Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18

CAPÍTULO 18
MUJERES AL PODER

Viktor.

Alek jaló el cuello de mi camisa dejándose llevar por los celos y la envidia. Él quería estar en mi lugar. Las intenciones de mi hermano fueron reveladoras. Y le salió el tiro por la culata.

—¡Eres un capullo! —insultó mientras sus orificios nasales se explayaban desmesuradamente.

Mostré mi dentadura, enorgullecido. Luego dirigí mis nudillos hacia su estómago y cayó arrodillado.

Ni siquiera perdió el tiempo en contraatacar.

—¡Esto es un ultraje! —madre armando cizaña para no perder la costumbre. —¡Un escándalo!

Alek volvió a su puesto refunfuñando.

Eché un vistazo a Freya asegurándome de su bien estar. Seguía acomodada junto a Alexei en el sofá media luna, sin expresión alguna. Inmune.

Ya no le sorprendía en absoluto este circo.

—¿Podéis dejar el drama? —promulgó Katya con pasotismo ingiriendo un trago a su copa llena de alcohol. —No se de que os sorprende. —empinó ambas cejas. —Esta casa ya parecía un desfile de modelos y ni una le convencía al niño, así que ya era hora de que escogiese a su legítima dama.

Fruncí el ceño, atónito.

—Ella no es la adecuada. —narró madre azuzando a Milena en su pecho. —Él ya tiene una esposa digna y honorable. No necesita otra mujer.

Mi hermana disparó una risa irónica para después coger impulso y levantarse del asiento. Sus esferas rencorosas amonestaron a madre.

Katya cogió aire antes de hablar.

—¿Aún no te has dado cuenta que las mujeres de esta familia no pintamos nada? —recriminó en desacuerdo. —Los antepasados de padre fueron los que ingeniaron esta tradición repulsiva. —Alek y yo nos miramos escépticos. —¡Esto es culpa tuya y del resto de esposas que lo consintieron, así que ahora no vengas con el cuento de indignada!

Madre quedó inerte en silencio asimilando cada palabra. Mi dama y Alexei queriendo aplaudir el discurso de Katya, pero no tocaba.

—No hay nada que pueda hacerme cambiar de parecer. —dije acomodándome al lado de Freya.

Mis dedos atosigando sus muslos desvestidos aprovechando que Alexi ya no estaba.

La piel de ella se erizó ante mi contacto.

—¿Que demonios haces, Viktor? —reprochó.

Claramente no era el momento. Ni el lugar. Pero no me importaba lo que opinaran los demás.

—Meterte mano. —contesté sin rodeos.

—Pueden vernos. —aleccionó propulsando mis zarpas de sus piernas sacándoselas de encima.

—Ahora eres mía, Freya. —tomé su mandíbula y engullí sus labios suaves. —En dos horas te quiero ver en la sala de reuniones. Tenemos que organizar la misión China y tú viajarás conmigo.

—¿Y si no quiero? —subió el mentón exhibiendo de autoridad femenina.

Apreté mis puños. No iba a consentir que me desafiara. Pero ella no era la típica sumisa.

—Te castigaré. —concluí en tono serio.

Teníamos público, pero nadie oía.

—¿Y como lo harás? —investigó mordiendo su labio inferior para provocarme.

Sentí mi entrepierna luchar por salir del pantalón apretado. Freya sabía como encenderme.

—Te llenaré la boca de mi líquido hasta que te atragantes. —describí mientras trepaba por sus carnes con mis dedos peligrosos.

Sus mejillas igualaron el color del tomate cuando aterricé al epicentro. Luego pellizqué su intimidad para recordarle que era yo quien mandaba aquí.

Brenda.

Brazos cruzados. Mirada retadora intercalando entre Damon y Katya. Tenía muy claro que no iban a salir de esta habitación sin antes desembuchar.

—¡He dicho que habléis! —iteré por tercera vez.

—No grites, por favor. —rogó él frotando su cara en gesto de desesperación. —Las paredes escuchan, perece mentira que no lo sepas a estas alturas.

