Cerio
Hace ya un par de años que el mundo se había ido a la mierda.
Kohaku no estaba muy segura de qué había pasado exactamente. Lo que sabía ahora era gracias a los pocos comentarios que había escuchado a escondidas.
Todo comenzó cuando comenzaron a encontrarse golondrinas petrificadas alrededor de todo el mundo, aparentemente. Luego… realmente no lo sabía con certeza, pero unas extrañas máquinas llovieron por todo el planeta y a montones. Unas máquinas capaces de convertir seres humanos en piedra.
Extrañamente, ninguno de esos aparatos cayó en manos de algún gobierno, sino en lugares pobres y/o llenos de revolucionarios, por lo que había escuchado. Y con el poder de esas armas petrificadoras los gobiernos de todos los países comenzaron a colapsar sin poder hacer nada para controlar a los poseedores de esas máquinas.
Pero no se establecieron nuevos gobiernos. No. Más bien los poseedores de las armas comenzaron a pelear entre sí por el control del mundo o de sus propios países.
Fue un completo desastre y la civilización se desmoronó por completo en solo el transcurso de un par de meses.
La gente normal se volvió loca del miedo y empezaron a saquear y enfrentarse entre ellos. Nadie estaba seguro y los grupos que poseían armas petrificadoras dominaban a todos hasta que empezaron a traicionarse entre ellos. También se crearon grupos que tenían como objetivo destruir esos artefactos, pero no exactamente de forma pacífica hacia los poseedores de estas.
En resumen, la humanidad se fue a la mierda.
Kohaku no estaba del todo segura de la fiabilidad de lo que que escuchó que había pasado en todo el mundo, pero sabía que todo eso si había pasado en Japón.
Ahora mismo sobrevivía por su cuenta, evitando los grupos grandes de gente ya que o bien eran controlados por poseedores de armas petrificadoras o bien eran de los que buscaban asesinar a estos para destruir las armas. Y no tenía interés en nada de eso.
No tenía interés en nada, de hecho. No desde que perdió a su familia.
Tan solo poco más de medio año después de que el desastre empezara, todo Tokio fue cubierto por aquella infernal luz verde… la luz que convertía a las personas en piedra.
En ese entonces la policía japonesa seguía intentando contener a la población, por más que la mayoría del gobierno ya había sido sometido por los poseedores de armas petrificadoras. Aún así, todo se estaba yendo al diablo y el caos reinaba las calles. No era seguro salir de casa si no sabías defenderte o no tenías un pacto con un grupo de petrificadores.
Mientras su padre se quedaba en casa para proteger a su hermana, Kohaku era la encargada de salir para conseguir provisiones, aprovechando sus habilidades en artes marciales y su increíble velocidad.
Los mercados ya habían sido saqueados casi en su mayoría, así que se aventuró hasta las afueras de la ciudad para conseguir comida y medicamentos para su hermana cuya salud no era la mejor en el peor momento posible.
Cuando vio el enorme campo de luz verde cubriendo toda la ciudad, gritó horrorizada, pero el campo de luz siguió creciendo y ella, aun con lágrimas en los ojos, tuvo que correr lejos.
La luz no la alcanzó por poco, gracias a su gran velocidad.
Cuando regresó a la ciudad, un gran grupo de petrificadores celebraba su victoria y la toma de Japón.
Sin embargo, ese mismo grupo en la actualidad había sido reducido por otro grupo más grande con armas petrificadoras, mismo que estaba en guerra con los perseguidores que tenían como objetivo destruir esas armas infernales.
Por más que Kohaku odiara a los petrificadores, realmente no le interesaba colaborar con los perseguidores. Eso no le devolvería a su familia.
Ahora solo sobrevivía por inercia. Solitaria y amargada, rondando por Tokio y sus alrededores en espera de escuchar alguna noticia de que algún país se había recuperado y pondrían fin a esta guerra civil mundial sin sentido. Aunque no es como que de verdad tuviera esperanzas de eso.
De lo que si tenía esperanza era morir luchando por su supervivencia en vez de morir como una estúpida estatua de piedra. Ese era su único objetivo real en la vida desde que lo perdió todo.
Estaba asaltando la bodega de una pequeña tienda medio derrumbada por bombas de guerrilleros que aparentemente muchos habían pasado por alto, y hasta estaba pensando en pasar algunas semanas allí, cuando escuchó algo que le heló la sangre.
-Quieto o disparo.- después de escuchar esas palabras pudo sentir el cañón de una pistola presionarse contra su cabeza cubierta por una capucha.
Maldijo internamente, levantando las manos con lentitud.
Esto era su culpa. Estuvo muy paranoica de que nadie la viera entrar, pero no había considerado la posibilidad de que alguien ya estuviera dentro debido a que se confió demasiado en el hecho de que la entrada estaba derrumbada. Era tan estúpida…
Volteó lentamente, encontrándose con un joven flacucho que parecía de una edad cercana a la suya. Él tenía un cabello muy peculiar y parecía estar armado hasta los dientes. La miraba con feroces ojos rojos que ardían con la voluntad de vivir.
-No quiero matarte.- murmuró dando un paso hacia atrás. —Pero no puedo arriesgarme a que alertes al grupo de Tsukasa que sigo con vida.- sonrió ladinamente, aunque gotas de nerviosismo corrían por su rostro. —Temo que tendré que convertirte en piedra…- llevó su mano hacia uno de sus bolsillos de donde saco una de esas armas infernales. —Pero no te preocupes, aún como estatua seguirás vivo. La petrificación no significa la muerte.-
Kohaku frunció el ceño profundamente detrás de su antiparra, apretando los puños.
-No tengo idea de quién es Tsukasa…- murmuró, fingiendo una voz más grave. —Pero prefiero que me mates antes que la petrificación.- crujió los dientes. —Aceptaré sin moverme los disparos, fui descuidado al no darme cuenta de que estabas aquí, merezco morir por mi error. Pero en el momento en el que te vea lanzar esa cosa hacia mí voy a pelear con todas mis fuerzas. Estamos a poca distancia, te forzaré a disparar de una forma u otra.-
El chico abrió mucho los ojos, pero mantuvo su pistola en alto y el arma petrificadora sostenida en su mano libre.
-Bueno, esto es interesante al diez billones por ciento.- rió por lo bajo. —Si no eres del grupo de Tsukasa, ¿entonces de qué grupo eres?-
-No soy de ningún grupo. Odio a esos montones de mierda que se aprovechan de sus números para hacer lo que quieran con las personas inocentes que no saben defenderse. Yo sé defenderme, así que voy por mi cuenta sin depender de nadie. Y si voy a perder esta pelea de supervivencia no será por convertirme en una maldita estatua. No tengo nada contra ti pero si me lanzas esa cosa voy a dar todo de mí para matarte.- sacó un par de sus cuchillos.
El chico ladeó la cabeza.
-Quisiera creerte pero…- frunció el ceño duramente. —No puedo arriesgarme a que me estés mintiendo. Si me descubren será un "Game Over" para la humanidad. Y por más sincero que te escuches sigo sintiendo que ocultas algo.- suspiró. —Lo siento, pero te aseguró que no morirás siendo una estatua, sigues estando consciente, lo experimenté yo mismo. Y te prometo que algún día te despetrificaré junto al resto de la humanidad…- acercó el arma petrificadora a sus labios, probablemente para dar la orden de petrificar.
Pero Kohaku apenas fue consciente de ese hecho.
¿Acaso él había dicho que…?...
-¿Puedes… despetrificar a las personas?- habló ya sin molestarse en fingir una voz más grave, quitándose la capucha y revelando su larga cabellera rubia atada en una coleta descuidada. -¿Hablas en serio?- se quitó la antiparra, revelando sus ojos azules llenos de una chispa de esperanza por primera vez en mucho tiempo.
