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꒰ ⌗ Park Jimin ! ꒱

Como cada jueves, me tocaba ir a la casa hogar a visitar a los niños.

Amo ir a este lugar, es mi favorito en todo el mundo. Amo ver las sonrisas de los niños cuando me reciben. Es increíble ver cómo son tan felices con tan poco, a pesar de sus carencias y de lo que algunos han vivido. En Kidseúl viven ochenta y cuatro niños y niñas que, en algún momento de su vida, fueron abandonados por sus padres.

Algunos de ellos incluso sufrieron abuso físico.

Mi mente jamás logrará comprender cómo es posible que alguien le haga daño a una criatura tan indefensa e inocente. Yo no sé cómo reaccionaría si algún día fuera testigo de semejante atrocidad. Tenemos una casa en otras dos ciudades del país; en una tercera ciudad contamos con dos centros.

De los ochenta y cuatro inquilinos de esta casa, veintisiete son niños y cincuenta y siete son niñas. Tengo el privilegio de conocer a todos por sus nombres. La casa es administrada por la madre, una monjita que está en la fundación desde sus comienzos, hace diez años. La casa funciona prácticamente como un internado.

En ella los pequeños reciben un hogar, educación, alimento y cuidados médicos.

Atendemos a niños y niñas desde los dos años hasta los quince; aquí pasan la etapa más importante de sus vidas y salen preparados para el mundo al que se enfrentarán.

Ese día pasaron a ser ochenta y cinco, cuando llegó una pequeñita llamada Wonyoung.

La pobre chiquita acababa de salir del hospital, después de haber estado internada a consecuencia de una golpiza que le propinó su padrastro cuando, según la declaración que dio en el Ministerio Público, la niña no dejaba de llorar.

Wonyoung tenía apenas tres años.

Estaba en plena sesión de cantos y juegos cuando recibí un correo que confirmaba que teníamos un nuevo benefactor. No pude sentirme más feliz. Me reuní con Yoongi dos días después, en esta ocasión fue en mi oficina.

Tan pronto se firmaron los papeles, nos entregó un cheque por una cantidad que superaba, por mucho, nuestras expectativas.

—Agradecemos infinitamente su generosidad, señor Min—dijo la directora—. Su donativo nos brinda la oportunidad de crecer y ofrecer sustento a los que más lo necesitan.

—No tiene nada que agradecer. Estamos convencidos de que la labor que ustedes hacen es indispensable. Estamos felices de poder ayudar a que lleguen a más niños en todo el país. Es un privilegio para nosotros poder formar parte de este proyecto.- Sus palabras provocaron que se me erizara la piel.

Después de que se marchó de las oficinas pensé que no lo volvería a ver hasta la siguiente cena de gala anual. No fue así.

Dos semanas más tarde acepté ir a una cita a ciegas con un primo de Youngjae, un buena amigo de la universidad.

Fuimos al cine.

Puedo decirlo, sin temor a equivocarme, que el peor lugar para una cita a ciegas es una sala de cine. Dos horas y media que duró la película sin vernos las caras, dos horas y media sin poder hablar.

¿Cómo conocer a una persona cuando no puedes ni siquiera entablar una conversación? Es como cuando te vas de fiesta y terminas gritándote con tu cita sin poder escuchar nada.

Después del cine nos fuimos a cenar a un puesto de ramen instantáneo que está cerca de la plaza principal. De camino al lugar llegué a la conclusión de que haber pasado dos horas y media sin comunicarme no había sido tan malo. Lo digo porque Taemin, mi cita, resultó no ser tan agradable como me lo habían presumido.

Tenía unas ideas y una forma de pensar tan retrógradas que hasta creí que hacía sus comentarios de broma: cuestionó mis intenciones de estudiar una carrera, con el argumento de que estaba lo suficientemente guapo como para encontrarme un marido con dinero.

Después de que dijo eso, esperé varios segundos a que llegara la carcajada. Nunca llegó.

