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⟣sɪᴇᴛᴇ⟢

Llevaba quizás unos diez minutos despierto, pero no podía dejar de observarla...como siempre hacía cuando me tocaba velar por su sueño.

El detalle estaba en que, para entonces, ya había perdido ese autocontrol que tanto me caracterizaba.

Sonreí al darme cuenta de lo loca que me resultaba toda esa situación, pero aún así, me levanté de encima de Sarah con cuidado de no despertarla y deposité un beso suave y silencioso sobre su frente.

La arena bajo mis pies no estaba tan caliente, lo que significaba que aún era temprano. Me crucé de brazos a la salida de la cabaña y analicé mi entorno con la mirada, buscando qué hacer de desayuno que no incluyera nuestras reservas.

Había un árbol con bastantes mangos y luego estaban las palmeras con sus cocos...sólo que esos aún no estaban listos.

-Bueno...mangos será.

Trepando al árbol y tumbando algunas de dichas frutas estaba cuando divisé su figura saliendo de la cabaña con...

-¿Esa es mi camiseta?-me fue inevitable reír al verla buscándome por todas partes.

-Bueno, donde quiera que estés, sí, es tu camiseta porque llevaba cuatro días usando el mismo y único vestido que tengo a mano. Calor no voy a pasar por tener que ponerme mis trajes, así que tu camiseta me pareció una buena opción. No soy como tú que siempre llevas varias mudas de repuesto en cada viaje.

Con rapidez mis pies volvieron a tocar la arena, hecho que logró sacarle un pequeño gritito de susto.

-Está bien. Te luce bien con el ligero tono caramelo que ha adquirido tu piel.

-¿E-Eso...fue un...cumplido?-sus mejillas estaban rosadas y su boca se abría y cerraba como si quisiera seguir hablando y no pudiera.

Volví a reír.

-Hoy tenemos mangos de desayuno-señalé las frutas sobre la sábana que había puesto en la arena bajo mis pies para evitar que esta se adheriera a nuestro desayuno-. Los cocos aún no están listos, así que no tenemos más opción.

-Está bien-sacudió su cabeza de lado a lado y me sonrió-. Ahm...también me gustaría saber qué tienes pensado hacer hoy.

-Bueno...aparte de cocinar y el ritual diario de ir a buscar agua de beber al lago, pienso leer.

-Oh...

-¿Te unes?

Sus verdes ojos se abrieron con impresión y le sonreí en grande.

Al parecer alguien está algo afectada por lo que sucedió en la noche, decía para mis adentros.

O era eso, o le extrañaba demasiado que fuese demasiado suelto con ella.

Sin embargo, supo aprovecharse de la situación en medio de su impresión.

-Hum..claro ¿"37 horas"?

-Y "Perfume" también-al hacer mención de otro de los libros que me había recomendado, se emocionó al punto de dar un pequeño brinquito acompañado de un chillido bajito.

Corrió hacia mí y, rápida y superficialmente, me abrazó incluso aprisionando mis brazos y se colocó de puntillas para dejar un corto beso en mi mejilla. Luego se alejó y chilló de nuevo.

-¡Me alegra mucho saber que sigues mis recomendaciones!-repentinamente, su ceño se frunció-. Pero ¿cuándo lo compraste?

-Ah...fue el día que fui a recibir el paquete de la agencia que nos envió los nuevos chalecos antibalas a JiMin y a mí-expliqué mientras tomaba dos mangos para llevarlos a la madera de la mesa y pelarlos-. Aproveché para pasar por una librería y comprar "Perfume". Luego me compraste "37 horas" y he dejado el otro un poco abandonado.

-Espera...¿Tú y JiMin usan chalecos antibalas?

Me volteé a verla con mi ceja enarcada. Estaba a mi lado...tan cerca que podía sentir su calor corporal.

-¿No lo sabías?

-Ah...no-rió con timidez y le entregué su mango ya pelado.

La sonrisa no quería abandonar mis labios, evidentemente.

