CAPÍTULO XX
"Adrian Haggard posee una fuerza descomunal", pensó Goodman sin dejar de mirar los cuerpos de los antarianos que yacían sobre el piso. Ese par de sujetos jamás imaginaron que iban a enfrentarse con un ser supremo y poderoso. Su final había sido espantoso y Haggard no se había manchado las manos al aniquilarlos. De pronto, Goodman se sintió presa del miedo. Con ese tipo debían andarse con cuidado.
Él ya había probado el puño de Adrian y eso no fue una experiencia placentera. Le aterraba el hecho de tener que volverse a enfrentar con ese hombre o lo que fuera. Lo mejor era mandar al demonio esa misión y dejar en paz a ese increíble sujeto. Aunque también le daba pena el tonto de Beckett, que por más que se esforzara en capturar a Haggad y a Morrigan, no tenía suerte. ¡Todo le salía mal!
-Y... - Murmuró Goodman - ¿Se han vuelto a escapar? - Exclamó entre sonaras carcajadas y preguntando lo obvio - Ese Haggard es muy astuto y nos lleva mucha ventaja - Comentó y en su rostro volvió a dibujarse una sonrisa burlona - Al paso que vamos, creo que jamás lo vamos a atrapar, ¡es tan escurridizo! Creo que necesitamos un nuevo plan de ataque...
-Yo creo que Goodman tiene razón - Intervino Lucian que analizó atentamente las palabras de Goodman, el sujeto tenía razón al decir que necesitaban un nuevo plan. Últimamente las estrategias de Beckett no funcionaban y terminaban quedando como payasos o estúpidos - Hemos fracasado en todos los intentos...
-¡Es que ustedes no hacen las cosas bien! ¡No sirven para nada! ¡Son unos inútiles! - Murmuró Beckett echando chispas y apretando sus puños con fuerza, ¡quería hacerlos pedazos! - No siguen mis órdenes, especialmente tú, Goodman. - exclamó el cyborg - Para lo único que sirves es para estorbar, no entiendo porque aún no he acabado contigo.
-En lugar de quejarte de mí - dijo Goodman en un tono burlesco - Creo que deberías cambiar tu estrategia, Beckett... ¡estás fallando mucho! - Continuó Goodman - Adrian no es cualquier tipo, es más que eso y sin embargo ¡lo menosprecias! - Exclamó y se rascó la nariz - Haggard te conoce bastante bien, eso lo ha ayudado a esquivar tus ataques y poder escapar con facilidad - murmuró el sujeto - Y creo que eres demasiado predecible con tus ataques...
-¡Ahora resulta que todo es mi culpa! - Gritó Tristan mirándolo con odio - Yo estoy haciendo las cosas lo mejor que puedo y...
-¡No lo intentas demasiado! - Murmuró Goodman con burla.
-¡Eres un imbécil! - Exclamó Beckett sujetando a Goodman por el cuello - Déjame recordarte que el líder aquí soy yo, ¡ustedes dos sólo están aquí para obedecer mis órdenes! - Gritó dando un golpe al hombre dejándolo aturdido.
Lucian lo miró con severidad. Beckett estaba haciendo todo mal, ¡esa no era su forma de trabajar! En otras ocasiones, el cyborg había planeado sus estrategias de ataque y había logrado sus objetivos con facilidad. Por ese motivo era temido en toda la galaxia y su fama de asesino cruel y despiadado había crecido con rapidez. ¡Pero ahora todo era distinto! Sus estrategias de ataque no eran certeras y Haggard terminaba burlándose de ellos. ¡Y no podían seguir así! Fallando a cada momento.
-Pero tus estrategias han fracasado - Murmuró Lucian - Eres un mal líder...
-¡Cállate, Lucian! - Bufó Tristan - O te pasará lo mismo que a tu amigo... - Dijo y soltó a Goodman que cayó al piso - Y por cierto, ¡yo trabajo solo, ustedes son un estorbo! - Dijo y empujó a Lucian echándose a caminar.
Beckett estaba muy furioso, deseaba destrozar a Adrian con sus propias manos. Sin embargo, todo lo que había hecho para deshacerse de él, hasta el momento fue un fracaso. Cuando creía que estaba a punto de atrapar a ese par, algo salía mal.
Quizá era cierto lo que Goodman y Lucian decían, ¡debía cambiar su plan de acción! Pero su orgullo estaba herido; siempre fue así, Adrian era superior a él en todos los aspectos, desde niño brilló y destacó más que los otros que lo rodeaban y él, aunque se esforzaba por destacar y demostrarle a todos que era mejor que Haggard, para los demás era sólo el simpático amigo de Adrian, porque ni siquiera se tomaban la molestia de conocer su nombre.
-¿Van a venir? - Preguntó el cyborg deteniéndose para volver el rostro - Creo que aún podemos darles alcance.
-Como tú digas - Exclamó Lucian ayudando a Goodman a levantarse - Yo sólo quiero que me entregues a Morrigan, tal y como lo acordamos.
-Te la entregaré - Dijo el cyborg - Pero debes confiar en mí - exclamó y sus ojos brillaron con odio - Adrian no es tan perfecto cómo crees - Murmuró como hablando para sí mismo - Tiene un punto débil... y pronto sabré cuál es - Comentó y continuó andando a grandes pasos.
Beckett continuó caminando para volver a su nave y así darles alcance. El cyborg reflexionó unos instantes. ¿Por qué Adrian se empeñaba en proteger a esa mujerzuela? No valía la pena gastar su tiempo en defender a una mujer como esa. La reputación de Morrigan Stone estaba por los suelos. La chica tenía fama de ligera y promiscua, además de ser irresponsable. Haggard odiaba a las mujeres que se comportaban de esa manera y también detestaba llevar a cabo ese tipo de misiones.
Beckett no comprendía por qué Adrian perdía su tiempo en una cruzada como aquella, arriesgando su vida y su fama por proteger a una prostituta. Ella ni siquiera era una Stone; sin embargo, él se empeñaba en cuidarla como si se tratara de su posesión más preciada. ¿Acaso Haggard se había enamorado de esa ramera?
* * * * *
Adrian fijó la mirada en la computadora central, sus ágiles dedos tecleaban el nuevo rumbo que tomarían. Esta vez decidió dirigirse a la Galaxia de Andrómeda, específicamente al sistema Angrboda. Se trataba de un mega planeta, lleno de vegetación, aunque con muy poca población que vivía prácticamente en la pobreza extrema. Debido a eso, el turismo era prácticamente nulo y, en pocas palabras, no era un planeta muy productivo, pero se vivía en paz. Quizá en ese sitio inhóspito y un poco alejado de las grandes civilizaciones estarían a salvo por un poco más de tiempo. Beckett ignoraba por completo la existencia de ese planeta y eso era una ventaja para ellos. Pero no debía confiarse, el cyborg era astuto y tarde o temprano les daría alcance.
El hombre se estremeció al sentir de cerca los pasos de Morrigan, que con lentitud se acercaba hacia donde se encontraba junto a AB. Escuchó como de los labios de la chica se escapaba un suspiro antes de aclararse la garganta y así llamar su atención.
-¿Podemos hablar? - Preguntó Morrigan una vez que Adrian estableció el curso.
Él le dedicó una fría mirada y volvió el rostro para hablar con AB, ignorando por completo a Morrigan. Estaba demasiado molesto con ella y era mejor ignorarla antes de caer en el embrujo de sus hermosos ojos felinos. La chica lanzó de nuevo un profundo suspiro; ¡no le gustaba la indiferencia de Adrian! Pero se lo merecía, ella también se mostró indiferente ante la advertencia del hombre, metiéndose en problemas y prácticamente revelando su ubicación.
-De verdad lo lamento - Exclamó Morrigan en voz más alta - Me comporté de manera inmadura, actué por impulso y nos puse en peligro...
-Aún no pasa el peligro - Murmuró Adrian mirándola fijamente - Tristan aún puede darnos alcance y quizá salir victorioso...
Morrigan se cubrió el rostro con ambas manos y gimió. Él tenía razón, no podían huir por siempre. Se notaba que ese Beckett era un tipo que no se daba por vencido tan fácilmente; además, también era seguro que su madrastra ofreciera una jugosa recompensa por su cabeza o quién sabe qué más le prometería al mercenario ese. Quizá parte de los experimentos de su familia, no estaba segura. Stella era capaz de todo con tal de deshacerse de ella.
-¡Lo sé! - Exclamó la chica - Estoy muy consciente de lo mal que me he portado... ¡y te prometo que no va a pasar de nuevo!
-¡Quiero hechos! - dijo Haggard con firmeza - Porque las palabras se las lleva el viento. - Gruñó Adrian acercándose a ella y mirándola a los ojos.
De los labios de Morrigan brotó un jadeo al sentirlo tan cerca. La chica cerró los ojos pero volvió a abrirlos inmediatamente cuando la mano de Adrian le acarició el rostro y le sujetó la barbilla. La mano de la chica se posó sobre su fuerte mentón, deslizándose lentamente sobre su piel, disfrutando de la aspereza de su barba. La boca de Haggard presionó con fuerza la de la chica en un beso apasionado. El cuerpo del hombre la empujó contra la pared de la cabina de mando, aplastándola con su peso. Ese beso era indómito, salvaje y muy erótico. Lentamente la lengua del hombre penetró en su boca, acariciándole la lengua. Morrigan le correspondió con la misma intensidad, mientras que gemía suavemente.
Adrian se apartó y la miró. Los ojos del hombre brillaban con deseo, no podía creer que fuera tan débil, cayendo fácilmente en el embrujo de Morrigan. Ella le dedicó una sonrisa y se lamió los labios para arrojarse de nuevo a los brazos del hombre. Rápidamente, Haggard la tomó entre sus brazos y la besó una vez más. Fue un beso más urgente, desesperado, salvaje y apasionado. La lengua de Morrigan acarició la de Adrian, se enredó en ella, agitada de pasión. Las manos femeninas se aferraron a la chaqueta masculina, pegándolo más a su cuerpo deseoso de él mientras sus bocas se mantenían en esa especie de coito oral.
Volvieron a separarse, dedicándose miradas de lujuria y pasión, mientras el aire les hacía falta. Él la tomó de la mano y la condujo lentamente hacia su camarote, cerró la puerta y le dedicó una sonrisa perversa al tiempo que ella se ruborizaba.
-Dejemos que AB se haga cargo - Exclamó el hombre acariciando el rostro de Morrigan.
Ella no esperó a que el dijera algo más y comenzó a desnudarse con premura. Deseaba volver a hacer el amor con Adrian. Esos besos sólo despertaron en ella su deseo, las ganas que tenía de él. Ansiaba sentir sus labios recorriendo su piel, así como la espereza de su barba.
Adrian soltó un ronco gemido, deslizando sus manos sobre el cuerpo de la fémina, apretándole los senos, mientras le arrancaba varios gemidos. Con lentitud se arrodilló delante de la joven como si fuera un esclavo. Morrigan suspiró con anhelo y se mordió los labios mirándolo con lujuria. Adrian también la miró y colocó sus manos sobre sus nalgas, para llevar su boca hacia su sexo cálido y lubricado.
Morrigan entreabrió las piernas y echó la pelvis hacia adelante cuando la lengua de Haggard culebreó entre sus pliegues húmedos. Un gemido intenso y sensual brotó de sus labios cuando esa lengua ancha la penetró, buscando su profundidad ardiente y palpitante. Morrigan abrió aún más los muslos y apoyo en la blanca pared de la nave. Lentamente levantó la pierna, apoyándola sobre el fuerte hombro y comenzó a balancear las caderas, frotando con frenesí sus labios sobre la nariz, la barbilla y la boca del hombre. Una de las manos de Haggard le acarició el muslo, ascendiendo por su suave piel hasta palpar el calor de su vulva, hundiendo dos dedos en su interior y arrancándole más gemidos.
