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T R E S

Habíamos vuelto a la desolada carretera. Al final no había logrado dormir mas que una hora y poco mas, trate de hacerlo pero me aterraba tener la guardia baja y que nos atacaran.

Seguía agotado, ahora los parpados me pesaban terriblemente y sentía como si tuviera arena en ellos. La situación me estaba empezando a estresar, me estaba pasando por encima por completo.

Conduje por horas nuevamente, esta vez incluso el silencio reinaba en el auto, por un momento creí que Jimin había vuelto a dormirse en su asiento pero cuando volvía a verlo, veía que estaba completamente despierto, con sus ojitos marrones bien abiertos.

Pero podia ver que estaba empezando a sentir las cosas muy raras y lo veía mas tenso. Supe que las cosas estaban empezando a afectarlo cuando despertado llorando y aun que lo había tomado en brazos y arrullado por un buen rato no lo había logrado tranquilizar por completo. Solo volví a sentarlo en su silla, ajustándole el cinturón para irnos de ahi. No me gustaba pensar que el ruido que provocamos llamara la atención de algún infectado.

Jimin seguía teniendo su nariz y el borde de sus ojos rojos por el llanto.

Apreté con fuerza el volante, deseaba poder decirle que todo estaría bien, dejarlo llorar tranquilo sobre mi pecho y consolarlo como debía hacerlo y dejarlo dormido entre mis brazos. Pero la idea de que el ruido haya llamado la atención de esos seres era mayor que la preocupación de calmarlo y eso me enfermaba.

Me enfermaba saber el mundo en el que se encontraba mi hijo ahora.

— ¿Papá? —

Aquellos seres eran monstruos con la maldita necesidad de comer carne humana. Un experimento fallido que se salió de control, un virus mutado que se propagaba si te hería, claro, si por milagro seguías con vida. Te atacaban con fuerza sobrenatural una vez era su objetivo, olían a putrefacción y no dejaban absolutamente nada de ti un vez que te atraparan. Solo podías rogar para que aquellos monstruos acabaran con tu vida de manera rápida.

— ¿Papá...? — la voz angustiada de Jimin me saco de vuelta a la realidad.

Había clavado con fuerza las uñas en el volante y no me había dado cuenta la fuerza con la que apretaba mi mandíbula.

Gire a ver a Jimin, notando como nuevamente sus ojitos se cristalizaban.

Maldije al solo verlo nuevamente asustado.

— ¿Dime...? ¿Qué pasa? —

Lo vi dudar. Note como jugaba con sus manitas nervioso de hablar y como su carita tenia una expresión de angustia. Algo que simplemente no debía sentir un niño de cuatro años.

— Papá tengo hambre... —

Algo en mi se revolvió al escucharlo. Asentí y volví a buscar un lugar desolado mientras hacia una lista mental de la poca comida que nos quedaba.

Al estacionar y volver al mismo ritual de asegurar que todo estuviera bien, me fui a sentar junto a él, tomando otra vez mi mochila.

Realmente en aquella mochila negra había echado todo lo esencial para los dos, en cambio la pequeña mochila azul de Jimin solo tenia cosas de él, ropa y uno que otro medicamento infantil que simplemente no podia dejar en casa.

Tome una lata de atún, de hecho era la ultima que quedaba, junto con un paquete de galletas.

Abrí la lata y junto a las galletas, extendiéndole una para que empezara a comer.

— ¿Papá estas enojado conmigo...? —

Lo volví a ver sorprendido. Debía de tratar de disimular el estrés que llevaba encima.

— No, cariño. No lo estoy — le dije, acomodando su cabello revuelto, retirando un poco de su frente para dejarle un tierno beso. A lo que el sonrío de inmediato.

Jimin se había llevado su segunda galleta con atún completa hacia a su boca. Inflando sus cachetes de comida - incluso siéndole difícil masticar - al tiempo que limpiaba sus manitas en sus pantalones cortos, no pude evitar sonreír por lo lindo que era. El de verdad tenia mucha hambre.

Pero cuando le extendí la tercera galleta le vi fruncir el seño.

— ¿No comerás~? —

Sonreí — Lo hare campeón, tomare una pero hasta que termines —

Ahora solo comíamos dos veces al día, necesitaba que el comiera mas de lo poco que teníamos.

Cuando le di la otra galleta, solo dio una pequeña mordida, lo mire confundido pero cuando extendió su bracito con la galleta entre sus dedos hacia mi, entendí todo.

La mordí y me asegure de dejar aun algo de la galleta con atún para que él siguiera comiendo. Él era mil veces mas importante en estos momentos.

— Papá... —

— Dime — note como había empezado a temblar un poco, la verdad es que el clima seguía igual de nublado y al parecer la temperatura estaba empezando a bajar.

Busque en su mochila azul un bufanda roja, la preferida de Jimin y se la coloque, envolviendo su cuello y parte de su rostro, dejando a la vista sus mejillas rosaditas y sus ojitos cafes.

— Papá quiero ir a casa —

Detuve toda acción de inmediato al escucharlo. A pesar de las condiciones y todo este tiempo en el carro, Jimin no se había quejado al respecto ni una sola vez. De hecho esperaba que nunca lo hiciera porque sabia que escuchar esas palabras salir de él me harían sentir en un infierno. Porque sabia que ya nada seria igual que antes, ya no le podia prometer las misma cosas y definitivamente su vida no iba ser buena.