Luego de dos o tres comentarios similares, estuve a nada de pedir un taxi y dejarlo hablando solo.

No lo hice por educación, y porque aguantarme era la diferencia entre regresar a casa después de cenar algo muy rico o irme a dormir con hambre.

Durante todo ese tiempo no pude evitar pensar que aquella experiencia sería un excelente tema de conversación para mi cita con Taeyeon al día siguiente.

Taeyeon es mi terapeuta, doctora en psiquiatría; comenzamos a vernos hace casi ocho años por lo menos una vez al mes. Antes de Taeyeon veía al doctor Kang, pero decidí dejar de ir con él porque me hacía más mal que bien.

Tenía la costumbre de recetarme una lista de pastillas que nada más me aletargaban y no atacaban el problema de raíz.

Con Taeyeon  encontré un apoyo invaluable: alguien ajeno a mí sabía por lo que yo estaba pasando. Cuando entiendes que no eres la única persona que libra una batalla contra el tipo de enemigo silencioso y desconocido que es la depresión, sabes que al menos hay una esperanza.

Hasta la fecha todavía tengo miedo de que alguna vez vuelvan esos síntomas: aumento de las palpitaciones, sentimiento de vacío, sudoración excesiva de las manos, ansiedad al sentir que estás atrapada dentro de tu propio cuerpo, y lo peor de todo, la sensación de que el aire que respiras no te llena a los pulmones. No tengo enemigos, pero si los tuviera, no les desearía ni una cuarta parte de todo esto tan horrible.

Me gusta pensar que no toda mi vida fue así, que en algún momento fui un niño feliz, pero no tengo recuerdos de mi niñez, y no tengo a nadie que me ayude a revivirla. No conocí a mis papás, ni tengo información sobre ellos. No sé si viven o no, y no tengo idea de por qué me abandonaron. Ni siquiera puedo imaginar cómo eran físicamente. Nunca, al pensar en ellos, he podido ponerles un rostro o algo que los identifique.

Es como si nunca hubieran existido.

No me pierdo por nada mi cita mensual con Taeyeon . Y es que cada vez que termina nuestra hora siento que salgo de allí un poco renovada, con nuevas ideas y ganas de comerme al mundo. En los últimos meses, Taeyeon ha hecho el comentario de que salir con chicos es una buena idea.

—Con esto no quiero decirte que los hombres necesitamos forzosamente a las personas para ser felices —me dijo—. Pero el día que te encuentres con ese chico o chica que te ponga los pies de cabeza, entenderás por qué el amor cura el mal del tuerto.

—¿El mal del tuerto?

—Sí. El mal del tuerto, ese que te hace ver un solo lado de la vida, y no te permite mirar el panorama entero. Cuando ves la gran imagen, entonces puedes decidir qué sí y qué no te sirve para ser feliz.

Ésas fueron las palabras que me convencieron de aceptar la cita a ciegas con Taemin. Vaya ironía.

—Que hayas tenido una mala experiencia no significa que todas vayan a ser igual.

Sé que eso es verdad. Aun así, pienso que las probabilidades de que vuelva a vivir una experiencia de ese tipo disminuyen considerablemente si rechazo cualquier otra propuesta de cita a ciegas por parte de Solar.

—No lo sé, no siento esa necesidad de tener un chico a un lado.

Taeyeon sonrió.

—No puedes verlos como el enemigo, Jimin.

—No, yo lo sé. También sé que la mayoría de las chicos de mi edad se la pasan pensando únicamente en eso, en los chicos. Su mundo gira alrededor de si el chico guapo la invitó a salir o si la miró feo. Pero yo no soy así.

—Ni muy muy, ni tan tan. Ni una cosa, ni la otra —dijo Taeyeon —. Tampoco te pido que te obsesiones con el tema, pero no tiene nada de malo que estés abierto a darte la oportunidad.

