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Septiembre | El primer día de clases

Septiembre, el mes del otoño. El mes en el que las hojas comienzan a caerse de los árboles al igual que la lluvia cae del cielo. El mes en el que los días empiezan a encogerse para dar paso a noches más largas y frías. El mes en el que florecen los crisantemos y en el que la luna está más hermosa que nunca. El mes en el que comienzan las clases, también.

Kari se lavó los dientes y se puso los zapatos, que no eran los del uniforme porque ese día no hacía falta. Era lunes 10 de septiembre, el primer día de clases, de su penúltimo año antes de ir a la universidad. Salió del cuarto de baño y se encontró con su hermano ya desayunando.

-¿Tienes clase?

-Claro que tengo clase, mírame bien –respondió con la tostada en la boca.

Kari se rió. Comprendió que todavía no se había despertado del todo, por lo que prefirió no seguir preguntando: se colgó la mochila del hombro, montó en su bicicleta y se encaminó al instituto. Una suave brisa la acompañó durante todo el camino, meciendo su pelo. Según un termómetro de la calle, se encontraban a 22º, una temperatura perfecta para terminar con el verano. Sintió el agradable sol acariciándole las piernas desnudas y deseó con todas sus fuerzas que el calor no terminara todavía.

Cuando llegó al instituto dejó la bicicleta atada a un poste y se dirigió al interior del edificio. En un mural rodeado de gente estaban ya colgadas las listas que marcarían el rumbo del próximo curso. Kari buscó con la mirada el "11" que identificaba el nivel del curso en el que se encontraba, pero la cantidad de gente que había le impedía ver nada. Unas chicas saltaron a su lado, felices por encontrarse en la misma clase, y otro muchacho salió del montón de personas para hacer una llamada. De pronto, alguien le colocó un sombrero y posó su mano sobre este. Kari alzó la cabeza para encontrarse con unos ojos azules.

-Parece que estamos otro año juntos.

-Gracias –sonrió.

-Espero que este año crezcas un poco –bromeó–, así el año que viene lo puedes mirar tú sola.

Kari se rió por el comentario. No recordaba un solo año en el que ella hubiera podido ver la lista por sí sola. Le devolvió su sombrero y caminaron juntos hasta su clase, que estaba marcada con una pegatina nueva que decía "11 – A". Dentro no había demasiada gente, por lo que saludaron a los que habían y se sentaron a hablar. Un par de minutos después, Yolei se asomó por la puerta y los saludó con efusividad.

-¿Davis todavía no ha llegado? –Preguntó.

-Se habrá quedado dormido –opinó TK.

-¡Pues no! –Dijo haciendo acto de presencia– Hola, Kari –sonrió–. Volvemos a estar en la misma clase.

-Sí, qué bien –respondió con sinceridad.

-En fin, como veo que TK y yo no existimos, es hora de que me retire. ¡Ah, por cierto! Soy la delegada de la clase.

-¿Ya? –Se sorprendió TK.

-Pero si no te ha dado tiempo –rió Kari.

-Llevo siéndolo cuatro años consecutivos –presumió–. Esto es pan comido.

Tras lo dicho, la chica desapareció por la puerta saludando a varias personas que se encontraba por el camino. Cuando llegó el profesor se estableció que el orden de los asientos sería alfabético. Así, a Kari le tocó a la izquierda del todo de la última fila junto a una chica apellidada Watanabe porque no había más "Y" y ninguna "Z". A TK le tocó en el centro de la penúltima fila, al lado de otra chica, Takumi, y a Davis en el centro de la segunda fila, junto a un Nakamura.

Tras las clases, los muchachos fueron a buscar a Yolei y a Cody, cuya escuela media estaba en el mismo edificio que la de los demás, y se fueron juntos a La Carta Esférica, una cafetería que estaba cerca del instituto y a la que solían acudir los estudiantes de las escuelas media y superior. Parecía ser que no eran los únicos a los que se les había ocurrido esa idea: No había una persona que superase los diecinueve años en toda la cafetería, excluyendo a los camareros. Una fila de chicas pasó a su lado y saludaron a TK y a Kari.

-Hola, Cody –sonrió una de ellas tímidamente.

-Hola –saludó, educado.

