Tenía que hacerse
Una reacción como la de Neo era común cuando liberaban gente como él. Para aquellos que estaban a su alrededor había sido más sencillo por una única razón: Eran más jóvenes cuando salieron. A la mayoría los conocía de hacía años, desde que demostraron ser unas mentes brillantes que amenazaban al sistema. El más joven, Mouse, había sido liberado hacía poco. Obviamente, al salir de la simulación su mente no asimiló la nueva realidad de inmediato. Tardó varios días, pero se había adaptado lo suficiente para ayudarles creando programas de entrenamiento.
El recién llegado no terminaría de asumir la realidad en un buen tiempo. Lo habían regresado a su cabina para que se recuperara del duro golpe que le dio descubrir la verdad. Esa verdad era horrible para cualquiera, incluso para él mismo. Pero era por eso que trataban de cambiarla. Y para ello era necesario aquel hombre que ahora estaba inconsciente mientras él lo observaba, sentado en una esquina oscura.
Su respiración era evidentemente más calmada que unas horas atrás. Por mala suerte para él, ese descanso no duraría mucho. En cuanto despertara tendría un insomnio tan largo, dependiendo de lo rápido que quisiera avanzar. Era una constante cuando se salía de la simulación. La única manera de evitarlo era entrenar, y eso implicaba entrar al construct, pero no sabía si Neo querría hacerlo de inmediato. Obviamente tratarían que sucediera lo más pronto posible.
Se sentía mal por el estado del hombre.
De repente, movió la cabeza, parecía estar observando el lugar donde estaba. Seguramente trataba de ver si lo que había vivido era solo un sueño.
—No puedo volver ¿o sí?
—No. —Parecía una pregunta que todos se hacían. Habían tenido la capacidad de elegir salir o quedarse, y esperaban poder elegir también volver a entrar o permanecer en esa realidad— Pero si pudieras ¿realmente lo harías?
No respondió ni se movió, pero su respuesta parecía ser la de siempre. No se arrepentía de conocer la verdad. No podían regresar por el mismo hecho de conocer la realidad, ya que eso alteraría el sistema.
—Siento que te debo una disculpa. Tenemos una regla. No liberamos una mete cuando llega a cierta edad. Es peligroso... a la mente le cuesta aceptar la realidad. Lo he visto antes, y lo siento. Hice lo que hice porque... tenía que hacerse.
Neo se giró solo un poco en su dirección, mostrando que tenía toda su atención y que necesitaba saber por qué había hecho eso, rompiendo una regla que podría haberle hecho daño, o haberlo matado tarde o temprano.
—Cuando a Matrix se creó, había un hombre que nació dentro, y tenía la habilidad para cambiar lo que quisiera, Rehacer la Matrix a su voluntad. Fue este hombre quien liberó a los primeros de nosotros y les mostró la verdad: mientras la Matrix exista, la humanidad no será libre.
Era evidente que el esperara una respuesta más concreta, o que llegara al punto de la conversación, pero era necesario que entendiera todo y no solo soltarle cosas que, a la primera, sonarían sin sentido.
—Cuando él murió —continuó con la historia—, el Oráculo profetizó su regreso, y que su llegada anunciaría la destrucción de Matrix, el fin de la guerra, y la liberación de la humanidad. Es por eso que muchos hemos pasado nuestra vida buscándolo en la Matrix.
Observó al hombre mientras volvía a hacer una pausa. Decirle aquello era cargarlo con una responsabilidad que no entendería de inmediato. En su estado de confusión hubiera preferido darle tiempo para aprender poco a poco sobre la nueva realidad, pero su reacción le impulsó a disculparse con él. Necesitaba que lo entendiera.
—Hice lo que hice porque... creo que la búsqueda terminó.
Neo por fin se giró, exigiendo una explicación más concreta con su mirada. Aquella revelación lo había descolocado, tal como supuso que pasaría, pero ya no podía cambiar nada. Entendería todo en cuanto visitara al Oráculo, pero eso tomaría más tiempo.
—Descansa —dijo mientras se levantaba de su asiento para salir, aun sabiendo el insomnio que los recién llegados sufrían —. Lo vas a necesitar.
—¿Para qué?
—Para entrenar.
.
La habitación no tenía ni una miserable ventana, y, aun así, no podría saber cuándo llegaría el día. Llevaba varias horas en casi total oscuridad, sentado en la que de ahora en adelante sería su cama, en su nueva habitación, solo iluminada por una pequeña luz guía en la pared que apenas le permitía distinguir algunas cosas. Esa sería su nueva vida.
Desde el exterior comenzó a sonar un ligero zumbido, que se iba acercando poco a poco. Resultó ser el fluido eléctrico que terminó en su habitación, encendiendo las bombillas del techo con intermitencia, iluminando el pequeño espacio. La gran cerradura de la puerta giró desde afuera y uno de los hombres que había conocido antes se detuvo en el marco metálico de la puerta.
—Buenos días ¿dormiste algo? —Sin ganas, solo le respondió negando con la cabeza— Esta noche vas a descansar, te lo garantizo. —Finalmente dio un paso y se posicionó frente a él, extendiéndole la mano. Él la estrechó— Soy Tank, tu operador.
De repente algo en la piel morena del hombre le llamó la atención. Un detalle que, si bien le faltaba al operador, a él le sobraba.
—No tienes... ningún...
—¿Agujero? No. Mi hermano Dozer y yo somos cien por ciento puros, nacidos a la antigua, libres en el mundo real —exclamó con orgullo—. Auténticos niños de Zion
—¿Zion?
—Si la guerra acaba mañana, en Zion habría una fiesta.
—¿Es una ciudad?
—La última ciudad humana. Es todo lo que nos queda.
—¿Dónde está?
—Bajo tierra, cerca del núcleo, donde aún hay calor. —Su expresión pasó momentáneamente a un gesto de tristeza mientras se ponía en cuclillas para quedar a su altura, pero de inmediato volvió a sonreír— Si vives lo suficiente, hasta podrías verla —Su sonrisa se fue intensificando poco a poco—. Diablos... Te diré algo. Me emociona ver de lo que eres capaz. Morfeo tiene razón. —Su emoción sobre el tema se demostró cuando volvió a ponerse de pie — No deberíamos hablar de esto, pero si tú eres... ¡Esto valdrá la pena! Hay tanto que hacer. Debemos empezar.
Tank le extendió la mano para ayudarlo a levantarse. Salió tras él y ambos caminaron hasta el núcleo. Con un ademán, le indicó que se sentara en el mismo lugar donde había accedido al construct. Lo enchufó, pero esta vez permaneció consiente en ese mundo en lugar de abrir los ojos en un espacio vacío.
De un compartimiento, el operador sacó unos disquetes y se tumbó en su asiento. Empezó a pasarlos, leyendo las etiquetas.
—Deberíamos iniciar con estos programas de operación. —Levantó tres de los disquetes para que los pudiera ver y acto seguido los lanzó sobre la mesa con desprecio— Es la parte más aburrida. —Empezó a rebuscar entre los que aún tenía en sus manos hasta encontrar uno en específico— Hagamos algo más divertido ¿Qué te parece algo de entrenamiento de combate?
Introdujo el disquete en algo parecido a la bandeja de un reproductor DVD, y en una pantalla frente a él apareció el contenido del aparato.
—¿Ju Jitsu? ¿Voy a aprender Ju Jitsu?
Tank simplemente sonrió y comenzó a teclear algunos códigos. En una pantalla táctil presionó unos comandos, y antes de darse cuenta, su cuerpo se estremeció, empezó a tensarse como si estuviera haciendo un esfuerzo físico sobrehumano, y de la misma manera que inició, sus músculos se relajaron, y había terminado. Empezó a respirar con pesadez, como si hubiera estado horas ejercitándose. Lejos de lo que había pensado, se sintió satisfecho por aquello, como si ese entrenamiento hubiera durado días y por fin había logrado algo.
—Hey, me parece que te gusta esto —exclamó el hombre con vos juguetona—¿Quieres más?
—Sí... oh, sí.
Continuaron con los demás programas de entrenamiento, el tiempo parecía no pasar para él, y más allá de sentirse agotado, se sentía con más energía que nunca. Aunque Tank le sugirió varias veces que podían descansar y continuar después, él insistió en terminar todo ese mismo día.
En su estado se seminconsciencia logró escuchar los pasos de alguien acercándose a Tank. Que se tratara de Morfeo no lo sorprendió, era obvio que estaría vigilando su entrenamiento.
—¿Cómo va? —preguntó al operador.
—Diez horas seguidas. Es una máquina. —Su voz se notaba cansada.
Abrió los ojos cuando el último programa quedó insertado en su cerebro. Morfeo se había acercado a él. Podía ver en sus ojos que quería saber cómo se sentía y cómo había estado el entrenamiento.
—Ya sé Kung Fu
—Muéstrame.
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