La boca de Adrian la masturbó y a su vez, ella se masturbó sobre su barbilla. Morrigan gemía y chillaba de puro gozo, entre tanto, los gruesos labios de Adrian succionaban, mamaban, sorbían ávidamente sus mieles, las cuales escapaban por la comisura de su boca. La lengua golpeaba frenéticamente el clítoris hinchado y cuando él sentía los espasmos de sus paredes vaginales, hacía un alto, retiraba los dedos para llevarlos a su boca y paladear su sabor, repitiendo el ciclo.
Estuvieron en ese sensual juego durante veinte o treinta minutos, embriagados de placer hasta que los deseos de Morrigan se volvieron incontrolables y comenzó a gritar cuando un chorro caliente bañó el rostro de Adrian y goteó sobre el piso de la habitación. El cuerpo de la chica temblaba incontrolablemente debido a los espasmos del placer. Haggard sonrió satisfecho y se puso de pie para volver a besarla con lujuria y ardor.
Morrigan se sentía en las nubes, el placer le nublaba los sentidos, pero quería más. Sabía que podía obtenerlo todo de él y así lo quería. Con un rápido movimiento Adrian la puso de espaldas, con las manos apoyadas contra la pared y bien abierta de piernas. Ella arqueó la espalda y le ofreció nuevamente su sexo. Los dedos masculinos la acariciaron, provocándole cosquillas y Morrigan reía con sensuales carcajadas. Retiró su mano bajo un murmullo de protestas para poder desabrochar sus pantalones, bajándolos a la altura de la cadera, liberando su pene excitado, bien duro y empalmado.
Morrigan giró la cabeza, dedicándole una mirada suplicante, pidiendo en silencio que la penetrara. Adrian asintió, ella volvió el rostro y, tomándola firmemente de la cadera, la penetró con violencia. Su pequeña espalda se arqueó aún más, sus piernas se abrieron un poco para darle libertad de movimiento y comenzó a embestirla ferozmente mientras que de sus labios brotaban gemidos, jadeos y chillidos entrecortados.
El hombre se dejó llevar por esos gritos y el frenesí del roce de su miembro en lo estrecho de su sexo. Todo comenzaba a tornarse cada vez más intenso y sabía que poco faltaba para que ambos sucumbieran al delirio. Lentamente, la mano de Adrian se deslizó entre las piernas de Morrigan, buscando su clítoris para tomarlo entre sus dedos y jalarlo. Ante esa acción, ella dejó escapar un nuevo gemido que le anunciaba la culminación. Él también jadeó y gimió de manera gutural cuando experimentó la llegada del clímax. Estaban acabando juntos, él terminaba con ella, y ella terminaba con él.
* * * * *
La nave de Tristan atravesó el hiperespacio. Tenía una corazonada y trataría de seguirla; sabía que Adrian le gustaba visitar galaxias lejanas, sistemas apartados de la civilización para ocultarse. Aunque iba a ser difícil adivinar hacia donde Haggard se dirigiría, tampoco sería imposible averiguarlo.
El cyborg tecleó unas coordenadas e inmediatamente se desplegó un enorme mapa. Sería como buscar una aguja en un pajar, pero algo en su interior le decía que esta vez no iba a fallar. Tenía que seguir confiando en sus instintos, porque tarde o temprano capturaría a Morrigan Stone y mataría de una vez por todas a Adrian Haggard.
-¿Tienes alguna idea de dónde puedan estar? - preguntó Lucian al observar que Tristan miraba el mapa de la Osa Mayor - Pienso que debemos abortar la misión y largarnos lejos, ya no tiene caso seguir perdiendo el tiempo. - dijo el reptiliano - Esta vez presiento que la búsqueda será más difícil. - exclamó - Sin el rastreador de Morrigan, esto se ha vuelto más complicado.
-El reptiliano tiene razón - intervino Goodman - No sabemos en dónde podrán estar ahora y mucho menos tenemos idea del lugar en el que se ocultarán de nosotros.
Beckett ya no les respondió. Ambos estaban en lo correcto, pero él necesitaba tomar una decisión precipitada. Ya no podía darse el lujo de continuar cometiendo error tras error; miró fijamente el mapa, analizando cuadrantes y galaxias. Los ojos de Beckett se detuvieron en Andrómeda, esa enorme y hermosa galaxia localizada a algunos años luz de su ubicación. Andrómeda se caracterizaba por ser poseedora de planetas gigantescos pero prácticamente inhóspitos. No tenía que ser un genio para imaginar que Haggard se ocultaría en uno de los sistemas en su afán por pasar desapercibido.
-¿Y bien? - Exclamó Lucian al ver que Beckett contemplaba como enajenado el mapa - ¿Ya decidiste a dónde nos dirigiremos?
-Fija el curso hacia Andrómeda - Dijo el cyborg - En el camino decidiremos que planeta visitar primero - Sonrió de manera siniestra - Tengo una corazonada - Exclamó al tiempo que Lucian asentía - No debemos perder su pista.
El reptiliano dio algunas órdenes a Goodman para prepararse a entrar de nuevo en el hiperespacio y darles alcance. Lucian no confiaba del todo en esa corazonada de Beckett, estaba un tanto cansado de tener que jugar al gato y al ratón con Morrigan y Adrian. Lo más sensato era abortar la misión y desaparecer de la vista de Stella, ¿qué podía hacer ella? La mujer ya no tenía nada, mucho menos poder para destruirlos. Pero no quería problemas con Tristan, sabía que si se negaban a obedecerlo, los aniquilaría en un santiamén.
Tristan salió de la cabina de mando, dejando solos a Goodman y Lucian. Inmediatamente, el primero se acercó hasta el reptiliano par hablar en voz baja.
-¿Crees que esta vez no fallaremos? - Preguntó Goodman no muy convencido de acatar las órdenes de ese loco.
-¿Te lo digo con honestidad? - Murmuró Lucian y su compañero asintió - Me imagino todo lo contrario. Beckett ha fallado muchas veces - Exclamó y se rascó la cabeza - Ahora comprendo porque odia a Haggard, ¡el hijo de perra es astuto!
-Sí, y Beckett es un idiota - Respondió Goodman y esbozó una sonrisa burlona, la cual se borró de su faz cuando Tristan entró de nuevo en la sala de control.
-Iremos a Angrboda - Exclamó Beckett de manera escueta y dirigiéndose a Lucian. Acto seguido, volvió a salir de la cabina.
Goodman arqueó las cejas y le dedicó una miradilla a Lucian, quien se encontraba absorto en la computadora central. El antes guardaespaldas había perdido toda la confianza en Beckett y tenía un plan. Sólo necesitaba hablar con Lucian para buscar la manera de acabar con Beckett y su tiranía. El hombre bufó, tendrían que dar varios saltos antes de llegar a su destino. Andrómeda era una galaxia lejana y les tomaría algunas horas para llegar a ella. Sabía que estaban perdiendo su tiempo, Haggard no estaba ahí; era posible que ahora se encontrara en la Tierra, burlándose de ellos.
Beckett volvió a ingresar en la cabina de control. Goodman se dio cuenta que perdió su oportunidad para acercarse de nuevo a Lucian y hacerle saber sus pensamientos. Pero estaría atento a cualquier distracción de cyborg para poder discutirlo con el reptiliano.
Tristan se concentró en revisar el panel de control y en reflexionar sobre sus propios asuntos. Tenía que darse prisa, el tiempo se agotaba, así como los recursos. Además deseaba deshacerse de ese par de estorbos y de Stella. Sin ellos en su camino, todo sería más fácil. Quizá sería buena idea dejar a Lucian y Goodman en manos de Haggard, él los aniquilaría con facilidad y serían un buen distractor para que él pudiera secuestrar a la chica. Con Morrigan en su poder, Haggard haría su voluntad, haciendo lo que él le pidiera, como por ejemplo, entregarle las fórmulas de Duncan.
Se respiraba un ambiente tenso dentro de la nave. El cyborg presentía que Goodman tramaba algo. Ese sujeto había perdido su confianza, o más bien dicho, jamás confió en él; era un chismoso, un traidor del que se podía esperar todo. Por eso jamás lo perdió de vista, tratando de conocer y analizar cada uno de sus movimientos y reacciones.
Luego de varias horas en tensión; finalmente llegaron a su destino. Bekett saltó de su asiento al observar la vastedad del espacio exterior. En un lejano punto pudo distinguir una pequeña nave de guerra. Y haciendo uso de un telescopio, pudo distinguir la horrible y vieja nave de Haggard; el War Hawk.