Cuando la chica se sentó en su mesa, los chicos estallaron.

-No me lo puedo creer –soltó Davis.

-¿De qué conoces a esa chica y por qué yo no la conozco? No me gusta para ti, es demasiado popular. ¿Desde cuándo te saluda la gente popular? Eso solo le pasa a TK y a Kari. ¿Qué le has dicho? ¿Te ha amenazado con algo? ¿Le has hecho los deberes? –Interrogó Yolei.

-Yolei, Yolei –la tranquilizó TK–. Déjalo que hable.

-Va a mi clase de Matemáticas Avanzada desde el año pasado y me pidió ayuda este verano.

-¿Es un año mayor que tú?

-No me lo puedo creer –repitió Davis.

-En realidad es un año menor. A los dos se nos dan bien las matemáticas y nos saltamos esa asignatura... Es tremendamente inteligente.

El camarero dejó un café, dos batidos, un té y un zumo en la mesa.

-Pues creo que la experta en matemáticas no te quita los ojos de encima –susurró Yolei en tono pícaro.

-No me lo puedo creer –dijo Davis por tercera vez, dándole un sorbo a su zumo.

Cody miró a la chica y esta no apartaba la vista de la mesa en donde estaban sentados. Con un repentino aunque leve sonrojo, el chico volvió la mirada de nuevo.

-¿Quieren dejarlo ya? Solamente nos llevamos muy bien, nada más.

-Cody, no tiene nada de malo que le gustes a una chica –habló Kari.

-Ni de raro –aportó TK.

-No me lo puedo creer.

-Davis, ¿quieres dejarlo ya? –Bufó Yolei.

-Es que es increíble. Cody ligando con una chica que está buenísima y yo aquí, sin que ninguna me haga caso. ¿No debería haber una norma que regulase el amor por edades? Ya saben, cuantos más años, más ligas.

-Ignora a Davis.

-¿Y cómo se llama? –Preguntó Kari.

-Aru. Bueno –rectificó–, en realidad se llama Hotaru. Pero le gusta que la llamen Aru.

-Qué bonito.

-Hotaru... Significa luciérnaga, ¿verdad? –Inquirió TK.

-Sí... ¿Por qué estamos hablando de esto? Tenemos más cosas de las que hablar. ¿Y Ken?

-Viene luego, tiene que hacer unas cosas en su escuela –respondió Yolei–. Y les quería proponer una cosa. Mis padres y mis hermanos quieren celebrar el Tsukimi en un lugar especial este año y han reservado una casa para alquilar un fin de semana. Está a las afueras y tiene un lago –sonrió– y me dijeron que podía llevar a gente. ¿Se apuntan?

-Yo le tengo que preguntar a mi madre, pero no creo que haya ningún problema –dijo el rubio.

-Debe de ser divertido –habló Kari.

-¡Sí! –Se emocionó Davis– Cuenta conmigo.

-Mi abuelo quería celebrarlo también, pero le preguntaré.

-Estupendo –sonrió Yolei.

Cuando el hambre se empezó a hacer manifiesto, Davis recordó que se tenía que marchar y Yolei fue detrás de él porque había quedado en verse con Ken. Kari y TK se levantaron para acercarse a la barra y pagar lo que habían tomado, y fue entonces cuando Aru, la chica de largo pelo castaño y piel blanca como la nieve, se acercó a la mesa con aquella sonrisa.

-¿Qué tal? –Le preguntó.

Cody no perdió la calma aunque por dentro se estuviera muriendo de los nervios.

-Muy bien, gracias. ¿Y tú?

Aru no pudo evitar soltar una pequeña risita.

-Siempre tan educado.

La observación de la chica provocó un casi imperceptible sonrojo en las mejillas del muchacho, que no sabía si tomárselo como un cumplido o como algo que debía apuntarse en su lista de cosas que tendría que cambiar de ahora en adelante. Por suerte, Aru pareció no percatarse del sonrojo.

-Por cierto, no sabía que eras amigo de Takaishi. Son muy cercanos, ¿no?

-Nos conocemos desde hace varios años, sí.

-Se nota que hay confianza entre todos.

-La verdad... Se puede decir que es como el hermano mayor que nunca tuve –sonrió, recordando–. Hizo muchas cosas por mí.

