Letras verdes
Abrió los ojos con pesadez. El insomnio de tantas noches se acumuló en esa tarde, mientras recopilaba información y el peso del sueño empujaba su cabeza. Al final se rindió y aprovecho el sentimiento de cansancio tan ausente en su vida. Empezó la búsqueda cuando su cliente había faltado a la cita, y esperaba despertar por el ruido de la alarma, con la información ya descargada y un mensaje de Choi en el que se excusaba y proponía un nuevo encuentro. En lugar de esto, se encontró su habitación en penumbra, solo iluminada por el tenue brillo de su monitor.
Se sintió descolocado. La pantalla estaba en total oscuridad, y solo se distinguían unas pequeñas letras verdes.
Despierta, Neo...
No recordaba haber puesto algún tipo de alarma en el PC. Se incorporó en la silla. La música seguía reproduciéndose desde la radio que tenía en su escritorio, y llegaba a sus oídos por medio de sus audífonos. Las letras desaparecieron, y como si alguien teclear las letras, se formó una nueva frase.
La Matrix te tiene.
—¿Qué demonios?
Pensó que la salida más lógica de esa extraña situación era el simple comando Ctrl+X. Al pulsar las teclas la pantalla se volvió negra. Esperó ver nuevamente su navegador, pero como una broma de mal gusto, las letras regresaron con un nuevo sentido.
Sigue al conejo blanco.
—¿Conejo blanco?
Ya un poco harto de ese asunto, presionó Esc con insistencia. No funcionó. En ese caso, podía dar por hecho que lo habían hackeado. Se sintió estúpido. Él mismo había dejado una búsqueda de información delicada sin supervisión, y ahí estaba el resultado. Esperaba que no fuera nada muy grave. Una nueva frase apareció de repente en la pantalla.
Toc, Toc, Neo.
Era inquietante solo por el hecho de aparecer sin razón, pero los golpes en la puerta segundos después de la aparición de las extrañas palabras hicieron que Neo pegara un bote en la silla y se preocupara aún más. Miró alrededor del cuarto, en busca de algo incriminatorio o muy sospechoso. Todo parecía estar en orden.
—¿Quién es? —preguntó, todavía sentado.
—Soy Choi.
"Maldito" Pensó. Antes de levantarse, echó un vistazo al monitor. Las letras verdes habían desaparecido la pantalla estaba completamente negra. Parecía que el que se haya metido en su computador ya había conseguido lo que quería. Se levantó y caminó hacia la puerta. Dejó la cadena puesta y la abrió.
—Dos horas tarde.
—Lo sé, fue su culpa —le respondió el hombre señalando a una mujer de cabello negro que lo acompañaba. Tras él había otras tres personas.
—¿Traes el dinero?
Choi sacó de su bolsillo 2000 dólares, mientras decía con orgullo el monto que estaba pagando. Neo los recibió por la apertura de la puerta, e inmediatamente la cerró. Caminó hasta el estante en el que había algunas revistas y libros viejos, y tomó uno que había leído en la universidad: Simulacra And Simulation. Había pegado la mayoría de las páginas, y las cortó firmando una especie de cofre escondido. De é sacó un disquete con el encargo de Choi, metió el dinero y volvió a dejar el libro en su sitio.
Esta vez sí abrió por completo la puerta, y entregó la información a su cliente. El hombre lo contempló por un momento, un poco sorprendido.
—¡Aleluya! —exclamó con una sonrisa— Eres mi salvador. Mi propio Jesucristo...
—Si te atrapan usándolo...
—Lo sé. Esto nunca pasó. Tu no existes. —Choi le entregó el disquete a uno de sus acompañantes, quien lo guardó en el bolsillo interno de su chaqueta.
—Exacto.
—¿Sucede algo? Estás más pálido de lo usual.
—Mi computadora... ¿No has tenido la sensación de no estar seguro si estás despierto o sigues soñando?
—Todo el tiempo. Se llama "Mezcalina". Es la única forma de volar. —El hombre sonrió— Hey, parece que necesitas desconectarte un poco, divertirte un rato. ¿Qué opinas Dujour? ¿Lo llevamos?
La mujer que estaba a su lado observó con detenimiento a Neo antes de tomar una decisión.
—Definitivamente.
—No puedo. Mañana trabajo
—Vamos, va a ser divertido. Lo prometo. —Dujour abrazó a Choi, dejando ver en su hombro un pequeño tatuaje: Un conejo blanco.
Neo sintió que el mundo empezaba a dar vueltas. "Sigue al conejo blanco." ¿este era el dichoso conejo? Si era cierto, podría saber quién se había metido en su computadora, y si no, al menos habría pasado una buena noche.
—Está bien, iré.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro