D O S
— ¡Papá! ¡Tienes que cerrar los ojos! —
Sonreí al escucharlo. Su tierna voz era lo único que podia dar un poco de alivio a la situación en la que nos encontrábamos. Quejándose de manera totalmente inocente, incluso ignorante de lo que sucedía a nuestros alrededores, ignorando todo lo sombrío, o al menos eso quería pensar.
— Jimin estoy conduciendo, no puedo cerrar los ojos — le explique, pasando mi mirada un momento por el retrovisor, viendo como un tierno puchero se formaba en sus labios. Al pequeño príncipe no le había gustado aquello — Pero te prometo que no mirare mientras lo escondes ¿Esta bien? —
— ¡Bueno! ¡No vuelvas a ver papá! —
Asentí. Mantuve mi mirada al frente, sintiéndome abrumado al ver que todo estaba terriblemente desolado. Ni un solo carro pasaba por la carretera pero si habían abandonados por todas partes, los edificios estaban destruidos e incluso las casas, las tiendas y supermercados con sus vitrinas destruidas y totalmente saqueadas. Todo estaba abandonado y destruido. No había nada, ni siquiera vida.
El cielo estaba gris, totalmente nublado como si la misma madre naturaleza hubiera perdido la fe. Era espeluznante pensar que estábamos solos o que nada apuntara a un futuro mejor.
Habían pasado dos meses desde que todo llego a un punto culminante en el mundo. Los seres humanos ya no gobernaban, si, esa misma raza que se adulaba así misma como la mas inteligente y poderosa. Habíamos acabado con nosotros mismos. Ignoraba si había mas personas vivas, de hecho, ignoraba cualquier cosa a la hora de pensar solo en el bienestar de Jimin.
Las armas biológicas habían cumplido su propósito. Acabar con la vida.
Los avances tecnológicos y un mayor prospecto de vida había llevado a todo lo que el planeta tierra era ahora. Las guerras y la necesidad por el poder absoluto dejo a millones si absolutamente nada, una vida futurista nos llevo a algo mucho peor, a arrastrarnos para tratar de sobrevivir.
Ahora haber muerto en guerra era un mejor panorama que el tener a seres alterados biológicamente detrás de ti sin descanso.
Cuando todo se salió de control se empezaron anunciar zonas seguras pero para ese entonces era ya incluso muy tarde para la gran mayoría de la población. En aquellos momentos mi instinto solo me dijo que tapara todas las ventanas, puertas, cualquier salida de mi casa y tratara por todos los medios seguir con vida ahi dentro.
Rogue para que se deshicieran de una vez por todas de aquel desastre y mantuve la fe por un tiempo pero los días pasaban y los gritos de la gente seguían inundando los alrededores.
La comida que teníamos en casa se estaba acabando y si no fuera por ese hecho seguiríamos ahi. Pero ya no podia esperar, quizás ahora solo nos quedaba lo suficiente para unos cuantos días y racionándola. Así que con una sola oportunidad en mente para seguir a salvo, tome a mi hijo y conduje los mas rápido posible para salir de aquel vecindario de muerte hacia aquella zona segura que tanto anunciaban antes de perder cualquier clase de contacto con cualquier medio de comunicación.
— Listo papá ¿Dónde esta el carrito? — sonrió de oreja a oreja y de una manera traviesa, totalmente divertido con aquel juego, que se nos había hecho costumbre y lo único que tenía para entretenerlo en aquel largo viaje.
Jimin era ahora todo lo que tenia. Lo único que me quedaba y la razón por la que no perdía la esperanza de que todo saliera bien.
Gire a verlo un momento, Jimin no era muy bueno jugando por mucho que le gustara y además, él se encontraba sentado en su silla para niños, con su respectivo cinturón puesto, del cual sabia muy bien que no podia quitárselo. Así que siempre escondía el carrito rojo muy cerca de él.
Volví a voltear la mirada a la carretera cuando lo vi abrazar su peluche de dinosaurio azul con fuerza, mientras reía. Y bueno también ya había encontrado el susodicho carrito de juguete.
— A ver... ¿Estará bajo el asiento...? — jugué con él, viendo por el retrovisor como negaba varias veces provocando que su largo cabello naranja se agitara, al tiempo apretando mas fuerte el peluche a su pecho. — ¡Ya se! ¡Que tal en tus zapatos! — grite mientras quitaba una mano del volante y la dirigía a sus piecitos, los cuales patalearon huyendo de mis manos. La risa de Jimin inundo el auto mientras intentaba alejarse de mi mano para evitar que tomara el carrito.
Hubiera sido un buen escondite si no fuera que trataba de ocultar de una manera para nada disimulada sus pies entre los sillones y que por supuesto, no ayudaba que el carrito de juguete tuviera casi el mismo tamaño que sus tenis blancas.