-Por supuesto que los tenemos ¿Te imaginas si en medio de un tiroteo nos hieren gravemente?¿Qué será de tí?

-Bueno...creo que si tu mueres, yo también...y lo digo en todos los sentidos. A ver, si de repente el único hombre del que he estado enamorada en mi vida se muere, yo me quedo sin protector y con una depresión que probablemente me tenga muerta en vida.

-Bueno...no creo que suceda. Estoy muy bien preparado. Pueden herirme, pero no matarme.

-Más te vale, cabrón-gruñó y con su mano libre encajó las uñas en mi brazo. Nada muy grave como para quejarse-. Si te atreves a morir, por lo menos llévame contigo.

-No puedes irte ¿No tienes una misión que cumplir aquí en el mundo mortal?

-¿Y a mí qué me importa eso cuando la felicidad se me va?¿Crees que tendré la misma fe en la humanidad si te matan?¡Por supuesto que no! No tendría sentido para mí defender la causa humana si yo no soy feliz porque mi chico murió. Mi infelicidad sería transmitida inconscientemente a través de mis actos por muy buenos que sean.

-Está bien-suspiré risueño-. Cuando me vayan a matar, me aseguraré de tener veneno en el bolsillo para que cuando vayas a llorarle a mi cuerpo, lo tomes. Muy al estilo Romeo y Julieta.

-¡Hey, sí!¡Esa idea me gusta!

¿Qué más remedio que reír ante su bobería?

-Termina de comerte el mango, anda, que luego viene tu rutina de limpieza.

Básicamente ese fue nuestro día: su ritual de aseo, rellenar las botellas, preparar la cena, sentarnos a leer, y cuando llegó la noche, encendimos la fogata y nos sentamos cerca de ella en la arena sobre una sábana.

Estábamos ambos acostados sobre la tela, platicando de cualquier tema que se nos viniera a la mente.

-Mi infancia fue muy divertida aunque no lo creas-me comentó-. Mis padres casi nunca estaban en casa y por ello me divertía haciéndole la vida imposible a las niñeras. Me deslizaba por el pasamanos de la escalera, o me lanzaba directamente en los escalones con un pequeño colchón que mi propio padre hizo para ello. Era...y sigo siéndolo de hecho-rió-, fanática a las pistolas de agua. Muchas veces me vestía con ropa verde olivo o de camuflaje y me imaginaba que estaba en medio de una misión donde los empleados de la casa eran mis objetivos y ¡Pum! Con la rapidez de un rayo todos en la casa estaban empapados y yo, escurridiza, siempre me escapaba y trepaba en el tejado. Mis padres sabían que era traviesa y no me dijeron nada prefiriendo dejarme disfrutar de mi imaginación infantil mientras la tuviera porque, al fin y al cabo, nunca fui mala estudiante y tampoco mi comportamiento era el de un niño rebelde o mimado en exceso.

Una sonrisa tironeó de mis comisuras al imaginarme a una pequeña niña rubia de grandes ojos esmeralda correteando de aquí para allá, mojando a todos con sus pistolas de agua y siempre mostrando esa hermosa sonrisa que la caracteriza.

-¿Y Leiah y Timothy?-me surgió la duda.

-¿Con quiénes crees que me aliaba?-su juguetón tono me hizo reír-. Pasábamos casi las veinticuatro horas de los siete días de la semana metidos en mi casa, haciendo travesuras y estudiando. Mi casa era la más grande y por eso era muy común vernos esparcidos por aquí y por allá, como si ellos dos también vivieran allí.

-Mi infancia también fue bastante divertida...a mi manera, claro-había girado la cabeza y ahora nuestros rostros quedaron frente a frente-. Mi padre es profesor de Taekwondo y Karate y yo desde pequeño practiqué junto a él y mi madre que se unía. Era divertido porque mi madre siempre solía tomarnos fotos y en la mayoría siempre salíamos con muecas extrañas. Luego de eso simplemente nos poníamos a dibujar junto a mamá. Mi padre es un desastre con eso así que la mayoría de las veces terminábamos en una guerra de pinturas. Incluso ahora siendo yo un adulto seguimos con la misma costumbre-reí mirando al cielo, recordando aquella guerra colorida que armaron mis padres antes de mi partida a Inglaterra-. A diferencia tuya, yo no era un alumno precisamente ejemplar. Mis notas en las asignaturas relacionadas a la ciencia siempre fueron un desastre pero en las demás todo estaba perfectamente bien. Luego estaba el hecho de mi dedicación a proteger a los demás niños que les hacían bullying y no podían defenderse...y de ahí salió mi idea de convertirme en escolta. Sigue siendo un sueño proteger a quien no puede y ser su seguridad. Es un trabajo duro, pero me gusta. Me siento feliz asegurando la vida de alguien.

-Eso es muy bonito-puchereó y apretujó sutilmente mi mejilla con sus dedos-. Me imagino a un pequeño JungKook de ojitos brillantes y mejillas gorditas defendiendo a un compañero de clase y juro que me estoy muriendo de ternura.

-Bueno...según mi madre, fui un niño muy tierno.

-¡Yo necesito fotos!-exclamó con emoción-. Mi suegra debe enseñarme tus fotos de pequeño, y si tiene de esas que todos los padres toman donde todos salimos bien desnudos, mejor.

-¡Hey, no! Esas fotos son vergonzosas-me quejé.

-¿Y qué? Esa es la idea. Que te avergüences.

-Eres cruel.

-No más que tú.

Fue sólo cuestión de una filosa mirada para que ella riera y negara con la cabeza.

-Bien. Tranquilo. Paz y amor para todos-bufé risueño ante su decir. Es que ella ni siquiera con una mirada amenazante deja de ser tan...ella-¿Y JiMin?¿Cuándo entra en la historia?

-JiMin y yo nos conocimos cuando teníamos trece años. Una chica era novia de ambos y un día la fuimos a buscar a su aula de sorpresa y por casualidad. Cuando nos vimos yendo a buscar a la misma persona que supuestamente era nuestra novia, se armó un pequeño espectáculo.

-¡Ohhh! Está potente el chisme ¡Sigue!¡Sigue!

-Ella comenzó a gritarnos a ambos y pedirnos explicaciones del por qué habíamos ido sin avisarle y bla, bla, bla y al final JiMin y yo concordamos en que no valía la pena pelear por una chica que había tenido el descaro de jugar con los dos, así que simplemente nos fuimos y comenzamos a hablar. Nos habíamos visto por los pasillos de la escuela antes, pero ese incidente con la que fue nuestra primera novia fue lo que nos hizo más unidos. Luego, cuando le comenté que mi deseo era ser un escolta, él se me unió porque siempre le ha gustado el manejo de armas y la lucha cuerpo a cuerpo pero no quería formar parte del ejército así que eso nos unió más.

-En cierto punto me recuerda a Leiah y a Tim. Los tres siempre henos sido muy unidos, al punto incluso de aceptar un matrimonio entre nosotros por conveniencia, y a pesar de tener diferentes sueños y metas, siempre permanecemos juntos, llamándonos, compartiendo ideas. En nuestro caso, lo que nos une son nuestras personalidades que encajan como rompecabezas.

-¿De veras nunca ha habido algo más entre tú y Timothy?

-Bueno-su divagar provocó, aunque quise evitarlo, una pequeña opresión en mi pecho-...nos acostamos unas dos o tres veces cuando ambos teníamos ganas y no encontrábamos a quien nos ayudara con eso en el momento. Pero nada más. Ningún sentimiento ha sido involucrado-suspiró-. Pero sí me gustaría que supieras un pequeño detalle-otra vez nuestras miradas chocaron-: desde hace cuatro años que vivo a base de dedos.

Me eché a reír por su comentario. Es que de veras que ella es única.

-Yo también, si eso te resulta de consuelo.

-Bueno...yo no diría que llevas exactamente cuatro años en eso.

Extrañado y con el ceño estrujado, le pedí una explicación con la mirada.

-Verás...es que...puede que te haya visto entrar hace casi-reclalcó la palabra- cuatro años con una chica a tu habitación...Después sentí pena por ella, pero igual como que dolió un poco-rió-. Ese día confirmé que me gustabas más de lo que pensaba.

Parpadeé sin poder creerme que ella se acordara de algo que ni yo mismo lo hacía...hasta que puse a trabajar mi mente y di con los hechos de esa pesada noche.

-Hum...creo que ya recuerdo. Fue la única chica con la que tuve ese tipo de contacto desde mi llegada a Londres. JiMin insistía en que debía divertime un poco más y tener más sexo ya que supuestamente eso me quitaría la amargura, pero, y si me viste ese día, supongo que también habrás apreciado toda la escena ¿no?-algo tímida, asintió-. Estaba harto de que JiMin y sus amiguitas me insistieran y ese día exploté y les quise dejar en claro que yo no estaba para juegos. Sé que fui algo brusco, pero por lo menos funcionó.

-Ciertamente me preocupé un poco ¿sabes? Aquella vista me resultó muy extraña. Ni siquiera noté que tuvieras alguna erección...ni la besaste, y apenas la tocaste.

-Es que JiMin sabe mis reglas y aún así no las respetó.

-¿Reglas?-a pesar de su posición, ladeó la cabeza como cachorro.

-Yo no soy un hombre que folla. Por muy romántico e irónico que te parezca, a mí me gusta hacer el amor, y por ello sólo beso y toco a la persona de quien esté enamorado. Soy bastante estricto con eso.

-¡Oh, por Dios!-de repente se alarmó al punto de colocarse de rodillas sobre la sábana y sus manos, que por un momento estuvieron cubriendo su boca, fueron llevadas a mi pecho, dando una pequeña presión-¡Perdóname, JungKook!

Otra vez con el ceño fruncido, imité su posición, y ella alejó sus manos con inmediatez sin dejar de gritar.

-¡Ayer te obligué a besarme en medio de mi revuelta de hormonas!

-Sarah...

-¡No sabía de esa regla tuya!

-Sarah...

-¡De haberlo sabido, yo...!

-¡Cierra el pico de una vez, mujer!-me fue imposible no reír ante la sorprendida mueca que su rostro plasmaba. No era para menos, si tenía mis manos acunando sus mejillas y me había inclinado hacia ella hasta el punto de hacer rozar nuestras narices-. Evidentemente aún no te llega el mensaje ¿verdad?

-¿Q-Qué mensaje?-solté otra carcajada. Sus mejillas rojitas y su manera de balbucear eran un claro signo de que estaba nerviosa...y eso al parecer alteraba su razonamiento.

-Haré una demostración para hacértelo llegar a ver si lo recepcionas mejor ¿vale?-de veras que tenía ganas de burlarme de esa tonta expresión que llevaba al asentir.

Pero no le duró mucho, puesto que no tardé en unir nuestros labios, esta vez en un beso mucho más consciente.

Quise que mis sentimientos salieran en silencio de mi boca y llegaran a la suya, que se hicieran notar en su cerebro y corazón.

Mi lengua fue la primera en aventurarse a jugar con la suya y mis dientes amaron mordisquear suavemente sus labios antes de separarnos.

-E-Eso...Eso quiere d-decir que...

-Que tus sentimientos siempre han sido correspondidos, sí-perdiéndome en el brillo de sus ojos, acaricié sus mejillas con mis pulgares-. Estoy tan enamorado como tú, sólo que no me podía permitir bajar mi muro, por tu bien y el mío...

-Pero...

-Mientras estemos aquí-la interrumpí-, podrás ver al verdadero JungKook, me permitiré amarte y dejaré que me ames. Le daré rienda suelta a todos esos sentimientos reprimidos que llevo ocultando hace cuatro años.

Su mirada pareció perdida y soltó una risa incrédula.

-Esto debe ser una broma...

Enarqué una ceja y decidí dejar mucho más clara la verdad.