-¿Ah, sí? –Se sorprendió– Parece buena persona.

-De las mejores que conozco.

-Oye, ¿y esa chica es su novia?

-¿Quién? ¿Kari? Qué va, se conocen desde que son niños y se llevan de maravilla, pero no están juntos.

-Ah –añadió sin más, mirando a la pareja que reía en la barra mientras esperaba el cambio.

Cody se percató de lo mucho que la pareja llamaba la atención de Aru y el sonrojo de sus mejillas se trasladó a sus orejas. Lo había comprendido: Aru no lo miraba a él, miraba a TK. Davis tenía razón, que él le gustase a una chica era definitivamente in-creíble. La pareja se acercó.

-Hola –saludó Kari.

-Hola, encantada –se presentó sonriendo–. Soy Aru, amiga de Cody.

-Yo me llamo Kari.

-TK.

La vista de Aru no se apartaba del rubio.

-Bueno, me voy, mis amigas me están esperando. Hasta luego, Cody. Un placer haberlos conocido, Kari, TK...

Cuando la chica se fue, los tres abandonaron la cafetería. Cody se fue por otro lado esta vez, argumentando que tenía clase de kendo, por lo que TK quiso acompañar a Kari a casa. Esta insistió en que no hacía falta porque llevaba la bicicleta, pero terminó cediendo. Durante el camino hablaron de asuntos triviales y sin importancia, como los planes del Tsukimi con los padres de Yolei o las complicaciones y emociones que les esperaban durante todo el año. Pero entonces Kari notó algo en TK que no había notado en todo el día.

-¿Te pasa algo? –Le preguntó.

El chico se había metido las manos en los bolsillos del pantalón y en ocasiones miraba el cielo, como si intentase grabarse todos sus colores en la retina.

-¿A mí? –Sonrió– ¿Por qué iba a pasarme algo?

La chica se detuvo de pronto y él se giró para mirarla.

-No tienes por qué fingir delante de mí.

-No finjo nada –aseguró acercándose a ella–, estoy perfectamente.

-No me mientas, por favor.

Los ojos de la chica se clavaron en los suyos de tal manera que le resultaba imposible deshacerse de su mirada. Suspiró, molesto consigo mismo por haber bajado la guardia sin darse cuenta.

-Está bien –confesó–. Sí, estoy algo preocupado por un asunto. Pero no te preocupes, no es nada grave ni nada del otro mundo. Es una tontería, de verdad.

-¿No me lo vas a contar?

-¿Para qué? ¿Para que estés más preocupada tú que yo? Olvídalo, Hikari Yagami.

La chica no pudo evitar reírse.

-¿Por qué me llamas así?

-Para hacer énfasis en que no quiero que te preocupes por nada. ¿De acuerdo?

-Pero es que si no me lo cuentas estaré preocupada igualmente.

-No es nada serio ni grave ni nada. No es algo que me perjudique ni nada malo para nadie.

Kari dudó.

-Te lo prometo –añadió el muchacho, parándose justo en frente de ella.

Esas tres palabras sirvieron para que Kari dejase de preguntar, pero no para que dejase de estar preocupada por lo que sería lo que le pasaba a TK. Cuando llegaron al apartamento de los Yagami, TK se marchó y Kari se encontró con su hermano dormido en el sofá. A Kari le hizo gracia. Ese día solo lo había visto durmiendo.

Sombra&Luz

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Bueno, para los que no sepan lo que es el Tsukimi (que supongo que nadie lo sabía xD):

Tsukimi: Es una tradición que nació en China y se extendió a Japón, en la que durante el mes de septiembre las familias japonesas le dan la bienvenida al otoño contemplando la luna (tsukimi significa literalmente "mirar la luna"). En muchos países se cree que en la luna habita un conejo, y en Japón concretamente se cree que este está amasando mochi (una pasta de arroz), por lo que es habitual comer mochi, entre otras cosas.

En cuanto al sistema educativo japonés: "11", el curso en el que se encuentra Kari, es el penúltimo curso, el que vendría siendo el penúltimo año de preparatoria o 1º de bachillerato. Así, Yolei estaría cursando el último año y Cody estaría en el último año de secundaria o 3º de la E.S.O. 

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