El chico se congeló a medio camino de dar la orden al arma petrificadora.
-Oh.- pestañeó aturdido. —Así que eso era lo que ocultabas…-
-¿Lo que dijiste es cierto?- se acercó un par de pasos a él. -¿De verdad puedes despetrificar a las personas?- había bajado la guardia completamente, pero si esto era cierto entonces…
¿Había un motivo por el cual vivir? ¿Un motivo por el cual tener esperanza?
Él hizo una mueca, todavía con su arma en alto.
-Ahora que lo sabes, definitivamente no puedo arriesgarme a que vayas por ahí contándolo…-
-Entonces… es cierto…- no podía creerlo. -¿Eres… eres un científico genio o algo así?-
-Algo así…- él la estaba mirando con mucha cautela, atento a todos sus movimientos, con su pistola lista para disparar y el arma petrificadora todavía cerca de su boca a la espera de una orden para petrificar. —La fórmula de despetrificación es un secreto absoluto y no puedo dejar que nadie más vaya por ahí sabiéndolo… así que comprenderás que debo petrificarte ahora.- masculló mortalmente serio.
-Entonces…- ella se llevó las manos al rostro, sin saber si debería creer esto o no. Aunque por su actitud de verdad que todo lo que decía tenía sentido. Parecía verídico.
Parecía… la esperanza para la humanidad… y su familia…
Con solo pensar que podría volver a ver con vida a su hermana y a su padre, cuando había estado tan convencida de que sufrieron una muerte horrible, sus ojos de inmediato se llenaron de lágrimas.
Oyó al chico gemir con hastío.
-Ugh, mierda.- la miró lleno de frustración. —Odio lidiar con mujeres llorando.- frotó sus sienes.
-N-no estoy llorando.- de inmediato soltó uno de sus cuchillos y frotó sus ojos.
-Aunque el llanto sea real o no, no creas que te tendré piedad y te salvarás de convertirte en estatua.- apretó la mandíbula. —Lo siento pero no puedo arriesgarme.-
Ella lo miró en silencio por un momento, antes de mirar pensativa al cuchillo en su mano.
-Tampoco sé si lo que dices es cierto. Pero quiero creerte… porque todo este tiempo estuve vagando por el mundo sin saber qué hacer con mi vida, sin creer que la humanidad tenga otra oportunidad.- cerró los ojos solemnemente. —Aun así, si pudiera creerte completamente, dejaría que me convirtieras en piedra si eso te hace sentir más tranquilo para lograr despetrificar a todos. Pero así como no puedes confiar en mí no puedo confiar en ti… y me niego a ser convertida en estatua. Así que, si no puedes dejarme ir, entonces mátame.-
Él la miró como si estuviera loca.
-No voy a hacer eso. No soy un asesino, así que solo tendrás que aguantar un tiempo como estatua y te aseguro que algún día te despetrificaré junto al resto de la humanidad diez billones por ciento seguro.-
Kohaku suspiró.
-Lo siento, pero no puedo confiar en ti.- sonrió amargamente, antes de enterrar su propio cuchillo en su garganta.
Tenía todas las de perder ahora mismo. Él tenía un arma petrificadora y una pistola, y no se le ocurría forma de librarse de él sin matarlo. Y quería creer que de verdad hablaba en serio sobre esa fórmula de despetrificación, así que por lo tanto de verdad no deseaba matarlo.
Pero, en caso de que mintiera, de verdad que prefería la muerte antes que convertirse en estatua.
Por ello, viendo que no iba a dispararle y estaba decidido a petrificadarla, optó por el suicidio. Eso era preferible antes que ser un maldito montón de piedras y antes que matar a la posible última esperanza de la humanidad.
Sin embargo, lo último que vieron sus ojos fue una luz verde envolverla.
Estuvo aterrada, completamente envuelta en una oscuridad sin fin, pero en realidad solo pasaron un par de minutos antes de que volviera a ver la luz.
