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001.




╰┈➤La sensación sofocante le inundó los sentidos. Recorriendo su cuerpo esperando estímulo alguno.
Sin embargo, Lizzie permaneció inconsciente a todo momento.

Su cuerpo fue pasado de lugar a lugar, de brazos a brazos hasta finalmente caer en una silla de madera común.
Sin compasión fue amarrada a ella, puesta en medio con sus raptores alrededor esperando pacientemente. Cómo si de un show se tratase.

La última lata de cerveza fue a caer hasta la pila de ellas, todas vacías.
El único ruido presente se hizo cuando alguien, de lado derecho, trajo consigo frituras ganándose todas las miradas.

—¿Quieren?— preguntó, con inocencia. Estirando su brazo.

El líder, justo al frente de la víctima, rodó los ojos levantando su cuerpo de la silla.
Rondando el círculo formado, su mirada centrada en la chica inconsciente.
Abrumado, soltó un suspiro casi llegando a un grito con intención de despertarla.
Soltó un insultó saliendo a zancadas.

Antes de preguntar alguna otra cosa. El líder llegó con un balde y una sonrisa maliciosa, sin dudar la arrojó cayendo sobre el cuerpo de Lizzie.

Un grito ahogado salió de su boca, cubierta de agua helada y tiritando del frío.
Consternada intentó moverse sin resultado cayendo en cuenta de sus manos atadas, de inmediato cayó en desesperación y miedo.

—Despertó la princesa.— Aludió el líder, con trenzas cayendo sobre su hombro.

Lizzie los supó reconocer.
Los recuerdos de la fiesta le cayeron.
Las palabras del barman.
Tokio Hotel.

Comenzó a moverse bruscamente, intentando alejarse de todos. En especial del chico frente a ella, con sonrisa maniática.

–—Vaya, Effy. ¿Estás asustada?— preguntó acercándose más.

¿Effy?

—Por favor no te acerques.— pidió con la voz quebrada. Combinada con el frío y el miedo. —No se quién es effy, pero te juro que no soy yo.

Su sonrisa no cambio, cambiando solo su posición quedando más cerca.

—Espere todo de tí, pero está vez. Me sorprendes, Effy.— aclamó.

Para ese momento, las lágrimas de Lizzie recorrieron sus pómulos llegando hasta sus labios.

Se sobresaltó en su silla cuando una risa sonora salió de su captor. Totalmente desquiciada.

—¿Crees que somos imbéciles?— Preguntó cambiando su semblante, mirando fijamente a Lizzie quien evitó mirarlo.

Tomó su barbilla bruscamente pidiendo verlo a los ojos.

—¡Responde!— gritó, sobresaltandose de nuevo.

—N-No.

Sonrió, sonrió de la manera más lasciva que Lizzie jamás vio.
De la manera en que un cazador vé a su presa.
De la manera en que effy jamás habria sido vista.

Satisfecho se alejo.
Solo un poco. Lo suficiente para admirar su vestimenta.

—Lindo vestido.— comentó, acercándose de nuevo. Casi como si su cuerpo lo pidiera. —Seria una pena destrozarlo.

Lizzie soltó un jadeo, guiando su vista a la navaja en la mano de su captor.
Pasando por sus piernas dónde no pudo evitar soltar un jadeo de miedo.
Llevándolo a su estómago, paseando su filo por la tela.

—No, no, no. Por favor.

—Pídeme, nuevo.— Ordenó, dejando la navaja en su pierna. —Suplica.

Lizzie titubeó.
En ella crecieron unas ganas de gritarle en su cara, de reír.
Sin embargo, su sentido común dominó.

—Por favor, por favor déjame ir.— pidió.

Está vez no hubo sonrisa.

—Ruega mi nombre.— ordenó.

Lizzie cambio su semblante, confundida.
Por primera vez miró a los acompañaste, conectando mirada con el chico misterioso.
Suplicando con la mirada.

—Dilo Effy.— pidió, está vez tomando su menton para que lo obsevara a él.

Solo a él.

—¡No soy effy!— gritó, sin saber de dónde saco valor para hacerlo.
Satisfecha con ello.

Su respiración se aceleró.

El líder, quien había cerrado los ojos debido al gritó. Sonrió de lado, mostrando a detalle su piercing en el labio

—Eso es algo que ella diría.— Tomó la navaja entre sus manos, jugando con ella. Al igual que el pulso de Lizzie. —Solo dame mis jodidos euros.

Se levantó, con el semblante serio.

—Tienes hasta la próxima fiesta.— finalizó dando la espalda a Lizzie.

Sus pasos resonaron en el piso desgastado.
Al igual que el lugar.
Lizzie rápidamente se dió cuenta de que era un bodega abandonada, intentando detallar algo que pudiera ayudar.
Su vista fue interrumpida por un chico desconocido, quien a los pocos segundos le coloco un trapo impidiendo su respiración cayendo en la inconsciencia, de nuevo.












Su cabeza dolía, punzaba y pudo distinguir un leve zumbido que la hizo quejarse.