Haría lo que fuera para seguir escuchándolo reír de aquella manera. Jimin aun no entendía muy bien lo que sucedía pero a sus ya cuatro años sabia que algo estaba muy mal.
Estacione el carro a kilómetros de aquella ciudad abandonada. Había conducido toda la noche y estaba cansado, no quería detenerme, realmente quería estar en aquella zona supuestamente segura lo mas pronto posible, pero al parecer no iba a ser tan fácil y rápido como pensé que seria.
Baje del auto ante aquel tenso ambiente desolado, santia la mirada de Jimin sobre mi, ansioso porque volviera entrar al auto.
Pero debíamos estirar un poco las piernas, aun nos quedaba camino que recorrer y no sabia que nos encontraríamos mas adelante, tenia que aprovechar al ver un lugar algo tranquilo.
Eche un vistazo al lugar, todo estaba terriblemente en calma y rogaba para que siguiera así.
Rodeé el carro, caminando hacia la puerta trasera donde encontraba Jimin para ayudarlo a bajarse.
— Vamos Jimin, abajo — le dije mientras abría la puerta y desbrochaba el cinturón de seguridad de su asiento. Lo tome en brazos, sacándolo del carro, él automáticamente me abrazo con fuerza alrededor de mi cuello. Por instinto y para tratar de calmar los malos pasamientos, volví a ver a nuestro alrededor y asegurar que todo siguiera igual.
— Papá... Necesito ir al baño... — balbuceo.
Ya lo sabia, conocía a este mocoso como la palma de mi mano, por eso mismo también había estacionado un por unos momentos. Además Jimin merecía estirarse un poco y respirar algo de aire fresco.
— Esta bien campeón, puedes hacerlo aquí —
Inseguro, se acurruco tiernamente en mi cuello.
— ¿A-Aquí...? —
— Vamos, no seas quisquilloso —
Lo baje y acomode sus ropas ya algo arrugadas.
Note como se tambalea de un pie a otro y no pude evitar reír, se estaba muriendo por hacer sus necesidades. Le ayude a desabotonar su pantaloneta marrón, Jimin era bastante torpe con los botones.
— Abuelita me regaño por hacer esto una vez... — me conto avergonzado.
Sonreí con tristeza, hincándome detrás suyo, al tiempo que deje un tierno beso en su cabeza — Eso fue porque lo ibas hacer en sus amadas rosas... —
Cuando Jimin termino, tome su mano para darle unas cuantas vueltas al carro, de verdad necesitábamos caminar algo, pero al mismo tiempo no me sentía lo suficiente seguro como para ir mas haya de donde había estacionado. Claro, primero tuve que sacar el amado peluche de dinosaurio del señorito para que estuviera completamente feliz, habíamos pasado muchas horas sentados y sabia que él estaba realmente aburrido y cansado con todo esto, pero no había nada mas que pudiera hacer por el momento.
Después de un rato todo seguía tranquilo, así que volvimos a entrar al auto, pero esta vez me senté en los asientos de atrás, junto con Jimin. Asegure todas las ventanas y le puse seguro a las puertas, tome mi mochila negra, donde solo había echado un par de prendas y una cobija, lo demás era lo que quedaba de comida para ambos.
Saque la cobija, notando como algo cayo sobre mis piernas. Era mi billetera, algo completamente inútil ahora, solo tenia unos cuantos billetes inservibles, junto tarjetas de crédito y una foto de un sonriente Jimin. Era divertido pensar que una de las razones de que vivamos esto era por el amor a ese dinero y ahora no era mas que papel de color, inservible completamente, así que la tire hacia el asiento del copiloto con desinterés y para que no estorbara.
Me termine sentando en el suelo del auto para poder estirar las piernas, de todos modos solo Jimin entraba en el pequeño espacio que quedaba libre del asiento trasero, ya que el asiento para niños abarcaba una parte de este.
Jimin al notar mi intension de ir a dormir, se acostó en ese reducido espacio, sin quitarme la mirada y lo mas cerca de mi que podia. Le sonreí y le arrope con la cobija que había sacado, dejándole uno de mis brazos para que se apoyara en el, al tiempo que también apoya la cabeza en el asiento para intentar descansar.
Momentos antes de poder al fin rendirme al sueño, sentí como las pequeñas manitas de Jimin trataban de estirar la cobija para que llegara a mi también y no estuvo conforme hasta que la mayor parte de mi espalda estuviera cubierta. Luego solo tomo mi brazo, acurrucándose en el, sonreí sintiendo como su respiración chocaba en mi antebrazo logrando relajarme lo suficiente para quedar totalmente dormido.
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