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¿ᴄᴇʟʟʙɪᴛ?


Era una total mentira el decir que sería la única y última noche, puesto que desde esa vez ambos no dejaron de hacer encuentros nocturnos, los besos de Cellbit en su piel, la manera en como era acariciado como si fuera algo frágil causaba que su corazón latiera como si regresara a su adolescencia, nadie podría no dejarse caer por tales ojos celestes. Y aunque las caricias estuvieran subidas de tono, no llegaron hasta el final, pues Cellbit siempre se detenía y mencionaba que era tan preciado como para quitar su pureza en una celda, diciendo que merece ser abrazado en una cama más cómoda y frondosa.

Roier se estaba enamorando, tan profundo que daba miedo, el hecho de que se haya enamorado de un prisionero solo causaba que su pecho doliera, de solo pensar en querer estar con él una parte le decía que estaba mal, que no podría estar con ese hombre porque sus pecados eran grandes, debía pensar con la cabeza y no con el corazón, entender que el hombre que lo miraba tiernamente era el líder de una mafia brasilera, tenía que comprender que esas manos con cicatrices que lo acariciaban con tanta dulzura cometieron actos imperdonables, era como un sueño y una pesadilla. Un buen sueño donde encontró al hombre que siempre quiso, atento, amable, dulce, con muchas cualidades que tardaría en mencionar, un hombre que realmente lo quiere, sin embargo, la pesadilla es su realidad, Cellbit es un mafioso que lidera prostitución, armas y demás ilegalidades, quien sabe que más cosas injustas haya hecho hasta el punto en que esté en la prisión con mayor vigilancia de América.

Todo comienzo debe tener un fin, y su contrato estaba a cuatro días por acabar, sobre su retiro no se lo dijo al brasileño porque no quería ser retenido o endulzado con palabras, lo que tenían debía de terminar o podría meterse en un mundo que nunca imagino estar.

Esa tarde estaba poniendo todas sus cosas en una caja, quería estar preparado para retirar sus pertenencias un día antes, y en esta última semana solo tenía pocas citas, con todo lo ganado en ese trabajo, estaba seguro en poder descansar un buen tiempo en casa y estar con su pequeño hijo, yacía tiempo que no le cantaba alguna canción antes de dormir. De solo recordar a su hijo no pudo evitar sonreír, pero al sentir unas manos rodear su cintura se asustó.

—¡Ay! ¡Mierda! ¡¿Por qué no dices nada antes de entrar?!— Al ver las manos con cicatrices supo que era el brasilero, aún no podía acostumbrarse a esa manía de aparecer sin decir ni una palabra.

—Guapito, no pude evitar abrazarte por verte sonreír. — Su mejilla lo restregaba en la cabeza del menor, besando su moflete y ajustando el agarre. —Tienes una linda sonrisa.

—Sí, se nota que estás feliz de verme.— Lo dijo con ironía, pues estaba sintiendo un bulto hincar su trasero.

—Siempre lo estoy. — Continúo deslizando sus manos por el cuerpo del contrario y ahora se acercaba más para besar su rostro, tan adorable que no podía permanecer quieto. —Esta noche habrá una horrible tormenta, y tengo miedo, necesito que duermas a mi lado. — Recostó su mentón en su hombro sin dejar de verlo.

—¿Tú? ¿Tener miedo? ¿Realmente quieres que diga por qué no es creíble?

—Tengo miedo, desde niño.

Esta vez agacho su cabeza estando apoyado en su hombro, Roier no podía negarse, verlo comportarse de esa forma solo quería acariciar su cabeza, sin duda su debilidad era su atractivo. Se dio la vuelta y subió sus brazos hacia el cuello de Cellbit para consolarlo, podría ser el líder en Brasil, pero en sus brazos solo era un torpe gatihno en busca de atención.

Cellbit envolvió su cuerpo con más fuerza y Roier solo acariciaba su cabellera café, era un silencio agradable hasta que el brasileño hizo una pregunta.

