frente al espacio libre para la gran imaginación de colores brillantes que se suponía tenía esperaba que alguna idea llegara a mí como por arte de magia, aún así la idea ganadora nunca se apareció, sin importar cuánta música colocara para inspirarme, viendo los vestidos de mi madre para tener una referencia de vestuario, tampoco interesaba cuántas de las pinturas en mi habitación viera, nada hacía mi corazón latir en emoción lo suficiente como para poder hacer un cuadro una vez más.

¿Estaría mal decir que me sentía abandonado?

Solo y perdido en una utopía distante a lo que se aparecía en mis sueños, lugar donde una versión mía parecía tan alegre como desgarradora.

Hice un trazo curvo, uno recto, usé técnicas otras cosas, busqué inspiración en cada detalle a mi alrededor, negándome a moverme de mi taburete, indispuesto a abandonar otro trabajo como los quinientos que se perdían en bolas de papel arrugadas bajo mi cama o entre carpetas que no volverían a salir si lograba incinerarlas como mis recuerdos.

«¿Qué recuerdos?»

Una casa, un sueño, un hogar... Un compañero.

Todo eso.

Se supone que esas cosas deberían estar entre mis recuerdos, pero era como una llama. Ardiente y apasionada hasta que cesaba y se convertía en humo que ascendía hasta desaparecer frente a nuestros ojos.

Pasé por el más denigrante ciclo de bloqueo que pude. Me frustré, por ello dejé lo que estaba haciendo y me lancé a los brazos de mi cama, buscando consuelo invisible entre las telas que la cubrían como un nido de pajarracos dominados por su instinto.

Suspiré.

一Tal vez dormir me ayude... 一Comenté en voz alta para mí mismo a la vez que cerraba mis ojos lentamente.

Minutos después me quedé dormido y lo vi en mi sueño.

Al abrir los ojos mi vista se encontró con un brillante verde. Estaba bajo la sombra de un cálido árbol, alto y frondoso además de fresco, una ardilla en la copa movía las hojas hasta hacerlas caer sobre mí, obligándome a moverme antes de ser cubierto por el follaje de la naturaleza. Me senté sobre el pasto igual de vívido que el árbol, el brillo del cielo era tal que a mis ojos era blanco, miré a los alrededores en busca de un indicio que me explicara donde había dado a parar, pero solo vi a alguien sentado fuera de la sombra con todo el sol rozando su piel y resaltando el color de su cabello o lo brillante de su vestuario.

Me quedé en silencio, admirarlo desde allí parecía mucho mejor que acercarme, entonces omití la idea de lo acosador que podría ser manteniéndome allí en completo silencio dibujando cada detalle de su cuerpo con mi mirada.

De repente él se giró, hizo contacto visual conmigo, sus comisuras se alzaron para mí.

Se me hizo tan familiar que daba miedo.

No sé de dónde la sacó, mucho menos en qué momento lo hizo, tal vez me perdí entre sus ojos por tanto tiempo que acabé divagando hasta olvidar detalles del momento, pero al final me extendió una botella con agua, supongo que esperaba que la bebiera. Escapé de la sombra para sentir el calor de repente pegando contra mi piel en una calidez soportable, me acerqué hasta él sin saber por qué, una vez más insistió en darme la botella, nuestras manos se rozaron y sentí que una larga descarga eléctrica golpeara desde la punta de mis dedos hasta la columna.

Antes de poder reaccionar a lo que se sintió como lo más cercano a una descarga, cientos de pequeñas gotas de agua comenzaron a caer estrepitosamente sobre mí, atravesando las ramas secas de lo que hace unos segundos fue un frondoso árbol que brindaba sus alrededores de una fresca y agradable sombra.

La botella quedó en mi mano, mi vista quedó en donde ya no había nada, el horizonte lleno de un pasto precioso se convirtió en una jungla de concreto y un traje negro junto a unas cintas blancas en mi brazo se convirtió en mi nuevo vestuario.

Estaba en un cementerio.

Solo bajo el cielo gris y la tierra mojada, entre cruces metálicas y lápidas con los nombres de las personas que estarían bajo tierra.

Mi garganta se cerró y acabé llorando en silencio, nublando mi vista con las gotas de agua que emanaban mis propios ojos mientras me cuestionaba mi paradero.

La imagen de una persona llegó a mí.

Con un presión en mi pecho desperté agitado, demasiado para mi gusto, llorando como si la agonía se consumiera mi cuerpo de apoco mientras que la imagen aterradora continuaba en mi cabeza, impresa como si fuera permanente en mi retina y tan clara que no me dejaba ver nada más, ni siquiera a mi madre quien estaba frente a mí, preocupada, sobrepasando los límites de mi habitación para mostrarse en mi campo de visión con una imagen borrosa y distorsionada en comparación a aquel chico que quedó plasmado de forma nítida en mi cabeza.

Voces entremezcladas en mi cabeza me volvían loco hasta provocar un dolor de cabeza que no desapareció hasta que me volví sordo del exterior con un pitido en mi oído que se calló cuando una frase saltó de la nada.

"Te amo".

(...)

一¿Taehyun? ¿Taehyun, te sientes bien?

Mi mente dando vueltas sobre sí misma con las secuelas de un sueño borroso que se consumió toda mi energía, el color vivo de mi piel y mi capacidad para respirar adecuadamente, todas esas cosas se perdieron en un segundo plano irrelevante de lo que resultó ser el equivalente psicológico a una "revelación". El psicólogo puso su mano sobre mi hombro y yo repudié el contacto de inmediato, sacudiéndose hasta separarlo de mí de un solo movimiento, cosa que no lo sorprendió y me importaba un carajo de todas maneras.

El lienzo en la pared que podía admirar perfectamente desde donde estaba parecía estar cobrando vida frente a mis ojos, cambiando por cada vez que clavaba mis ojos en otro fragmento de la pintura hasta completarse como un extraño rompecabezas. Sus colores se distorsionaron, se volvieron irreconocibles y yo ni siquiera era capaz de darme cuenta. El paisaje cambió a un tono gris y azul que me atrajo aún bajo el llamado repetido de profesional que quedó en segundo plano durante mi necesidad de saber qué era lo que estaba frente a mí.

Me levanté como un zombi, incapaz de pensar detalladamente sobre el dolor que se atascaba a un lado de mi corazón, solo siguiendo lo que una parte muy alejada de mi mente retorcida pedía a gritos.

Me paré frente a la obra, la admiré en un intento por averiguar qué era lo que se suponía que era, pero a mi mente no llegaba nada. La vista indistinguible que ma hacía creer que la tela del lienzo solo era una capa de goma que protegía a una masa viscosa y oscura que se escondería detrás, explicando así cómo era que la tela era empujada en un intento inútil por reventar como un globo. Seguí sin entender lo que veía, entonces opté por aferrarme a lo que sí conocía.

Así fue como mi vista cayó en la placa dorada que identificaba el nombre de la obra, del artista y su fecha de creación.

Mi corazón intentó salirse la primera vez que lo leí, también la segunda y la tercera, lo releí cientos de veces pero el grabado nunca cambió, parecía que cada vez era más legible, entendible, razonable, lógico o lo que fuera. Todo se armaba como un rompecabezas y luego desaparecía en mi mente para obligarme a preguntar de nuevo por qué, dándome la sensación de entender y dejar de hacerlo al mismo tiempo que pasaba mis ojos por el grabado una última vez.

"Hyeonai, obra de Kang Taehyun. Septiembre, 2019".

Y otra vez esa sensación de no tener aire me hizo perder la noción del lugar en el que me encontraba.

Una niebla blanca se atravesó en mi vista, de repente no sentía ni mi propio peso, era incapaz de notar algo de mi alrededor. Todo se volvió negro y respirar dejó de importarme.

Abrí mis ojos, probablemente horas después de aquello, la luz de la tarde iluminaba el lugar y el clima fresco me recibió por encima de la ropa de invierno que aún llevaba. Ahora estaba en mi habitación, acostado en mi cama y con mi madre en el borde de esta quitándome los zapatos en contra de mi voluntad, una que no se hacía notar entre el exagerado peso con el que sentía cada parte de mi cuerpo y por el que no podía moverme libremente como deseaba.

Intenté hablar, pero mis labios parecían estar pegados, así que me limité a mirar cada movimiento de mi progenitora.

一No volverás a ese lugar 一afirmó ella sin siquiera verme, colocando el calzado junto a la cama.

Y tras decir eso se marchó en silencio, dejándome solo y cabeceando sobre mi almohada, siguiéndola con la mirada hasta quedarme dormido de nuevo sin saberlo.

Tal como lo estuve haciendo cada vez que debía enfrentarme a la realidad con mi cabeza repitiendo lentamente la misma insípida frase mientras perdía la noción de mis alrededores.

"Él está muerto".

"Y no podrás hacer nada al respecto".




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro