Cobalto
Todo empezó con el tal día de San Valentin o como se llame. Senku creó algo realmente delicioso llamado chocolate y Gen alentó a todos para que participaran en el evento del catorce de febrero, explicándoles a los aldeanos de que se trataba. Y al mes siguiente, para el catorce de marzo, les explicó acerca del Día Blanco.
En San Valentin, según las costumbres japonesas de la era moderna, eran las chicas las que regalaban chocolate a los chicos, y en el Día Blanco ellos debían retribuir ese regalo.
Resulta que Ruri le había regalado chocolate a Chrome en la fecha de San Valentin, y a él todos sus amigos le insistieron para que le diera un buen regalo en el Día Blanco. Y Chrome se esforzó.
Pidió ayuda a Yuzuriha, el mangaka y Kaseki, e hizo para Ruri un retrato de ella creado con las pinturas más hermosas que había conseguido gracias a los materiales que recolectó con las indicaciones de Senku.
Cuando Ruri vio el retrato, quedó tan conmovida que sus ojos se llenaron de lágrimas y abrazó cariñosamente a Chrome, ambos con los rostros rojos y sonrisas tímidas. Luego de apartarse un poco, Ruri besó suavemente la mejilla del ex hechicero, que frotó nerviosamente su cuello con una sonrisa avergonzada.
Con ese bello regalo, todas las chicas del reino científico se pusieron un poco celosas ya que la gran mayoría solo recibieron flores o ropa para Día Blanco.
A Taiju se le ocurrió que sería un bonito detalle hacer un retrato de Yuzuriha y, aunque estaba horriblemente hecho, la artesana valoró mucho el gesto y le dio un beso en la mejilla que casi lo desmaya de la vergüenza.
Después de ver a dos chicas recibir bonitos (o no tanto de parte de uno) retratos y a dos chicos recibir besos en la mejilla a cambio, toda la población juvenil del reino científico ardió en envidia y un aldeano se animó a hacer un retrato de Garnet al día siguiente, misma que estuvo tan complacida que también besó en la mejilla al aldeano, muy cerca de la boca.
Al ver aquel resultado, muchos chicos (desesperados) se esforzaron en hacer retratos de las chicas que les gustaban, con el objetivo de ganarse un beso aunque a varios no les funcionó, a varios otros sí.
Senku estaba feliz de proporcionarles materiales científicos para pintar a cambio de una buena cantidad de dragos, así que no se quejaba demasiado en que estuvieran tan obsesionados con esos regalos absurdos según él.
Y, para el próximo mes, todas las aldeanas habían obtenido por lo menos un retrato… excepto Kohaku.
¿Tal vez tuviera que ver con que le había roto la nariz a todo aquel que se acercara a su choza con un retrato para su hermana?
En su defensa, tenía a su cuñado deseado casi en la bolsa, ¡pero Chrome parecía simplemente incapaz de confesarle sus sentimientos a Ruri! Así que ella como buena futura cuñada espantaba a cualquier posible pretendiente. Aunque tal vez podría haber sido menos violenta al respecto…
Se dijo que no le importaba recibir un retrato, de todos modos no pensaba besar a nadie, aunque sea en la mejilla. Pero aún así… era un poco triste ser la única aldeana sin ningún pretendiente. ¿A caso nadie la consideraba bonita? ¿Iba a quedarse soltera para siempre?
Normalmente no pensaba en ese tipo de cosas, pero cuando todo el mundo estaba hablando de eso le era un poco difícil no deprimirse por su nula vida amorosa. Aunque sea en una pequeña medida.
—¡Oye, Kohaku! —La voz de Chrome la sacó de su ensimismamiento—. ¿Estás escuchando?
—Perdona, ¿qué?
—Dije que ya debemos volver a la aldea. Ya encontré suficientes piedras interesantes, segura que alguna de estas le sirve a Senku.
Después de decir eso, Chrome llamó a Kinro y los tres regresaron a la aldea cargando los nuevos materiales que habían extraído de la nueva mina.
Al llegar a su destino Kinro dejó la carga en el laboratorio y luego fue a buscar a Ginro, mientras que Kohaku decidió quedarse a ver a Senku y Chrome examinar las piedras, aunque no entendía nada de lo que decían ni le interesaba, realmente.
