Capítulo 11
CAPÍTULO 11
MI SALVAVIDAS
Brenda.
Mañana llegaba el gran día para ellos.
El escuadrón de Viktor iba a rescatar a la señora Kozlov invadiendo la central militar.
Estaban muy equivocados si creían que podían combatir la seguridad de ese luegar.
Era imposible.
Picaron a la puerta de mi habitación. Sí, tengo mi cuarto particular. Bastante impropio y un auténtico privilegio teniendo en cuenta que fue Viktor quien me otorgó un pedacito de privacidad.
—Adelante. —contesté cerrando el libro que robé en la biblioteca para desconectar.
—Siento molestarla, señorita Cooper. —habló la muchacha des del umbral, e hizo una pausa breve para asegurarse de captar mi atención. —El amo me ha pedido que le avise para que en una hora acuda al gran salón para la cena familiar.
Resoplé con desinterés.
—¿Te lo ha pedido o te lo ha ordenado? —pregunté en tono irónico reincorporándome de la cama.
La doncella agachó su cabeza y calló. Luego desapareció avergonzada cerrando la puerta con sutileza. No hizo falta respuesta alguna, sabía de sobras lo grosero que llegaba a ser Viktor.
Un escalofrío recorrió mi esqueleto cuando recordé que me masturbe en sus narices la última vez que pisé aquellas cuatro paredes. Pero esta vez no iba a hacer el ridículo. Me niego. Mi objetivo era que ese desgraciado se tragara sus palabras y hacerle sentir celos por primera vez en su vida.
[...]
Atravesé los escalones principales sintiéndome maléfica en su estado más erótica y sensual. El rostro de Viktor se descompuso en mil facciones distintas cuando se percató de mi existencia. Ahí comprendí, que el vestido color vino con escote de pico que alcanzaba mi abdomen, había sido la opción acertada.
El collar que me regaló Damon seguía intacto en mi garganta. Aunque, la esperanza de que el General hiciese algo para sacarme de aquí era nula.
Estoy sola en esto, me recordé.
Milena no tardó en tensar el brazo de su prometido cuando intentó dar un paso en mi dirección. Viktor giró sus facciones hacia ella y le echó una mirada mortífera. Ignoré ese espectáculo de pacotilla y caminé hacia Alek convencida.
Pareció no sorprenderle mi interrupción.
—Buenas noches, hermosa. —saludó.
El tono áspero de su voz se parecía tanto a la de su hermano que a veces costaba distinguirlos.
—Feliz noche, Alek.
Subí cuidadosamente mis faldas kilométricas e hice una reverencia entre sonrisas tímidas.
Ambos nos reímos.
Que dentadura tan perfecta, joder.
—¿Te apetece brindar conmigo antes de que lleguen los demás? —sugirió Alek alzando su copa.
Moví mi cabeza en forma de sí.
El menor de los Kozlov hizo un gesto perspicaz con su brazo atlético y el camarero se acercó. Conquisté uno de los recipientes implantados en la bandeja plata que sostenía con una sola mano. Mis dedos temblaron cuando le pegué un sorbo al vino. El alcohol no tardó en rasgar mi tranquea y encender como mechero la boca de mi estómago. Me urgía demasiado. La mirada penetrante de Viktor sobre mi nuca estaba poniéndome frenética.
—¿Sabias que beber antes de brindar da mala suerte? —añadió Alek con mirada perversa.
Su camisa ocre plasmaba la evidencia de un cuerpo descomunal. Una puñetera delicia.
Tragué saliva, sobresaltada.
—Lo desconocía. —declaré.
—Me decepcionas, princesa.
Alek finiquitó su bebida y abandonó la copa vacía sobre la mesa. Se aproximó hacia mí y pude aspirar su aliento alcoholizado mezclado con tabaco.
—¿Y qué vas a hacer? —levanté el mentón y di un paso al frente, segura de mí. —¿Pegarme?
Soltó una carcajada que sin conocer el motivo, me derritió. Aunque no lo mostré visualmente.
—Si es en la cama no tengo inconveniente. —y me pellizcó la nariz como si fuese una niñita.
¿Se supone que debía horrorizarme oír eso? ¿Era la única a la que le excitaba que le agarraran del cuello y le dieran cachetadas en el trasero?
No contesté, solo tomé prestada otra copa de las que llevaba el camarero. Esta vez pero, chocamos ambos recipientes en el aire para brindar antes de ingerir. Por un instante, mi vista se desvió en busca de Viktor. Sacudí mi cabeza para olvidar esa obsesión insana que tenía hacía él.
—Ya no tienes motivos para estar decepcionado conmigo. —reproché coqueta.
Alek humedeció sus labios carnosos mientras escondía una sonrisa. Pocos segundos después apartó el mechón rebelde que bailoteaba por mi frente y lo dirigió tras la oreja.
—Siempre te tendré en el punto de mira, cariño.