La sesión terminó conmigo prometiéndole que no me cerraría a la posibilidad de salir en más citas y conocer más chicos.

Además de este tema, trabajamos constantemente en enfrentar mis miedos, mis pesadillas y cualquier tipo de temor que arrastre desde la infancia.

El fin de semana pasó muy rápido, y por fin llegó el primer día de Universidad. Quedan dos años para terminar la Universidad y yo ya no puedo esperar para terminar la carrera. Sé que el segundo año lo sentiré como toda una eternidad, pero en tercero, cuando ya siento qué puedo hacer algo productivo con mi vida, el tiempo pasará volando.

No es que no me la pase bien durante lo que se supone deben ser los mejores años de la adolescencia, pero algunas veces siento que pierdo el tiempo estudiando materias por mero trámite para obtener un certificado. Quiero aprender algo que esté relacionado con lo que pretendo hacer en un futuro, y eso sucederá únicamente en la carrera.

Me gusta a la Universidad al que asisto.

Es un gran logro para mí poder estar ahí, donde sé que encontraré oportunidades para aprender y seguir saliendo adelante, por ello me esfuerzo mucho en conservar mi sitio. Por otra parte, me apasiona tanto mi trabajo, que ya deseo poder terminar de estudiar mi carrera afín y mejorar lo que hago en la fundación.

A media mañana, durante la clase de Economía, me di cuenta de que tenía una solicitud de amistad. Me sorprendí al ver de quién se trataba.

—¿Ya lo aceptaste? —me preguntó Youngjae cuando se lo conté durante la hora del descanso.

—Claro que no.

—¿Por qué no? —Me insistió clavándome la mirada—. ¿Estamos hablando de Min Yoongi, no?

—Sí. Y no, no lo acepté porque no me parece prudente.

Youngjae se rascó la cabeza.

—¿Qué tiene que ver aquí la prudencia?

—Todo. No me voy a arriesgar a que piensen mal.

—¿A quién te refieres? ¿Quién pensaría mal?

—Olvídalo.

Youngjae me pidió mi teléfono con la excusa de que quería ver el perfil de Yoongi y corroborar que me había mandado la solicitud.

Cometí el error de prestárselo. No sé cómo caí, si ya lo conozco.

—¡¿Qué hiciste?! —Lo regañé, después de que presionó el botón que automáticamente me vinculaba en una amistad cibernética con Min Yoongi.

—Lo que debiste haber hecho tú desde el momento en que viste la solicitud.

—Es que no entiendes...

—¿Qué haces?

—Voy a cancelar la amistad. No creo que se haya dado cuenta de que...

—Claro que se da cuenta. Seguro que recibió una alerta. Si la cancelas, entonces sí pensará que hay algo raro.

Youngjae tenía razón. Ya no había nada que hacer. Pero entonces comencé a pensar en las razones que pudo tener Min Yoongi para agregarme. Me enteré de que estábamos en la misma Universidad, en cursos diferentes, a él sólo le faltaba ese último año para terminar.

No nos habíamos visto porque acababa de volver de Londres, pero Youngjae se las había ingeniado para averiguar ese dato y tener el panorama completo.

—No le des tantas vueltas al asunto —me dijo Youngjae—. Te agregó porque eso es lo que hace la gente cuando conoce a alguien. La agrega en Facebook. No quiere decir nada.

De nuevo, mi amiga tenía razón.

—¿Vamos al café en la tarde?

—No puedo, tengo que ir a la fundación. Tengo muchos pendientes por resolver.

Youngjae no me reclamó porque sabía que mi trabajo ocupa toda mi energía, y muy apenas me sobra tiempo para estudiar. Pero no me quejo, es la vida que elegí, y la verdad es que la disfruto mucho. Tal vez sea distinta a las demás chicos de mi edad, sí, pero si algo me provoca placer es ser auténtico.

꒰𝓣𝓣𝚊𝚎 ♡︎... ꒱

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