𝙏𝙖𝙘𝙚𝙣𝙙𝙖
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Los Jeon eran una de las familias más reconocidas del país por su larga e impecable lista de integrantes importantes, tanto en lo artístico como en lo deportivo, rebosantes de talento y atractivo, eran los rostros del entretenimiento. La señora Jeon había sido campeona olímpica de taekwondo y había llevado a casa orgullosamente medallas de plata y oro, a su vez el señor Jeon era un ex idol bastante popular y querido del que todavía se recordaba y premiaba, quien al retirarse de la industria formó su propia empresa de entretenimiento. Jihyo era la primogénita de la pareja, jugaba tenis profesionalmente y entrenaba para participar en las olimpiadas de ese año para ganarle más prestigio a su familia, mientras que Jungkook, el hijo menor, era uno de los jóvenes solteros más codiciados, un prodigio en las artes y los deportes que se había dedicado a dirigir la empresa de su familia.
Por años, su familia había creado una imagen inquebrantable rozando la perfección, no tenían escándalos más allá de rumores absurdos que eran solo habladuría envidiosa. Aun cuando los señores Jeon eran bastante estrictos y conservadores, eran una familia unida, los hermanos sobre todo tenían un vínculo auténtico que rara vez se veía en una relación de hermanos en la alta sociedad. No tenían problemas, gozaban sus afortunadas vidas como una familia rica cualquiera que vivía de las apariencias.
Pero para Jeon Jungkook, el único problema en su vida era el novio de su hermana.
Jungkook se abrió paso en la azotea del edificio donde vivía Jihyo. A la distancia logró verla vistiendo el uniforme que utilizaba para practicar. Ella estaba tan concentrada, revisando su teléfono que no se dio cuenta de la presencia de su hermano. Su departamento era precioso. Ubicado fuera del caos del centro de la ciudad, la azotea le otorgaba una vista panorámica de los rascacielos de la capital. Aquél había sido su regalo de cumpleaños y no podía adorarlo más. Al igual que su hermana, Jungkook amaba ese lugar. Los primeros años, cuando recién había comenzado a hacerse cargo de la empresa de su padre fue como un refugio para él gracias a la compañía de Jihyo. Un escape de todas las responsabilidades que cargaba sobre sus hombros. Era uno de sus lugares favoritos en el mundo. Porque ahí no era Jeon Jungkook, sino que solo era Jungkook.
Jihyo estaba sentada, junto a ella había una delicada mesa, sobre la cual descansaban dos tazas de humeante café.
Aquella mañana, había llamado a su hermano para invitarlo a tomar un café y aunque él tuvo la pequeña intención de negarse, ella supo persuadirlo, diciéndole que lo extrañaba mucho. Y él no podía darle una respuesta negativa a su hermana mayor, no después de haber rechazado todas y cada una de las invitaciones que ella había hecho por culpa del trabajo.
—Desde este ángulo te ves perfecta para la portada de una revista deportiva. —bromeó, haciéndola brincar sobre el asiento.
— ¡Kookie! —la chica se colocó de pie y saludó a su hermano con un caluroso abrazo. Él, por su parte, besó el inicio de su cabeza antes de desapararse— Por un momento pensé que no ibas a venir...
Él se encogió de hombros —No podía perder la oportunidad de ver a mi hermana favorita.
—Soy tu única hermana, bobo.
Jihyo tomó asiento frente a su hermano, una linda sonrisa curvaba sus labios. Realmente lo había extrañado.
—¿Y bien? ¿Cómo van las cosas en el trabajo?
Él tomó la taza y bebió un pequeño sorbo.
—Ya sabes cómo es, nos estamos preparando para el debut de un nuevo grupo.
— ¡Aburrido! ¿Y los chismes? ¿Y las peleas?— inquirió con interés apoyando sus codos en la mesa, realmente interesada. Le gustaba hablar con él ya que lograba enterarse de ciertas cosas que la mayoría del mundo desconocía.
—Eso es información confidencial, chismosa. —señaló Jungkook escondiendo una sonrisa burlona detrás de su taza.
—Que grosero, yo siempre te cuento los chismes de mis compañeros.
—Tienes razón. Eso me recuerda: ¿Hyuna ya le contó de su embarazo a su novio?
—Eso es información confidencial. —dijo remedando su tono de voz y su gesto al beber.
Jungkook soltó una suave carcajada.
—Touché. —se dejó vencer, observando la sonrisa de satisfacción de su hermana.
La conversación se dirigió a otro lado, Jihyo resumió lo que había ocurrido aquella última semana en la que no se habían visto y Jungkook la escuchó con atención en todo momento. Ella le habló sobre sus avances en los entrenamientos y de lo segura que se sentía para afrontar el siguiente paso. Él notó que cada cierto tiempo la mirada de su hermana se perdía en el teléfono que reposaba sobre la mesa, por lo cual preguntó:
— ¿Esperas la llamada de alguien?
—Si, Seokjin está regresando de Japón hoy y estoy esperando algún mensaje para saber cómo está.
Jungkook tensó su mandíbula y se obligó a no rodar los ojos con hastío.
—No pongas esa cara. —regañó Jihyo— Sé que no te agrada, pero no te has dado el tiempo de conocerlo, es un buen chico.
—Como sea.
Ella suspiró. Le apenaba que dos de sus personas favoritas no se llevaran del todo bien.
—Vamos, Jungkook ya hemos hablado de esto...
—Lo sé, y me abstengo de comentarios porque eres feliz con él. —soltó desinteresado.
—Jungkook, Seokjin es...