Sus círculos grisáceos me miraron fijamente y quedé como pasmarote en mi lugar. Una punzada deleitosa llegó a mi epicentro sin previo aviso. Mi misión era poner celoso a Viktor, pero tener cerca a Alek era un gusto realmente excitante.
La llegada de los faltantes nos despertó.
Para no perder la costumbre, Katya robó el aliento de todos los allí presentes cuando apareció aferrada a su marido. Su vestimenta se basaba en un traje chaqueta color marengo que resaltaba por la brillantina diluida en el tejido. No pude evitar desviar mi atención hacia sus tacones Chanel.
—¿Que hacéis ahí parados? —extendió sus brazos horrorizada, enfocando la mesa. —¡Por Dios Santo, que me muero de hambre!
Inconscientemente, eché un paso hacia atrás y al girar mi rostro en ambos lados descubrí cómo el heredero Kozlov nos observaba en la distancia con cara de pocos amigos. Claramente estaba molesto.
Las doncellas sirvieron la cena en cuanto no sentamos alrededor del tablero circular decorado con mantel fino. Mi estómago rugió y arrebaté una pizca de ensalada tropical con el tenedor.
La aureola que estaba rodeando a Viktor me dio mala espina. Nadie articuló palabra. La cena progresaba y la incomodidad crecía rápido.
—¿Que tal los niños, Katya? —cuestioné para romper aquella situación tan embarazosa.
Mi interés por esos críos se había multiplicado después del encuentro de esta mañana. A Katya pareció sorprenderle mi pregunta, pero su mueca de fascinación positiva me tranquilizó.
—Se han quedado dormidos a la primera. Estaban agotados después del increíble día en el zoo.
Mis labios se desplazaron automáticos en forma de sonrisa al verles en mi mente. Damon se percató y me escaneó conmovido. Pero entonces, recordé lo dolida que estaba. Así que aterricé y cambié mi expresión por una más neutral.
De repente, Milena se puso en pie. Alzó su copa y le dio un par de golpecitos con el cubierto.
—Primero de todo quería agradecer vuestra asistencia en la ceremonia de hoy. Es muy importante para Viktor y para mí, ya que nos gustaría anunciar algo importante. —tragué saliva para deshacer el enredo que se me atascó en la garganta. —Como bien sabíais, decidimos adelantar la boda pero no concretamos fecha. —mis manos empezaron a temblar sin motivo. —Se celebrará el próximo sábado en Venecia. Estáis invitados a la misa y el festín, además de la estancia en el castillo privado en el que nos alojaremos.
Los aplausos derrocaron mi profundo estado de hipnosis. ¿Solo una semana para la boda? ¿Porqué demonios me sentía como si me hubiesen clavado un puñal en la espalda?
No aparté mis pupilas de Viktor, que ni siquiera se había dignado a alzarse para besar a su próspera esposa. Únicamente se meditó a tragar el humo de su cigarro y darle un sorbo al vodka. Pero de repente, su mirada se ennegreció.
Los gritos de socorro venían del jardín. Era una voz femenina. A todos nos cogió desprevenidos. Viktor y Alek fueron corriendo sin pensar en el peligro que suponía. Los demás les seguimos al momento.
El frío de Moscú estalló en mis narices. La escena con la que me topé me dejó estupefacta. Una mujer repleta de moretones y cortes ensangrentados en su cara, yacía de rodillas en el césped. Era la señora Kozlov. Un hombre la apuntaba con una pistola en la sien. Lo identifiqué al momento. Se trataba de Adams, uno de mis compañeros. Pero esta locura no podía ser obra de la organización.
¿Adams iba por libre?
—¡Suéltala ahora mismo! —rugió Viktor con los puños apretados de tal manera que iba a abrirse una herida en la palma de sus manos.
Intentó avanzar hacia ellos, pero el agente incrustó el cañón aún más contra su piel. El mayor de los Kozlov no tuvo más remedio que pararse.
—¡Ríndete o le vuelo los sesos! —amenazó.
No le reconocí. El rostro de Adams estaba demacradas. Sus ojeras rozaban el suelo.
La presión en la que nos sometía el General era inhumana. Claramente esto era culpa de ese mal nacido. ¿Y si le había amenazado? No sería la primera vez que ocurre. Lo hizo conmigo.
Giré mi cuello hacia Damon. Ambos nos miramos bastante confusos y horrorizados a la vez por el comportamiento de nuestro amigo.
Él no era así.
Levanté mis brazos como acto de paz y adelanté cautelosa hacia ellos. Viktor intentó sostener mi brazo para frenarme, pero lo esquivé.
El humo denso apareció de la nada. Mi campo visual se estropeó. Perdí el rastro de cualquiera allí. Todo ocurrió muy rápido. Se oyeron disparos, así que me tiré al suelo. Los chillidos de Katya me pusieron en alerta máxima. Unas voces se acercaban hacia nosotros y no era mi idioma.
¡Joder, era chino y no entendía una mierda!