Con su aguda visión, aún con la poca iluminación de esa tienda derrumbada, pudo ver su mano pasar de ser piedra a volver a la normalidad.
Entonces… sí era cierto. El chico no mentía. ¡Él podía despetrificar a las personas! Y él de repente comenzó a sacudir sus hombros con una mirada perturbada en sus ojos.
-¡Mujer demente! ¡¿Qué demonios estabas tratando de hacer matándote a ti misma de esa forma?! ¡¿Estás completamente loca?!- se apartó jadeando pesadamente.
Ella frunció el ceño, llevando una mano a su cuello.
Estaba completamente curada.
-¿Cómo es que no he muerto?-
-De la misma forma en la que yo me salvé de que Tsukasa me matara, pero supongo que si de verdad trabajaras para él no habrías hecho la estúpida locura que hiciste.- suspiró, masajeando sus sienes, antes de mirarla seriamente. —La despetrificación parece curar cualquier herida que te infrinjan, y tengo la teoría de que también podría curar enfermedades, aunque no tengo pruebas por el momento.- frotó su oído con irritación. —Felicidades, por cierto. Ahora estoy bastante convencido de que eres sincera. Supongo que puedes irte si me prometes que no le dirás a nadie de mi existencia ni la existencia de la fórmula de despetrificación.-
Kohaku lo miró en silencio por un momento, todavía acariciando su cuello.
-También he comprobado que eres sincero, pero debo preguntar… ¿exactamente cómo planeas salvar a todas las personas petrificadas?- parecía hablar en serio cuando le dijo que iba a salvar a todos.
-Que ahora sepa que no me has mentido no quiere decir que confíe en ti. No voy a contarle mi plan a una extraña.- volvió a hurgar en su oído. —No te ofendas pero no pareces una persona muy estable. ¿Por qué mierda hiciste esa locura?-
-Bueno… Absolutamente no iba a dejar que me convirtieras en piedra, porque no sabía si de verdad ibas a revivirme algún día. Y tú no querías matarme, así que las opciones eran matarte o matarme. En caso de que dijeras la verdad, no quise matarte, porque hay… hay personas que deseo con todo mi corazón que puedan revivir algún día.- se llevó una mano al pecho, pensando en su familia. —Así que… preferí el suicidio antes que arriesgarme a ser una estatua para siempre. Eso es todo.-
Él la miró en silencio por un momento, antes de sonreír ladinamente.
-Definitivamente estás loca al diez billones por ciento, pero entiendo tu razonamiento, por más ilógico que sea.- negó con la cabeza. —Muy bien, trabajemos juntos.-
-¡¿QUÉ?!- sus ojos casi se salen de sus cuencas. ¡¿Hace poco decía que no podía dejarla ir, luego que si lo haría, y ahora le decía eso? -¡Tú eres el que está loco!-
-Es simple lógica.- bostezó, con una mirada llena de desinterés. —Tú quieres despetrificar a tus seres queridos, yo sé la forma de hacerlo. Tú has comprobado que soy sincero, yo he comprobado que eres sincera. Necesito aliados de todas formas, así que trabajemos juntos.-
Kohaku lo miró con muchas gotitas corriendo por su frente.
-Tú eres el que no parece una persona muy estable…- definitivamente estaba loco. —Dijiste que no querías contarme tu plan, y estabas muy dispuesto a petrificarme por mantener oculto tu secreto. ¿Por qué ahora quieres que trabajemos juntos?-
-Eres más sensata de lo que creí y pareces tener fuertes convicciones. Además esas personas de las que hablabas… parecen ser muy importantes para ti. Creo que es lógico que te esté pidiendo que colabores conmigo a cambio de la promesa de revivirlos algún día.- sonrió audazmente. -¿Qué dices? ¿Aceptas?-
Kohaku lo miró con los ojos entrecerrados, muy confundida por su actitud tan extraña y despreocupada aún en una situación como esta y después de que casi se matara. No entendía para nada a este chico, pero…
Era cierto que tenía una forma de revivir a las estatuas. Lo había comprobado ella misma, y eso significaba que su padre y su hermana tenían posibilidades de regresar. No los había perdido aún. ¡Podía recuperarlos!
