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Neo

Corría como llevado por el demonio, impactando contra los hombros de diversas personas que simplemente protestaban por su falta de consideración mientras buscaba una sola cosa.

La idea de una cabina de teléfono se había descartado en el momento en que inició la persecución, así que ver a un hombre en traje, parado en la esquina de una calle discutiendo con alguien al otro lado de la línea se había convertido en lo mejor que le pasaba en ese día.

Corrió a su espalda y le arrancó el teléfono de la mano, continuando su camino sin plantearse usarlo y regresarlo, ni prestándole atención a sus gritos de auxilio mientras lo señalaba. Ya había llamado la atención bastante, y seguramente ese hombre que solo estaba resolviendo un problema por teléfono terminaría poseído por un agente.

Marcó el número que le había enseñado Tank, y no tardaron ni dos segundos en contestarle a otro lado.

—¡Señor Mago! ¡Tiene que sacarme de aquí!

—Tengo una salida temporal en el hotel Wabash and Lake.

Sabía dónde era, así que bajó e teléfono sin necesidad de más indicaciones, pero sin cortar la llamada. Solo debía bajar por el mercado...

—Oh, mierda.

La calle bordeada por puestos de verduras estaba inundada de personas, y entre la multitud pudo ver a uno de los agentes que estaba con Smith en el edificio cuando salvaron a Morfeo.

Brown apartó a la gente de su camino con brutalidad, lanzando por los aires a varios transeúntes. Smith apareció junto a una niña, que miraba confundida hacia el lugar donde hacía solo segundos había estado su madre. El disparo del agente destrozó varias frutas cuando él se escabulló por un callejón aledaño, el cual no tenía salida.

—¡Ayuda! ¡Ayúdenme! —dijo al teléfono, parándose atento hacia la entrada del callejón, por donde y se oían los pasos de los agentes.

—¡Puerta! —dijo Tank tras lo que pareció una eternidad.

Pateó la hoja de madera, que cedió de inmediato, y entró al momento en que se escuchó el primer disparo. Subió por las escaleras de caracol un par de pisos hasta meterse por un pasillo del edificio de apartamentos con el teléfono pegado a su oído.

—¡La puerta a tu derecha! —avisó Tank.

Un agente apareció en el fondo del pasillo, sacando su arma de la chaqueta. Neo golpeo la puerta con el hombro para intentar entrar, pero no cedió. Dos disparos sacaron astillas de la madera.

—¡No! ¡La otra derecha!

Atravesó el estrecho pasillo con la suficiente fuerza para abrir la puerta. En la sala de estar descansaba una anciana con sus agujas de tejer viendo la televisión de la pintoresca casa. Corrió hasta la cocina, donde otra mujer mayor puso las manos en alto a lo que pesaba era un ladrón, sujetando el cuchillo con el que había estado cortando unas zanahorias.

—¡La puerta de atrás!

Obedeció, ignorando a la mujer hasta que el cuchillo se clavó en el marco de la puerta y vio a Smith tomando el lugar de la anciana.

Bajó un tramo de las escaleras de emergencia para luego tirarse por sobre la barandilla hacia el basurero de ese edificio. Rodó sobre las bolsas negras hasta ponerse en pie y correr nuevamente por la calle con Smith pisándole los talones.

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Trinity miraba aterrada cómo los agentes seguían a Neo por la mitad de la ciudad. Tank le daba indicaciones correctas de manera apresurada, y todo iba bien en lo que cabía.

Respiró un poco aliviada, al igual que en el momento en que Tank lo encontró después de haber desaparecido lo que se le habían hecho siglos.

Una luz roja y el mismo sonido de alarma inundó el núcleo, avisándoles de la visita que ya esperaban con las palabras "alerta roja" en la pantalla.

—Ahí vienen... —informó Morfeo.

Pasaron un par de minutos hasta que el ruido del metal contra el metal inundó el espacio hueco de la nave. Los centinelas se posicionaron sobre sus cabezas, comenzando a abrir la carcasa con un láser y sus tentáculos.

Morfeo levantó la tapa que protegía el interruptor rojo del PEM. Ella lo miró con una severidad que no se atrevía a mostrar en otras ocasiones a su capitán, pero que ahora la dominaba.

—Va a lograrlo. —la tranquilizó.

Por el monitor vieron a Neo llegar hasta ese sitio que ella misma conocía. Era el mismo lugar por el que lo había estado vigilando semanas atrás, y la única salida de la que disponían ahora.

—Sube por la escalera de emergencia. La habitación al final del pasillo. 303. —indicó Tank.

Perdieron la conexión cuando él se deshizo del teléfono, lanzándolo a un lado para que no le estorbara al subir la escalera. Los disparos de los agentes se incrustaron en el metal de los escalones que ella misma había subido antes.

Trinity se apartó del monitor, lista para desconectar a Neo en cuanto contestara la llamada, mientras Morfeo sujetaba el interruptor del PEM esperando lo mismo. Lo último que había logrado ver había sido al hombre correr por el pasillo hacia la puerta cerrada, de la cual salía el sonido del teléfono.

El chirrido del metal doblándose llegó desde arriba, y una alarma diferente sonó con debilidad en el núcleo.

—Están adentro. —informó Tank.

—De prisa...—suplicó a Neo.

Los golpeteos de sus tenazas contra los tubos señalaban el poco camino que debían recorrer antes de encontrarlos. Por las caras de los dos hombres frente al monitor, podía ver que faltaba poco. No veía lo que pasaba, pero no hizo falta más que las caras de repentina sorpresa y las convulsiones del cuerpo de Neo para saber que no era nada bueno.

Morfeo miraba al monitor horrorizado y sin creer lo que pasaba cuando una línea plana atravesó las constantes vitales de Neo en el monitor de su puente de carga.

—No puede ser...

El interior de Trinity solo gritaba y lloraba por la historia que volvía a repetirse cuando su fe había regresado.

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Smith había vaciado su cargador contra el torso de una de las ratas que tantos años llevaban fastidiándolo justo cuando Thomas Anderson abrió la puerta con afán de contestar la llamada. El teléfono seguía sonando en el interior de la habitación de manera inútil. Ya no había nadie que lo respondiera.

Johnson apareció por el ascensor y Brown por el pasillo que llevaba a las escaleras de emergencia. Miraron con satisfacción ese trabajo. El cuerpo había dejado un rastro de sangre al impactar contra la pared de madera hasta el suelo cuando sus piernas perdieron la fuerza y lo dejaron caer. Completamente patético.

—Revísalo. —ordenó a Johnson.

El otro agente obedeció, agachándose y posando sus dedos en la yugular hasta comprobar que ahí no había nada.

—Se ha ido. —confirmó y, junto a Brown, caminaron hasta el elevador para salir de ahí.

Smith permaneció junto al cadáver por un momento, contemplando el logro de haber aniquilado al supuesto elegido y a más de un miembro de la tripulación de Morfeo en un solo día. Solo sería cuestión de tiempo hasta acabar con los demás.

—Adiós, señor Anderson.

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Todo se había ido a la mierda. Desde el techo caían chispas de los cables que los centinelas rompían para llegar hasta ellos, anunciando el final de esa nave y los tripulantes que quedaban. En varios días notarían la falta de comunicación de la nave y los buscarían, solo para encontrar sus cuerpos atravesados por los centinelas.

Trinity se acercó al cuerpo inerte de Neo, que permanecía en la silla y conectado a la Matrix pese a haber muerto. En su corazón permanecía brillando una esperanza ciega pese a que todo ya estaba perdido y pese a que su mente ya le decía que todo había acabado. Por un momento dejó hablar a su corazón sin que nada más la detuviera.

—Neo. Ya no tengo miedo de nada. —susurró con la leve esperanza de que pudiera oír el secreto que se había guardado tantos años—. El oráculo me dijo que me iba a enamorar, y que el hombre al que amaría sería el elegido —la garganta se le cerraba con esas palabras que no se había atrevido a decir antes— ¿lo ves? No puedes estar muerto. No puedes... porque te amo ¿me oyes? Te amo.

Llevada por sus sentimientos, se inclinó hasta besarlo. Era la única oportunidad que tendría de demostrarle lo que sentía, sin saber si habría sido correspondido, y sin oportunidad de saberlo jamás. De alguna manera incorregible, esperaba que él la hubiera escuchado decirle toda la verdad y que hubiera sentido sus labios.

Se separó con lentitud, sin querer enfrentarse a la realidad que la rodeaba. Con sorpresa vio que Neo dio una bocanada de aire en cuanto hubo un poco de distancia entre ellos. La línea plana fue tomando los relieves que marcaba su corazón latiente, mientras el de ella se aceleró, esparciendo la esperanza por el resto de su cuerpo.

—Ahora levántate.

Tank y Morfeo miraban atónitos lo que ocurría.

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Neo abrió los ojos como despertándose de un largo sueño. El dolor en el pecho que había sentido con los disparos permanecía, pero más leve que antes, desapareciendo con lentitud.

Se sentía revitalizado, y en su subconsciente había algo que lo impulsaba a continuar incluso después de morir. Era la voz más esperanzadora que había escuchado.

Los tres agentes estaban parados al otro lado del pasillo, esperando al elevador para salir de ahí y dejar su cadáver pudriéndose en el código. Smith decidió dar un último vistazo al cuerpo, pero lo que encontró lo obligó a desenfundar su arma, llamando la atención de los otros agentes. Todos abrieron fuego.

—No. —dijo Neo con una extraña tranquilidad.

Levantó su mano, sintiendo como todo su alrededor fluía más despacio, y percibiendo cada detalle de él con precisión, viendo el código que componía todo y que permanecía oculto a ojos de cualquier otro.

Las balas se detuvieron en el aire.

Tomó una con su mano, viendo aquel objeto letal, que, sin las reglas de las cuales se aprovechaba, era solo un trozo de metal inútil.

La dejó caer junto a las demás.

Desde el núcleo, Morfeo observaba el código, casi incomprensible. El lenguaje de las máquinas era incapaz de describir a detalle lo que ocurría dentro de la Matrix.

—Lo sabía. Él es elegido.

El gesto frio y maquinal de Smith se contrajo de ira cuando se lanzó contra Neo. Sus puños volaban, pero para Neo era como verlo pelear en cámara lenta. Nada comparado con el calculador agente al que se había enfrentado hacía minutos en la estación del metro.

Detuvo cada uno de los golpes hasta hartarse de ese obstáculo. Con una patada apartó al algente, lanzándolo a lo largo del corredor. Los tres lo miraban con horror cuando corrió en su dirección.

Smith intentó volver a enfrentarlo, pero Neo logró saltar e infiltrarse en su código, destruyéndolo desde adentro, causando una explosión de luz en el oscuro corredor y deformando el código de la pared ante esto. El espacio se dobló para albergar ese nuevo poder que brotaba de él.

Johnson y Brown corrieron despavoridos a la salida que encontraron más cerca al ver cómo un humano había conseguido destruir lo que hasta ese mismo instante había sido indestructible.

Neo respiró satisfecho hasta sentir aquella voz de nuevo, llena de angustia, pidiéndole que saliera de inmediato de ahí.

Los centinelas habían llegado hasta el núcleo, inundando el espacio de esquirlas de metal que salían despedidas desde el lugar en el que impactaba el láser.

—¡Neo! —gritó Trinity, posando su mano en el cable que lo conectaba a la Matrix.

Él corrió por el pasillo hasta llegar al teléfono, y ella pudo ver el momento en el que abría los ojos de nuevo en la realidad, justo cuando un centinela se lanzaba sobre ellos.

—¡Ahora!

Arrancó el cable del cuello de Neo y protegió su cuerpo con el suyo. Morfeo giró el interruptor y todos los circuitos activos se quemaron de inmediato en una onda expansiva de electricidad.

Todo estaba oscuro. No solo habían eliminado a los centinelas, sino que también habían destruido los sistemas de su propia nave, y, aun así, estaban vivos.

Sentía sus brazos rodeándola, correspondiendo a ese gesto de protección instintivo. En la oscuridad lograba ver sus ojos, abiertos después estar cerrados por una angustiante eternidad, sin tener claro si volvería o no, si podría llegar a ser honesta con él en algún momento o si la historia se repetiría inevitablemente.

Acarició su mejilla sin creer que eso estuviera pasando, mientras la mano de él subía hasta su nuca, acercándolos hasta eliminar la distancia, uniéndose como uno por fin en la oscura paz de la nave.

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