CAPÍTULO XXXIII
Azami tecleó el código de acceso e intentó establecer comunicación con uno de sus viejos contactos fuera del agujero negro. Sabía que Tristan Beckett era un sujeto muy conocido en el bajo mundo; los asesinos, timadores y gente de mala calaña lo conocían a la perfección, así que podría localizarlo en breve. Esperó durante varios minutos hasta que su llamada fue tomada por su contacto. La mujer que habló con Azami le prometió buscar al cyborg y abrir un canal de comunicación directamente con ella.
Nakamuro estaba nerviosa y desesperada, hacía dos horas que esperaba la llamada de Beckett y este no daba señales. Azami bufó y golpeó el escritorio con los puños, debía salir de la oficina, pues y casi era la hora de la cena y necesitaba reunirse con su gente y fingir algo de interés en los avances de la reparación de los androides.
Después de encerrarse en su despacho, Azami fue presa de la ira y la desesperación. Estuvo a punto de romper todo lo que tenía frente a ella y de paso detonar las bombas que harían volar a Sokaris, pero se contuvo. Aún no era el momento para hacerlo; iba a tomarlo con calma. Había trazado un nuevo plan, se desharía de Morrigan y huiría de Sokaris junto con Adrian antes de destruir el planeta y a todos sus habitantes.
La mujer estaba a punto de abandonar su oficina, cuando la pantalla del ordenador comenzó a parpadear, ¡tenía una llamada! Esperaba que se tratara de Beckett, así que la tomó de inmediato y pronto apareció la imagen del cyborg frente ella.
-¡Estás viva, Azami! - Sonrió el hombre de medio lado - Pensé que habías muerto dentro de ese agujero negro - Rió a carcajadas - Esta sí que es una sorpresa, no tan agradable, pero sorpresa al fin - Murmuró mirando los ojos fríos de la mujer - ¿Qué es lo que quieres Azami? Me dijeron que era urgente, que deseabas hacer negocios conmigo, ¡sólo espero que sea algo interesante! No me gusta que me hagan perder el tiempo.
Azami bufó al escucharlo, altanero, arrogante, déspota y despiadado. Tristan no había perdido su encanto y seguía siendo el mismo hijo de puta de hacía varios años. Azami negó con la cabeza al recordar lo que vivió al lado de ese hombre. Él fue el tercero en discordia, el hombre que la hizo caer para alejarla de Adrian y gracias a su infidelidad, Haggard terminó mandándola al diablo.
-¿Vas a quedarte callada? - Exclamó Beckett en tono burlón - ¿Aún te sigo robando el aliento? - Se carcajeó - Ya te dije que no me gusta que me quiten el tiempo, Azami y tú, la verdad, sólo sirves para eso, ¡para perder el tiempo!
-¡Imbécil! - Gruñó Azami - Deja de decir estupideces, sólo quiero hacer negocios contigo - Murmuró.
-¿Y cuáles son esos negocios? - Preguntó Tristan con interés - Adelante, ¡habla! Has picado mi curiosidad.
-Tengo algo que tú quieres - Murmuró Azami y mostró un par de imágenes de Morrigan y Adrian.
Tristan entrecerró los ojos y miró con atención las imágenes que Azami colocaba delante de la pantalla. ¡Eran ellos sin duda! No podía ser verdad.
-¡Carajo! - Gritó Tristan, eufórico - ¿Están contigo? - Preguntó y se echó a reír - Pero... ¿cómo es que...?
-Adrian llegó aquí, acompañado de esa mujer - Bufó Azami - ¡Su mujer! - Gritó y golpeó de nuevo el escritorio - ¿Sabes cómo me sentí al verla? ¿Al enterarme de que está con él y que es su nueva pareja?
-¿Nueva pareja? - Murmuró el cyborg cada vez más interesado - ¡Lo sabía! Puro sentimentalismo barato - Se rió con grandes carcajadas - ¡Yo tenía razón!
-Tú estás buscando a la mujer y yo estoy dispuesta a entregártela - Dijo Azami con firmeza - Pero vas a dejar aquí a Adrian, ¡él es mío! Siempre lo ha sido y no estoy dispuesta a tener competencia, ¿entiendes?
-Eso no me interesa - Gruñó Beckett - Sólo entrégame a Morrigan y ella me llevará hasta...
-¿Y crees poder con lo que resta del escuadrón? - Murmuró Azami y entrecerró los ojos.
Tristan la observó, las palabras de la mujer estaban llenas de verdad. Él solo no podía contra lo que restaba de los Esmilodontes, y si hacía caso de Azami, aún quedaría Haggard quién lo perseguiría hasta el último confín del universo. Dudaba mucho que Adrian dejara de lado a la joven Stone sólo para volver con Azami, una mujer celosa, posesiva y de cascos muy ligeros quien, a la primera oportunidad que tuviera lo dejaría para irse a buscar alguna aventura con cualquier otro fulano.
Sin embargo, al cyborg le convenía acceder a todas las propuestas de Azami y no negarle nada, quizá con algo de suerte, la muy estúpida podría revelarle información tan valiosa como el paradero de su peor enemigo.
-Tú sabes algo más que yo aún desconozco - sonrió Tristan y le guiñó el ojo - ¡Vamos, Azami! Tienes que darme la información completa - Murmuró y amplió la sonrisa - de lo contrario, ¿cómo pretendes que te ayude?
-¡Para acabar con los inmortales debes disparar a su cabeza! - Dijo Azami de golpe y sin pensarlo - ¡Ese es nuestro punto débil!
El cyborg quiso gritar de felicidad. Él tenía sus sospechas al respecto, pero no había tenido oportunidad de comprobarlas, ¡ahora Azami le entregaba todo en bandeja de plata! No podía creer en su buena suerte. Justo cuando creía que todo estaba perdido y que esa misión se había ido a mierda. Tristan acarició su barbilla y sonrió con malicia.
-¡Perfecto, Azami! - Murmuró intentando ocultar su expresión de triunfo - En verdad agradezco tu colaboración - Exclamó con dureza - Ahora dime, ¿qué es lo que tengo que hacer?
* * * * *
Adrian tomó las manos de Morrigan y suspiró. Los ojos de la chica estaban húmedos y en su hermoso rostro podía verse su expresión de angustia. Adrian lanzó un suspiro y la miró a los ojos, de inmediato, ella volvió el rostro y se echó a llorar otra vez.
-Lo lamento, pequeña - Murmuró Adrian estrechándola entre sus brazos - Sabes que tengo que ir, ¡di mi palabra! - E intentó sujetar el rostro de la joven para que lo mirara.
-¡Pero esa situación no es asunto tuyo! - Gimió Morrigan - Lo mejor que podemos hacer es largarnos de este sitio y que ellos arreglen sus problemas como puedan - Chilló y lo empujó con fuerza.
-¡Morrigan, por favor! - Bufó Adrian y volvió a sujetarla entre sus brazos - No puedo negarme, he dado mi palabra y - Guardó silencio y besó sus mejillas - Esto es parte de mi vida, ¡es lo que soy! - Suspiró - Ayudar a los demás forma parte de mi propósito y mi deber en esta vida.
-¡Ay, lo sé! - Gritó Morrigan y lo miró a los ojos - ¡Y odio eso! - Suspiró - Eres muy obstinado y no te podré hacer cambiar de opinión - Dijo esbozando una sonrisa amarga - Pero... - Exclamó y le apretó la mano - Si no puedo impedir que vayas, ¡al menos déjame ir contigo! ¡Quiero acompañarte! Necesitas quién cuide tus espaldas.
Adrian lanzó un nuevo suspiro y miró a la chica a los ojos. Morrigan bajó de nuevo la mirada, acababa de comprenderlo, conocía la respuesta de Adrian.
-Temo que los androides no sean suficientes para cuidarte - Murmuró Morrigan.
-No puedo arriesgarte - Dijo el hombre sosteniendo su barbilla - Ya te he expuesto a muchos peligros y has sufrido bastante por mi culpa...
-¡No me importa! - Gritó Morrigan - Todo por lo que he pasado forma parte de mi aprendizaje, ¿no es así? - Preguntó mientras los labios le temblaban - ¡He aprendido a cuidarme! Sé defenderme... - Suspiró - Puedo defenderme y también puedo defenderte, ¿por qué no lo entiendes?
-Sé de lo que eres capaz, Mor - Exclamó Adrian con firmeza - Pero por favor, no me pidas que te lleve, es muy riesgoso. Lo mejor será que te quedes con Azami, ¡AB va a cuidar de ti! - Dijo antes de besar sus labios con dulzura - Aquí estarás a salvo y además confío en que llegaré con buenas noticias. Intentaré convencer a Thunder de hacer las paces con Azami y que Sokaris vuelva a ser como antes.
Morrigan gimió y asintió, intentando contener el llanto. Ella tenía miedo de quedarse a solas con esa mujer. No confiaba en Azami ni en la gente que la acompañaba. Había algo siniestro en esa petición, ¡los escuchó hablar! Azami insistió en que Morrigan se quedara junto a ella, a pesar de que en un principio Adrian se mostró un poco renuente a aceptar, pero pronto logró convencerlo y ahora él se iría y ella se quedaría ahí, a merced de esa terrible mujer.
La chica suspiró y se paró sobre las puntas de sus pies, sujetando el rostro de Adrian con ambas manos y uniendo su frente a la de él. Haggard le dedicó una mirada llena de amor y le sonrió.
-Te amo - Susurró ella - Te amo demasiado... - guardó silencio tragándose el nudo que se formaba en su garganta - Y quiero que me prometas algo - Continuó - Que regresarás sano y salvo a la brevedad posible, ¿de acuerdo? - Preguntó y él asintió - Quiero que nos larguemos cuanto antes de ese sitio.
Adrian se aguantó las ganas de reír y la estrechó con firmeza entre sus brazos. Morrigan pestañeó y lo contempló. Sus ojos verdes recorrieron el rostro de Adrian, sonriendo ante su belleza masculina y dejó escapar un suave jadeo cuando sus ojos se posaron sobre esos labios gruesos y sonrosados cubiertos por la barba y el bigote. La chica levantó el brazo y sus dedos temblorosos recorrieron los labios del hombre
Haggard estaba embelesado observando a Morrigan, le gustaba como ella lo miraba, con esa fascinación virginal e inocente y a su vez, con una nota apenas perceptible de deseo y lujuria. El deseo lo recorrió de los pies a la cabeza. Él también la amaba, ¡la amaba sin importarle nada! El suave tacto de la chica sobre sus labios fue el detonante para que él también reaccionara y con una velocidad impresionante le sujetó la mano. Mor lanzó un chillido de sorpresa y sonrió cuando el llevó a su boca su dedo índice y comenzaba a chuparlo. Experimentar el calor y la humedad de su boca sobre su piel fue para ella una sensación indescriptible. De inmediato, su sexo comenzó a palpitar y humedecerse, sus pezones se irguieron y de sus labios brotó un gemido apenas audible.
Adrian saboreó su dedo índice e hizo lo mismo con el dedo medio. Morrigan estaba inmóvil, disfrutándolo mientras que de sus labios entreabiertos brotaban breves gemidos. Adrian la soltó suavemente para abrazar su cintura y pegarla a su cuerpo. El aliento del hombre le rozó el lóbulo de la oreja y su barba le hizo cosquillas en la mejilla. Ella volvió a gemir cuando con lentitud los suaves labios de Adrian rozaron su mejilla, buscando su boca.
Los senos de Morrigan estaban aplastados contra el fuerte pecho de Haggard y ella ahogó un gemido. La boca del hombre asaltó la suya con posesión y anhelo. Adrian era un hombre dominante e implacable. Su boca presionaba la de Morrigan, besándola con pasión desenfrenada. Las manos de Adrian le acariciaron la espalda con suavidad, mientras ese beso comenzaba a tornarse más urgente. Estás se pasaron sobre las nalgas de Mor, apretándolas y pegándole más a su cuerpo, haciéndole sentir su erección. La chica ahogó un gemido cuando las sensaciones que se despertaron con ese beso fueron más ardientes y sensuales. Lentamente la punta de la lengua del hombre le recorrió los labios y ella abrió la boca, pidiéndole que la explorara, deseando paladear su sabor. Haggard gruñó satisfecho y excitado, su miembro endurecido amenazaba romper los pantalones para tomarla sin ceremonias en esa habitación.
Lentamente su lengua penetró la boca de la chica y ella volvió a gemir cuando sus lenguas de encontraron y se acariciaron. El aflojó un poco su agarre y ella pudo soltarse y echarle los brazos al cuello mientras lo atraía, intensificando el beso. Una descarga de placer y lujuria recorrió el cuerpo de la fémina, su sexo mojado le empapaba las bragas a medida que esa lengua continuaba enredándose con la suya.
Haggard frotó su pelvis contra el vientre de la chica, él se excitaba cada vez más, deseando no sólo un beso, sino recorrer con sus manos el cuerpo de Morrigan y llenar su tacto con la calidez de su piel de alabastro. Sin embargo, la chica abrió los ojos y lo empujó lentamente, apartándolo de ella.
-¡Vete ya! - Suspiró y esbozó una sonrisa.
-Volveré pronto, mi amor - Exclamó Adrian volviéndola a abrazar, al tiempo que su dorso le acariciaba las mejillas - Y te prometo que nos iremos de aquí, viajaremos a la Tierra y nos encerraremos en mi casa para hacer el amor como poseídos - Sonrió - Recuerda que te amo.
Morrigan estalló en carcajadas, lo abrazó con fuerza y volvió a besarlo con pasión.
-Es una promesa, Haggard - Dijo la joven y lo apartó de ella.
Adrian sonrió, le guiñó el ojo y salió rápidamente de la habitación. Era hora de completar su misión.
* * * * *
Adrian viajaba velozmente sobre el vehículo deslizador; detrás de él, los androides lo custodiaban, alertas ante cualquier amenaza. El camino por el que viajaba era un paraje totalmente distinto al que dejaba atrás. El sitio en el que Azami habitaba era desolado y muy triste, con edificios en ruinas y muy chamuscados sin rastros de habitantes. Sólo la fauna silvestre y la flora del lugar se habían apropiado del lugar. Y en ese nuevo entorno por el que viajaba rebosaba de vida, ¡hasta parecía que era un planeta completamente distinto! Sin embargo, la nula presencia de vida "civilizada" lo inquietaba demasiado.
Haggard se detuvo un instante para analizar el mapa que Azami le entregara, quizá había errado el camino y necesitaba volver para corregirlo. Para su sorpresa se dio cuenta que viajaba por el camino correcto y que debía continuar en la misma dirección. El hombre echó a andar su vehículo y continuó deslizándose a toda velocidad por el camino.
Durante un buen rato viajó sin interrupciones y sin que algún peligro se interpusiera en su camino, hasta que estaba a punto de llegar a las colinas de Keb, el hombre fue interceptado por un grupo de rebeldes que le cerraron el paso y lo obligaron a descender del vehículo mientras le apuntaban con varios rifles de alto poder.
-¡Detente! - Gritó la que parecía ser la líder del grupo - Quiero que te identifiques y nos digas el motivo de tu visita - Comentó la mujer con voz firme y autoritaria - Si te rehúsas a hablar, voy a tener que matarte - Exclamó y le dedicó una mirada gélida.
-¡Mátalo de una vez Calíope! - Exclamó un joven que no dejaba de apuntarle a los androides con un cañón - Mira bien sus deslizadores, ¡tienen la marca de Azami!
Y era verdad, tanto los vehículos como los androides llevaban grabados el escudo de armas de la familia Nakamura. No era muy buena señal para los rebeldes y tampoco para Adrian, quién no había reparado en ese insignificante detalle.
-¡Es un espía! - Gritó alguien del grupo - ¡No dejen que avance!
-Mi nombre es Adrian Haggard - Gruñó el hombre - Y he venido a buscar a Thunder...
-¡Mientes! - Gritó la mujer y le apuntó directamente a la sien - Haggard está muerto, él murió hace muchos años en la guerra contra los pleyadianos.
-Mi nombre es Adrian Haggard - Repitió con firmeza - General de los Esmilodontes, ¡peleé al lado de Thunder en la gran guerra! - Gruñó y mostró el tatuaje en su cuello.
Calíope se acercó lentamente y observó el tatuaje de Haggard, se trataba de un número de serie, así como de la imagen de un cráneo de un tigre dientes de sable. Thunder llevaba ese mismo tatuaje en el cuello, sólo que él número de serie cambiaba. Era posible que ese sujeto estuviera diciendo la verdad.
-¡Quítenle las armas y los vehículos! - Ordenó la mujer - Súbanlos a la nave, ¡los llevaremos ante Thunder!
Adrian se dejó conducir por los rebeldes que lo empujaron con violencia dentro de la nave hasta una pequeña celda, después el pequeño grupo partió hacia su cuartel general. Por desgracia, Adrian no pudo ver nada, ni a donde era conducido. Hasta que descendió de la nave y se encontró con una ciudad grande, rebosante de vida y tecnología. No lo podía creer. Definitivamente, Azami estaba mal; las cosas eran muy diferentes a cómo ella le había hecho creer y de pronto, fue invadido por un mal presentimiento.
-¡Camina! - Exclamó un hombre y lo empujó hacia la entrada del cuartel.
Adrian le dedicó una mirada llena de coraje, pero decidió guardar la calma. Al parecer esa gente guardaba mucho rencor a Azami. Esperaba que Thunder pudiera recibirlo y así tener una explicación lógica sobre lo que estaba sucediendo.
-Thunder se reunirá contigo en breve - Murmuró Calíope - Al parecer se emocionó mucho cuando le mencioné tu nombre - Dijo con frialdad y dio media vuelta para abandonar la habitación.
Instantes después que la mujer abandonara la estancia, la puerta volvió a abrirse de manera violenta. Adrian esbozó una sonrisa al ver al hombretón que acababa de entrar. Se trataba de Thunder, un gigantesco semi humano con rasgos felinos, enorme melena rojiza y vestido a la usanza militar. Al ver a Adrian, las pupilas del hombre se ensancharon y sus ojos se tornaron oscuros.
-¡Adrian! - Gritó con su enorme vozarrón, mostrando sus blancos y filosos colmillos - ¡Joder! ¡Joder! - Continuó mientras se aproximaba al hombre - ¡Pensé que estabas muerto!
-Hierba mala nunca muere, comandante - Sonrió Adrian y lo estrechó con fuerza entre sus brazos.
Thunder levantó a Haggard un palmo del piso y lo sacudió como si se tratara de un muñeco mientras lanzaba sonoras carcajadas y maldecía al por mayor.
-Pero, ¿qué es lo que lo trae por aquí, general? - Exclamó Thunder soltándolo y poniéndose firme - Se trata de Azami, ¿no es así? - Preguntó y su rostro adquirió un tono sombrío.
Thunder no le dio tiempo de responder, sólo hizo una seña indicándole que caminara detrás de él. Adrian asintió y lo siguió hasta una pequeña sala. Thunder pidió algo de comida para ambos y tomó asiento, señalando la silla que se encontraba vacía frente a él.
-Vine hasta aquí por petición de Azami - Murmuró Haggard una vez que se hizo silencio.
-¿Has venido a matarme? - Fue la tranquila respuesta de Thunder.
-¡Carajo! - Exclamó Haggard y negó con la cabeza, ¡Thunder sí que conocía bien a Azami! - Por supuesto que no - suspiró Adrian - Aunque no voy a negarte que fue lo primero que Azami me pidió - Bufó - Sin embargo, esas no son mis intenciones, vine dispuesto a dialogar contigo y a exigirte una explicación respecto a la situación de Sokaris.
Thunder asintió y se rascó la cabeza de manera violenta. Los ojos amarillos del felino achicaron las pupilas, convirtiéndolas en una delgada línea. El sujeto llevó las manos al rostro y suspiró con sonoridad.
-Azami ha enloquecido - Fue la escueta respuesta de Thunder - Sucedió tan rápido que ni yo mismo me di cuenta de lo que pasaba por su cabeza hasta que destruyó la ciudad principal - Gruñó al tiempo que Adrian lo miraba con incredulidad.
-Pero, ¿por qué? ¿Cómo? - Balbuceó Haggard sin comprenderlo aún - Explícate por favor.
-En un principio, todo funcionaba a la perfección, la disciplina militar impuesta por Azami era agradable, había límites muy bien establecidos, tenían lógica sus normas y reglas - Exclamó Thunder - Nada fuera de lo común. Sokaris comenzó a prosperar y a expandirse a pasos agigantados. Sobrevivíamos con lo que lográbamos producir y todo era suficiente, por el momento - Dijo mientras hacía una pausa y servía una gran pinta de cerveza oscura a Adrian - Poco después, la ciudadela creció, la gente se multiplicó, nos reprodujimos y las necesidades de la población aumentaron al máximo, ¡ya no era suficiente!
-Te entiendo - Respondió Adrian bebiendo un sorbo de cerveza - Lo normal en un pueblo en desarrollo, necesitan nuevos productos, comercializar, ¡salir y expandirse!
-Exactamente - Gruñó Thunder - Queríamos salir de este agujero, buscar planetas nuevos para comerciar con ellos, intercambiar mercancías, servicios y, por supuesto, hacernos notar entre la comunidad intergaláctica. ¡Queríamos crecer!
-Y Azami, ¿qué pensaba de todo esto?
-De momento estaba muy entusiasmada con todo y accedía a nuestras propuestas - Gruñó Thunder y frunció el ceño - Pero después, ¡cortó de tajo todos nuestros proyectos! - Bufó y se frotó el rostro - Intenté hacerla entrar en razón, ¡varios lo intentamos! Pero siempre recibíamos un no por respuesta, hasta que enloqueció y comenzó a asesinar a todo aquel que se opusiera a sus órdenes.
-Pero, ¿por qué? - Gruñó Adrian bastante sorprendido por las respuestas de Thunder.
-¡Simplemente enloqueció! - Suspiró Thunder - Decía que nada de eso valía la pena, que lo mejor era no continuar y terminar con todo... ¡planeaba llevar a Sokaris a la extinción! - Bufó y negó con la cabeza - Estaba harta de la inmortalidad y quería... ¡ya sabes! Sólo deseaba terminar con ese castigo...
-Y si tanto lo deseaba, ¿por qué no se dio un tiro ella misma? - Dijo Haggard bastante molesto - Así como muchos lo hicieron, terminaron con su vida pegándose un tiro en medio de la frente, ¡pero no llevar a la extinción a un planeta!
-Azami está muy mal de la cabeza - Suspiró Thunder - Ella tiene una idea muy enferma en la cabeza, solía decir que si ella no podía ser feliz, ¡nadie más lo sería! - Y en un arrebato de ira, golpeó con fuerza la mesa - Y con esa idea, la muy desgraciada casi nos llevó al exterminio.
-O sea que no hubo guerra, ni levantamiento en armas - Comentó Adrian negando con la cabeza.
-Apenas pudimos evacuar la ciudad principal y huimos al cuartel, escondiéndonos en estas colinas - Gimió Thunder - Poco después regresé e intenté arreglar las cosas con Azami, pero me di cuenta que había enterrado varias bombas, enormes y poderosas, lo suficiente para iniciar una catástrofe - Suspiró el hombre y sujetó el hombro de Adrian con firmeza - Hiciste mal en venir aquí - Continuó Thunder - No debes confiar en Azami, ella no está bien y su obsesión por ti crece día con día - Suspiró - Por suerte viniste solo y estás aquí con nosotros, te ayudaremos a escapar, ¡no regreses con ella o puede ser tu perdición!
Adrian palideció al escucharlo. Había dejado a Morrigan a merced de esa loca, ¿qué había hecho? ¡Otra vez había cometido un error! ¿Por qué la escuchó? ¿Por qué dejó que lo convenciera? Azami no era de fiar, ya lo había comprobado en el pasado.
Thunder lo observó con curiosidad. El rostro de Adrian había palidecido, la expresión en este era de preocupación y miedo.
-¿Sucede algo, Adrian? - Preguntó Thunder escudriñándolo con la mirada - Te noto...
Haggard se puso de pie de un salto y caminó rumbo a la salida.
-¡Debo irme! - Murmuró el hombre- Tengo que volver con Azami.
-No deberías regresar - Gruñó Thunder - Ya te dije que es peligroso, ¡no te arriesgues! Lograste escapar de ella y...
-¡Morrigan! - Lo interrumpió Haggard - ¡Morrigan está con Azami! - Dijo lleno de preocupación - No debí dejarla ahí.
-¿Quién es Morrigan? - Preguntó Thunder con curiosidad.
-Ella es mi pareja - exclamó Adrian - ¡Ella es mi novia! Es la mujer que amo. - suspiró y se llevó las manos a la cabeza - Confié en Azami y la dejé a su cuidado.
-Debemos ir por ella - exclamó Thunder con preocupación - Tu chica corre peligro estando al lado de Azami. - dijo e inmediatamente llamó a sus hombres.
Calíope y un grupo armado entraron rápidamente en el pequeño salón y se acercaron a Thunder para recibir sus órdenes.
-Lo que quiero que hagan ahora será muy peligroso - exclamó el felino - Acompañaremos a Haggard a la ciudad principal - dijo tomando sus armas - Azami no debe notar nuestra presencia.
-¿Por qué tenemos que ir? - preguntó Calíope - Acercarnos a la ciudad es muy peligroso, Azami detecta cualquier presencia que se acerca ahí.
-Debemos salvar a una chica - respondió Thunder - Ella está con Azami y corre peligro, no podemos permitir que la teniente le haga daño. - dijo - Debemos evitar que siga corriendo más sangre.
Calíope y sus hombres asintieron e inmediatamente salieron del salón. Thunder miró a Adrian y le hizo una seña para que lo siguiera, no debían perder más tiempo.
-No es la primera vez que nos acercamos a la ciudad - dijo el felino entregando a Adrian sus armas - Sabemos lo que hacemos y Morrigan regresará a salvo a tu lado. - murmuró.
-Gracias Thunder - exclamó Haggard - He sido un tonto - suspiro - Sólo espero que no sea demasiado tarde. - dijo el inmortal antes de echarse a correr junto a Thunder.
* * * * *
Lo que viene no será nada bueno. Morrigan se ha quedado sola con Azami y como pudieron ver, esta ha llamado a Beckett. La chica Stone corre un gran peligro otra vez. ¿Creen que Adrian y Thunder lleguen a tiempo para rescatarla? ¿Qué creen que pueda pasar ahora?
No olviden dejar sus comentarios y respuestas a estas preguntas. Tampoco se olviden de votar. Muchas gracias por su apoyo.
Maria Decapitated
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