Mis manos se colaron bajo sus muslos, atrapando sus glúteos y desde ahí la empujaron para que quedara mucho más cerca mío.

Sus manos se posaron insitivamente en mis muslos y mi socarrona sonrisa era acariciada por el cálido aliento que dejaba escapar su boca abierta por el asombro.

-¿Qué más?-enarqué una ceja-. Puedes tocar si quieres...Aunque no te lo recomiendo mucho si no quieres despertar a la bestia.

Pero ella, aún presa del asombro, bajó la vista a sus manos y las deslizó hacia atrás hasta colarlas bajo mi short. Su insegura mirada llegó a la mía, pero yo no pude hacer más que cerrar mis ojos y ladear la cabeza, dándole permiso a que tocara a su antojo.

Y así lo hizo...aunque con algo de incredulidad.

-JungKook...-sentí su aliento cerca de mi cuello y mordí mi labio.

-¿Hum?

-Te estoy tocando...-su nariz se paseaba con duda por mi expuesto cuello y sus manos avanzaban con una lentitud digna de tortura por mis muslos.

Sus uñas rozaron mi ingle y jadeé gustoso.

-J-Jung...N-No llevas...

-Tú tampoco llevas ropa interior-reí por lo bajo y apreté el agarre en sus glúteos-¿Eso te molesta? Porque a mí no.

-Y-Yo-suspiró-. Parezco una idiota balbuceando tanto pero...tú...de verdad estás...dejándome tocarte.

-Y justo ahora ruego porque toques más, créeme-jadeé. Sus dedos estaban paseándose por mis muslos internos.

-Entonces...¿me dejarías hacer algo que he querido hacer desde hace mucho?

-¿Me quitas la ropa tú o lo hago yo?

Su risita coincidió con la mía y enderecé mi cabeza sólo para recibir sus labios atacando los míos con vehemencia.

Apenas rompiendo el beso, yo mismo me quité la camiseta y la atraje más a mí con las manos en su mejilla y cuello.

Es que no podía dejar de besarla. Comenzaba a ser un vicio.

Sin embargo, sus belfos abandonaron los míos para crear un recorrido por mi mandíbula y cuello a la par que sus manos zafaban el nudo de mis shorts y, con un poco de mi ayuda al alzar las caderas, la tela quedó a mitad de mis muslos y mi hombría completamente expuesta.

Con su dedo pulgar acariciando el glande, solté el primer jadeo, y con la lasciva mordida a mi clavícula, dejé escapar el segundo.

Un masaje se arriba a abajo me otorgaba su palma restregándose contra mi sensible piel y tuve que echar el torso hacia atrás apoyándome con ambas manos en la sábana cuando sus besos bajaron más y más hasta que hubo una primera lamida a mi falo.

Suspirando entre dientes abrí más mis piernas, dejándola recostarse por completo entre ellas y sus antebrazos se apoyaban en mis muslos, permitiéndole tocarme libremente.

Me parecía una posición incómoda, pero al parecer para ella no lo era en absoluto puesto que me devoró con devoción.

Sí, me devoró.

Su boca se había apropiado de casi toda mi extensión, dejando una parte libre para que su mano derecha le siguiera los movimientos de adentro hacia afuera mientras que la izquierda amasaba mis testículos con parsimonia, cosa en la que su boca y otra extremidad no estaban de acuerdo.

La ansiedad que la empujaba a actuar con rapidez no quitaba el hecho de que su lengua me recorriera completo y su boca succionase a gusto. De hecho, me tenía hecho un mar de lloriqueos y gemidos que estoy seguro se debieron escuchar por toda la isla. Por lo menos estábamos solos y podía darme ese lujo.

Por mero gusto, recogí su cabello con mi mano y moví mis caderas, pidiéndole más con tan sólo mirarla a los ojos.

Ese brillo juguetón de aquella mínima sonrisa acompañó sus ojos y me hicieron saber lo mucho que se estaba deleitando viéndome lanzar cualquier cantidad de maldiciones al aire en medio de sonoros jadeos.

