Séduisante
Por primera vez en años, vuelve a sentir vértigo. No, mareos no; no hablo de ese vértigo. Hablo del otro, del que se te agarra a la boca del estómago y hace que te tiemblen las rodillas. Ayer la vi a la salida del cine. Le brillaban los ojos y no paraba de sonreír. Lo hacía casi compulsivamente, como una adolescente. Entonces lo supe.No siente culpa. Eso es lo que la sorprende. Ninguna culpa. Una vez por semana, a veces dos, va a la ciudad, al departamento de ese hombre, se desviste, le hace el amor, vuelve a vestirse, sale del departamento y conduce hasta la escuela para recoger a su hija y a la hija de una vecina. Ahí en el auto, camino a casa, escucha lo que le cuentan de la escuela. Después, mientras las dos nenas comen galletitas y miran televisión, se da una ducha, se lava el pelo, se refresca, se renueva. Sin culpa. Tarareando bajito.¿Qué clase de mujer soy?, se pregunta alzando la cara para recibir la lluvia de agua caliente, sintiendo el suave golpeteo de las gotitas sobre los párpados, sobre los labios. ¿Qué clase de mujer seré, que todo esto se me hace tan fácil, la falta de lealtad, la infidelidad?Es fácil juzgar y dar lecciones desde el otro lado de la frontera; cuando uno no se ha visto en una situación similar o simplemente, no se han tenido opciones. Porque es muy fácil mantenerse fiel cuando se es feliz y nadie te pone por delante la oportunidad. Y no hablo de echar un polvo intrascendente...Ella no lo tiene fácil. A un lado el abismo, el vértigo, el miedo, el fuego, las dudas; la línea que ya no podrá descruzar. Al otro, lo seguro, lo cotidiano, lo conocido... pero también una cama fría y un desierto de certidumbres.No seré yo quien la juzgue. No seré yo.…