CAPÍTULO XXXII
Adrian abrió los ojos y exhaló un hondo suspiro mientras se daba la vuelta sobre la cama. La claridad del día se colaba por la ventana sin persianas; no había sol, las nubes lo ocultaban, pero a través de estas, sus rayos brillaban. El hombre volvió a girar sobre su costado y se encontró con la espalda desnuda de Morrigan.
No se dio cuenta cuando ella entró en la habitación y se acurrucó junto a él. Estaba demasiado cansado como para permitir que el insomnio se apoderara de él impidiéndole dormir. Haggard lanzó un nuevo suspiro y abrazó el cuerpo de la joven, llenando su espalda de besos.
-No quiero estar en este lugar - La escuchó susurrar - Me da miedo este sitio, es tan extraño y escabroso - Continuó Morrigan acomodándose en la cama para quedar frente a él - ¿Cuándo nos iremos de aquí? - Preguntó mirándolo a los ojos.
Adrian no respondió de inmediato. Las dudas de la chica eran completamente lógicas; incluso él las tenía. Pero no había más opción, al menos no de momento. Adrian estaba consciente de que en ese lugar Tristan jamás los encontraría y para él sería más fácil salir a buscarlo y enfrentarlo solo.
Pero primero ayudaría a Azami a aclarar esa situación, tenía que encontrar a Thunder, hablar con él y así lograr que las aguas se calmaran. Si lo conseguía, Sokaris se convertiría en el lugar seguro que él esperaba y así Morrigan no correría peligro.
-Nos iremos cuando lo considere necesario - Murmuró Adrian y besó la frente de la joven - Por el momento no tenemos otro sitio a dónde ir...
-¡La Tierra! - Dijo Morrigan con firmeza - Ahí nos espera Liam, nos espera lo que resta del escuadrón y... - Suspiró - ¡Es un sitio bastante seguro! Es tu hogar, Adrian - Exclamó y lo abrazó con fuerza.
-Lo sé, lo sé - Suspiró el hombre estrechándola entre sus brazos - La chica tenía razón, la Tierra era su hogar y ese sitio era el más seguro en el que pudieran estar. Sin embargo, con Tristan detrás de ellos, cualquier sitio era inseguro. Lo que él debía hacer primero era terminar con esa amenaza y así las cosas serían más fáciles para ellos - Te prometo que llegaremos a la Tierra muy pronto, Morrigan. Sólo ayudaremos a Azami para que...
La chica dejó escapar un suspiro, estaba fastidiada. No deseaba que Adrian se involucrara en los problemas de Sokaris y ayudara a esa mujer. Tal vez se estaba portando muy egoísta, pero no le importaba, lo único que le importaba era estar junto a Adrian, a salvo.
Haggard sonrió ante la postura de Morrigan. Había interpretado el silencio de la chica, así que sujetó la barbilla de Morrigan, obligándola a mirarlo. Sus ojos se encontraron y él le dedicó una sonrisa cargada de ternura y amor. La expresión en el rostro de Morrigan se suavizó y le echó los brazos al cuello para besarlo. Fue un beso desesperado, hambriento y posesivo. Las manos de Adrian le recorrieron la espalda y el trasero. Morrigan levantó su pierna, rodeando su cadera con ella. Adrian continuó acariciándola, hasta detenerse a unos escasos centímetros de su feminidad.
-¡Te amo! - Gimió él contra los labios de la joven - En realidad no me importa nada salvo estar contigo - Suspiró - Pero primero tengo que velar por tu seguridad, Mor - Suspiró.
La chica se apartó un poco de él y le sonrió. Los ojos verdes de la chica estaban un poco húmedos, mientras ella contenía el llanto. Adrian suspiró y la acunó contra su pecho para continuar acariciando el cuerpo desnudo de Morrigan. Ella lanzó un profundo suspiro y levantó el rostro. Adrian la miró mientras se inclinaba un poco para volver a besarla con amor y pasión.
* * * * *
Adrian entró en el comedor, sentados en la mesa se encontraba la silenciosa pareja que los acompañó en la cena y Azami. Inmediatamente, uno de los androides se apresuró a poner un lugar para el hombre y le sirvió una pequeña porción de una extraña masa que parecía ser avena y una diminuta taza de café. Haggard suspiró y comenzó a comer, para tener muy mala pinta, su sabor no era tan malo, después dio un trago a su café, y carraspeó, ¡sabía asqueroso!
-Lo lamento - Murmuró Azami al darse cuenta de que Adrian no estaba muy complacido con el desayuno - Pero es todo lo que tenemos - suspiró - Los caminos han sido bloqueados por la "resistencia" - Dijo enfatizando la palabra - Y comenzamos a quedarnos sin provisiones.
-No te preocupes - Respondió Adrian - He comido cosas peores - Y se encogió de hombros mientras en sus labios se dibujaba una pequeña sonrisa.
-¿Y la señorita Stone? - Preguntó Azami buscando a Morrigan con la mirada.
-Está dormida - Exclamó el hombre - Tuvo muy mala noche y hace un rato apenas logró conciliar el sueño - Suspiró.
-Me imagino, debe estar muy cansada de este viaje tan peligroso y tan largo - Exclamó la teniente - Pero me alegra que descanse, así aprovecho para preguntarte, ¿qué has pensado respecto a ayudarnos?
Adrian tomó otro sorbo de cabe y volvió a hacer una mueca de desagrado. Había pasado parte de la noche pensando en ello hasta que el sueño lo venció. Estaba dispuesto a ser un mediador entre Azami y Thunder, intentaría dialogar con el segundo e intentar llegar a un acuerdo que favoreciera a ambas partes. Pero primero, debía conocer la situación de los rebeldes.
-Y los rebeldes, ¿cómo lo están llevando? - Preguntó Adrian sin responder a la pregunta de Azami.
-¡De maravilla! - Bufó el hombre que desayunaba con ellos y que era uno de los custodios de Azami - Ellos tomaron la parte norte, pasando las colinas de Keb...
-Es decir la zona fértil e industrializada - Comentó Azami - Ellos se hicieron del poder de todo lo bueno que teníamos en Sokaris - Murmuró y golpeó la mesa con el puño - ¡Y a mí me dejaron atada de pies y manos! Quieren que muramos de hambre.
-Esto no lo puedo permitir - Exclamó Adrian - Tú tienes derecho, Azami; les ayudaste. Es gracias a ti que Sokaris prosperó. No mereces ese trato tan cruel - Murmuró y colocó su mano sobre el hombro de la mujer - ¡Te ayudaré! - Dijo con firmeza - Pero dime, ¿cómo puedo llegas hasta las colinas de Keb?
-¿Y qué harás en las colinas de Keb? - La voz de Morrigan resonó con claridad en el comedor.
Adrian y Azami se pusieron inmediatamente de pie. La teniente le dedicó su habitual mirada fría y de fastidio. Adrian le tendió la mano a la chica y ella la tomó mientras lo miraba de manera interrogante.
-Adrian accedió ayudarnos - Murmuró Azami - Él...
-¿A qué? - La interrumpió Morrigan sin apartar su mirada del hombre.
-Él va a matar a Thunder - Gruñó Azami ante la mirada atónita de Morrigan.
-¡No Azami! - Gritó Adrian - Yo no voy a matarlo, no quiero matar a nadie, ¡no está vez! - Suspiró - Él es mi amigo y lo que pretendo hacer es negociar una tregua, ¡nada más! - Gruñó - Nadie va a morir, quiero que haya paz en este lugar y que todo vuelva a ser como antes ¡o mucho mejor!
-¿Irás solo? - Preguntó Morrigan en un susurro y Adrian asintió - ¿Acaso te has vuelto loco? - Exclamó ella al saber su respuesta - ¡Voy a acompañarte! - Bufó la chica.
-Tengo que ir solo - Dijo el hombre con voz fuerte y atronadora - No puedo arriesgar a ninguna de las dos, ¡tampoco puedo dejarlas sin escolta! - Comentó señalando a la pareja - Necesito algo de tiempo Azami, al menos unos dos o tres días.
-¿Para qué? - Preguntó la teniente un poco desesperada - Puedes partir mañana mismo y...
-No pretendo ir del todo solo - Exclamó al tiempo que miraba a los androides de servicio - Sólo requiero un poco de tiempo para repararlos - Dijo el hombre - ¡Y tú vas a ayudarme! - Murmuró tomando de la mano a Morrigan - Serás mi asistente, ¿qué te parece? - Sonrió a la joven y se inclinó para depositar un pequeño beso en sus labios temblorosos.
Morrigan sólo asintió. No pudo responder nada más ya que un nudo atenazó su garganta. Morrigan se aguantó los deseos de echarse a llorar. ¡Ella no quería que Adrian se enfrascara en esa nueva misión! Desde el primer momento en que pisaron el suelo de Sokaris, la chica fue embargada por un mal presentimiento. Para ella, esa misión sólo significaba peligro y Morrigan tenía miedo, miedo de no volver a ver a Adrian.
-¡Gracias! - Dijo Azami y se arrojó a los brazos del hombre para besar sus mejillas - Sabía que podía contar contigo, Adrian.
-Como te dije, necesito un par de días - Sonrió Haggard - ¡Es todo lo que te pido!
-Por supuesto - Murmuró la mujer - Además, tenemos que trazar un plan para que puedas llegar a las colinas de Keb sin ser visto - Continuó - Hay un camino secreto, ¡un subterráneo! En mi oficina tengo un mapa, ¡te lo mostraré! Y así trabajamos en el plan - Exclamó mientras sujetaba la mano de Adrian y lo conducía hasta su oficina.
La Teniente Nakamura y Adrian se perdieron en el pasillo, seguidos de la escolta de la mujer. Morrigan permaneció de pie en el comedor y aprovechó su soledad para echarse a llorar, entre tanto, la voz de su cabeza continuaba diciéndole que debía convencer a Adrian para que no participara en esa misión, o al menos convencerlo que ella lo acompañara para cuidar de sus espaldas.
* * * * *
-Has estado muy callada - Dijo Adrian al oído de la joven, quién se estremeció al sentir su aliento rozando su piel - ¿Qué es lo que te sucede?
-¿Quieres que sea sincera contigo? - exclamó Morrigan apartándose un poco de él y Adrian asintió - ¡No quiero que realices esa misión! - respondió exaltada - No deseo que arriesgues tu vida por ayudar a Azami - murmuró entre sollozos - ¡No quiero perderte, Adrian! - lloró la chica y se lanzó a los brazos del hombre.
Adrian la abrazó con fuerza y besó su cabeza. Más o menos comprendía la posición de la chica, pero él tenía que ayudar a esas personas y así evitar una tragedia mayúscula. Él conocía muy bien a Thunder, a pesar de que el tipo tenía un carácter difícil y solía ser muy testarudo, sabía que si se ayudaba del dialogo tranquilo, Thunder iba a ceder, lo escucharía y propondría una buena solución que beneficiara a todos. Aunque las palabras de Azami no lo convencieron demasiado ya que ella insistía en asesinar al que fuera su mano derecha.
-Todo va a estar bien, cariño - Murmuró el hombre dándole palmaditas en la espalda - Regresaré más pronto de lo que te imaginas - Sonrió intentando tranquilizarla - ¿Acaso no confías en mi palabra? - Le preguntó.
-¡Por supuesto que confío en tu palabra! - Gimió Morrigan mirándolo a los ojos - ¡En quién no confió es en Azami! - Gritó - Esa mujer está envuelta en un aura oscura y maligna...
-¡Por favor, no seas paranoica! - Rió Adrian volviéndola a abrazar - Sé que su apariencia es algo dura y que puede tener una vena de crueldad, ¡pero no la juzgues! Ella no es así...
-¡Es peor! - Bufó Morrigan y se soltó de los brazos de Adrian - Te gusta, ¿verdad?
-¡Oh, estás celosa de Azami! - Dijo Adrian en tono divertido - Está bien que entre ella y yo... ¡hace muchos años! Hubo algo, una relación amorosa que iba a terminar en una boda, ¡pero no ocurrió! - Exclamó Adrian y la besó - Y agradezco al destino por ello - Suspiró - Me di cuenta que Azami y yo no éramos almas gemelas, no hubo nada de armonía o compatibilidad. Fue algo muy fugaz que se acabó pronto...
-¿Aún sientes algo por ella? - Preguntó Morrigan recostándose en el pecho del hombre - O sea, ¡no estoy celosa! Es que... - Suspiró - No me fio de esa mujer, no me gusta cómo te mira ni cómo me mira. ¡Es cómo si planeara destruirnos! - Sollozó - Adrian, tengo miedo.
-Ya mi amor, ya - Dijo el hombre besándola varias veces en el rostro - Lo que siento por Azami es cariño y respeto, ¡nada más! Lo que hubo entre nosotros se acabó y quedó en el pasado - Suspiró - Y respecto a lo demás, sólo te pido un poco de paciencia - Sonrió y sujetó el rostro de Morrigan con sus manos - Todo esto acabará pronto y, seguramente en un par de semanas estaremos en la Tierra, disfrutando de nuestro amor o... ¿qué te parece un viaje de Luna de miel?
Morrigan estalló en carcajadas al escuchar su pregunta. Adrian estaba loco, pero ¿por qué no? Era una oferta muy tentadora y pensar en ello la hizo liberar un poco de tensión y relajarse un poco. ¿Estaría hablando en serio? Porque ella estaría encantada de aceptar, ¡lo amaba! Y lo que más deseaba en esos momentos era estar junto a él.
Adrian la miraba embelesado, ¡amaba su risa! Le encantaba estar con esa joven, jamás en su vida fue tan alocado y ahora, ¿por qué no intentarlo? Liberarse, ser menos metódico y más impulsivo. Tenía toda la eternidad para hacer lo que le viniera en gana, era momento de comenzar y qué mejor que al lado de Morrigan, la mujer de la que se había enamorado.
Adrian esbozó una sonrisa perversa y deslizó su dedo por el suave cuello de Morrigan, quién se estremeció ante su tacto. La chica levantó sus ojos y lo miró; en los ojos del hombre se reflejaba el deseo y la lujuria. Morrigan se mordió el labio inferior y esbozó una sonrisa traviesa.
-¿Qué estás tramando, travieso? - Preguntó ella dejando escapar un suave jadeo - ¡Estás loco! Aquí no - Murmuró acercándose a Adrian y de sus labios brotó un gemido.
Adrian dejó escapar un gruñido al sentir el cálido roce del aliento de la chica en el lóbulo de la oreja. Rápidamente, con una mano la sujetó con fuerza por la cintura, mientras que con la otra tanteaba la cinturilla de sus pantalones para desabrocharlos, bajándolos hasta sus rodillas y acariciarle las torneadas piernas. Morrigan jadeó y abrió los labios, pidiendo un beso. Adrian paseó la punta de la lengua sobre estos, mientras que su mano se perdía entre los muslos de la joven, acariciando su feminidad por encima de las bragas. Ella volvió a jadear y con premura lo despojó de la camiseta
-¡Nadie nos verá! – Jadeó Adrian, apretando sus apetitosos labios contra la mejilla de la mujer – Además, ¿cuál es el problema si nos ven? - Rió - ¿Acaso no lo has hecho ya en público? - Murmuró antes de asaltar la boca de la mujer con un beso lascivo y violento.
Morrigan gimió y rió con sensualidad, dejándose llevar por ese beso apasionado. Las manos de la chica acariciaban el fuerte pecho del hombre, llenándose con su calor. Adrian estaba muy caliente, podía sentirlo bajo sus palmas. Ella volvió a gemir y se apretó contra él, frotándose contra su erección. Él gruñó e introdujo su lengua en la boca de la chica, saboreándola, al tiempo que sus manos le apretaban el trasero.
Inesperadamente, ella se apartó de Adrian, dedicándole una mirada inocente, mientras que en sus labios se dibujaba una sonrisa traviesa. Lentamente, las manos de Morrigan tantearon la cinturilla de su pantalón, desabrochándolo, despacio, mientras que los ojos de la joven se abrían y brillaban, imaginando la sorpresa que se ocultaba en el interior de la prenda. Morrigan tragó grueso, la erección de Adrian era cada vez más notoria, él gemía y jadeaba, esperando que ella tomara la iniciativa.
La joven pasó la lengua sobre sus labios y se puso de rodillas. Levantó la mirada y notó la expresión en el rostro de Haggard, una mezcla de satisfacción, lujuria y poder. Morrigan estaba cada vez más excitada, podía sentir la humedad caliente entre sus piernas, mojando su sexo palpitante. La chica bajó los pantalones de Adrian hasta las rodillas y liberó su miembro enhiesto. Mor paseó la lengua sobre el glande y sonrió al escucharlo lanzar un gemido gutural. Volvió a pasar su lengua sobre la punta de su pene, varias veces más. El sentir esa mirada profunda y llena de lujuria la excitaba más y más. Suspiró y con una mano sujetó el pene enhiesto y lo introdujo en su boca. Adrian gimió con suavidad cuando ella comenzó a mover la cabeza de arriba abajo y le sujetó el cabello con su mano.
A medida que ella chupaba, el pene del hombre se endurecía aún más dentro de la boca de Morrigan. Su mano apretó su cabello con más fuerza y le exigió mayor velocidad. Ella no dudó en hacer lo que él le pedía; su cabeza iba y venía, engullendo casi por completo, a punto de que le dieran arcadas. Lo sacó de su boca y lanzó un gemido, entretanto, comenzó a masturbarlo con la mano y poco después continuó con la felación. Los gemidos de Adrian eran sonoros y guturales, realmente estaba disfrutando de aquello. Mor le acarició las piernas, deteniéndose sobre las nalgas de Adrian y siguió con los movimientos de su cabeza. Él se tensó y gimió, echando la cabeza hacia atrás; sabía que estaba a punto de terminar, sin embargo, un despiadado tirón al cabello de la joven, la obligó a apartarse de él.
Morrigan lo miró, confundida y molesta por esa interrupción, él iba a correrse en su boca, ¡eso era lo que ella quería! Aunque al parecer Adrian tenía otros planes. Haggard la tomó del brazo, obligándola a ponerse de pie y con un rápido movimiento la sujetó por la cintura para besarla con ardor y desesperación. Las manos presurosas del hombre terminaron de quitar los pantalones de la mujer y la acomodó sobre la mesa donde estaban reparando los androides. Morrigan abrió las piernas y Adrian se metió en medio de ellas, para unir nuevamente sus labios a los de ella en un beso voraz y lascivo. Sus lenguas se enroscaron en una danza erótica, mientras las manos femeninas acariciaban el amplio tórax y lo recorrían de manera sutil. Adrian acarició sus muslos y abandonó la boca de la mujer, quién instintivamente arqueó la espalda y él enterró su cabeza en el nacimiento de sus senos.
Las manos expertas de Adrian apretaron los senos de la joven antes de bajar el cuello de su camiseta. Sus labios turgentes acariciaron las areolas coronadas por los pezones endurecidos. Morrigan volvió a gemir, ofreciéndole sus pechos, deseosos de caricias.
Adrian gruñó, acariciándole los muslos, friccionando con fuerza y apretando su carne. Ella gimió sonoramente y levantó el rostro, buscando de nuevo sus labios. Volvieron a besarse con ímpetu, tocándose y recorriendo su cuerpo con las manos. Adrian le sacó las bragas de encaje que quedaron atoradas en sus rodillas, mientras que sus labios descendían por su cuello para volver a sus senos y llenarlo de besos o bien, su lengua recorría los pezones hinchados.
Morrigan gemía, acariciándole la cabeza; entretanto, Adrian gruñía, conteniéndose las ganas de tomarla sin ningún tipo de reservas. Volvieron a besarse al tiempo que él terminaba de retirar las bragas del cuerpo de la joven. Lentamente le acarició la parte interna de los muslos y sus dedos expertos se abrieron paso por los húmedos pliegues de su feminidad.
La mujer gimió, cerrando los ojos al sentir cómo los dedos masculinos la penetraban y se movían en su interior. Jadeó y se estremeció de placer. Adrian le sonrió con satisfacción y la empujó sobre la mesa, retirando sus dedos. Volvió a juguetear con sus senos y continuó su descenso por su vientre hasta la zona púbica. Adrian le abrió los muslos y la contempló arrodillándose lentamente delante de ella. Se mojó los labios con la lengua y hundió su rostro entre las piernas abiertas de la mujer, deslizando lentamente la lengua por sus pliegues.
Ella volvió a gemir, llevando sus manos hasta sus senos y apretándolos con fuerza al experimentar ese delicioso roce. La lengua del hombre se movía despacio, saboreando y gozando de sus mieles. Las manos varoniles le acariciaban los muslos y ella no paraba de gemir, arqueando su espalda y sin dejar de tocar sus pechos; hasta que su mente perdió la cordura y su cuerpo colapsó de tanto placer, desbordándose cual torrente.
-¡Te amo! – Murmuró Adrian dejando montones de besos sobre las piernas de Morrigan.
Ella gimió y asintió, respirando agitadamente. Su cuerpo temblaba por completo y aún se encontraba un poco perdida ante ese súbito y maravilloso orgasmo. Adrian volvió a mirarla, ¡que hermosa era! Y la tenía a su merced, sólo para él.
-¡Joder, Adrian! – Jadeó Morrigan - ¡Eres perfecto! - Gimió - Tómame ahora, te deseo. ¡Pero date prisa o alguien puede entrar y encontrarnos!
Adrian lanzó una carcajada ronca y sensual antes de inclinarse sobre ella para besarla de manera salvaje y posesiva, sus manos recorrieron las torneadas piernas de la mujer y sujetándola por la cadera, la penetró al tiempo que ambos gemían de placer. Morrigan cerró los ojos dejándose llevar, ¡Adrian era un salvaje! Pero eso la volvía loca. Le gustaba sentirlo dentro, tan duro, tan caliente y tan grande. Se movía con ritmo y cadencia. Ella se acopló a su ritmo; a esa danza cadenciosa de placer que de nuevo la transportó fuera de su realidad.
Él arremetía sin piedad, escuchando sus gemidos y sus súplicas. Ella le pedía todo y él se lo entregaba, ¡así de simple! A mujeres como ella no se les debía negar nada. Los ojos de Adrian contemplaron la expresión de placer dibujada en la cara de su amante, los ojos cerrados y los labios entreabiertos, la frente bañada en sudor y sus manos sobre sus senos, acariciándolos con frenesí. ¡Era una visión divina!
Continuó embistiéndola, hasta que su cuerpo se tensó, ¡no podía más! Ya estaba demasiado excitado y pronto iba a colapsar. Ella abrió los ojos y sus miradas se encontraron, Morrigan le sonrió y él le devolvió la sonrisa; después dejó escapar un sonoro gemido y se entregó por completo al placer, la mujer arqueó la espalda y gritó sintiendo las primeras oleadas del orgasmo, alcanzando la cima del delirio.
-¡Ay Adrian, te amo! - Gimió Morrigan casi sin aliento.
-Yo también te amo, mi preciosa princesa - Murmuró el hombre.
Haggard le tendió la mano y ella la tomó, incorporándose para quedar frente de él, la abrazó y ambos se fundieron en un beso lento e intenso, mientras que las manos de la chica le acariciaban el trasero. Ambos estaban extasiados, embriagados de placer, repartiéndose caricias mutuas, hasta que el sonido de un par de golpes secos en la puerta del taller los obligó a apartarse abruptamente y rápidamente buscaron su ropa entre risas ahogadas y miradas de complicidad.
* * * * *
Azami caminó rápidamente hacia el taller. Adrian le prometió reparar los androides, ellos serían quienes lo acompañarían en su misión en búsqueda de Thunder. La mujer quería saber cuánto había avanzado en ello, tenía todo el día encerrado en el taller junto con la mocosa esa que lo acompañaba. Seguramente ni siquiera estaban trabajando, sólo perdían su tiempo con sus estúpidas muestras de afecto.
La teniente Nakamura sabía que a Morrigan Stone no le agradaba la idea de que Adrian se enfrascara en una nueva misión. Pero Haggard había dado su palabra y cumpliría. Azami estaba consciente de que Thunder armaría un alboroto al ver que Adrian estaba de su lado, pelearían y a Adrian no le quedaría más remedio que asesinarlo. Con Thunder muerto, ella por fin podría poner fin a ese castigo y volaría el planeta con todo y sus habitantes, entre ellos, por supuesto, Adrian y Morrigan.
Pero esa niña estúpida y testaruda interfería en sus planes, así que intentaría mantenerla alejada de Adrian, inventando cualquier tontería para llevársela, dejando solo a Haggard para que continuara trabajando. Azami se detuvo frente a la puerta del taller, esta se encontraba entreabierta y podía escuchar los ruidos que provenían del interior.
La mujer se acercó aún más y abrió lentamente la puerta para poder mirar en su interior y lo que vio no le gustó nada. Adentro, Morrigan y Adrian hacían el amor como poseídos mientras susurraban cuanto se amaban. ¡Eso era demasiado para Azami! Era algo que no podía soportar, se estaba cansando de esa mujer, de su intromisión y de que se interpusiera en sus planes.
¡Tenía que deshacerse de ella cuanto antes! Se dijo Azami mientras cerraba la puerta con cuidado y caminaba directo a su oficina. Tenía que llamarlo, él era el único que podía quitar a esa maldita mocosa de su camino.
* * * * *
¡Esto se va a poner bueno! Azami tenía que ir con el chisme, ¿tienen idea de a quién llamará?
Recuerden que cada vez estamos más cerca del final de esta historia. No se olviden de votar y comentar. Gracias por su apoyo.
Maria Decapitated
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