Cloro
Luego de un largo viaje, Senku fue recibido por una muy sorprendida Kohaku en la puerta de su casa.
Aunque el que se llevó la mayor sorpresa fue él, al notar su vientre levemente abultado fácilmente perceptible debido a su blusa ceñida.
Tragó saliva, antes de tomar aire y finalmente hablar:
—Creo que me debes una explicación.
Ella lo miró muy seriamente, antes de indicarle con un gesto que entrara a la casa.
La siguió hasta la cocina, tomando nota de sus ojeras y la tensión en sus hombros antes de que ella se acercará los estantes y sacará un vaso que rápidamente llenó con agua del grifo.
—¿Quieres… un refresco o algo así? ¿Tal vez té? —preguntó nerviosamente, antes de llevar el vaso hasta sus labios.
—Cloro —contestó él.
—¿Eh? —Lo miró confundida, sin llegar a beber del agua, a lo que Senku aprovechó y tomó suavemente su muñeca en su mano, alejando el vaso de su rostro antes de tomarlo con su mano libre y apoyarlo en la mesa.
—Si bien ha sido demostrado que beber agua del grifo es un hábito sano y económico, también ha sido demostrado que no es recomendable para una mujer embarazada.
Ella se quedó en silencio un largo tiempo, mirándolo incrédula.
—¿Me estás hablando de ciencia ahora, Senku? ¿En serio?
—Es por tu bien. —Hurgó en su oído con fastidio—. Se utilizan varios subproductos del cloro para desinfectar el agua del grifo y así evitar enfermedades en las personas que la consumen. Por otro lado, la exposición prenatal a estos productos puede aumentar las malformaciones en los bebés. También te recomendaría mantenerte alejada de piscinas neutralizadas con cloro…
Kohaku rodó los ojos al principio de su explicación, pero al final de esta acabó mirando con desconfianza al vaso en la mesa.
—Y si es peligroso ¿por qué está en todas las casas? —Cruzó los brazos bajo su pecho.
—Realmente no es peligroso… Yo puedo beberla perfectamente. —Tomó el vaso y bebió el agua de golpe—. En realidad, la sal que una persona promedio consume a diario contiene muchísimo más cloro, tanto que ni siquiera se puede comparar con el agua potable. —Rió secamente—. Tampoco es que el cloro sea una completa aberración, de hecho algunas de nuestras células lo necesitan en cierta medida para su correcto funcionamiento. Aún así, es una posibilidad que un feto resulte afectado por el consumo de esta agua, así que evítala. Si no confías en mi palabra, siempre puedes consultar con tu doctor.
—Ya veo… —Kohaku suspiró profundamente—. Aprecio el consejo pero ¿viniste aquí solo a hablar de ciencia? —Se dirigió al refrigerador y tomó una botella de agua mineral—. ¿O para qué demonios regresaste, eh, Senku?
Él sonrió tristemente.
—¿Y tu esposo? —preguntó sin mirarla.
—Fue a visitar a su familia —contestó en un susurro, sirviéndose el agua fría en otro vaso—. No tardará mucho más en volver a casa.
Senku asintió, mirando hacia un punto invisible en la pared, reuniendo el valor para hacer su siguiente pregunta.
Cuando volteó a verla, se incomodó al notar como acariciaba suavemente su vientre abultado con una expresión pensativa y distante. Una expresión que no le permitía leerla tan fácilmente como solía hacerlo antes.
Después de otro par de segundos de duda, finalmente habló:
—¿Es mío?
Sus miradas se encontraron, ambos muy serios, ambos intentando descifrar las expresiones del otro.
—Por supuesto que no. —Ella apartó la mirada al contestarle, lo que lo hizo apretar la mandíbula con inconformidad—. Por favor, Senku… solo estuvimos juntos un par de veces durante septiembre… Claro que no es tuyo. —Seguía sin mirarlo.