Desconocía que Viktor tuviera a los Asiáticos en su contra. Aunque tampoco me extrañaría con el carácter de culo que tiene el muy miserable.
—¡Todos dentro! —ordenó Viktor desde alguna parte la cual no alcancé a descifrar. —¡Escondeos!
Ni siquiera pensé en mi propia seguridad cuando corrí escaleras arriba. Los niños eran mi prioridad ahora mismo. Debía ocultarlos bien. Abrí la puerta de su habitación y allí estaban, dormidos como ángeles caídos del cielo en sus camas. Acaricié sus mejillas rosadas antes de despertarlos. Olían tan bien que me quedaría aquí toda la vida.
—¿Mami? —murmuró uno de ellos.
—No cariño. —me senté cerca de él. —Soy la tia Freya, vengo a jugar un rato con vosotros.
—Nosotros solo tenemos una tia y se llama Brenda, pero aún no la conocemos. —manifestó el otro frotando sus párpados debatiendo contra el sueño.
El alma se me hizo añicos.
—Vuestra tia Brenda seguro que estaría súper contenta de que jugarais un rato conmigo.
Ambos sonrieron y me contagiaron.
Retiré los tacones de mis pies y me levanté para cogerles entre mis brazos. Acomodé sus cabecitas en el hueco de mis hombros y huí de ese cuarto. Volé hacia el baño más cercano escuchando disparos de fondo. Los metí en la bañera y cerré la cortina.
—Vale chicos, ahora quiero que no hagáis ruido. El que más rato aguante en silencio gana la partida.
—¿Cual será el premio del ganador? —cuestionó a trompicones el más curioso de los dos.
—Una bolsa de chuches y un helado.
Ambos abrieron sus boquitas en forma de círculo, entusiasmados y ansiosos por jugar. Me incliné hacia ellos para propinarles un beso a cada uno.
Salí de allí esperanzada en que todo saliera según el plan improvisado. Volví a la planta principal para unirme a la guerra. Solo llegar, me topé con un cuerpo tendido en el suelo acribillado a balazos.
Era del equipo contrario.
Robé el revólver que tenia entre sus manos y desparecí en busca de más. Me camuflé tras una pared cuando detecté pasos cerca.
Allí está el mal parido.
Empuñé el arma firme colocando mi dedo en el gatillo. Lo apreté sin apartar mi vista del turista para ver cómo se desplumaba. La adrenalina correteó por mis venas y reviví como Fénix.
Intenté gritar cuando me elevaron del suelo, pero ya era demasiado tarde. Azucé mi cuerpo con fuerza para vencerles, pero ellos eran tres.
—¡Chinos de mierda! —insulté al mismo tiempo que daba fuertes patadas contra el aire.
Uno de ellos, giró mi cara de un bofetón para mandarme callar. Pero no eran conscientes con quien se estaban metiendo y lo cabezota que podía llegar a ser. Por desgracia, solo podía ver el techo, ya que sostenían mi cuerpo boca arriba.
Invadieron una de las habitaciones que tenía la mansión y me tiraron sobre el colchón.
No dudé en escupirle en la cara al que tenía más cerca. Al ver que era dura de pelar, me obligaron a tragar una pastilla, intuyo que para dormirme. Así era más fácil para ellos poseerme y abusar de mi.
¡Malditos cobardes!
Quise oponerme, pero no sirvió de nada. Seguí lúcida cuando desabrocharon sus cinturones. No creía en Dios, sin embargo recé en silencio al ver sus pollas tiesas en mi dirección.
—¡Dejadme en paz! —chillé con mi último aliento.
Se mofaron de mí.
El que estaba ubicado a mi derecha, subió mi vestido para manosear mis carnes. Sentí asco. Repugnancia.
Intenté pegarle un rodillazo en los huevos, pero esa pastilla empezó a surgir efecto. El otro par de mal nacidos agarraron sus erecciones y se masturbaron cerca de mi cuerpo. Quería vomitar. Morirme. Aún seguía consciente cuando alguien apareció.
Lo vi borroso. Pero sabía que era Viktor.
No fue un problema para él encararse con tres hombres. Los puñetazos llovieron contra sus caras de violadores. La sangre fue encubriendo sus nudillos de roble. Nunca había visto a Viktor en plena acción y con esa expresión tan sádica.
Era la primera vez. Ahora mismo no sabría distinguir a este hombre de un animal.
Finalmente sacó un arma de la parte trasera de su pantalón y los remató incrustando una bala en sus cabezas. Una vez muertos, corrió desesperado hacia mi posición. Puede sentir sus brazos cálidos envolviendo mi torso cuando me desmayé.
Él fue mi salvavidas en mitad del caos.
⚜️⚜️⚜️
¡¡¡¡AAHHHH!!!!
¡¡¡¡ESTOY DE VUELTA!!!!
¿Qué os ha perecido este primer capítulo después de mi ausencia? ¿Tenéis ganas de más?
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