Su esposa con la mirada atascada al suelo.

—Vete a la mierda. —esputé rabiosa. —Se suponía que me lo habías contado todo, Damon.

—Y así es, pero... —no le dejé acabar.

—¡Cállate! ¡No hay excusa que valga, amigo! —le apunté con mi dedo índice. —Si no hubiese sido por esa carta seguiría siendo la estúpida ingenua.

Katya se colocó en mitad de ambos para concluir la batalla campal. Sus extremidades tiritaron. Apenas se tendía en pie. Pero reaccionamos antes de que cayera anclándola al sillón. Después aguamos su nuca y muñecas haciendo que se recompusiera.

Gracias a Dios sus pulsaciones cobraron vida nuevamente y venció el ataque de ansiedad.

—Esto es mi culpa. —un sin fin de lágrimas circularon por sus facciones. —Te confesaré los secretos más turbios que llevan atormentándome toda la vida, Brenda. —enderezó su vista. —Se tu nombre real porque colaboro con el mismo departamento militar en el que trabajáis.

¿Como? ¿Qué? ¿Cuando? ¿Donde?

Mi barbilla se dislocó. Pellizqué mi brazo asegurándome de que no estaba soñando.

—¿Que acabas de decir? —tartamudeé.

—Has escuchado bien. —corroboró Damon abrazando a su esposa, dándole apoyo moral.

—Verás, el socio de mi padre abusó sexualmente de mí cuando era una niña. —declaró. —Eso pasó en repetidas ocasiones. Cuando llegó mi adolescencia uní el valor para desenmascararlo. Pero para padre nosotras no teníamos potestad e imaginábamos demasiado, así que no me creyó. —reveló encogiendo sus hombros decepcionada.

Katya volteó su rostro hacia su marido.

—Estoy contigo, cariño. —espetó mi amigo aferrado a la mano de ella, solidarizándose.

—Esto es muy fuerte, Katya. —testifiqué meneando mi cabeza desconforme. —¿Como puede ser que un padre no crea a su propia hija?

—Pues así fue. —insistió. —Tengo tantísima rabia contenida, que ahora lo único que ansío es que paguen. —ella me miró fijamente y sus retinas oscurecieron. —Quiero verles caer, Brenda.

—¿Y que sucederá con tus hermanos? —indagué.

—Ellos tienen la misma mentalidad retrógrada que la de mi difunto padre. —contó en evidencia.

—Soy consciente. —acaricié su espalda con intenciones de calmarla. —Pagarán por ello.

—Ahora eres su dama. —esta vez mostró compasión absoluta hacia mí. —No sabes donde te has metido, querida. Viktor es muy posesivo.

—Podré con él. —garanticé creyendo en mí.

Pero no las tenía todas.

[...]

La venganza será más fría y calculada. Katya de mi parte. El peligro ahora éramos nosotras. Ellos los aterrorizados. Iba a protegerla. No toleraría que la tocaran. Un martillo trinchaba mi cabeza.

Demasiada información que procesar.

Crucé el pasillo. Viktor suplica por su vida. Quinto paso camino al lugar. Una pistola contra su frente traicionera. Paré delante. Aprieto el gatillo. Abrí la puerta accediendo a la sala de reuniones. El cerebro de Viktor revienta ante mí.

Sonreí dichosa.

Mi parte sádica y despiadada resucitó de entre los muertos. Era una visión. Aquello iba a ocurrir.

Y luego degollaría a Milena.

—¿Estás bien, Freya? —inquirió el heredero Kozlov desde su sillón acolchado.

—Sí. —mentí.

Sus socios observaban quietos como estatuas. Seguí hasta la única silla vacía. Una de madera antigua y que encima, cojeaba. La más pordiosera.

Iba a hacerles entender a puñaladas que las mujeres somos más fuertes de lo que creen.

—Como iba diciendo, Alek consiguió que una de las vecinas hablara. —se levantó. —aseguró haber visto un grupo de personas uniformadas de negro rondando a altas horas de la madrugada.