-¡Mierda, Sarah!-chillé entre dientes. Estaba malditamente cerca de la gloria.

De repente hincó las rodillas y se alejó apenas unos centímetros de mi falo, dejando a su mano a cargo.

Incluso cuando seguía sujetando su cabello con fuerza y no tenía pensado dejar de gimotear, no abandonamos el contacto visual.

Quizás fue eso, o quizás fue su media sonrisa el detonante final de mi climax, cuyo resultado cayó derramado por todo mi abdomen.

Con mis ojos entrecerrados, agitado y sintiendo una gota de sudor correr por mi sien, cedí al empuje de sus manos, acomodándome por completo sobre la sábana con las piernas ya extendidas por las cuales terminó de deslizar mis shorts.

Siseé por lo bajo al sentir su lengua recorrer mi torso, recopilando cada gota de semen mientras su cuerpo se cernía sobre el mío con cierta distancia.

Cuando su rostro llegó a la altura del mío, la ví relamerse los labios y sus dedos comenzaron a dibujar círculos invisibles en mi pectoral siendo la otra mano su soporte.

-No puedo creer lo que acabo de hacer.

-Pero lo hiciste.

-Me dejaste hacerlo.

-Te dije que no mentía respecto a mis sentimientos.

Importándome poco mi sensibilidad, encadené sus caderas con mis brazos y empujé hasta hacerla caer sentada en mis muslos, bien cerca de mi aún erección.

La fiesta no acababa ahí ¡Por supuesto que no! Mi autocontrol se había ido al carajo desde el exacto momento donde la besé, por lo que no aguantaría mucho más sin tenerla como la quería.

-JungKook...-entre el asombro y el deseo, estaba oculta la inseguridad, y ya me estaba haciendo una idea de por qué era.

-¿Qué?-sintiéndome un poco más recompuesto, me permití observarla con una burlona mueca.

-¿Cómo que qué?-bufó-¿Recuerdas que aún me quedan rastros de la menstruación? Ni se te ocurra hacer al...¡Hey!

Solté una pequeña carcajada ante su grito. Había doblado mis rodillas y por ende, empujado su cuerpo hasta el punto donde su intimidad rozaba con la mía. Incluso ese molesto tapón.

-Llevo cuatro años queriendo tenerte de esta manera-suspiré, quitando la única prenda que la cubría. Claramente no se negó puesto que ella quería eso tanto como yo-. Me da igual que tengas cinco litros de sangre corriéndote por las piernas o una sola gota.

-Pero...

-Nada-gruñí, empujando su espalda de modo tal que ahora estaba casi sentada en mi pelvis. Y digo casi porque ella se había apoyado en sus rodillas para evitar el contacto. Enarqué una ceja-¿Te vas a seguir negando?

-S-Sí-jadeó. Mi mano había cubierto por completo su zona más baja y la palma acariciaba sin pudor y con cierta presión su clítoris-¡Joder, JungKook!¿Por qué tuviste que antojarte justo ahora?

El golpecito que dio a mi pecho no me hizo ni cosquillas, y mi mano seguía distrayéndola mientras la otra se encargaba de retirar ese molesto taco de algodón.

-¡Tú...!¡Ah!¡JungKook!-para cuando se dió cuenta, ya mi glande había ocupado el lugar de su tapón y su rostro delataba el placer y la impresión.

Apoyándome en mis codos, mi boca quedó casi en su cuello y desde abajo me deleité sonriéndole y viendola morderse el labio.

-Tienes cinco segundos para moverte antes de que yo lo haga por tí.

-Me gustaría tanto maldecirte-siseó y reí bajito, dedicándome por completo a mimar con mi boca sus clavículas y hombros.

Soltamos un gemido al unísono cuando empujó sus caderas hacia abajo y juré estar en el cielo sabiéndome y sintiéndome completamente enterrado en su interior.

Con sus manos en mis hombros, se apoyó y comenzó a menearse en círculos y luego de adelante hacia atrás.

Llevaba un lento ritmo y se sentía muy bien, pero yo quería más.

-No seas mala, Sarah-gruñí y, en sus movimientos, logré capturar con mi boca uno de sus pechos.

-JungKook...-gimoteó por lo bajo.

Mientras más lamía y succionaba su pezón, más comenzaba a moverse.

Entonces la verdadera diversión comenzó.

Empezó a brincar y mis caderas siguieron el ritmo de las suyas, creando una perfecta sincronía.

Me encantó escuharla gemir alto y juré provocar ese sonido más seguido, pero por el momento, me dediqué a aumentar la velocidad de mis empujes.

Chillaba alto, opacando mis roncos gemidos y no pude resistir más teniendo mis manos lejos de ella, así que, sentándome mejor, llevé una de ellas a su cadera, obligándola a impulsar más hacia abajo su cuerpo y la otra serpentó por toda su espalda y abdomen, deteniéndose a dar masajes a sus senos y guiarlos en dirección de mi boca.

Con su mano derecha en mi nuca, me instó a seguir jugueteando con mi lengua en su pezón, y la izquierda la colocó sobre mi brazo, arañando mi antebrazo casi con la misma intensidad de sus gemidos.

A pesar de que se le veía muy entusiasmada montándome, no quise que se cansara tan pronto así que, con rápidos y ágiles movimientos, recosté su espalda a la sábana y me cerní sobre ella robándole un delicioso y húmedo beso.

Sus brazos se cruzaron tras mi nuca y me mantuvo cerca, intercambiando jadeos y sonoros y desesperados besos.

Con mis brazos rodeé su espalda y la aferré más a mí cuando mis caderas comenzaron a moverse con rapidez y profundidad.

Jodida y exquisita orquesta formaban nuestros casi gritos de placer, el choque constante de nuestras pieles y el obsceno chasquido de nuestros besos.

Me encantó tener su cuerpo sacudiéndose y verla llegar a su punto máximo gritando mi nombre, cosa que, sin poder evitarlo, terminé imitando.

El calor que nos rodeaba no se me hacía incómodo, así como tampoco el sudor que cubría nuestros cuerpos y el mantenernos cerca, frente contra frente, jadeo contra jadeo, me hacía sentirme en el cielo.

Después de cuatro años, al fin tenía a la mujer que amaba en mis brazos luego de haberle hecho el amor de manera tan salvaje como lo es ella.

Pero al parecer ella se emocionó más pues esas lágrimas que habían comenzado a correr por sus sienes no eran precisamente las que su orgasmo le había sacado.

-No llores, Sarah-mis labios fueron llevados a besar sus mejillas una y otra vez y el agarre suyo en mis hombros se afianzó.

-Es que yo...no puedo creer que por fin te tengo-jadeó y sorbió por la nariz.

-Acabamos de hacer el amor ¿y aún no me crees?¿Qué clase de hechizo tengo que lanzarte para que me creas?¿Quieres que te baje la luna entonces? Espera un segundo que me subo en una de esas palmas y te la traigo. Te la envuelvo en papel de regalo y todo.

Su risa me contagió con una sonrisa y volví a besar sus mejillas.

-Me tendrás todo el tiempo mientras estemos en esta isla así que tienes pase libre para desnudarme y violarme como bien has querido desde...creo que desde que me viste has querido comerme, aunque no tan literalmente hablando.

Otra vez le arranqué una carcajada y sus manos acunaron mi rostro, pegándome más a ella y rozando sus labios con los míos.

-Eres consciente ya de que me perteneces ahora ¿verdad?

Suspiré una sonrisa y asentí.

-Lo sé.

-¿Y que serás mi novio hasta que yo decida por extremos motivos dejarte aunque ambos sabemos que eso sería imposible?¿También eres consciente de eso?

Soltando una risilla volví a asentir y me lanzé a besarla nuevamente, buscando una segunda ronda de placer.

No le puedo negar nada a ella por mucho que lo intente.

Supongo que el amor es capaz de volvernos así de idiotas.

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