Pero… últimamente no había podido pasar mucho tiempo con Senku, ya que estaba tan ocupado trabajando en la construcción del barco. Así que solo quería escucharlo un poco…
—Una buena cantidad de cobre… ¡nada mal, Chrome! —Senku rió emocionado mientras observaba el material—. Y… ¡ah, cobalto! ¡Diez billones de puntos para ti, Chrome, y para el equipo de la fuerza también, claro! —Miró de reojo a Kohaku—. El cobalto tiene varios usos interesantes como aleaciones, superaleaciones, imanes y cintas magnéticas, también puede usarse como catalizador de petróleo y muchas otras cosas interesantes, pero con estos trozos en particular y nuestra tecnología actual lo más factible es usarlo como pigmento, ¡más aún aprovechando que el reino científico está obsesionado con esos absurdos retratos! ¡Y lo venderemos lo más caro posible! —Rió como un psicópata.
Kohaku hizo una mueca al escucharlo, no por su tono desquiciado (ya estaba acostumbrada a eso) sino porque le recordará lo de los retratos.
—Ja. ¿No crees que ya es tiempo de olvidarse de eso? Es estúpido…
Senku la miró con las cejas arqueadas, mientras que Chrome pareció confundido por un segundo, antes de sonreír burlonamente.
—Eres la primera aldeana que escuchó quejarse de eso. ¿No será por qué eres la única a la que no le han regalado uno? —Se rió con una mirada maliciosa, aunque ya intuyendo que se ganaría un golpe bien merecido por eso.
En lugar de golpearlo, Kohaku solo pareció profundamente ofendida. Apartó la mirada, antes de marcharse pisoteando.
Chrome se frotó la nuca, con una mirada culpable.
—Creo… que debí haber mantenido la boca cerrada…
Senku lo miró reprobatoriamente, negando con la cabeza.
—Habrías tenido bien merecido un golpe, imbécil. Como sea, necesito que vayas a buscar cuarzo y también potasio para hacer hidróxido de potasio para fundirlos junto con esto luego de que lo convierta en óxido de cobalto al tostarlo. —Tomó la piedra en su mano y la miró con una sonrisa—. No es un proceso complicado, luego solo resta lavarlo y molerlo para obtener lo que quiero… Así que luego de terminar con eso ve a ayudar a Ryusui en el barco ¿quieres?
Aunque un poco extrañado, Chrome asintió.
—Como digas…
Luego de que Chrome lo ayudará a preparar los materiales, se fue y Senku se quedó solo mirando al pigmento áspero y granuloso de un azul muy intenso. Después de verlo un tiempo, sus ojos se fijaron en otra piedra de cobalto de un azul un tanto más claro.
Hizo una mueca al ver la piedra, antes de dejarla en la mesa de su laboratorio y retirarse para buscar a Kaseki y continuar con su ciencia.
.
Al día siguiente, mientras Kohaku desayunaba junto a su hermana, Ginro de repente llegó corriendo con Kinro detrás gritándole que no se entrometiera en asuntos de los demás.
—¡Kohaku-chan! ¡Tienes que ir al área de entrenamiento! —exclamó Ginro con una cara de chismoso repugnante, solo para que Kinro le diera un buen coscorrón en la cabeza.
—¿Por qué lo dices? Dudó que quieras entrenar. —Ella alzó una ceja secamente.
Antes de que Ginro pudiera hablar otra vez, Kinro le cubrió la boca con su brazo al aplicarle una llave que también lo inmovilizó, haciéndolo retorcerse.
—Será mejor que vayas a verlo por ti misma —dijo el hermano mayor con un suspiro.
Más que muy curiosa, Kohaku compartió una mirada con Ruri y ambas se pusieron de pie para ir al área de entrenamiento, con Kinro todavía callando a Ginro con una llave siguiéndolo.
Apenas llegar, las dos hermanas se quedaron con las bocas abiertas al ver un retrato de Kohaku, pero no un retrato como todos los demás. Era un simple delineado de su figura (pero no de forma pervertida), con un color azul intenso y brillante formando su vestido, como pequeños cristales que se habían fundido en esa pintura. Su cabello estaba delineado por diminutas piedritas brillantes de color ámbar, y los ojos eran dos gemas del color exacto de los ojos de Kohaku, brillantes y completamente preciosas. Todo lo demás como sus brazos, cuello y pestañas estaba delineado con un tono de gris oscuro pero también hermosamente brillante.
La mandíbula de Kohaku acabó por el piso, mientras que Ruri sonrió inmensamente, mirándola con ojos casi tan brillantes como el retrato.
—¡Kohaku, tienes un enamorado! —La abrazó cariñosamente, mientras que ella seguía sin salir del shock—. ¿Quién dejó esto aquí? —Miró curiosa el retrato sostenido solo por unas cuantas ramas en medio del área.
—Ya estaba aquí cuando llegamos —afirmó Kinro seriamente.
—Busqué si había alguien cerca pero no vi a nadie. —Ginro, ya libre del agarre de su hermano, hizo pucheros—. Así que simplemente decidí avisarte, aunque Kinro me dijo que no me entrometiera…
—¡Tú lo que dijiste fue que si no había nadie ibas a decir que tú lo hiciste!
Ambas hermanas los ignoraron.
Mientras Kohaku todavía se sentía incapaz de recuperarse de la gran sorpresa, Ruri se llevó una mano a la boca, sonrojándose levemente para luego mirar muy sonriente a su hermana menor.
—¿No será esto… un admirador secreto?
Kohaku finalmente volvió a sus cinco sentidos y de inmediato comenzó a echar humo por las orejas mientras su rostro se volvía prácticamente escarlata.
—N-no lo creo… —Miró de un lado a otro, tratando de ver si había alguien cerca—. Tal vez solo… Eh…
Ok, realmente no podía pensar en ningún motivo. ¿Quizás un amigo queriendo hacer algo lindo por ella? Era improbable pero no imposible… ¿verdad?
Mirando el retrato, tan brillante y hecho con evidente dedicación, aparte de formas que ninguno de ellos podía explicarse, Kohaku solo pudo pensar en una persona.
Llevó el retrato con mucho cuidado hacia el laboratorio, con las mejillas todavía rojas y tratando de que nadie lo viera más que nada para evitar que se metieran en su camino.
Una vez llegó al lugar, se encontró a Senku trabajando con Ukyo y Chrome sobre algo del sonar para el barco.
Senku no levantó la mirada cuando entró, pero Ukyo y Chrome la miraron con curiosidad de inmediato, notando el retrato dado vuelta que tenía en sus manos.
—¿Sucede algo, Kohaku? —preguntó Chrome confundido.
Ella miró a Senku, que seguía trabajando en la misma piedra por la que había estado tan emocionado el día anterior.
—Senku —lo llamó nerviosamente, a lo que él por fin la vio, alzando una ceja—. Eh… yo… ¡Q-quería preguntarte si sabes quién hizo esto! —Dio vuelta el retrato para que lo viera.
La mandíbula de Chrome cayó hasta el piso, mientras que Senku alzó todavía más su ceja y Ukyo solo sonrió.
—Es un bello retrato. Felicidades —dijo amablemente el arquero.
—Vaya… parece que al fin tienes un retrato. —Chrome frotó su nuca con una sonrisa nerviosa, antes de pestañear aturdido—. Espera, espera, espera. Senku, ¿eso no está hecho con cobalto?
Todas las miradas se fueron al científico, que chasqueó la lengua, hurgando en su oído con una mueca de fastidio.
—Sí, de hecho. Ayer lo dejé en el laboratorio sin vigilancia durante bastante tiempo después de hacer el pigmento. —Encogió los hombros—. Cualquiera pudo haberlo tomado.
—Oh… —Kohaku bajó la mirada al escuchar esa respuesta.
Entonces… Senku no fue quien hizo el retrato.
Ya lo suponía, pero el confirmarlo sí que le dejó un gusto un tanto amargo en la boca.
Sin embargo, al volver a observar el retrato tan cuidadosamente hecho, tan hermoso y único, una sonrisa sincera y alegre volvió a florecer en sus labios.
Senku observó su rostro sonriente y también sonrió, con una de esas sonrisas suaves que tan rara vez se veía en él.
Al observar las caras de ambos, Ukyo suspiró profundamente.
—¿Y quién más aquí sabe cómo pulir las piedras preciosas que se usaron para los ojos en esa forma? ¿Quién es el único que podría darle instrucciones sobre qué hacer a Kaseki? —susurró por lo bajo, resistiendo el impulso de estrellar la palma de su mano en su frente.
Nadie escuchó su susurro, siendo él mismo el hombre sonar y estando Kohaku tan concentrada en observar el retrato y Senku tan concentrado en mirarla a ella.
Y Chrome… bueno, habían pocas personas más despistadas que Chrome, sinceramente. El chico aldeano ahora mismo había perdido todo interés y estaba hurgando en su nariz.
Kohaku se marchó del laboratorio muy contenta abrazada a su retrato, y Senku estuvo de buen humor el resto del día, trabajando en darle más utilidades al cobalto.
El misterio del admirador secreto de Kohaku nunca salió a la luz.
Fin
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