—Si tuviera la oportunidad de salir. ¿Irías conmigo?

Roier no entendía. ¿Oportunidad? ¿Era posible que su condena se reduzca? Siguió acariciando su cabello mientras pensaba como responder, estar afuera con Cellbit significaba que podría involucrarse con la mafia y no quería eso, solo quería vivir tranquilamente al lado de su niño, no importaba si su corazón doliera, debía proteger a su hijo. Por ahora solo iba a disfrutar, estar a su lado y luego se iría del país con su hijo.

—Por supuesto...

—Qué bueno. — Como si estuviera aliviado, dio un suspiro, luego besó su mejilla. —Esta noche te espero, guapito. — Después de acariciar un rato su rostro, se retiró.

Talvez mintió, pero si se hubieran conocido en otra situación, otras circunstancias, sin dudarlo, se quedaría a su lado, no obstante, este no era el caso.

Las horas pasaban, Roier había estado todo el tiempo en el consultorio, en esa habitación era imposible escuchar lo que sucedía afuera o que otros escucharan lo que conversaban adentro, un lugar seguro para sus pacientes que no deseaban compartir sus palabras a menos que sea él. Las celdas de los prisioneros estaban divididas por 3 secciones, desde pequeños incumplimientos de ley hasta los hombres más violentos, para entrar a alguna de esas secciones se necesitaba una tarjeta que solo los superiores o médicos tenían, una tarjeta que Roier usaba de forma irresponsable solo para encontrarse con Cellbit, el brasilero se encontraba en la sección 2 y en todo el camino para llegar a esa puerta observó a los guardias ajetreados, no entendía qué pasaba y temía ser descubierto usando la tarjeta.

—You! What do you think you're doing in a place like this?!— Grito uno de los superiores al verlo abrir la puerta. —It's going to upset those in that section!

El superior iba a seguir gritando, pero cuando la puerta fue completamente abierta se vio como los prisioneros estaban peleando entre ellos, el piso había cuerpos tirados con su sangre ensuciando el suelo. Una persona había abierto las celdas. Roier se paralizó unos segundos, todo era un caos, sus oídos estaban sensibles y continuaba escuchando como algunos guardias comenzaban a entrar a esa sección para detener las peleas, el superior seguía gritando, era un motín, en las tres secciones alguien desactivo la seguridad de sus celdas y los prisioneros comenzaron a atacarse entre ellos hasta que llegaran los guardias y así poder escapar una vez que abran la puerta. Tenía miedo, no iba a mentir que estaba deseando solo correr y esconderse, pero Cellbit lo estaba esperando, ahora solo los pensamientos sobre si estaba bien inundaban su mente, no podía irse sin saber que Cellbit estaba a salvo y sin pensarlo dos veces tomo valentía y corrió hacia la celda en donde estaba el mayor.

—Psychologist! Is he crazy?!— El superior lo llamo, pero solo lo ignoró.

Roier agarró una de las armas que había en el suelo, un fierro que no sabía como llego allí, pero servía por si alguno de esos hombres se le acercaba, y como lo supuso, algunos hombres intentaron atacarlo, pero el lleno de adrenalina los golpeo con el fierro, no midió su fuerza y perdió el agarre del arma, pero no importaba porque ya estaba cerca de donde estaba Cellbit, su respiración era agitada, sus manos no dejaban de temblar por haber pasado por tantos criminales que no estaban detrás de una celda y al llegar en donde se suponía que debía encontrarse con el brasilero, no estaba.

—¿Cellbit?

No había nadie, todo era un desastre, la celda estaba abierta, pero la sangre en las paredes, en el suelo y en la cama hizo que estuviera ansioso. ¿Qué había pasado? ¿Habían atacado a Cellbit? Las dudas llegaban a su cabeza y solo provocaba un gran dolor, se apoyó de la pared para tratar de regular su respiración, no importaba cuanto intentara buscar, lo único que encontraba era sangre. Y por si fuera peor, escucho algunos pasos detrás de él, con la esperanza de que fuera el mayor giro su cuerpo, pero no era él, eran otros hombres.

