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Capítulo 1

CAPÍTULO 1
LA CACERÍA

Brenda.

Moscú, Rusia.

6:00 AM.

El aire gélido agrietó mis labios cuando alcé el arma en ángulo recto. Apunté a la nada esperando algún detonante para terminar con la delincuencia del narcotráfico. Pero solo se escuchó brisa rondar por la capital. Los nervios erizaron cada centímetro de mi bello. El silencio, en ocasiones, es el acto más fúnebre y escalofriante al que someterse.

Clark iba con el uniforme azabache de diseño militar. En la zona dorsal, habían pinceladas blanquecinas donde ponía:—DEA—.

Todos vestíamos igual. Aunque a él le favorecía más que al resto. Clark era un hombre atractivo. Y no era un secreto que robaba el suspiro de todas las chicas del departamento. Por mi parte, solo le veía como un amigo leal. Con el que podía contar.

Levanté el brazo cerrando el puño para bloquear el avance del equipo. Trasladé mi otra mano hacia los labios en gesto de silencio poniéndome de cuclillas.

Espié oculta tras el muro indagando la providencia de esas voces. Un par de hombres del bando criminal como gorilas custodiando las puertas donde Viktor Kozlov se escondía.

El rey de las ilegalidades. Tráfico de mujeres, substancias varias y a saber qué cosas más.

Inspiré profundo y solté el oxígeno por la boca saciando la adrenalina que acabó por acelerar mi impulsividad. Recuperé el aliento. Accioné el brazo ordenando el ataque. Salimos sin miedo. Ni lamento. Ni piedad. Solo gloria y poder en un día gris. Pues fuimos entrenados para ser máquinas insensibles y dispuestas a matar sin sentir cual latido vital en nuestros fríos corazones.

Aceleré mis pasos hasta correr hacia la zona del bando enemigo, esquivando las bombas de humo que causaban las granadas. Supe que no era el infierno porque hacía un frío que pelaba.

Empuñé la segunda pistola que guardaba entre la funda acomodada de mi cinturón absorbiendo el lema que me inculcaron en la instrucción: "pulso firme y decisión". Apunté a uno de ellos. En la sien. Conté mentalmente hasta tres hasta apretar el gatillo. Su cerebro explotó en mil pedazos y sonreí ante el espectáculo.

Los balazos no dudaron en querer matarme después del asesinato, así que corrí audaz como leona hasta protegerme tras un vehículo.

Usé la granada que guardaba en uno de mis bolsillos bombachos. La analicé ansiosa mientras activaba su dinamita. Y después, con toda la fuerza que pude reunir, la lancé directa hacia ellos.

Asentí satisfecha y luego cubrí mi rostro con los brazos para socorrerme del impacto.

La honda expansiva me arroyó al suelo de todas formas, pero no tardé en alzarme sacudiendo los restos de polvo incrustados en mi uniforme.

El agente Adams aceleró en mi dirección aprovechando la humareda para no ser visto.

Se dejó caer al suelo y resopló agotado.

—¡Sus ametralladoras son más fuertes! ¡Hay que hacer algo o acabarán con nosotros! —advirtió aterrado y sin estabilidad emocional.

El horror le había exorcizado. Y no le juzgo. Joder, ¿como podía tener el valor de hacerlo si estábamos metidos en la boca del lobo tentando a nuestra suerte? Pero la realidad era que el coronel tomaría medidas drásticas como no le llevásemos la cabeza del criminal más solicitado y buscado en el mundo.

Y yo recibiría la primera por estar al mando de la operación. También Clark.

—¡Cúbreme! —pedí.

Trepé hasta subirme al capó del coche. Allí la visión era mucho más precisa.

Sentí la necesitad de extinguirlos uno por uno, pero desde mi altura averigüé como los bárbaros se habían triplicado y los cuerpos de algunos de mis compañeros yacían en el suelo ensangrentados.