-Sí me ayudas a revivir a mi familia… te voy a proteger con mi vida.- lo miró con ojos llenos de determinación.
Él sonrió ferozmente.
-¡Entonces tenemos un trato, leona!-
-¡No me llames así!- se quejó furiosamente. —Mi nombre es Kohaku.- cruzó los brazos bajo su pecho.
-Senku.- contestó él perezosamente. —Muy bien entonces, Kohaku… ¿te apetece comer algo?-
Aunque abrumada por el cambio de tema, Kohaku asintió.
Comieron de unas latas de atún que afortunadamente se habían conservado en perfecto estado en la tienda derrumbada y por mientras Senku le explicó un poco su situación, aunque sin ser demasiado específico.
Un científico estadounidense amigo de Senku había descubierto que las golondrinas petrificadas reaccionaban de cierta forma con el ácido nítrico, también que las aves podían seguir conscientes aún convertidas en piedra. Sin embargo, ese científico fue petrificado rápidamente junto con toda la NASA y el gobierno estadounidense. Aunque gracias a él Senku pudo tener la clave para crear una fórmula de despetrificación, aunque le tomó casi un año.
Mientras trabajaba en eso sus amigos Taiju y Yuzuriha lo ayudaban mientras se protegían entre ellos. Y fue poco después de lograr la fórmula que conocieron a Tsukasa, el líder de uno de los grupos que buscaba destruir las armas petrificadoras.
Tsukasa los había salvado de ser petrificados, y quería que ellos se unieran a su grupo pero estos se negaron porque no aprobaban sus métodos. Senku mantuvo oculto el hecho de que tenía una manera de despetrificar a las estatuas pero no pudo ocultar que poseía una arma petrificadora que habían robado antes del grupo que quiso petrificadarlos. Cuando Tsukasa se enteró, decidió que Senku era una amenaza y uso el arma para petrificarlo, para luego romper su estatua y el arma.
-¿Y cómo te salvaste de eso?- ya habían terminado de cenar, pero ella seguía muy metida en su historia.
-Gracias a las habilidades de Yuzuriha, la verdad.- rió entre dientes. —Ella reconstruyó mi estatua y luego me revivieron con la fórmula. Les dije que se vuelvan parte del grupo de Tsukasa para garantizar su seguridad, ya que no pasarán hambre con él, y de paso vigilarlo, ya que es posible que muy pronto Tsukasa derrote a los últimos grupos de petrificadores y se apodere de Japón. Y si eso pasa sería contraproducente para mí plan. Pero Tsukasa no es tan malo, de todas formas, solo está demasiado cegado por sus ideales. No mataría a Taiju y Yuzuriha, ya que no los considera una amenaza para sus planes. Yo, por otro lado, soy demasiado listo para mi propio bien. Hasta logre reparar el arma petrificadora que había partido en dos.- sonrió ladinamente.
-Entiendo… es una situación complicada.- entrecerró los ojos. —No me dirás tu plan ¿verdad?- Senku negó con una sonrisa casual. —Entonces podrías al menos decirme… ¿cuánto tiempo tendré que esperar para revivir a mi familia?-
-Es una pregunta difícil de responder ahora mismo… Necesito ciertos elementos y ciertas personas… y no estoy seguro de cuántos meses o años me tome conseguir esos objetivos. Temo que tendrás que ser paciente pero, si todo sale bien, te aseguró que el mundo será diez billones por ciento seguro para tu familia en cuanto podamos despetrificarla.-
Kohaku sonrió suavemente.
Estaba decidida, iba a proteger a este hombre con su vida. Lo ayudaría en lo que pudiera para que lograra su misión. Después de todo, él le había dado una razón para vivir.
Decidieron que se quedarían en la tienda parcialmente derrumbada por unas semanas.
