Trinidad
Este capítulo está dedicado a mi querida hermana.
Feliz cumpleaños, babosa
La puerta se abrió de manera inesperada y Jones regresó. No le quedó tiempo de explicar qué había ocurrido en el techo, porque los grandes ventanales del edificio se sacudieron al compás del motor de un helicóptero.
La máquina bajó hasta posicionarse en paralelo a la ventana, dejando a la vista la puerta lateral abierta. Apoyado en el patín de aterrizaje y apuntando hacia ellos una ametralladora, estaba Thomas Anderson.
—No —dijo Smith con rabia.
Neo forzó su vista para ver a través del vidrio tintado. Solo podía percibir sombras inmóviles, Tres de ellas de pie, y la otra, en el medio de la habitación, completamente encogida en lo que parecía ser una silla. Abrió fuego, evitando el centro, agrietando las ventanas y rompiendo lo paneles que las mantenían fija a la estructura. El agua acumulada en el suelo por el sistema antiincendios empezó a escurrirse hacia el abismo cuando las ventanas cedieron por completo, y al contacto con las balas, levantaban cortinas de gotas que le dificultaban la visión.
Aun así, entre los escombros y el agua, podía ver los movimientos de los agentes que intentaban responder a sus constantes disparos con las pistolas que llevaban en sus chaquetas, y los cuales impactaban en las paredes del helicóptero, dejando un agujero.
El primero en caer, lo hizo detrás de la silla en la que mantenían a Morfeo, estampándose contra la pared y desapareciendo con un siseo eléctrico cuando las balas lo alcanzaron, dejando el cadáver de un militar. Otro aterrizó contra un panel de metal y la luz azul inundó la estancia por un momento.
Smith se encontraba del otro lado de la habitación, así que, sin dejar de disparar, movió la ametralladora de manera que las balas impactaran delante de Morfeo, con un semicírculo que terminó en el pecho del agente.
Al ver el cuerpo caído, soltó el gatillo y contempló la destartalada estancia. Morfeo seguía sentado sin haberse alterado por los disparos, aparentemente inconsciente de lo que había ocurrido. Los agentes no tardarían mucho en tomar otros cuerpos para detenerlos. Si Morfeo no se levantaba, tendrían problemas.
—Vamos, Morfeo. Levántese.
No lo hizo. La desesperación comenzó a llenarlo. Sujetó una cuerda de seguridad que había en el suelo y se la enganchó al arnés sin desviar la vista de Morfeo.
Como si sus súplicas surtieran algún efecto, el hombre levantó poco a poco la cabeza, con los ojos en blanco y temblando. De un momento a otro, su vista se fijó en el techo mientras sus irises volvían a verse. Su rostro se contrajo por la descomunal fuerza que estaba haciendo para liberarse. Con un grito de furia contenida hasta entonces, Morfeo rompió las esposas y empezó a arrancarse los electrodos de su cabeza con rapidez.
Trinity empezó a manipular los controles del helicóptero para estar preparados para irse cuanto antes. Morfeo se levantó justo en el momento en el que Smith abrió la puerta nuevamente.
Mientras el hombre empezaba a correr, el agente disparó, aunque su visión era interrumpida por un fino panel divisor de color gris. A Smith no le importó, y siguió abriendo fuego mientras Morfeo corría hacia el ventanal destruido. Estando cerca al abismo, el hombre se tambaleó cuando una bala se incrustó en su pantorrilla. El dolor llenó su rostro mientras luchaba contra la inercia para no caer al abismo.
—¡No va a logarlo! —dijo Neo a la vez que Morfeo, con la poca fuerza que podía ejercer con la pierna herida, saltó hacia el helicóptero.
El impulso no bastó. Neo saltó con la cuerda de seguridad atada al arnés hacia Morfeo. Llegó hasta él a mitad de camino y lo sujetó entre sus brazos mientras la gravedad seguía tirando de ellos. La fuerza con la que frenaron hicieron que Morfeo se soltara hasta que ambos pudieron aferrarse rápidamente a la muñeca del otro.
—¡Te tengo! —Neo miró hacia arriba, dándole a entender a Trinity que era el momento.
La mujer elevó la máquina y la tiró hacia adelante, y cambió el rumbo de manera brusca cuando vio a Smith acercarse a la ventana rota.
El agente continuó disparando al helicóptero, y el combustible rojo brotó de los agujeros de bala como la sangre de un dragón. Un pitido de alarma inundó la cabina, y llegó levemente a los oídos de Neo.
Aceleró lo que pudo para alejarse sin que los dos hombres colgando se cayeran, mirando a su alrededor entre los techos llenos de antenas un lugar donde intentar aterrizar. El helicóptero perdía altura a la vez que combustible, alejándose de las terrazas más altas a la vez que le era más difícil maniobrar.
Y entonces lo vio: un edificio pequeño con una azotea plana. Mantuvo la altura suficiente para que Morfeo y Neo pudieran caer sin lastimarse. Así vio como Neo soltaba al capitán, quien cayó dando una vuelta en el suelo mientras Neo seguía colgado.
Bajó un poco más el aparato hasta asegurase que el hombre ya estaba en tierra. La alarma le taladraba los oídos.
Desde abajo, Neo podía ver cómo el humeante helicóptero se precipitaba a tierra de manera alarmantemente rápida. Trinity seguía en la cabina cuando el aparato pasó por el filo del edificio rumbo a la calle.
Agarró con firmeza la cuerda de seguridad, enrollándola en uno de sus brazos y sujetándola entre sus manos. El peso del helicóptero al caer tensó la cuerda, tirando de él hacia el borde del edificio, tumbándolo de espaldas al suelo y arrastrándolo. El peso se hizo evidentemente más ligero cuando Trinity rompió la cuerda con un disparo.
Neo frenó su propia caída con el desnivel ornamental de la azotea y se puso en pie justo a tiempo para ver las hélices doblarse contra el edificio que había en frente antes de que el aparato explotara, generando una lluvia de vidrios rotos que rodearon a Trinity. Ella se balanceó en la cuerda para intentar alejarse de la explosión. La onda expansiva la impulsó contra el edificio en el que estaban.
Ella mantuvo los ojos cerrados hasta impactar contra el cristal reforzado del edificio, quebrándolo con la cadera sin llegarlo a atravesar. Se aferraba con fuerza a la cuerda que sujetaba Neo, y que poco a poco empezaba a subir.
Tank observaba el código con asombro. Había sido una idea de locos suicidas, pero era la única que había. Con todas las probabilidades en contra, y lo habían logrado. Eso solo podía significar una cosa.
—Lo sabía... —susurró para sí— Es el elegido.
Neo empezó a recoger la cuerda. Sentía el peso de ella mientras la subía. Era un peso que lo tranquilizaba, sabiendo que estaba a salvo. Cuando estuvo en el borde y ya no quedaba más cuerda de la que tirar, tomó su mano y la ayudó a ponerse en pie, manteniéndola sujeta hasta alejarse del borde. Se quedaron así un momento, viéndose a los ojos a rebosar de palabras que no podían salir, hasta que Morfeo se acercó a ellos.
—¿Crees ahora, Trinity? —preguntó.
Ella miró al capitán por un momento, pero al instante volvió a verlo a él. Ella lo sabía. Sabía que, tal vez, Morfeo había creído en la persona equivocada.
—Morfeo... —intervino Neo—. El Oráculo... me dijo...
—Te dijo exactamente lo que necesitabas oír. Eso es todo —interrumpió, manteniendo su fe ciega—. Tarde o temprano, Neo, entenderás igual que yo, que hay una diferencia entre conocer el camino y recorrerlo tú mismo.
Tal vez era cierto, pero sería algo para discutir en cuanto estuvieran a salvo de vuelta en la realidad. Morfeo le hizo un gesto y él le entregó el teléfono celular que llevaba en el bolsillo del pantalón. Trinity se quedó pensativa.
—Operador...
—Tank —saludó Morfeo
—¡Diablos! Es bueno oír su voz de nuevo, señor.
—Necesitamos una salida.
—Tengo una preparada. El subterráneo en State y Balboa.
—Vamos en camino.
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