—La semana que viene es el aniversario de la muerte de la abuela, —interrumpió con intenciones de cambiar el tema, Jihyo no insistió— y mamá quiere que vayamos a la casa de Italia para rememorarla.
— ¡Diablos!—exclamó— ¡Lo había olvidado! Viajaré a Suiza la semana que viene para promocionar el partido, creo que no podré ir al viaje… —ocultó su cara entre sus manos, frustrada.
—Sabes que a mamá no le gusta cuando las cosas no salen como ella quiere.
—Gracias por la ayuda. —rodó los ojos con sarcasmo— Creo que si hablo con mi agente...
La voz de la chica perdió fuerza cuando su mirada se posó al frente, observando algo que estaba a espaldas del chico. Jungkook giró sobre su silla, percatándose de inmediato qué era lo que había logrado sorprender a su hermana.
Seokjin ingresó vistiendo un elegante traje Brione, los primeros botones de su camisa iban desabrochados dándole un aire casual, llevaba lentes de montura delgada que utilizaba solo para leer y su sedoso cabello castaño iba peinado hacia atrás, dejando al descubierto su frente. Se veía extremadamente atractivo.
— ¡Volviste!— exclamó con sorpresa la chica, saltando de su asiento para abrazar a su pareja con cariño.
—Sí, quería sorprenderte. —le sonrió radiante dejando inocentes caricias en la espalda de la chica, su vista se posó en su cuñado con curiosidad— No sabía que tenias compañía, hola Jungkook.
—Seokjin. —respondió tajante mirando hacia otro lado.
— ¿Cuando regresaste?— intervino Jihyo tratando de suavizar la tensión.
—Esta mañana.
— ¿Cómo te fue? ¿Estás cansado? Porque si es así podemos posponer la salida.
Seokjin rió con calma.
—Estoy bien, alcancé a dormir bastante durante el vuelo, además, quería salir contigo. —le guiño un ojo coqueto, Jungkook rodó los ojos concentrándose en su taza de café.
—Si hubiera sabido que vendrías no hubiera quedado con Jungkook, no nos veíamos desde hace una semana, quizás...
—No te preocupes, noona, de todos modos dejé la oficina sin decir nada, tengo que volver. —interrumpió Jungkook tratando de disimular la molestia en su voz, Jihyo lo miró con tristeza.
— ¡Te prometo que te lo recompensare!— aseguró apenada, Jungkook le sonrió comprensivo.
—No es necesario, ve a arreglarte y disfruta, niña tonta.— se burló con cariño dejándole saber que todo estaba bien.
Jihyo soltó un "te adoro" antes de correr dentro del apartamento para arreglarse. La desagradable tensión empezó a molestar en el ambiente al quedar ambos chicos solos, Jungkook ignoraba la mirada fija de Seokjin en él, prefiriendo observar su café como si este fuera capaz de cambiar de color.
De pronto y sin previo aviso, su silla fue girada con brusquedad quedando frente a Seokjin, iba a reclamarle por haberlo asustado pero los gruesos labios del mayor lo callaron, consumiéndolo en un apasionado beso que se apresuró en cortar.
— ¿Estás loco? Jihyo podría volver.
—Anoche te fuiste antes…. —reclamó Seokjin en un susurro, ignorando su queja y apoyó sus brazos en la silla acorralándolo.
—Lo siento, tenía trabajo que hacer.— explicó jugando con los botones desabrochados de la camisa del mayor— ¿Sabías que estaba acá?
—No, fue una grata sorpresa.
— ¿Por qué le mentiste a mi hermana sobre tu llegada?— cuestionó frunciendo el ceño.
— ¿Eso es lo que te preocupa?— se burló Seokjin acariciando su barbilla— Sabia que querría que nos viéramos y quería verte antes a ti.
El estómago de Jungkook se apretó.
—Eso fue arriesgado.
—Cariño, no decías eso anoche… —murmuró Seokjin acercándose nuevamente para besarlo.
— ¡Silencio!— chilló Jungkook en pánico, alejándose y mirando paranoico hacia la puerta. Soltó un pequeño suspiro de alivio al comprobar que su hermana no estaba cerca.
—Lo siento, seré más cuidadoso, —tranquilizó Seokjin, acercándose nuevamente de una forma más prudente— pero tú también deberías serlo. —acomodó el cuello de su traje para ocultar la comprometedora marca violeta.
Jungkook sonrió convencido permitiéndose el dulce pecado de besar nuevamente los labios del novio de su hermana.
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Cuando Jihyo presentó a Seokjin a su familia hacia tres años atrás, Jungkook empezó a confirmar que había algo malo dentro de él.
En su adolescencia nunca fue dado a relacionarse románticamente, justificaba su sentir con que no estaba interesado en distracciones cuando habían mejores cosas en las que ocuparse. Para su mala suerte, las chicas solían estar muy interesadas en él, por dinero o no siempre fue popular, y a su vez bastante frío con ellas, hasta que a sus plenos diecisiete años conoció al impecable Kim Namjoon, hijo de uno de los socios de su padre, entonces su perspectiva del romance empezó a torcerse horrorizándolo por las posibilidades.
Escondió, enterró y quemó esos deseos indecorosos que nunca, jamás serían aprobados por sus padres. Se obligó a conseguir una novia, con quien no duró demasiado, al igual que con la siguiente y todas las demás, simplemente no funcionaba, y la razón del porqué recorrió su mente más a menudo, negándose a aceptarla definitivamente, resguardándose en el clóset por miedo a arruinar todo lo que su familia había construido.
Pero eso no fue mejor, porque cuando Kim Seokjin lo miró de esa manera prohibida no pensó ni un segundo en las consecuencias.
Seokjin era dueño de un club privado en el que solo las personas más prestigiosas del país podían entrar, el cual su hermana frecuentaba para sus competencias de tenis. Tenía entendido que se conocieron en un partido, no quiso saber los detalles pero según Jihyo fue "amor a primera vista" solo que ella no sabía que Seokjin estaba pasando por una situación parecida a la suya y estaba buscando una novia en la que refugiarse.
Ninguno de los dos sabía con exactitud en qué momento sus sentimientos empezaron a intensificarse pero cuando se dieron cuenta de ello ya era demasiado tarde, el juego había empezado y no había marcha atrás. La tentación y lo prohibido los llevaron a un trato absurdo en que Jungkook fingía odiarlo mientras Seokjin montaba la imagen del novio perfecto, una obra de teatro traicionera que tapaba los deseos secretos de ambos.
A veces la carga de estar engañando a su familia, en especial a su hermana, le caía encima desequilibrando su vida y reconsiderando sus decisiones, pero solo bastaba un encuentro con Seokjin para poder volver a vendar sus ojos de la lamentable realidad. Estaba jodido.
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El viaje a Italia era el respiro perfecto que su mente necesitaba para escapar del caos en Corea, en especial el caos de su vida personal. Dos semanas alejado del trabajo, Seokjin y su hermana, era lo que le hacía falta para poner los bloques en orden antes de que volvieran a caer. Quizás, la soledad le ayudaría un poco a no sentirse tan culpable por lo que le estaba haciendo a su hermana.
— ¡Hijo! Finalmente llegaste. —su padre le dio la bienvenida, abriendo la gigantesca puerta de madera tallada de la antigua casa de su abuela— Debiste venir con nosotros en el jet, así llegábamos todos juntos.
—Creí que Jihyo vendría contigo. —comentó su madre, apareciendo en la entrada y ayudándolo a meter su maleta.
—El vuelo fue muy agradable, gracias por preguntar. —suspiró agotado— ¿Jihyo no les dijo que no podría venir? Creí que les había dicho lo de Suiza.
—No, no fue así. —negó su madre en desaprobación.
—Qué pena. —habló su padre más comprensivo— Me hacía ilusión estar todos juntos en casa de la abuela.
—Kook, mejor ve a cambiarte, están preparando el campo de golf para nosotros. Hablaré con Jihyo más tarde.
Su madre no se veía muy contenta por lo que no quiso replicar a pesar del cansancio por el largo viaje. No había dado ni dos pasos dentro de la casa cuando un auto desconocido se estacionó en la entrada llamando la atención de los tres, de este se bajó muy contenta Jihyo y del lado del conductor la acompañaba Seokjin.
El estómago de Jungkook se revolvió ante la sorpresa. Sus padres corrieron a saludar a su hija y su pareja más que felices, pero Jungkook no se movió, sentía como la ansiedad hacía estragos en su pecho mientras observaba como Seokjin lo miraba con una sonrisa cómplice a la vez que su mano sostenía la de su hermana.
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Golpeó lo más fuerte que pudo, pero para su desgracia falló el tiro golpeando la tierra y arrancando un pedazo de esta, la pequeña bolita blanca perfectamente colocada en su lugar parecía burlarse de él.
—Excelente, Jungkook, ahora nos enseñaste qué no hacer. —aplaudió su madre sarcásticamente.
Jungkook afianzó su agarre al palo de golf y retrocedió enojado cediéndole su lugar a su madre quien caminó con firmeza y golpeó perfectamente la bola blanca. Su familia le aplaudió con orgullo, la mujer sonrió victoriosa inflando su pecho.
—Así es como se hace, querido. — presumió observando engreída a Jungkook, quien rodó los ojos molesto.
Molesto por estar perdiendo, molesto por estar atrapado en un juego donde no quería estar y molesto porque Seokjin envolvía su brazo alrededor de la cintura de su hermana. Se sentía como un ridículo adolescente inmaduro.
—No te preocupes, Kook, —intervino Seokjin con amabilidad, pasando al frente y colocando otra bola en el soporte— te voy a enseñar como meterla. — la mente de Jungkook voló haciendo que un escalofrío erizara su piel, enseguida el mayor golpeó la bola casi con la misma precisión que su madre.
La celebración de su familia lo ayudó a que no tomaran en cuenta el nerviosismo repentino que lo sacudía. Quería matar a Seokjin, sabía que lo había dicho con la intención de que el doble sentido pasara desapercibido para todos menos para él.
Unos minutos después se dividieron en dos carritos de golf en busca del siguiente hoyo, Jungkook iba junto a sus padres mientras que Jihyo iba con Seokjin. No dejaba de pensar que mientras él se aferraba a los bolsos para que no cayeran del carrito, Seokjin se aferraba al cuerpo de su hermana. Su expresión amarga no pasó desapercibida por sus padres.
—Deberías comportarte como adulto y no como un niño berrinchudo, no te criamos así. —reprendió su madre sin girar a mirarlo.
—Querrás decir que las nanas no me criaron así. —espetó de mala gana.
— ¡Jeon Jungkook! ¡Ya basta! Estás agotando mi paciencia y soy muy capaz de mandarte de regreso en el jet.
Antes de que pudiera responder y desatar la ira de su madre, su padre intervino.
—Hijo, por favor, se nota que Seokjin está intentando caerte bien, pon de tu parte, ¿sí? —intentó razonar con calma— Hazlo por Jihyo.
Si tan solo supieran que su malestar se debía a algo mucho más complejo que solo unos celos de hermano.
—Deberías dejar tu odio gratuito, Jungkook. —volvió a hablar la mujer con un tono venenoso— Se un buen hermano y alégrate porque tu hermana es feliz.
— ¿En serio? —inquirió Jungkook, incrédulo— No puedo creer que toda conversación se convierta en un sermón, creí que veníamos a relajarnos.
—Pero tú...
—Ya, querida por favor. —interrumpió su padre entrelazando su mano con la de su esposa con intención de calmarla— No estoy de acuerdo pero entiendo el sentimiento, somos hombres, somos protectores por naturaleza.
—Neandertales querrás decir. —refunfuño.
Su padre se rió con sarcasmo marcándole fin a la discusión, ninguno de los tres volvió a tocar el tema por la paz. Jungkook esa tarde dejó el campo de golf y volvió a la casa a encerrarse en su habitación temporal, un escape inmaduro para el cobarde que era.
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A veces sentía que el silencio era mucho más molesto que cualquier escándalo, un pitido inquietante que solo estaba en su mente atormentándola sin darle descanso. La noche pintó el cielo más rápido de lo que esperaba, y con esta la llegada de su familia se hizo notar en la casa. No salió a acompañarlos a cenar prefiriendo gastar su tiempo en su laptop respondiendo correos del trabajo.
Podía escuchar la risa de su hermana desde su habitación, sabía que ella se sentía genuinamente feliz a diferencia de él. En esos momentos de soledad era cuando su mente lo atormentaba, cayendo en cuenta de un detalle en especial. Seokjin compartiría cuarto con su hermana. Era consciente que Seokjin y Jihyo tenían una relación desde hace mucho antes que él se entrometiera, sabía que Seokjin solía tener más que simples besos con su hermana, que las noches que no pasaba con él estaba con ella, pero una cosa era saberlo e ignorarlo a tener que estar presenciándolo, la realidad era más dolorosa que una simple idea. Se sentía como una peste, una peste que debía ser eliminada lo antes posible.
Unos suaves toques en la puerta lo devolvieron a la realidad , miró la hora en la pantalla confundido, notando que eran las dos de la mañana.
Sin esperar permiso, Seokjin entró a la habitación.
— ¿Qué haces aquí? —interrogó Jungkook de mala gana.
— ¿Qué sucede contigo? — cuestionó disgustado.
—Nada.
—Te fuiste antes del campo de golf sin decir nada y desapareciste todo el día.
— ¿No deberías estar con Jihyo?
— ¿Es por eso?— Seokjin sonrió de forma divertida, el menor escuchó como sin disimulo le puso seguro a la puerta. Empezó a acercarse, Jungkook sentía como con cada paso que daba la habitación se sentía más pequeña— ¿Estás celoso?
Jungkook inhaló con fuerza, acariciando el interior de su mejilla con la lengua. ¿Estaba celoso? Diablos, por supuesto que lo estaba, sin embargo, no se lo diría.
—Ya quisieras… —murmuró con sarcasmo, volviendo la mirada a la pantalla de su computadora.
Seokjin esbozó una sonrisa de lado y se acercó a Jungkook por la espalda. Sus cálidas manos se posaron sobre los hombros tensos del menor, sintiendo como todo su cuerpo se ponía rígido bajo su toque. Comenzó a crear pequeños masajes, escuchando cómo la respiración de Jungkook iba acelerándose con cada segundo que pasaba.
—No estés celoso, cariño. Sabes que sólo te quiero a ti.
Esta vez, la risa burlona brotó de los labios del menor antes de que él pudiera darse cuenta. Se colocó de pie, alejándose lo más posible de Seokjin. Cada vez que estaba cerca de él, se dejaba llevar por todo lo que sentía, y es que su cuñado tenía un poder sobre él que llegaba a asustarlo.
—No deberías estar aquí... —comentó. Los ojos de Seokjin brillaban con deseo, devorándolo con la simple mirada— Jihyo puede darse cuenta que no estás en la habitación.
El mayor se encogió de hombros.
—Puedo decirle que salí a caminar un rato.
—Es increíble cómo le mientes a mi hermana.
—No puedes culparme, tú empezaste con todo esto. —le recordó con un pequeño toque de malicia en la voz. Seokjin sabía con certeza que lo que ambos hacían estaba mal y no había manera en el mundo de justificarla, no obstante, no podía detenerse. No quería.
Jungkook no respondió encontrándose acorralado. Los ojos de Seokjin se mantuvieron clavados en su anatomía y lo recorrían de una manera tan intensa que Jungkook sintió que cada centímetro de su piel ardía, el acercamiento fue tan lento que comenzaba a desquiciarlo, finalmente dejándose llevar cuando Seokjin presionó los labios contra los suyos sin delicadeza alguna en un beso apasionado y salivoso.
No dejó de succionar los labios ajenos, mordisquearlos y lamerlos. Sus lenguas fueron invitadas para que juntas se unieran en el encuentro, uno íntimo y agresivo, pero ellas solo se rozaron porque ambos estaban más ocupados en devorarse la boca. Las manos de Jungkook caminaron hasta el cabello sedoso y castaño de su amante, jalándolo un poco y pudiendo tener el control de aquel momento.
—A tu hermana no le hago las mismas cosas que a ti.— susurró entre sus labios haciéndolo estremecer.
Las manos inquietas de Seokjin picaban por sentir la piel tonificado del pelinegro, palpar los músculos, besarlos y tenerlos bajo su cuerpo o encima. Sin perder tiempo, sus manos sostuvieron unos instantes la cabeza de Jungkook y este dejó de besarle un par de segundos para pasar a su cuello, delineando los lunares escondidos y puntos débiles que conocía con exactitud del mayor.
Los jadeos se intensificaron. Con agresividad coló sus manos en las caderas de Jungkook por debajo de su camiseta, sus dedos apretaron la caliente piel, disfrutando los temblores que ocasionaba con un simple beso. Jungkook gimió bruscamente al sentirse sobrepasado, sabía del efecto que tenía su cuerpo solo con que Seokjin lo mirara, sin excepción. Pero cuando pensó que finalmente Seokjin desabrocharía su pantalón, lo que sintió fue que este se alejó mirando fijamente la pantalla de su laptop.
— ¿Quién es Park Jimin?
— ¿Qué?— preguntó confundido intentando controlar su respiración. Sentía cómo su cabeza daba vueltas por culpa de la excitación.
Seokjin lo miró con el ceño fruncido, su rostro estaba rojo y sus labios hinchados y brillantes, como Jungkook no respondió su pregunta, continuo leyendo en voz alta.
—"Disculpa que haya cancelado la cita del otro día pero me surgió algo importante, espero que cuando regreses puedas llamarme."
Jungkook lo miró incrédulo, limpió los rastros de saliva con su manga e intentó acomodar su ropa.
—Por Dios, Seokjin, estábamos hablando de trabajo.
— ¿Entonces por qué diablos te está hablando tan informal?— exigió saber, cerrando la laptop con brusquedad.
— ¿Por qué te tengo que dar explicaciones? Eres el menos indicado para exigirlas.
—Es diferente.
— ¿De verdad? —rió escéptico— ¿Por qué es diferente?
Seokjin abrió la boca para responder pero nada salió de sus labios.
—Será mejor que me vaya…
—Vete, disfruta la noche con mi hermana. —bufó irritado dándole la espalda fingiendo indiferencia.
Escuchó como lentamente la puerta se cerraba, obligándose a no voltear porque sabía que flaquearía y le pediría que arreglaran las cosas. Jungkook no se consideraba alguien celoso, sin embargo, los celos recorrían su cuerpo haciéndolo sentir físicamente enfermo porque una parte de él deseaba que todo fuera diferente. Él quería tomar el lugar de su hermana y obtener lindas sonrisas de Seokjin a cambio sin consecuencias de por medio, no ser un simple y patético espectador de la vida que él tanto deseaba.
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Jungkook se esforzó por mejorar su humor para no crear más problemas de los que ya había. Después de aquel encuentro con Seokjin un par de noches atrás, no se volvió a repetir, se mantuvieron alejados por orgullo y precaución. El pelinegro sentía que era mejor así, pero a la vez se sentía inquieto.
Ese día era el aniversario de la muerte de su abuela, la principal razón por la que estaban allí, el plan era desayunar en familia y salir todos temprano en la mañana para ir al cementerio a visitarla, pero parecía que la vida no les estaba poniendo las cosas fáciles.
—El guardia me dijo que las calles están trancadas. —comunicó su padre, regresando al comedor.
— ¿Trancadas? ¿Por qué? —cuestionó la mujer mayor dejando su taza de té a un lado.
—Hay una marcha por el día del orgullo. —explicó su padre haciendo una mueca, Jungkook quien estaba sentado junto a él se tensó— Ya sabes cómo son los europeos, liberales.
— ¿El día del orgullo?— preguntó nuevamente la mujer sin entender.
Jungkook miró a Seokjin de reojo, el castaño mantenía su cabeza gacha fingiendo no escuchar la conversación.
—El día en que las personas con diferentes orientaciones sexuales celebran su identidad. — explicó Jihyo encogiéndose de hombros.
Su madre bufó y su padre negó decepcionado.
— ¿Por qué celebrarían algo así? En mis tiempos no era de esa manera, la vida está como está por cosas como estas. —opinó el hombre continuando su desayuno como si nada.
Quería huir. Se sentía humillado y repugnante, no tenía ni siquiera el valor para defenderse. Como siempre calló y lo dejó pasar, mientras permitía que su mente lo castigara.
—Pero podemos rememorar a la abuela de otra manera… —opinó Jihyo desviando el tema—. No se preocupen, podemos pasar el día juntos, ¿no les parece? Estoy segura que eso le habría gustado a la abuela.
—Es una buena idea, cielo. —apoyó su padre— Podemos enseñarle el terreno a Seokjin, después de todo, él ya es parte de la familia, ¿cierto?
—Es un honor que me considere como tal, señor. —agradeció Seokjin con su sonrisa más encantadora, jugando su papel de príncipe a la perfección.
Los ojos de Jihyo brillaban de admiración al verlo, unió sus manos sobre la mesa tan feliz y enamorada que a Jungkook se le revolvió el estómago por el malestar. No sabía cuánto tiempo podía soportarlo, y mucho menos como haría para pasar el día junto a ambos.
Sus padres se encargaron de ser los protagonistas del día, llevando a los tres por toda la enorme casa y narrando las diversas historias tras cada trofeo exhibido en sus paredes, tal como hacían cuando Jihyo y Jungkook eran niños. Recuerdos, tradiciones, antepasados, toda una charla aburrida que acompañaban con una copa de costoso vino italiano.
Al llegar la noche, el alcohol ingerido les había pasado la cuenta, haciendo que sus padres perdieran toda elegancia que los caracterizaba. Estaban todos sentados en el comedor, con múltiples botellas vacías y álbumes llenos de recuerdos a su alrededor sin dejar de parlotear sobre estos. Seokjin les seguía la charla animadamente, de vez en cuando hablando sobre él y su familia cuando se le preguntaba, nadie más que Jungkook lo notó, pero estaba muy incómodo. Hasta ese punto Jungkook había sido el único que no había bebido exageradamente, demasiado ocupado observando en como Jihyo enrollaba su brazo con el de Seokjin y cuando creía que nadie los veía su mano hacia un recorrido de toques subidos de tono. Descubrió que el alcohol hacía a su hermana más empalagosa, y a Seokjin más peligroso.
—Jungkook, mira, la abuela guardaba una foto de ti con tu primera novia. —anunció su madre mostrando la foto encantada, la atención de la mesa se dirigió hacia él.
— ¡Que adorable!— exclamó Jihyo jaloneando el brazo de Seokjin— Te veías tan feliz con ella, es una lástima que haya durado tan poco.
—Jungkook ahora es todo un soltero muy centrado en su trabajo pero aunque sea difícil de creer en su adolescencia era un mujeriego, temía que algún día me saliera con la sorpresa de que sería abuelo. —rió escandalosamente su padre contando el recuerdo con mucho cariño.
—Papá, creo que ya has bebido suficiente.— habló avergonzado, quitándole la copa a su padre.
Sintió como debajo de la mesa la pierna de Seokjin acarició la suya. Ni siquiera se atrevía a mirarlo a la cara por la vergüenza.
— ¡Que dices! Estoy perfectamente. —dijo su padre arrebatando la copa de las manos de su hijo— Es más, en el almacén de la casa hay una reserva de vinos que tu abuela solía coleccionar, tiene los vinos más caros que te puedas imaginar y los más exquisitos, pero es un poco lejos.
Seokjin subió un poco más su pierna, rozando lugares peligrosos. En un arrebato Jungkook se levantó de golpe.
—Yo voy a ir. — habló bruscamente, su familia lo miraron extrañados, Jungkook hizo sonar su garganta— Necesito tomar un poco de aire, del trabajo no me han dejado de enviar correos y estoy un poco agobiado, ir hasta allá podría serme de ayuda. —mintió.
Caminó hacia la salida sin esperar respuesta, ansiando finalmente salir de esa tortura.
—Jinie deberías acompañar a Jungkook, es el momento perfecto para que pasen un poco más de tiempo juntos.— ánimo Jihyo y en un susurro poco disimulado agregó—: Para que se lleven mejor.
—Tienes razón, preciosa, es mejor si Jungkook no va solo. —concordó Seokjin con aquella sonrisa radiante que en ese momento solo le pareció un martirio.
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La reserva de vino estaba apenas iluminada con una tenue luz, con un elegante candelabro colgado en el techo y pequeños focos en las paredes de ladrillo negro. Las estanterías estaban repletas de vinos para escoger, entre añejos y recién enfrascados, se notaba que su abuela había dedicado su vida a su colección, siendo ese lugar incluso más moderno que la propia casa.
—Kook... —llamó Seokjin por quinta vez, pero tal como las veces anteriores no recibió respuesta—. ¿Seguirás ignorándome?
El menor nuevamente no respondió, fingía leer los nombres de las botellas como si estuviera pensando cuál sería la mejor para elegir. Seokjin se cansó de intentarlo por las buenas entonces decidió hacerlo por las malas. Acorraló a Jungkook contra los estantes de vino provocando que algunas botellas cayeran al suelo por la fuerza ejercida.
— ¿Qué diablos te pasa, imbécil? —escupió el menor, enojado al ver las botellas rotas en el suelo.
— ¡A la mierda el vino, contéstame!
—No tengo nada que decir.
— ¿En serio? —los labios de Seokjin se curvaron en una sonrisa cargada de problemas. Aquella sonrisa que hacía que las piernas de Jungkook temblaran— Porque llevas ignorándome varios días y parece que tuvieras muchas cosas que decir. ¿Por qué no me dices qué ronda por esa linda cabeza tuya?
Jungkook soltó un suspiro. El corazón le latía de prisa y la respiración de Seokjin levemente alcoholizado chocaba contra su boca. Estaban tan cerca que podría fácilmente estirar un poco el cuello y besarlo. Dios, extrañaba tanto sus besos.
No obstante, luchó por ser fuerte.
—Jin, por favor, no hagamos las cosas más difíciles, toma una botella y vámonos de aquí.
Por un momento, pensó que Seokjin no lo soltaría. La determinación se reflejaba en sus ojos marrones, brillantes y profundos. Aquellos ojos que Jungkook no se cansaría de observar.
En contra de su voluntad, Seokjin liberó su agarre y soltó un suspiro, cansado.
—Escucha, lamento mucho lo de la otra noche. No tendría que haber actuado de esa manera.
El menor tomó una respiración entrecortada y profunda, asintiendo.
—Está bien. Pero debes saber que sólo hablábamos de trabajo. Park Jimin y yo hemos sido amigos desde la universidad, por eso nos hablamos con tanta confianza.
El rostro de Seokjin fue un poema ya que se sintió como un verdadero imbécil. En ningún momento se detuvo a pensar en que posiblemente ese desconocido podía ser un simple amigo.
—Yo también lo siento —agregó Jungkook. El mayor lo miró con el ceño fruncido—. Por haber dicho lo que dije. Sabía en lo que me metía antes de que empezáramos todo esto así que... lo siento.
Una suave carcajada brotó de los labios de Jin.
—No te preocupes, me lo merecía. Me comporté como un idiota.