-Está considerablemente alejada de la base de Tsukasa y deben quedarse un par de años antes de que termine de derrumbarse, es un buen escondite.- le aseguró Senku. —Además instalé un pequeño laboratorio aquí. Necesito hacer algunas investigaciones, apenas termine con eso tendremos que abandonar Tokio e ir hasta Miura.-
-¿Miura? ¿Qué interés tienes en esa ciudad?-
-Ya lo verás.- como siempre, a Senku le encantaba ser enigmático con sus planes.
Kohaku simplemente encogió los hombros y se dedicó a su tarea.
Con el paso de los días, había descubierto lo increíblemente débil que era este chico, así que debía tomarse muy en serio su papel de guardaespaldas o al mínimo descuido cualquier idiota podría matarlo.
Sin embargo, también había descubierto lo inmensamente inteligente que era. Cada día parecía enseñarle algo nuevo y, aunque tenía notas decentes en la escuela, al lado de Senku se sentía una completa ignorante.
Después de un par de semanas viviendo casi encerrados en esa tienda, él finalmente acabó con sus investigaciones y empezaron a preparar todas las provisiones que pudieran antes de ponerse en marcha para abandonar Tokio y llegar a Miura, que no estaba demasiado lejos así que incluso yendo solo a pie debería tomarles solo uno o dos días.
O eso pensó… hasta que vio la cantidad ridícula de materiales que quería llevar Senku. Materiales frágiles y algunos hasta peligrosos.
-¿Tenemos que llevar todo esto?- observó con el rostro desencajado todos los utensilios científicos.
-Nada debe quedarse atrás. Necesito todo esto.-
-Y queremos pasar desapercibidos así que usar un auto no sería una muy buena idea que se diga…- reflexionó con un dedo en la barbilla.
-¡Exacto, diez billones de puntos para ti!- rió complacido. -¿Ya ves por qué te dije que necesitaba aliados, eh?-
Kohaku se llevó una mano al rostro, preguntándose cómo demonios harían para cargar con todo esto por kilómetros y kilómetros. Y ella tendría que cargar con la mayoría…
Senku… era un maldito explotador astuto. El precio por salvar a su familia si que era alto.
Acabó llevando una gran mochila en la espalda mientras cargaba también con un carrito lleno con maletas en las que Senku había guardado cuidadosamente y con protección sus utensilios científicos.
Senku solo llevaba una maleta y una mochila mucho más pequeña, pero aún así Kohaku le llevó la delantera la mayor parte del viaje hasta que cayó la noche y decidieron que continuarían al día siguiente.
Después de recuperar el aliento, Senku empezó a revisar todas sus pertenencias para asegurarse de que siguieran en perfecto estado y, luego de hacer un poco de estiramiento, Kohaku comenzó a preparar todo para encender una fogata.
Cuando saco un encendedor, Senku la miró con los ojos muy abiertos.
-¿Qué?- preguntó confundida por su mirada fija.
-¿Tienes encendedor?-
-Sí… tengo varios, de hecho.- sacó un total de diez encendedores de un bolsillo interno de su chaqueta. —Los grupos de perseguidores y petrificadores han monopolizado todo el combustible, hasta conseguir encendedores es difícil, pero he conseguido estos cuando les robe a miembros débiles de esos grupos.- rió maliciosamente.
Senku pareció encantado.
-¡Verdaderamente eres toda una leona!- le arrebató los encendedores con una gran sonrisa, sin importarle que lo mirara mal. —Necesito todo el carburante que pueda conseguir. ¡Estos pocos milímetros son absurdamente valiosos!-
-Eh… ¿estás diciendo que vas a robarme los encendedores que yo robé?- se cruzó de brazos.
-Tómalo como una valiosa contribución a nuestra importante misión.- rió traviesamente.
-¿Y con qué se supone que encenderé una fogata ahora? Supongo que iré a buscar unas ramas…-
-No te molestes.- de la nada sacó un extraño palillo negro unido a una pequeña cuchilla. —Hay muchas formas de encender una fogata, ya sabes.-
Ella lo miró con curiosidad.
-¿Qué es eso?-
-¿Nunca escuchaste hablar del ferrocerio?-
-¿Ah?- ladeó la cabeza, con un gran signo de interrogación flotando encima de ella.
-El famoso sustituto del pedernal, muy conocido por los amantes de la supervivencia en ambientes alejados de la civilización. Es una aleación metálica sintética que podemos usar perfectamente como encendedor gracias a sus propiedades pirofóricas. Compuesto mayormente por cerio y hierro, pero más que nada por cerio.- sonrió emocionado mientras separaba la hierba seca de las ramas que ella había juntado para la fogata.
-No entiendo nada de lo que dices…- gotitas corrieron por su sien. -¿Cerio? He oído del hierro pero esa cosa no me suena para nada…-
-¿No prestas atención a tus clases de química, eh?- sonrió burlonamente, a lo que ella se crispó con indignación… aunque él tenía razón. —Número atómico 58, símbolo Ce. Es el más abundante de los elementos de las "tierras raras" y tiene diversas aplicaciones comerciales ya sea para pulir vidrio, como catalizadores y convertidores catalíticos, aparte de algunos tratamientos médicos.-
Kohaku lo observó con sus ojos prácticamente convertidos en espirales.
-Nada… no entendí nada de lo que dijiste...-
Él suspiró ruidosamente.
-Bien, bien, aunque sea mira esto. Estoy diez billones por ciento seguro que te encantará.- rió traviesamente. —El ferrocerio es muy interesante y su aplicación es más que sencilla. Con esta navaja vamos a rascar suavemente la varilla de ferrocerio para producir viruta.- Kohaku observó con curiosidad cómo pasaba la cuchilla una y otra vez sobre el palillo negro, provocando que este soltara un fino polvo en el suelo. —Una vez tenemos un poco… mira.- pasó la cuchilla con más fuerza sobre el palillo, dejándola con la boca abierta cuando una gran chispa se produjo en la varilla y pequeñas chispas se encendieron en el polvo que había estado rascando, aunque ni siquiera las había tocado. -¡¿No es emocionante?! Y con esto podremos prender fácilmente una fogata sin necesidad de gastar valioso carburante. Ahora solo colocamos un poco de hierba seca sobre la viruta… y volvemos a pasar la navaja sobre la varilla con rapidez.- volvió a producir la gran chispa que de inmediato fue seguida por el chisporroteo de las pequeñas chispitas que estaban ocultas por la hierba seca, misma que de inmediato comenzó a incendiarse.
Kohaku sonrió enormemente, con ojos brillantes y encantados.
-¡Increíble! ¡Fue como ver fuegos artificiales! ¡No sabía que se podía encender una fogata de forma tan bella!-
Él sonrió suavemente, antes de soltar una pequeña risita divertida.
-Hasta un niño de primaria podría hacerlo, es una técnica muy sencilla. Una vez hayas encendido la hierba seca, coloca las ramas para que el fuego no se extinga. Ah, asegúrate de tener todo preparado de antemano, por supuesto. Así el fuego crecerá y luego podemos agregar más ramas para que dure más tiempo.- terminó de echar todas las ramas al fuego y este alcanzó un buen tamaño. —Y ya está. ¿Ves que es diez billones de veces mejor que tus encendedores llenos de valiosa gasolina o butano a presión?-
-Definitivamente quiero probar a hacer esto. Creo que puedo vivir sin los encendedores.- sonrió de muy buen humor. -¿Tienes otro de esos?-
-No a la mano, pero… aún no salimos del todo de Tokio y mi casa no está muy lejos de aquí.- miró con nostalgia hacia el noroeste. —Tengo varios ferrocerios y otros instrumentos interesantes que no pude llevar conmigo la última vez que estuve allí… sin embargo, teniendo en cuenta que ya estamos muy cargados, realmente no vale la pena.-
-Bueno… podríamos regresar después de la misión en Miura ¿verdad?-
-¿Eh?- por alguna razón, esa pregunta pareció tomarlo por sorpresa.