Es duro escuchar a tu hijo pedir algo y no poder dárselo.

Incluso me aterraba la idea cuando el me dijera que tenia hambre y ya no tuviéramos absolutamente nada para comer.

Le acaricie su mejilla, sus ojitos me veían ansiosos por una respuesta.

— Ya no es seguro volver Jimin... —

Vi como su expresión decayó y como el miedo lo empezó a dominar.

— ¿Nunca volveremos...? ¿Por qué papá? ¿A donde vamos? Y-Yo... de verdad quiero ir a casa... - pequeñas lagrimas empezaron a caer.

Solo pude tomarlo entre mis brazos y abrazarlo con fuerza. Y tragarme el nudo que se había formado en mi garganta, luchando para no llorar junto a él, realmente no sabia que seria de nosotros, ni siquiera sabia si aquella zona segura seguía existiendo, no sabia nada pero conducía hasta ella con una fe totalmente ciega.

— Estaremos bien, Minnie, lo prometo. Tu y yo siempre estaremos juntos ¿Si? —

Sus bracitos me rodearon con mas fuerza y sentí como sus cálidas lagrimas caían ahora en mi hombro. A diferencia de cuando había despertado, ahora solo lloraba en silencio.

— ¿S-Siempre estarás conmigo?— balbuceo torpemente.

— Siempre, príncipe. Nunca te dejare solo —

Acaricie su cabello con ternura. Lo amaba tanto que solo la idea de perderlo me mataba. Jimin solo me tenia a mi y yo solo lo tenia a él, no había mas que contar.

Volviendo al camino, Jimin estaba mas tranquilo, se resguardaba en su bufanda y jugueteaba con su carrito rojo, como si hubiera olvidado todo.

Al final solo tome una galleta y un trago de agua. Y estaba empezando a sentir lo efectos negativos de comer tan poco. Estaba exhausto, necesitaba llegar al maldito lugar lo mas pronto posible.

Faltaba poco para subir al punto mas alto de aquella colina boscosa, donde supuestamente estaba el lugar que anunciaban como seguro. No faltaba mucho, solo un poco mas.

Trague grueso cuando los parpados se volvieron pesados una vez mas.

— Maldición... — murmure, todo mi sistema me estaba reclamando todos estos días de viaje.

— Papá ¿Jugamos? —

Iba negarme, no quería jugar en estos momentos. No ahora pero al mismo tiempo necesitaba distraerme.

— Toma, papá. Te toca esconder el carrito — sonrió Jimin, estirándose lo mas que le permitiera el asiento para niños.

Tome el carrito con una sola mano sin quitar la mirada del frente esta vez.

Jimin se rio mientras tapaba sus ojos con sus dos manitas, ansioso y empezaba a contar, aun cuando solo sabia contar hasta diez.

— ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! —

Para el momento que había dicho Tres con una mala pronunciación ya había escondido el carrito entre la funda del asiento que se encontraba delante de él. Se notaba la elevación del carrito de juguete pero como la funda era negra se puede decir que se camuflaba bienal menos lo suficiente para distraer a Jimin, él que duraría su rato en encontrarlo aun que estuviera frente a sus ojos, a pesar de que incluso ya lo había escondido ahi antes.

— ¡Cuatro! ¡Cinco! —

Deje que siguiera contando. Sentí como un fuerte dolor de cabeza me estaba haciendo sisear de dolor, pronto iba anochecer y definitivamente durante la noche no iba a podia dormir, no tenia nada a favor para recuperarme, mas que estar cerca de aquel lugar.

— ¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho! —

Cerré los ojos llevándome una mano hacia la frente. ¿Por que de un momento a otro me sentía tan mal..?

Realmente estaba agotado, como si mi cuerpo me exigiera detenerme.

— ¡Nueve! ¡Diez! —

Jimin había dejado de contar y paso por mi mente la imagen de su sonrisa cada vez que terminaba de hacerlo para empezar a buscar.

— ¡¡Papá!! —

Su grito me hizo reaccionar al instante, abrí los ojos envuelto en adrenalina cuando chocamos con uno esos seres frente a nosotros.

— ¡Maldición! — maldije cuando perdí el control del volante.

Jimin empezó a gritar y trate de volver a tomar el control pero era demasiado tarde, nos habíamos salido del camino. Y el carro empezó a girar, todo pasaba tan morbosamente lento.

Los vidrios de las ventanas caían encima, destruyéndose por completo y escuchaba golpes por todos lados mientras el carro rodaba.

Mi cabeza golpeo el volante con tanta fuerza que no pude pensar en nada, un pitido resonada en mis oídos y el temor se apodero de mi por Jimin.

Todo se detuvo cuando chocamos frente un gran tronco, lo podia ver borroso delante mío. Había mucho humo, trate de hablar y voltearme para ver a mi hijo pero no podia.

No podia moverme, no podia ni siquiera ver mas haya del manto negro que se apoderaba de mis ojos.

— ¡Papá! —

Era Jimin...

Estaba llorando...

— ¡Papá! —

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