-No entiendo cómo se puede crear apego a una cafetera tan horripilante como esa vieja nave - Masculló Beckett mientras observaba atentamente la solitaria nave de Adrian - Si lo que busca es pasar desapercibido, ¡jamás lo logrará!
Lucian lo escuchó mascullar incoherencias, también tomó el telescopio y miró atentamente. Una vieja nave surcaba el espacio; no cabía duda que se trataba de Adrian.
-A toda marcha, Lucian - Dijo Beckett con firmeza - Debemos acercarnos lo suficiente para poder atacar - Exclamó - Estoy seguro que les daremos una no muy agradable sorpresa.
Lucian asintió y repitió la información a Goodman, quien también fue enviado a los cañones. Debía estar alerta y esperar las órdenes de sus "superiores". La nave avanzó con rapidez para alcanzar la distancia deseada y así poder lanzar su primer ataque. Parecía que el War Hawk navegaba solo; no disminuyó la velocidad ni mostraron señales de haberse percatado de su presencia, aquello parecía bastante extraño.
-¿Listos? - Exclamó Tristan dirigiéndose a sus hombres, los cuales respondieron de manera afirmativa - ¡ATAQUEN! - Gritó.
Dos cañones dispararon directamente hacia su objetivo, logrando que la nave temblara y recibiera ambos impactos. Tristan sonrió con burla al darse cuenta que los escudos estaban desactivados.
* * * * *
Morrigan suspiró mientras besaba el cuello de Adrian. El placer que sentía al estar en brazos de ese hombre era indescriptible, sentía que se encontraba viviendo un maravilloso sueño. La mano de Haggard se deslizó sensualmente sobre su espalda, deteniéndose sobre su trasero, estrujándolo, y arrancándole una carcajada a la joven, la cual fue callada con un apasionado beso.
-¿Ya no estás molesto conmigo? - Preguntó Morrigan con la voz entrecortada, mientras se acurrucaba en su pecho.
Adrian gruñó y se acomodó sobre la almohada. La miró fijamente y esbozó una sonrisa torcida. No, no podía estar molesto con ella. Es más, ya se había olvidado del porque de su molestia. Una carcajada se escapó de sus labios y la estrechó entre sus brazos, aspirando el olor de su cabello. Definitivamente estaba perdido, Adrian se daba cuenta de que se dejó seducir por aquello contra lo que había peleado, lo que rechazó tajantemente. El carisma, la espontaneidad, la dulzura y la gracia de Morrigan lo sedujeron. Ella tenía mucho amor que ofrecer y se lo dio todo a él, que no lo merecía.
La mente de Haggard era una maraña de confusiones, de pensamientos, ideas y tantas cosas. Sin embargo, se daba cuenta que la razón estaba perdiendo ante el sentimiento; él no conocía más que el amor fraterno, ese que tenía con Tristan y con Duncan, pero no más y ahora... los pensamientos del hombre fueron interrumpidos por una fuerte sacudida, así como un estruendo; seguido del grito de Morrigan que se levantaba de la cama de un salto.
-¿Qué está pasando, Adrian? - Preguntó la mujer, bastante asustada.
Adrian también se puso de pie. Era obvio que se encontraban bajo la amenaza de un ataque. Pero, ¿quién los atacaba? La galaxia era lejana y poco visitada a no ser que...
-Señor Hggard - La voz de AB resonó por toda la habitación - Una gran nave enemiga se aproxima a nosotros a toda velocidad - Murmuró el androide - Solicito su permiso para devolverles el ataque.
-¡Hazlo ya! - Gritó Adrian y comenzó a vestirse a toda velocidad.
Morrigan lo imitó. La chica estaba muy confundida y asustada, ¿quién se atrevía a atacarlos? Se preguntó y lo miró fijamente. Haggard estaba pálido y pensativo, definitivamente lo habían sorprendido con ese ataque. Tenía la guardia baja y eso no debía haber sucedido, estaba en una misión; ¡no debía distraerse! Y sin embargo lo hizo, no había marcha atrás, ahora tenía que arreglárselas para repeler el ataque y escapar ilesos.
-Quiero un reporte de los daños - Murmuró el hombre saliendo de la habitación.
Inmediatamente, AB envió su reporte y Adrian lo analizó atentamente. No era un daño mayúsculo, por suerte, pero no dejaban de atacarlos. Su androide había sido astuto, desplegando los cañones.
-Eso de jugar a ser Romeo no deja nada bueno - Gruñó el hombre y frunció el ceño - Recuérdate Adrian, porque decidiste ser un lobo solitario - Murmuró y de inmediato entró en la cabina de control.
Morrigan lo seguía de cerca y logró escuchar lo que Haggard balbuceaba; de inmediato se sonrojó y bajó la mirada siendo invadida por un sentimiento de pena. La joven suspiró e intentó enfocarse en otra cosa, ¡eso no tenía porque afectarla! Adrian sólo era un sujeto más en su vida, alguien que ni siquiera debía significar nada. Pero una vocecilla en su cabeza le decía todo lo contrario. Se estaba enamorando de Adrian Haggard.
La voz exasperada de Haggard la distrajo, haciéndole ver que se encontraban bajo una amenaza y que no debía distraerse con sus cuestionamientos románticos. AB también discutía con él, haciéndole sugerencias. Adrian tomó el telescopio y observó con atención. Morrigan lo notó palidecer cuando le entregó el aparato a su androide.
-Beckett - Lo escuchó murmurar.
Morrigan tembló, ¿cómo era posible? Se suponía que el cyborg no iba a encontrarlos, no en esa galaxia ni en ese planeta al que estaban a punto de llegar. ¿Por qué carajo no los dejaban en paz? ¡Tenían que deshacerse de ese estorbo!
Adrian estaba muy molesto al enterarse de que la nave que los atacaba se trataba de la nave comandada por Tristan Beckett. Claro que esta era una más grande y mejor equipada que la anterior. Su viejo amigo tenía muy claro su objetivo, así que por lógica se daba cuenta que nada, ni nadie lo detendrían.
De pronto, el hombre dio media vuelta; sus ojos se encontraron con el rostro de Morrigan; sus bellos ojos enormes como platos lo miraban con sorpresa y un poco de temor. La joven movía los labios, pero de su boca no brotaba sonido alguno. Al parecer y se había dado cuenta de la identidad del atacante.
-¿Y qué coño estás esperando? - Exclamó Haggrd mirándola con el ceño fruncido - ¿quieres una invitación? - Le gritó - Al cañón, ¡ahora! - Ordenó con firmeza - Debemos deshacernos de esos hijos de puta cuanto antes y no debemos perder el tiempo - Gruñó el hombre.
Morrigan sólo atinó a asentir y corrió como una saeta hacia el cañón de la nave. Debían defenderse y ahuyentarlos aunque, al parecer, era una nave más grande e imponente que la anterior.
-¡Es demasiado grande! - Exclamó la chica desde su puesto - No creo que podamos...
-¿Acaso te pedí tu puta opinión? - Gritó el hombre - Quiero que ataques sus cañones... ¡sus malditos cañones!
-Como usted ordene, general - Dijo la chica con tranquilidad, comprendía su desesperación y lo más correcto era no molestarlo más y cumplir sus órdenes.
Morrigan tomó el control del cañón principal y disparó hacia su objetivo. La chica suspiró, analizando la estructura de la nave y su corazón se encogió cuando el disparo rebotó en los escudos de la gran nave. ¿Lograrían escapar?
* * * * *
Después de tanta pasión y un momento muy erótico entre Morrigan y Adrian, aparece Beckett para darle un enorme giro a la situación atacando la nave de Haggard. Tal parece que la situación se va a tornar difícil, pero tengo fe en que quizá lograrán escapar. ¿O ustedes que piensan? Ahora Beckett cuenta con una nave más grande y más poderosa, ¿logrará Morrigan destruir sus cañones?
Dejen sus respuestas y sus opiniones acerca de este capítulo. También no olviden dejar sus votos.
Un abrazo.
Maria Decapitated
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