La rabia se apoderó de mí en un efímero ápice de histeria. Grité como loca y disparé sin fin.

Estampé ambas pistolas contra la pared con la impotencia fluyendo por mis venas al quedar sin cargamento. Me dejé caer como tobogán por el cristal trasero del coche y regresé junto a Adams.

Mi cabeza marchitó a mil por hora con intenciones de elaborar un plan de última hora.

Vamos Brenda, piensa.

—¿Que cojones hacemos? —me observó esperando una respuesta por mi parte.

—¡No vamos a rendirnos! —mi pecho sudoroso
subía y bajaba sin equilibrio.— Williams va a patearnos el trasero después de esta misión de mierda, ¿eres consciente de ello?

—¡Mira a tu alrededor, Davis! —por inercia, escaneé cada rincón.—¡Algunos miembros han muerto y nosotros también lo haremos si no salimos ahora mismo de aquí!

Apreté los puños.

La sed de venganza nubló mi mente impidiéndome decidir con claridad. Por un momento, pensé en los hijos, esposas y padres de los que hoy habían caído.

Por mucho que no quisiera, debía aceptar la derrota por tercera vez en esta semana.

—¡Retirada! —ordené.

[...]

Los gritos del General Williams aporrearon las paredes de mis tímpanos. Abrí el Word en el ordenador y con afán en los dedos, tecleé:

"Quiero matar al imbécil de mi jefe".

No mentiré. La idea de estampar el MacBook en su cabeza fue tentadora, pero la borré recordando lo mucho que tuve que ahorrar para conseguirlo.

—¿Tan difícil era traerme a ese mamón para encarcelarlo de por vida? —alzó la voz.

—Han muerto cinco hombres, señor. Como comprenderá, no estábamos en posición de perder a nadie más. —argumentó Clark entristecido detrás de su portátil plata en el que pude verme reflejada.

El General no le hizo ni caso.

—¡La misión tuvo la peor organización que ha pasado por el departamento en años! —deambuló por la sala de reuniones con los brazos en la espalda y la cabeza alta. —Está vez se va a gestionar a mi manera, guste más o guste menos. Las pérdidas fueron un daño colateral de la misión.

¿Daño colateral?

No tenía pruebas pero tampoco dudas de que a este señor se le había ido la pinza.

—¿Algún problema, agente Davis?

Deduzco que mi cara de: eres la peor persona del mundo, habló por si sola y me delató.

—Eran más de treinta y nosotros sólo diez. —me defendí. —Estoy harta de jugarme la vida y no recibir ni los agentes ni tampoco la seguridad necesaria para operaciones de este calibre.

—¿Está insinuando que es problema de la organización? —replicó.

Cogí aire y tragué los insultos.

—Exacto.

Contemplé mi alrededor esperando que alguien alagara mi argumento, pero una vez más resulté ser la oveja negra de este departamento.

Williams atravesó el pasillo en mi dirección. Luego apoyó sus manos sobre la mesa al mismo tiempo que entrecerraba sus párpados para coaccionarme.

—¿Se cree con el cargo suficiente para valorar el criterio de las decisiones del departamento?

Rodé los ojos y soplé desbordada.

—No he dicho eso y lo sabe. —murmuré tan cercana que veía las arrugas de cabreo en su frente.

—Lo ha insinuado, y para mí, es suficiente. —dio media vuelta con aires de grandeza. —Como parece saberlo todo... —canturreó de camino a su maldito asiento. —Usted, agente Davis, va a ser quien capture a Viktor Kozlov, alias Taipán.

Fruncí el ceño.

—¿Qué le hace pensar que lo conseguiré si una unidad entera no ha podido? —repliqué.

Se removió en el hueco de la silla ensanchando su sonrisa, pareciendo cantar victoria.

Algo malvado tramaba. Siempre lo hacía.

—Muy sencillo. —aclaró su garganta queriendo dar una explicación concreta. —Va a hacerse pasar por su dama durante un mes. Ya que la antigua que tenia no era de su agrado y la despidió. Además, de este modo tendrá tiempo suficiente para ganarse su confianza y destruirlo desde dentro.

Las arcadas obstruyeron mi tráquea por el vomito que causó si quiera imaginarlo. Mi respiración se desequilibró y el murmullo de los demás hizo que perdiera la noción del tiempo. Me sujeté a la silla al borde del desmayo y todas las miradas cayeron sobre mí. No iba a consentirlo. No era humanitario.

—¿Está de broma? —contraataqué indignada. —¡Me inscribí al departamento para luchar por un mundo fuera de drogas y delincuencia, no para hacerme pasar por una ordinaria fulana!

Las ganas de llorar amenazaron en salir, pero no quise brindarle tal placer. Así que las ahogué de un trago desterrándole de mi mundo.

—No está en posición de decidir, agente Davis.

Claramente se estaba riendo de mí.

—Es un plan horrible, señor. Si me permite decirlo, me parece machista y desagradable. —intervino Clark sin más desde su asiento.

Agradecí que alguien con una pizca de sensatez demostrara tener las agallas suficientes para exponer su versión de las cosas. Era denigrante.

—¡Cierre el pico, agente! —Williams gritó enfurecido.

Mi compañero me observó compasivo como interpretación a lo mal que se sentía. Pero no era culpa suya que un degenerado estuviese al mando de un departamento tan importante.

—No pienso ser cómplice de esta basura. —dicté.

Me levanté, porque si me quedaba iba a coger cualquier objeto para clavárselo en la yugular.

Ese hombre tenía el corazón podrido. Estaba tan furiosa como decepcionada.

Caminé hacia la salida con el mentón bien alto hasta que su voz me hizo frenar.

—No tan rápido, agente —interrumpió.—Antes de que se vaya por esa puerta tengo que comunicarle algo de suma importancia. —me giré. —Si se marcha, queda automáticamente despedida.

—¿Me estás amenazando? —pregunté afectada olvidando tratarle de usted.

—Te estoy advirtiendo. —respondió por igual.

Se llevó la mano al pecho con predecible sarcasmo, pareciendo que lo lamentaba. Pero nada. Solo fue teatro. Para él solo era un mal chiste del que poder mofarse. Y que satisfacción le daba.

No podía permitirme el lujo de perder el trabajo porque mamá padecía una depresión cualificada como severa y necesitaba mi ayuda económica.

¿El motivo? Bien, lo explicaré.

El hombre que un día tuvo el valor de hacerse llamar "papá", la abandonó tras veinticinco años de falso matrimonio por otra más joven y con implantes en los pechos. Sin embargo, la lista de deudas que nos dejó fue larga y tendida.

La cual ahora debía asumir yo.

Insulté la existencia de Williams en silencio mientras regresaba a mi puesto. Juro vengarme de este miserable. Le odiaba y ansié estrangularlo con mi propias manos, pero no era el momento.

El General volvió a levantarse.

—Dejando los dramas a parte... —me miró y rió por lo bajo. —quiero comunicarles que mañana van a disponer del día libre. Nos veremos el próximo Miércoles por la tarde para la reunión final, antes de que la agente Davis —me señaló cordial. —pase como infiltrada en el bando enemigo.

⚜️⚜️⚜️

Querida familia, me moría de ganas por compartir el primer capítulo de esta nueva novela. Prometo que no dejará indiferente a nadie. Agarraos porque vienen curvas. Esto va a ser una montaña rusa en toda regla.

No os preocupéis por Beliel, sigue viento en popa y pronto tendrá nuevos capítulos. Pero como sabéis, la inspiración va como va. Y yo necesitaba existencialmente publicar este pedacito de mí.

DEJADME POR AQUÍ VUESTROS COMENTARIOS Y NO OLVIDÉIS DARLE A LA ESTRELLITA PARA AYUDARME A CRECER.

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