El silencio los inundó en ese instante, ambos se miraron a los ojos diciéndose todo aquello que deseaban pero que por miedo no lo hacían. Sus corazones se unieron en un palpitar sincronizado e intenso al igual que el de dos amantes cuyo amor estaba sentenciado a no florecer nunca.
Jungkook no pudo ignorarlo más, la honestidad y los sentimientos estaban a flote entendiendo que aquello que comenzó como una simple atracción fue convirtiéndose en una gran bola de nieve que terminó estrellándose de frente en su rostro al caer en cuenta que realmente se había enamorado del novio de su hermana.
—Entonces... ¿estamos bien? —murmuró el mayor, una sonrisa nerviosa curvando sus labios. Jungkook asintió— Genial, porque de verdad ya estaba cansado de...
Fue interrumpido abruptamente por los labios de Jungkook quien lo besó con fervor. Acorraló su cuerpo en el estante, las botellas de vino produjeron un ruido molesto pero no lo suficiente para que se separaran. Jungkook rodeó el cuello de Seokjin y este lo abrazó por el torso, uniendo más sus cuerpos, ambos soltaron un gemido ahogado, callando aquellos pensamientos que les decían que debían regresar.
Porque ninguno de los dos quería enfrentar aquella realidad.
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Su breve estadía en Italia estaba llegando a su fin. Eventualmente los días fueron mejorando, juntos tomaron la costumbre de escapar por las noches cuando todos dormían para ir un poco más lejos del terreno que pertenecía a su familia hasta un viñedo perfecto para ocultar su secreto, y la última noche en el lugar no fue diferente. Se levantó a las dos de la mañana espabilándose de inmediato ante la anticipación de ver a su amante, siguió el camino que se había aprendido de memoria hasta finalmente encontrar a Seokjin, pero para su sorpresa, esta vez su pequeño escondite estaba adornado con pequeñas lucecitas artificiales que el mayor había colocado estratégicamente para hacer el ambiente más romántico.
Jungkook no pudo ocultar su sonrisa.
— ¿Y esto?
—Quería que nuestra última noche aquí fuera más memorable, ¿exagere un poco?
El pelinegro negó, acercándose poco a poco hasta dejar un suave beso en los labios contrarios.
—Es perfecto…
—Me alegra saberlo. —carraspeo, tomó las manos de Jungkook y las colocó en sus hombros invitándolo a abrazarlo. El menor notó que estaba algo nervioso pero no hizo comentarios al respecto— Quería hablar contigo sobre algo.
— ¿Qué sucede?
La extraña mirada que Seokjin le dio lo empezó a preocupar, temiendo lo que estuviera pronto a salir de sus labios.
—Lo he pensado demasiado y... Quiero terminar con Jihyo.
Se tomó un par de segundos para asimilar sus palabras. Debería sentirse feliz, debería sentirse aliviado, pero fue todo lo contrario.
Se alejó dos pasos del castaño y lo miró asustado.
—No puedes hacer eso… —declaró.
La expresión de Seokjin se volvió una mezcla difusa entre sorpresa y confusión.
— ¿Qué? —preguntó confundido soltando una corta risa nerviosa— ¿A qué te refieres? Kook, estoy cansado de todo este teatro, solo quiero estar libremente contigo sin tener remordimiento, quiero...
— ¡No! —exclamó Jungkook abrumado— Escúchame, no puedes hacer eso.
— ¿Pero por qué? —cuestionó frunciendo su ceño intentando buscar una razón lógica para la negativa.
—Eso arruinaría todo. —intentó explicar pero sin poder encontrar las palabras correctas para decirlo. Se sentía aterrado— Mis padres van a odiarme, Jihyo va a odiarme, todo se destruiría.
— ¿Estás escuchando la mierda que dices? —refutó no pudiendo controlar más su lengua— Quieres que este con tu hermana para complementar la fachada de tu familia perfecta pero solo pones a tu miedo antes que tu felicidad, tú realmente tampoco quieres que yo esté con ella, no quieres compartir las sonrisas, los besos ni la cama, te haces daño pero eres demasiado cobarde para admitir frente a todos lo que siempre has sentido.
— ¿Crees que soy feliz engañando a mi hermana? —vociferó— ¿Viendo como las mismas caricias que me haces a mi también se las haces a ella? Si mis padres se enteran...
—Jungkook, estoy enamorado de ti. —confesó haciendo que la mente del pelinegro quedara en blanco— Yo también estoy asustado, también tengo padres estrictos que me quitarían todo y borrarían de sus vidas solo por saber que soy gay. —la palabra erizó los vellos de su piel— Y no solo eso, quiero estar contigo, quiero casarme contigo.
Con sus manos temblorosas sacó de su bolsillo un delicado anillo dorado que tenía guardado más tiempo de lo que quería admitir, tenía la esperanza de convencerlo, que así por fin luchara por ellos, pero Jungkook se quedó sin habla.
Estaba temblando, el nudo en su pecho rasguñaba su garganta y las inmensas ganas de llorar le hacían doler la cabeza. Estaba confundido, quería decir que si y arriesgarse, pero lamentablemente su cobardía era más grande que su amor.
—Jin, somos imposibles, no podemos...
—Somos imposibles nada más en tu cabeza. —escupió dolido ocultando el precioso anillo entre su mano al ser tristemente rechazado— Las cosas fueron demasiado lejos, Jungkook, yo solo sigo con ella porque tú me lo pediste.
—Ella te ama… —justificó tontamente.
— ¿Y tú? ¿Me amas?
No respondió, porque sabía que la respuesta afirmativa solo sería más dolorosa para ambos. Seokjin no retuvo más sus lágrimas, asintiendo al haber comprendido que no tenía caso y yéndose del lugar sin mirar atrás.
Jungkook quedó solo entre las luces, la noche y la ansiedad, sabía que todo había acabado, y era por su culpa.
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El regreso a la movida rutina en Corea lo ayudó a distraer su mente del recuerdo de esa noche. Había suprimido sus sentimientos refugiándose tras el trabajo quedándose lo más tarde posible en la oficina incluso llegando a saltarse su comida. Pero cuando llegaba muy tarde a casa, con su cuerpo exhausto y ganas de dormir toda una vida, no lograba poder descansar, porque el recuerdo de Seokjin y los sentimientos destructivos que tenía en su pecho lo aplastaban y no había forma de escapar de ellos.
No habían vuelto a hablar, y pensaba que lo correcto había sido eso, que por fin podría estar tranquilo y ya no tendría que sentirse culpable al verle la cara a su hermana, pero ese pensamiento no llegaba a su corazón, quien no se callaba al gritar que le faltaba algo, que se había equivocado y lo había arruinado, que él si lo amaba y debía luchar por él. Entonces en esos momentos su mente y su corazón tenían una batalla por quien tenía la razón, dejándolo sin descanso.
Casi dos meses después, su madre lo invitó a almorzar regañándolo por su desapego hacia su familia y aunque no quería ir, Jihyo lo persuadió por mensajes para que aceptara, decía que tenía muchas ganas de verlo y contarle algo importante, al principio no le tomo importancia a la noticia que tenía tan entusiasmada a su hermana, hasta que en pleno almuerzo familiar, lo dijo:
—Seokjin me propuso matrimonio. —anunció sorprendiendo a todos, mucho más a él que la noticia robó su apetito— Me asusté cuando dijo que quería hablar conmigo, no hablamos mucho las últimas semanas y realmente creí que terminaría conmigo. — rió entusiasmada observando con orgullo el brillante anillo dorado que aceleró el corazón del pelinegro— El anillo me queda un poco grande, me dijo que tomaron la medida mal, pero que prometió que lo mandaría a ajustar, pero es tan perfecto que no puedo dejar de usarlo…—contó su hermana con ilusión.
Su madre chilló emocionada, su padre se levantó a abrazarla mientras él quedaba nuevamente a la deriva sintiendo como su mundo se le caía a pedazos.
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Los preparativos para la boda no tardaron en apresurarse, siendo el principal tema de que hablar para su familia, incluso las noticias en internet comentaban su emoción ante la maravillosa unión entre la pareja. No había escapatoria.
Jungkook se sentía enojado e hipócritamente traicionado, no quería saber absolutamente nada referente al tema, aun así, tuvo que asistir al compromiso porque sabía que daría mucho de qué hablar su ausencia.
Jihyo lo mandó a llamar cuando estaba en la habitación del lugar, preparándose. Jungkook agradeció que fuera así porque no estaba preparado para encontrarse con Seokjin. Al entrar, la chica le pidió a los ayudantes que salieran de la habitación para que ambos pudieran estar solos y le sonrió feliz, luciendo tan hermosa y elegante con su vestido blanco dando la sensación de pertenecer a la realeza. Habría estado muy feliz por ella si las circunstancias no fueran esas.
— ¿Crees que con este vestido pueda llegar a estar en la portada de alguna revista? —bromeó Jihyo, Jungkook dejó escapar una leve sonrisa.
—Seguro que si. —afirmó ganándose una sonrisa de satisfacción.
—Me alegra que hayas venido, sé que no estabas muy feliz con respecto al compromiso. —Jihyo se paseó por el cuarto hasta llegar frente a él mirándolo con preocupación— Ahora que Seokjin será de la familia oficialmente tienen que llevarse bien, sé que es difícil para ti y estoy agradecida que no te negaras al compromiso, siempre me has apoyado en todo. —Jungkook no respondió, sentía como su garganta se apretaba como si quisiera acabar con él, lo que no pudo retener fueron las crecientes lágrimas que no dejaban de salir soltando todo lo que había aguantado desde aquella noche en el viñedo y mucho más— Oh, Kookie… —Jihyo lo abrazó conmovida y Jungkook se aferró a ella dolorosamente— No te preocupes por mí, te prometo que seré feliz.
Su corazón quemaba desgarrándolo por esas simples palabras pero cargadas de inocencia y sinceridad. Lloraba dejando salir todo, sin poder alcanzar a decir lo que realmente sentía y pensaba, mentalmente le pedía perdón sin parar a su hermana por todo, se sentía repugnante, si tan solo ella supiera la magnitud del significado verdadero de sus lagrimas no sería capaz de volverlo a ver jamás.
Cuando Jihyo caminó al altar, cuando Seokjin la recibió con una sonrisa, cuando la ceremonia dio inicio, no sabía que sentir, estaba nublado, se sentía en una pesadilla.
¿Quería que continuara? ¿Quería que terminara? No lo sabía. Veía los labios del sacerdote moverse pero él no escuchaba nada, hasta que...
—Quien tenga algo que decir para que esta unión no se complemente que hable ahora o calle para siempre.
El pitido del silencio martillo su cabeza. Las piernas le temblaron ante la idea de levantarse, era su oportunidad, quería gritar con todas sus fuerzas que él se oponía.
Pero no lo hizo.
—Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. — proclamó el hombre.
Calló y observo en cámara lenta como el amor de su vida se iba con su hermana para siempre, como los anillos eran puestos en sus dedos, como los aplausos y alegría se esparcía y como al besar a su hermana, Seokjin lo miraba a él.
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