-Cuando terminemos lo que sea que necesites en Miura, podríamos volver a Tokio ¿no? Y entonces podríamos pasar por tu casa y tomar todo lo que necesites. ¡Y podrías mostrarme más cosas interesantes! ¡Como esa cosa de seriedad!-
-Cerio…-
-¡Sí, esa cosa! ¡Realmente quiero ver más de esas cosas geniales! Aunque no lo entiendo del todo, es verdaderamente hermoso. Siempre creí que la ciencia era aburrida, pero tú de verdad que la vuelves genial, Senku. Quiero terminar esta misión juntos y acompañarte a donde necesites ir para que puedas cumplir con la misión principal.- lo miro con una sonrisa decidida. —Vamos a salvar a todas las estatuas ¿verdad? Eso tomará tiempo, así que te seguiré a donde sea hasta que lo logres, incluso aunque seas un maldito explotador.-
Senku, que había estado mirándola en silencio con sus ojos muy abiertos iluminados con las llamas que se mezclaban con el rojo de su iris, de repente perdió toda la seriedad y fascinación con ese último comentario, intentando contener su risa por unos segundos hasta finalmente estallar en ruidosas carcajadas.
-Tenemos un trato, leona.- dijo una vez logró calmar un poco sus carcajadas. —En ese caso, sígueme hasta el fin del mundo a ciegas y te recompensaré con todos los trucos baratos que quieras.- limpió una lagrimilla de la risa y siguió sonriendo alegremente.
Ella ladeó la cabeza, pero correspondió a la sonrisa.
-¡Ja, ya lo estoy deseando!-
Kohaku durmió tranquilamente esa noche en un saco de dormir cerca de la fogata, lista para continuar el viaje al día siguiente.
Senku, por otro lado, permaneció despierto, observándola.
Aún después de semanas sobreviviendo juntos, esta era la primera vez que Kohaku se dormía dándole la espalda. Y, aunque algunos podrían tomar eso como algo malo, él sabía que esto era un voto de confianza. A pesar de que habían elegido confiar el uno en el otro, los dos seguían siendo cautelosos. Ella siempre parecía lista para matarlo en el segundo en el que demostrara un comportamiento indebido, y él seguía sin querer contarle del todo sus planes.
No obstante ahora… era extraño, pero sentía que podía confiar plenamente en ella… y se sentía feliz de que ella pudiera confiar en él también.
Era una mujer claramente desconfiada y precavida, hasta se había hecho pasar por hombre probablemente porque en estos tiempos las mujeres eran mucho más vulnerables a los depravados, en especial chicas jóvenes y bonitas como ella. Kohaku era inteligente y prefería la muerte antes que vivir en condiciones indignas. Y Senku se encontró confiando plenamente en esta chica que apenas conocía.
Nunca antes había tomado tal confianza tan rápidamente…
Era extraño, pero no era desagradable.
Quizás pronto le diría que el objetivo de la misión en Miura era conseguir un bote que pudiera llevarlo a la isla donde su padre Byakuya llevaba años esperando a que fuera por él y sus compañeros astronautas desde que se contactaron por radio por última vez.
Ahora que estaba con Kohaku a su lado, podría iniciar una misión de rescate y luego la verdadera misión para salvar a todas las estatuas comenzaría.
Pero por ahora… simplemente la observo dormir hasta que se sintió demasiado incómodo consigo mismo y se dispuso a dormir de una buena vez.
Mañana les esperaría un largo día.
Fin.
Holaaaaaaaa :D
Mmm... pos la neta no me gusto este fic x'D Pero bueno, yo lo subo Q~Q
Ojalá que a ustedes les haya gustado TTwTT
Este es el fanfic número 20 del Reto Tabla Periódica!
Y quedan muchos con la C todavía xD Los que piden por el cromo tendrán que tener paciencia uwu
Me despido!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
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