—¿Y tu maridito lo sabe? ¿Le dijiste de nuestras pequeñas escapadas a mi laboratorio? Porque recuerdo oírte decir que se lo dirías —masculló con voz cargada de más amargura que la del cloro, que también era conocido por dejar un sabor seco en la boca. Era la analogía perfecta para lo que sentía en este momento.
Ella pareció tan miserable que él casi se arrepiente de preguntar. O al menos por preguntarle de esa forma…
—Eso realmente no es asunto tuyo —musitó cabizbaja—. Es mi matrimonio y es mi bebé. Tú no tienes nada que ver.
Senku sonrió sin humor, antes de acercarse a ella y tomar su muñeca para hacerla mirarlo a la cara, tomando los lados de su rostro con ambas manos una vez consiguió ese objetivo.
—Solo lo preguntaré una vez más… —La miró fijamente a los ojos, con ferocidad pero también vulnerabilidad, y sobre todo sinceridad—. Dependiendo tu respuesta, lucharé por enmendar mis errores del pasado, voy a pelear por ti… o bien voy a asegurarme de no volver a meterme en tu vida nunca más… —Tomó aire, mirando hacia el techo por un segundo antes de volver a mirarla a los ojos—. Kohaku… ¿el bebé es mío?
Sus ojos eran sinceros, su voz era suave y llena de anhelo por la respuesta que ambos sabían que él quería escuchar. Por primera vez en mucho tiempo, a pesar de que él la tenía entre sus manos, ella era la que lo tenía entre sus dedos, con la capacidad de llenar esos ojos de felicidad y alivio o bien de destrozarlo por completo.
Senku era frágil y vulnerable a la respuesta de Kohaku, así que la miró con toda su sinceridad, con todas sus emociones al descubierto, instándola a ser sincera también…
No obstante… Kohaku ya tenía decidida la respuesta que le daría desde el momento en que lo vio en su puerta y quizás desde hace mucho antes.
—No.
Las manos de Senku abandonaron su rostro de inmediato, cayendo sin fuerza hacia los lados de su cuerpo.
Y, por un segundo, Kohaku vio toda la desesperación y sentimiento de pérdida en su mirada, toda la amargura y dolor que se reflejó en esos ojos que antes habían poseído una pequeña chispa de esperanza.
Esperanza por corregir un error que lo llevó a perder a la persona que amaba hace varios años ya. A pesar de ser reconocido por muchos como la persona más inteligente del mundo, estúpidamente lastimó una y otra vez los sentimientos de la persona que más lo amaba no solo como científico, sino como él mismo. Como un completo idiota no hizo nada al verla alejarse cada vez más y más de él y su indiferencia y palabras hirientes.
Y lo peor era que ella nunca dejó de amarlo. Por eso, cuando empezó a ahogarse en sus propios errores, estuvo ahí para salvarlo aún cuando no debería haberlo hecho, aún cuando ya tenía a otro hombre al cual llamar el más importante en su vida. Y él solo empeoró todo cuando ella le tendió la mano, porque no solo se aferró a sus cálidos dedos, sino a su cuerpo entero.
Al darse cuenta de que ese contacto solo la hizo sentir más miserable, que solo estaba volviendo a herirla, volvió a alejarse.
¿Acaso habrá sido eso lo correcto… o… su peor error?
No lo sabía… No le importaba.
Se alejó varios pasos de ella, caminando de espaldas, con el corazón latiéndole fuertemente en los oídos.
Una vez pudo volver a sus sentidos, tomó aire y le ofreció la sonrisa más falsa que podía dar.
—Felicidades —dijo sin mirarla directamente a los ojos—. Felicidades para ti y tu esposo.
Ella cerró los ojos dolorosamente.
—Senku…
—Y cuidado con el cloro en el agua. Y aléjate de las piscinas. —Rió de forma hueca y vacía, antes de volver a bajar la mirada—. De verdad espero que tengas un hijo sano y una familia feliz… De verdad… —Dio media vuelta—. Adiós, Kohaku…
Y entonces él simplemente se fue.
Fin.
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