—Ele não está lá, não há ninguém que possa te ajudar.

Hablaron en portugués, no entendió nada de lo que dijeron, pero sentía un mal presentimiento, intento retroceder y agarrar alguna cosa que sirviera como arma, pero no había nada.

—Apártense.

Los hombres comenzaron a reírse, si su memoria no fallaba, reconoció a uno de ellos, uno de esos hombres fue con quien peleo Cellbit la vez pasada en el patio, aquellos hombres que planeaban profanarlo.

—Psicólogo, se você não fosse a vadia do Cellbit, outros homens já teriam tocado em você. — Como si ese hombre fuera el líder, caminaba delante de los demás. —Mas agora que ele se foi, não há ninguém que possa nos impedir.—La risa que soltó se mezclaba con la de los otros hombres. —Leve ele para a cama.

Cuando los hombres se comenzaban a acercar, Roier intento esquivarlos, pero eran como seis hombres que era imposible pasar por ellos, fue arrinconado en una de las paredes y cuando acercaron una de sus manos hacia su cuerpo, con una de sus manos sujeto el taser que tenía en su cinturón y lo presiono hacia el hombre que intento tocarlo, lo mantuvo presionado lo suficiente como para hacer que cayera al suelo.

—¡Ni se atrevan a tocarme, hijos de puta!

—Merda. ¡Pegue a maldita coisa!

Los hombres que quedaban fueron hacia él al mismo tiempo, Roier logro inmovilizar a otro, pero fue agarrado por los demás, sujetaron sus manos y fue tirado hacia la cama en la que había manchas de sangre, intento levantarse, pero los hombres lo mantenían boca abajo mientras sujetaban sus brazos, intento patear, pero también sujetaron sus piernas. Esos hombres tenían la intensión de violarlo.

—Seu querido Cellbit não está aqui para te ajudar.— Se subió en la cama e intentaba bajar el pantalón del psicólogo, pero antes de comenzar su degeneración, susurro cerca del oído del menor. —He is dead.

Roier no entendía muy bien portugués, pero el idioma inglés sí, y escuchar esas palabras hizo que dejara de moverse, ya no peleaba, solo se quedó en silencio intentando no creer, pero ver las sábanas blancas teñidas de rojo solo confirmaba que era verdad, la cama en donde Cellbit lo abrazaba y decía cuanto lo quería iba a ser la misma donde iba a ser abusado, quería llorar, pero no salía ni una lágrima. Estaba en blanco.

Podía sentir como las asquerosas manos de esos hombres pasaban por su cuerpo, con total brusquedad y desesperación, no podrían ni compararse a las caricias que recibía de Cellbit, tan suaves a pesar de tener cicatrices, solo quería que todo terminara de forma rápida por lo que cerro sus ojos. Sin embargo, lo único que escucho fue un fuerte golpe, seguido de otros, ya no sentía presión en sus brazos ni en sus piernas, solo escuchaba quejidos de dolor y una voz qué logro reconocer, apenas lo escucho abrió sus parpados y era verdad, era Cellbit.

—¿Como eles ousam tocá-lo?


☁️☁️☀️☁️☁️

¡Usted! ¡¿Que cree que haces en un lugar como este?! ¡Va alterar a los de esa sección!

—¡Psicólogo! ¡¿Esta loco?!

Él no está aquí, no hay nadie que pueda ayudarte.

Psicólogo, si no fueras la perra de Cellbit, otros hombres ya te habrían tocado. Pero ahora que él se ha ido, no hay nadie que pueda detenernos. Llévenlo a la cama.

—Mierda. ¡Agárrenlo de una maldita vez! 

—Tu querido Cellbit no está aquí para ayudarte. Él esta muerto.

—¿Cómo se atreven a tocarlo? 

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