Intento reincorporarse, intentó. Debido a un golpe que le fue propinado en el estómago, soltando un quejido.
Los recuerdos le llegaron como un golpe a su mente, de inmediato se levantó con la vista borrosa.

—Tenemos que irnos, mamá nos matará.—

Por primera vez se alegro de escuchar la voz de su hermana, se acostumbro a la luz artificial de la habitación encontrando su hermana con su ropa mal ocomadada.

—Te ves fatal.— Dijo, a lo que Lizzie miro su ropa. —Eso significa una buena noche.

Se dió cuenta del lugar, la casa de la fiesta.
Ahora convertida en hotel debido a las personas tiradas en el suelo durmiendo.

Reviso su ropa, tocó su cara verificando no tener ningún rasguño.
Preguntas inundaron su mente.
Cuestionando todo.

De regreso a casa no mencionó ni una palabra.
Sumergida en su propio mundo, con miles de dudas, la principal.
¿Quién es effy?
¿Y por qué la confunden con ella?
Lizzie solo tenía algo claro, effy tenía que ser una persona criminal para estar metida con esos gangsters.

Sintió un alivio cuando encontró su teléfono en su ropa, húmeda.
Apagado y sin pila.
Apenas notó cuando el auto aparcó en la acera, aún con los gritos de su hermana y Marvin.

—¡Que te den!— gritó Sara, su hermana.
Cerrando violentamente la puerta del coche.

Marvin apretó los puños y respiro pesadamente.
Tratando de tranquilizar su respiración.

—Gracias por traernos.— comentó Lizzie saliendo del auto, cerrando de manera delicada la puerta.

Siguió a su hermana hasta el jardín de alado, justo bajo su ventana.
Sus gestos violentos demostraron su enfado, escalando la escalera que Lizzie ignoraba su presencia.
Una vez arriba, se apresuró a subir evitando el ruido.
Cayendo sobre su piso, encontrando su habitación vacía y oscura.
Con cuidado cerro la ventana, corriendo las persianas.

Llevo su mano a la boca, corriendo hasta baño y recordando el porque no debía tomar tanto alcohol.
El olor a alcohol, vómito y su cuerpo húmedo fueron las razones para tomar una ducha.











Diversidad.

Palabra con la que Lizzie describió su cuidad.
Palabra con la que describe su Universidad.

Pues en ese lugar, en palabras de Lizzie, existen personas de todo tipo.
Y luego está su hermana.
Llevándose el centro de atención de todo su grado y no de la mejor manera, Lizzie lo sabía. Sin embargo, no le importa, pues en la universidad no se conocen.

—Claro, te veo luego.— Sid se despidió, cerrando su teléfono. —Mi hermano, de nuevo quiere que lo cubra en una de sus fiestas.

Lizzie siguió comiendo su cheesecake, no sin antes preguntar. —¿Fiesta?

—Ya sabes, las fiestas de la banda delincuente.— comentó aburrido, sacando una lata de cerveza de raíz de su enorme mochila.

Lizzie nunca entendió el sentido de llevar una mochila tan grande, llegando siempre consigo un bolso para sus pocos libros.
Al contrario de Sid, quien estudia la carrera de leyes.

—Me sorprende que no sepas de ellos, tu hermana no para de hablar sobre eso.— comentó Sid, haciendo una mueca al notar su refresco sobre una hoja de su libreta.

Lizzie dejo caer su tenedor de manera inconsciente, volviendo a tomarlo rápidamente.

—¿Sara?— Preguntó confundida, girando levemente encontrando a su hermana en la mesa de enmedio.

—¿Se nota mucho?— Sid levantó su cuaderno, Lizzie negó ante la pequeña mancha. —Si, tu hermana.
Desde siempre ha estado obsesionada con esa banda delincuente. Y enamorada de su líder, Tom Kaulitz.

¿Tom Kaulitz?

Surgieron muchas dudas, preguntas en su mente.
Todas repitiendo ese mismo nombre.

—¿Cómo sabes eso?— Interrogó apuntando con su tenedor.

Sid balbuceó.
Totalmente sonrojado.
Su enamoramiento por su hermana no había pasado.

—¿Lizzie?— Sid paso su mano frente Lizzie, con la mirada perdida.

—¿Quién es él?— preguntó aturdida, señalando al un chico del fondo quien le sostenía la mirada.

Sus manos apretando el borde de la mesa, sus nudillos blancos hasta que Sid habló.

—Ah, Andreas. — señaló, prácticamente conociendo a todos y sin ellos conocerlo.    —Es un tipo riquillo. Y abiertamente bisexual.

Lo último hizo confundir a Lizzie, recordando como, ahora, Tom lo había empujado.

—Mhm, tengo clase.

Lizzie prácticamente corrió fingiendo haber visto la hora.

Sid indignado le gritó. —Los de gestión de empresas ni siquiera tienen clases.

Continúo comiendo su yogurt recién salido de su mochila.
Ante la falta de cuchara decidió beberlo, encontrando detrás de su yogurt al chico rubio y riquillo.

—Hola.— Saludó, tomando asiento.

—Oh, oh.—




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