—Es evidente que continuamos siendo el caso más primordial para ellos. —alagó su hermano. —Eso quiere decir que tienen un ápice de esperanza porque alguien les proporciona información.

Viktor seguía paseándose al rededor de la mesa rectangular con las manos embutidas en sus bolsillos. Y de golpe, frenó atrás de mí.

Apreté mis dientes, impotente.

—Medusa caerá. —reafirmó observando a sus súbditos con aires prepotentes.

Reí hacia mis adentros.

Estoy más cerca de lo que pensáis, cabrones.

Quise aprender. Me dejé enseñar. Entrené duro para terminar siendo la mejor en mi oficio. No fue fácil, pero con esfuerzo y constancia lo logré.

Me tomaba los operativos muy a pecho. Nuestros enemigos ignoraban mi nombre, por lo que fui bautizada como "La Medusa".

¿El porqué? Muy sencillo.

Solo alcanzaban a ver mis ojos esmeralda porque el uniforme cubría nuestros restos. Entre criminales se rumoreaba que eran tan relucientes que llegaban a petrificar. Yo me harté a reír cuando me enteré.

Y ahora, aquí estaba. Delante del famoso Viktor Kozlov intimidado por Medusa. Por mi. Un logro más que merecedor. Un propósito cumplido.

—El ataque a la residencia Yang está gestionado para que se lleve acabo mañana. —enunció el señor más mayor presente en la sala. —Volaréis esta noche para así llegar temprano y hospedaos.

—Estupendo. —añadió Viktor con sus hombros firmes y cuadriculados. —¿Y las armas?

—El armamento ya está allí. —mencionó el otro hermano Kozlov. —Lo suficiente para que la mansión Yang explote en mil pedazos.

Mi supuesto amo hizo un ligero movimiento con su cabeza en gesto de conformidad.

—Que el servicio empaquete mis pertenencias y las de mi dama. —mandó en tono seco.

¡Ni una mierda!

—No. —me negué. —No pienso ir.

—Silencio. —ordenó analizándome de pies a cabeza con sus círculos fríos y tentadores.

—Eso es lo que te gustaría a ti, —me alcé de la silla decidida a ponerle en su lugar. —silenciar a todas las mujeres para que solo manden hombres.

Di un paso hacia él y escupí en sus zapatos. Los demás boquiabiertos, alucinando con mi grave comportamiento. No podía quedar al margen.

Colisionó sus párpados como si algo le estuviese haciendo daño. Luego su manaza de gigante hizo vibrar mi cara. Fue tal la bofetada que casi caigo al suelo. Mi moflete latió ante el duro golpe.

—Vendrás te guste o no. —sentenció.

—¡Vete al infierno! —grité cargada de odio dándole puñetazos en su pecho ancho. —¡Te odio!

En menos de lo que dura un suspiro jaló mis muñecas emigrándolas tras mi espalda. Quedé inmovilizada. Pataleé contra el aire queriendo deshacerme del agarre. Pero nada.

Él me superó en resistencia.

—¡Iros de aquí ahora mismo! —el aullido de Viktor formó una hilera recta de hombres obedientes.

Y así fue, ni dos segundos tardaron en salir.

—¡Eres un desgraciado! —chillé agitando mi cuerpo menudo. —¡Un maldito criminal insensible!

—¡Basta, Freya! —gritó dándome la vuelta para tenerme de frente. —¡Compórtate!

Continué sin obedecer, así que el muy animal rompió mi camisa y los botones se precipitaron.

Atrapó mi pecho izquierdo. Su boca fue directa al pezón erecto. El vaho que dejó ir lo endureció. Y entonces succionó amamantándose como bebé.

—¡Suéltame ahora mismo! —imploré aún deseando completamente lo contrario.

Respondió elevando mi silueta como si fuese peso pluma colocándome sobre la mesa. Se deshizo de mis bragas arrojándolas al suelo. Abrió mis piernas de par en par, dejándome expuesta. Y en cuanto pude reaccionar tenía su miembro dentro de mí.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro