CAPÍTULO XVII
-Se han vuelto a escapar, ¿no es así? - Murmuró Goodman sin apartar su mirada del punto rojo del radar. La señal del rastreador estaba ahí, pero ni la nave, y mucho menos Morrigan y Haggard se encontraban en ese mar de estrellas - Esto será como buscar una aguja en un pajar, ¡el Universo es infinito! - Exclamó con ironía.
Beckett observaba sin parpadear un punto fijo en el espacio. ¡Otra vez habían escapado! Su expresión de decepción, desesperación y odio era más que notoria en su rostro. Lógicamente, Haggard se dio cuenta que Morrigan llevaba un chip de rastreo y, sin perder tiempo, lo extrajo del cuerpo de la mujer, lanzándolo al espacio exterior y ellos, ilusos pensaron que sería muy fácil atraparlos.
¡Eso lo llenó de coraje! ¿Por qué Haggard tenía que ganar siempre? Toda su vida había sido así. Adrian era astuto, audaz e inteligente y conseguía todo lo que quería a cualquier costo y él se tenía que conformar con las sobras de Adrian, quedándose bajo su sombra, opacado por aquél que se decía ser su mejor amigo. Ahora Haggard se burlaba de él, haciéndolo quedar como un payaso.
-Y ahora yo les pregunto, ¿quiénes son los inútiles? - Continuó Goodman, mientras su voz mostraba el tono de burla, regocijándose con el fracaso de Beckett - A la señora Stella no le va a gustar est...
Goodman no terminó su frase, pues un puñetazo directo a la pared de la nave, muy cerca a su cabeza lo hizo que se sobresaltara. El hombre miró de reojo el brazo de hiero del cyborg, que bufaba, rojo de ira.
-Stella no tiene porque enterarse - Gritó el cyborg - Nos ha dado una semana de plazo para...
-Dudo que lo encuentres... - Se burló Goodman mientras apartaba su cabeza del brazo de Tristan - Estoy dudando de que seas el mejor de tu clase, ¡no eres más que un gran trozo de mierda, inútil e inservible!
-¡Cállate inútil, cállate! - Murmuró Beckett sujetando el cuello de Goodman y azotándolo contra la pared - Ni una palabra de esto a tu "señora Stella" - Exclamó imitando la voz de Goodman - ¿Lo entiendes? - Preguntó observándolo con rabia - Si tú dices algo, ¡no sabes el destino que te espera!
Goodman asintió y boqueó, resintiendo la falta de aire. El ex guardaespaldas no estaba muy seguro de que Tristan tuviera una victoria, estaba claro que Adrian Haggard era un tipo que los superaba en inteligencia y que siempre se salía con la suya. Él estaba seguro que esa misión fracasaría, que si el nuevo custodio de Morrigan se lo proponía, los aniquilaría con tan sólo chasquear los dedos.
-¿Tienes algún nuevo plan? - Preguntó Lucian, quien hasta el momento se mantenía al margen - Podemos...
-Me he portado benévolo - Respondió Tristan y soltó a Goodman, quién cayó al piso y se arrastró, alejándose del cyborg - Intentaba hacerlo por las buenas - Exclamó con la voz cargada de odio - Pero no me han dejado otra opción - Murmuró y se sentó frente a un panel de control - Voy a emitir una alarma secreta, tengo contactos y ofreceré un jugosa recompensa por la información del paradero de Haggard y de la mujer, no podrán ocultarse para siempre. Esa chica hace todo lo posible por llamar la atención, será fácil que la identifiquen, ¡no es nada discreta! - Murmuró con toda la seguridad del mundo.
Lucian asintió, Morrigan era demasiado descuidada, además su belleza era uno de los rasgos que llamaba demasiado la atención, así como su sensualidad y su manera de vestir, muy reveladora y provocativa. Sin embargo, el reptiliano también pensaba igual que Goodman. Las ideas de Beckett no iban a funcionar, estaba claro que Adrian lo superaba en inteligencia y que era mucho mejor que él en... todo. Si se lo proponía podía hacer cambiar la actitud de Morrigan. ¡Se estaban arriesgando! No obstante, trataría de seguir las órdenes de Tristan, el cyborg era su aliado, por el momento intentaría llevar la fiesta en paz.
-Bien, y ¿a dónde iremos entonces? - Preguntó Lucian - ¿Dónde comenzaremos a buscarlos?
Tristan permaneció en silencio, pensando. Haggard no iría a la Tierra, eso era obvio. El hombre buscaría un camino para dar un largo rodeo, utilizando el hiperespacio. Lentamente, Beckett se levantó y desplegó un mapa de la galaxia y de las galaxias cercanas, analizando atentamente el mapa.
-Antara - Bufó Beckett por fin.
-¡Es demasiado peligroso! - Se quejó Goodman, pues había escuchado las historias de ese lugar.
-Pero eso está muy lejos, en el Cinturón de Orión - Exclamó Lucian mirando el punto que Beckett le señalaba - Y la verdad yo no me atrevería a atravesar la Nebulosa de la Flama - Murmuró y se cruzó de brazos.
-Eres un maldito cobarde - Gritó Tristan sujetando a Lucian por la camisa - Iremos a Antara, atravesaremos la maldita nebulosa y los encontraremos - Exclamó apretando los dientes - No pueden huir siempre, ¿o sí?
-Es obvio que no - Comentó Lucian - Pero recuerda que nos llevan como tres días de ventaja - Puntualizó - Quizá cuando lleguemos a Antara ellos ya no se encuentren ahí...
-Pero los vamos a encontrar - Sonrió Beckett - Tengo muchos contactos en todas partes, alguien me dará informes - Exclamó y amplió la sonrisa - ¡Mira! Tenemos información - Dijo mientras señalaba en la pantalla un breve mensaje - ¡Están en Antara! A Adrian le fascina ese sitio ridículo - Gruñó - Así que vamos para allá.
Tristan dio media vuelta y trazó el curso hacia Antara, estaba dispuesto a atravesar esa nebulosa y dar con Adrian. Tenía un presentimiento, sabía que tarde o temprano la suerte le iba a sonreír y por fin aniquilaría a su peor enemigo.
* * * * *
Stella miraba por el enorme ventanal de su nuevo departamento y se apretó las manos. Hacía un par de días que había recibido su pensión mensual y ya no le quedaba nada de dinero, aunque sí un par de deudas menos. Pero a pesar de ello, uno de sus acreedores no estaba dispuesto a esperarla un mes más. Stella malgastó sus pocas riquezas intentando encontrar la manera de deshacerse de Jensen, Liam y Morrigan, con resultados desastrosos, pero sí demasiado metálico perdido. Ahora ese sujeto acababa de entrar al edificio, buscándola con desesperación.
La mujer tembló de miedo, Timo era un peligroso sujeto, uno de los más grandes capos de la mafia reptiliana. Un estafador, un asesino a sangre fría, ¿cómo se le había ocurrido mezclarse con esa clase de tipos? Se preguntó... ¡ah, ya lo recordaba! Lucian. Él la había llevado a su casino para que hablaran y llegaran a un acuerdo para asesinar a Jensen y su familia; sin embargo, jamás lo consiguieron, pero si cobraron sus honorarios con altos réditos.
-¡Stella! - La voz de Timo logró que la mujer casi se cagara encima, seguido de un estruendoso golpe en la puerta - ¡Abre, maldita prostituta! - Volvió a gritar - Sé que estás ahí, cerda asquerosa - Continuó - Si no me abres, ¡entraré por las malas!
Stella se arreglo la túnica y el cabello. Suspiró hondo y caminó hacia la entrada para abrir la puerta a Timo.
-Sabes que no estoy detrás de la puerta - Dijo Stella con altivez - Podrías haber sido más discreto.
-¡No me interesa! - Murmuró el reptiliano entrando en la estancia y haciendo a un lado a Stella con un fuerte empujón - Quiero que todo el mundo se entere de la clase de basura pleyadiana que eres - Exclamó para después estallar en carcajadas - Te crees una gran señora, pero no eres más que una sucia ramera de baja calaña, ¿o qué no te desnudabas en el...?
-¡Basta ya! - Gritó la mujer, molesta por la indiscreción del sujeto - Te prohíbo que...
-Te investigué bien - Sonrió Timo sentándose en el elegante sillón - Pero no quiero hablar de eso, no quiero sacar a relucir tu pasado, ¡yo estoy aquí por otra cosa! - Murmuró y golpeó el asiento, invitando a la mujer a sentarse a su lado.
Stella suspiró y se sentó junto a Timo, quién de inmediato comenzó a acariciar su pierna, intentando levantar la túnica. La mujer se hizo a un lado, pero Timo la apretó con fuerza, haciéndole daño. Stella se quejó y permaneció quieta, dejando que el reptiliano hiciera de las suyas.
-¿Tienes mi metálico, princesa? - Preguntó el sujeto - Sabes que me debes mucho y escuché que tu difunto esposo te dejó una gran herencia que...
-No, no tengo metálico, ni electrónico - Gimió Stella - No te equivocas al decir que me han dejado un buena herencia pero...
-¿Te has gastado mi metálico, desgraciada? - Gritó Timo y se puso de pie mientras la abofeteaba - Sabes que me debes demasiado y...
-Estoy en ello - Balbuceó Stella, acariciando su mejilla - Sólo dame un poco más de tiempo - Chilló - El mes entrante...
-¡Olvídalo! - Gritó Timo y la sujetó con fuerza del cabello - Ya he esperado mucho y no me gusta esperar, ¡lo sabes! - Gritó de nuevo y le sacudió la cabeza con violencia - Si para mañana no tengo el métálico, ¡te vas a arrepentir! - Gruñó y la azotó contra la pared.
Stella se quejó mientras Timo abandonaba el departamento, ¡sabía que estaba perdida! Pero, ¿cómo obtendría el dinero? Tendría que vender sus joyas y ¡la corona de su madre! Y eso era algo que ella no deseaba hacer. Intentó comunicarse con Tristan, pero el maldito cyborg no respondía sus llamadas.
¡Tenía que huir! De lo contrario Timo la obligaría a volver al Angelia. ¡Ese lugar le repugnaba! Le recordaba todo lo que había sufrido en su juventud y las cosas horribles que tuvo que hacer para sobrevivir. Y lo que Stella deseaba era huir de su pasado, no volver a él.
* * * * *
Liam contemplaba el cielo salpicado de estrellas y la brillante luna. ¡Tenía años que no miraba la luna llena! El hombre lanzó un suspiro, cerrando los ojos. Después de mucho tiempo, de nuevo se encontraba en la Tierra. Estar ahí le traía buenos y malos recuerdos. Su infancia regresó a su memoria; las imágenes eran tan vívidas, como si hubieran pasado el día de ayer. Recordó a Novy, su gran danés al que amó con todo su corazón. Su vieja abuela sentándose en una mecedora para colocarlo en sus rodillas y acariciar su cabeza mientras le contaba un cuento.
También recordó a sus tres hermanos y como todos ellos murieron en la gran guerra, peleando para defender a su planeta y a sus familias. También recordó a sus padres, los que murieron cuando él aún era muy pequeño. Había vivido tantas aventuras en el tercer planeta. Ahora ya no quedaba nadie que lo recordara o fuera a buscarlo para darle la bienvenida con un abrazo, él era un desconocido en ese lugar. Solo los miembros del escuadrón eran sus amigos y los únicos con los que podría compartir algún recuerdo.
Liam se concentró en la Luna, su brillo le recordó a Morrigan, no había tenido noticias de su pequeña en los últimos días, ¡la echaba mucho de menos! Necesitaba verla, escucharla, ¡hablar con ella! Pero sobre todo, saber si se encontraba bien. El canal por el cual podían comunicarse estaba bloqueado, se había intentado establecer comunicación en otros más, pero había sido en vano. Adrian los tenía bloqueados; sin duda alguna todo estaría bien, de lo contrario, ya hubiesen tenido noticias de ellos. El hombre dio media vuelta para entrar en la base y se acercó a la teniente Russo.
-¿Hay noticias de Haggard, teniente? - preguntó Griffin a la mujer.
-Negativo, capitán. - murmuró la teniente - Pero no debe preocuparse, estoy tratando de comunicarme con el General. - exclamó con una sonrisa - El canal ha sido desbloqueado, así que seguramente pronto tendremos noticias de él.
-Muchas gracias teniente Russo. - sonrió Liam, aliviado al escucharla y se sentó a su lado - Esperaré un momento.
La mujer volvió a sonreír y de inmediato tecleó una clave en el servidor, esperando tener una rápida respuesta por parte del General Haggard. Para su fortuna, la llamada fue respondida de inmediato.
-Aquí Haggard - sonrió Adrian - ¿Cómo está teniente Russo? - dijo saludando a la mujer.
-General, ¡qué gusto! - respondió la teniente poniéndose de pie - El Capitán Griffin está ansioso por hablar con usted - Dijo la mujer antes de abandonar la habitación para dejarlos a solas.
-¡Hola Adrian! - exclamó Liam lleno de alegría y buscó con la mirada la presencia de su sobrina - ¿Cómo está mi niña? - preguntó de inmediato.
-Hola Capitán - Dijo Haggard con una gran sonrisa - Ella está bien - respondió - Está afuera con AB recorriendo el lugar, la llamaré de inmediato.
-Gracias - dijo Liam - Antes de que la llames, ¡quiero saberlo todo! Dime ¿qué ha pasado en todo este tiempo? ¿Se han topado con Beckett?
-¡Han pasado muchas cosas, Liam! - dijo Haggard recordando los últimos sucesos y su encuentro con Tristan - ¡Por supuesto que nos hemos topado con Beckett! Sabes muy bien que él no descansará hasta encontrarnos y terminar su misión - respondió Haggard - Pero no voy a permitir que Beckett se salga con la suya. Tengo que frustrar todos sus planes de alguna forma - exclamó el General - Está en compañía de Lucian Urriaga y del tonto de Goodman - murmuró - Creí que tenía todo controlado, pero lograron encontrarnos en Ganímedes, todo gracias al rastreador de Morrigan.
-¡Esa maldita cosa! - dijo Liam golpeando el teclado con sus puños - Le pedí a Jensen que no se lo colocara, pero él se negó. No confiaba en ella, por eso la mantenía vigilada en todo momento - exclamó - Debí de extraerlo antes y...
-No te preocupes - Sonrió Adrian - Logramos extraer el chip y nos deshicimos de los estorbos - Se rió el hombre, refiriéndose a sus persecutores - Tu sobrina tiene muy buena puntería, ¡manejó como una experta el cañón del War Hawk y...!
Liam no lo podía creer, había intentado por todos los medios que Morrigan no utilizara armas. Se negaba a que su sobrina hiciera uso de la violencia para defenderse. Sin embargo, Jensen pensaba todo lo contrario y permitió que Morrigan practicara con un cañón simulador, cosa que le divertía a su pequeña. Pero ahora que lo analizaba a conciencia, Morrigan debía aprender a utilizar armas para defenderse. Su vida corría peligro y estaba seguro que de ahora en adelante, la chica no estaría exenta de las amenazas y los riesgos.
-¿Qué Morrigan hizo qué...? - Gritó Liam, sorprendido - ¡No puedo creer que ella fuera capaz de...!
-Lo es Liam, Morrigan es capaz de muchas cosas - Dijo Adrian y no pudo evitar suspirar - Sólo necesita un poco de entrenamiento - Exclamó - AB se h encargado de entrenarla y dentro de un par de días le haré una pequeña prueba - Le aseguró.
-Deberías entrenarla tú - Bufó Liam - No confío en los androides. Son máquinas y él tuyo es un androide asesino y muy peligroso.
Adrian abrió la boca para responder, ¡Liam se equivocaba! AB era perfecto para entrenar a Morrigan, su androide simpatizaba con la chica, ambos se llevaban bien, haciendo una gran mancuerna. Morrigan estaba salvo al lado de AB. Pero Haggrd ya no pudo responder a su amigo, pues la alharaca de Morrigan lo interrumpió. La chica entró en la casa, riendo a carcajadas, seguida de AB. La joven corrió hacia el transmisor y besó la pantalla que mostraba el rostro de su tío.
-¡Hola Liam! - Dijo la joven con entusiasmo - ¿Cómo está el tío más guapo de tooodo el universo? - Murmuró llena de felicidad - ¡Estoy tan feliz de verte! - Suspiró - Te echo de menos - Dijo con tristeza.
-¡Hola bonita! - Sonrió el hombre - Yo también te extraño nena, pero estoy contento de verte y sobre todo, muy feliz y aliviado de saber que estás a salvo.
-¡Han pasado tantas cosas, tío! - suspiró Morrigan - Me imagino que Adrian ya te lo dijo, pero ¿sabes?- exclamó sonriendo - He aprendido a usar el cañón del War Hawk y gracias a mis disparos certeros, pudimos perder de vista a Beckett y sus secuaces. ¡Destruí sus cañones! Y casi derribo su nave, ¡fue una gran odisea! - dijo la joven llena de orgullo - Espero que no volvamos a toparlos en nuestro camino - suspiró - Aunque eso lo dudo, ese cyborg es muy aguerrido.
-Estoy muy orgulloso de ti, pequeña - Exclamó Liam con emoción - Sé que al lado de Adrian aprenderás muchas cosas - Suspiró - ¿Te ha contado algo? - Preguntó con curiosidad.
-Todo - Respondió la chica - Y está bien - Murmuró para tratar de tranquilizar a Liam - Estoy orgullosa de ser quién soy y de mis orígenes - Sonrió - No me molesta que me hayan ocultado esa información, supongo que pensaban decírmelo en algún punto de mi vida - Suspiró.
-¡Por supuesto que sí! - Dijo Liam, aliviado por la reacción de su sobrina - Yo te adoro, tu padre también te amaba demasiado y ¡qué decir de Halldora! Eras su pequeña princesa, su más grande tesoro.
-Me encantaría que ella estuviera con nosotros - Gimió Morrigan acurrucándose en el regazo de Adrian - Ahora me doy cuenta de cuánto la extraño y la necesito - Sollozo y ocultó su rostro en el pecho de Adrian.
Haggard suspiró. Morrigan buscaba refugio y protección en él. Lo abrazaba con fuerza, pegándose a su cuerpo, mientras era sacudida por los sollozos. De nuevo, esa extraña sensación lo invadió y no pudo evitar rodearla con sus brazos para brindarle un poco de consuelo.
-Yo también la extraño - Suspiró Liam al ver a su sobrina - Halldora lo era todo para mí, por eso no pude abandonarla su suerte. Verla ahí tan pequeña, frágil y vulnerable, ablandó mi corazón y me hizo desear protegerla. Y es gracias a ella que ahora te tengo aquí - Sonrió - No quisiera hacerlo pero debo dejarte, tienes que descansar. Hablaremos pronto, recuerda que te amo.
-Yo también te amo - Suspiró Morrigan apartándose de Adrian.
-Sigue cuidando bien de ella, Haggard- Exclamó Liam dirigiéndose a su amigo - Y... ¡gracias!
-Lo haré - Dijo Adrian acariciando el cabello de Morrigan - ¡No debes preocuparte!
Liam asintió y cortó la llamada. Estaba feliz de saber que ambos estaban bien, sin embargo no pudo pasar por alto la relación entre Adrian y su sobrina. Rápidamente se dio cuenta de la conexión que acababa de surgir entre ambos. No estaba seguro si ellos dos ya se habían enterado de esa química, pero se notaba que Adrian protegía mucho a Morrigan y que le tenía un cariño muy especial. ¡Y qué decir de Morrigan! Ella era muy expresiva y no ocultaba que simpatizaba con su amigo. Liam suspiró y sonrió, esperaba que esa relación se estrechara y ¿por qué no? Llegara a algo más; nadie como Morrigan para ablandar un corazón de piedra.
* * * * *
Morrigan suspiró y volvió acurrucarse en el pecho de Adrian. Cada vez que estaba cerca de él, era invadida por una hermosa y placentera sensación. Realmente le gustaba y no sólo en el plano físico o porque despertara en ella el deseo sexual. Sí, era cierto que Adrian la excitaba, le encantaba escuchar su voz "rasposa" y sus gruñido guturales, pero también le gustaba la forma en que la trataba, haciéndola sentir especial y protegida.
La chica suspiró y levantó su mano para acariciar el rostro de Adrian, quién se estremeció ante ese delicado roce. Morrigan experimentó ese estremecimiento y esbozó una gran sonrisa antes de morderse el labio inferior.
-Tu tío es un hombre excepcional - Murmuró Adrian - Y pronto estarás con él; creo que te sentirás aliviada de librarte de mí - Dijo con voz grave.
Morrigan arqueó la ceja al escucharlo. ¿Aliviada? Se preguntó y lo miró a la cara, ¡estaba loco! De hecho, ahora no le agradaba del todo la idea de alejarse de él, no ahora que comenzaba a conocerlo. Pensándolo bien, la idea de apartarse de Adrian la ponía triste y melancólica.
-Estás equivocado - Comentó la muchacha - Creo que ahora que te conozco un poco más y en las circunstancias en las que hemos convivido - Suspiró - Te he tomado mucho aprecio, Adrian - Sonrió y volvió a acariciar el rostro del hombre, deteniéndose en sus labios gruesos para delinearlos con su pulgar - De hecho, siento que he comenzado a tomarte cariño - Exclamó y sus ojos verdes brillaron de felicidad - ¡Te quiero, Adrian! - Murmuró y lo abrazó con fuerza - ¡Sí, te quiero! - Repitió y comenzó a besarlo en todo el rostro.
Adrian frunció el ceño, esa declaración acababa de tomarlo por sorpresa. No esperaba que Morrigan respondiera de esa manera, en realidad Adrian aún pensaba que la chica le tenía cierta aversión y que, de no haber sido por es lamentable situación, su relación jamás hubiese sido cordial o agradable.
Sin embargo, a pesar de esos pensamientos, algo dentro de él lo hizo emocionarse con esa revelación. ¡Morrigan le quería! Y él, con todo y sus barreras, su rudeza y falta de tacto también tenía sentimientos por la joven. El efecto que ella causaba en él; su corazón latiendo desbocado cada vez que ella estaba cerca, ese deseo irrefrenable de estrecharla entre sus brazos y besarla... no, no había motivos. En realidad todo aquello era absurdo, tonto e irrelevante. No había motivos; así que la sujetó suavemente y la apartó de él.
-No digas tonterías - Exclamó con un poco de rudeza - Nadie puede querer a alguien como yo. No te confundas, ¿de acuerdo? - Dijo mirándola los ojos - Ni siquiera nos conocemos como para tomarnos cariño o algo parecido - Gruñó y lentamente se puso de pie haciendo a Morrigan a un lado - Tu mente te juega trucos, es lógico que estás asustada y es el mismo miedo el que te hace ver las cosas de otra manera.
-¡El que dice tonterías eres tú! - Bufó Morrigan al escucharlo - Jamás estuve tan segura de mis sentimientos... ¡yo puedo sentirlo! ¡Lo sé! - Gimió - Te quiero - Exclamó y lo tomó de la mano.
-No vuelvas a decir eso - Gruñó Adrian y la soltó como si ella lo quemara - No digas algo sólo por decirlo; ¡no afirmes algo que no sientes! - Murmuró casi gritando y dio media vuelta para alejarse de ella.
Morrigan permaneció de pie, mirando cómo le daba la espalda. Adrian estaba equivocado, ella sabía que un "te quiero" o un "te amo" no eran palabras para decirse a la ligera. De hecho, Adrian era el primer hombre al que se lo decía; su padre y su tío no contaban, tampoco su abuelo. La chica suspiró mientras un par de lágrimas corrían por sus mejillas encendidas. ¡Realmente Adrian estaba equivocado! Volvió a suspirar y limpió su rostro; ¡no iba llorar! Más bien le demostraría a Adrian que sí le quería, que a pesar de la situación ella le tomó cariño y lo tenía en un concepto especial. Porque sabía que él se menospreciaba ya que sin duda alguna, nunca conoció lo que era el amor.
-La cena está lista, señorita Stone - Murmuró AB señalando el comedor.
Morrigan asintió y se dirigió al cuarto de baño para lavarse las manos, después tomó asiento y se sirvió una gran porción de puré de papa y ensalada de setas. Comió lentamente, mirando hacia la habitación de Adrian, sin embargo, él jamás apareció ante el llamado del androide. Luego de un rato, la chica hizo a un lado el plato, ¡no tenía apetito! Agradeció a AB y se dirigió su habitación para tomar una ducha e intentar relajarse un momento.
Por otro lado, Adrian se encontraba sobre la cama, reflexionando. En su mente resonaban con claridad las palabras de Morrigan. Quizá no debió haber sido así de duro con ella, quizá Morrigan estaba demasiado acostumbrada a pronunciarlas, pero para él no era habitual escucharlas, de hecho, ¡jamás le habían dicho un "te quiero"! Nunca se permitió encariñarse con alguien y tampoco dejó que le tomaran cariño. Para comenzar, su condición de militar se lo impedía, a él nunca lo trataron con cariño. Siempre con rudeza, bajo órdenes que de no llegar a cumplirse, ameritaban castigos. Por eso, todo aquello para él era nuevo y no sabía cómo asimilarlo. Era posible que debía pedirle disculpas, las intenciones de Morrigan no eran malas y...
La chica salió de su habitación y se dirigió a la alcoba de Adrian. Abrió lentamente la puerta y lanzó un suspiro al contemplar a Adrian recostado sobre la cama, su brazo cubría su rostro. Morrigan se mordió el labio al verlo así, relajado y muy, muy sexy. La joven suspiró y cerró la puerta de la habitación para caminar hacia la cama, contoneando las caderas.
Adrian abrió los ojos y la miró, ¡joder! Ella era tan sensual que no pudo suprimir esa amplia sonrisa que se formó en su boca carnosa. Morrigan lo observó y también le sonrió mientras reptaba sobre la cama, sentándose a horcajadas sobre su abdomen.
-Morrigan – murmuró Adrian intentando sonar firme.
-Sólo quiero decirte que estuve pesando en lo que me dijiste - Respondió ella inclinándose para unir su frente a la de Adrian.
-¿Y? - Exclamó él, con un poco de duda.
–He decidido que voy a mimarte y a darte cariño - Sonrió de manera traviesa - Me imagino que nunca te han dado amor o eso, por eso eres así de frío, grosero, cortante y tosco - Rio - ¿Qué dices? - Preguntó y se mordió el labio inferior, mientras comenzaba a frotar su pelvis contra la de Adrian.
Él lanzó un gruñido, sujetó el rostro de Morrigan con ambas manos y unió sus carnosos labios a los de ella en un beso lento y apasionado. La chica se dejó llevar por ese beso, Adrian besaba de manera magistral, había una nota erótica y mágica en sus besos que lentamente despertaba el deseo, disparándolo más allá de sus límites.
Adrian lanzó un gemido ronco, la pelvis de Morrigan se frotaba sensualmente sobre la suya, logrando que lentamente comenzara a excitarse, además, estaba la forma en que ella respondía a ese beso, disfrutando del roce de sus labios que poco a poco crecía en intensidad. Sin dejar de besarla, la estrechó con fuerza entre sus brazos, pegándola a su cuerpo; las manos masculinas estaban sobre la espalda de la joven y de vez en cuando sobre su trasero, estrujándolo.
Morrigan continuaba frotándose contra él, Adrian comenzaba a excitarse pues podía notar su erección por encima de sus pantalones. La chica lanzó un gemido más alto cuando la lengua del hombre recorrió su cuello, ella arqueó la espalda y jadeó mientras las manos de Haggard apretaban su trasero. Con un rápido movimiento, él invirtió la posición y quedó sobre la joven. Durante unos instantes se miraron con intensidad y compartieron un par de sonrisas traviesas.
Adrian acarició la cintura de Morrigan y ella arqueó la espalda, apoyando las plantas de los pies sobre el colchón y levantó la pelvis, apretándola contra la de él. Haggard jadeó y levantó el borde de la camiseta de la chica para depositar varios besos sobre la piel de su abdomen, haciendo que se erizara. Adrian rió al tiempo que acariciaba uno de los senos de la chica, mientras ascendía hasta su cuello para besarlo, o bien, morder el lóbulo de su oreja, logrando que Morrigan lanzara una sexy carcajada.
-¿Así que propones darme mimos y cariñitos? - Preguntó él con voz ronca y Morrigan asintió - Eso quiere decir que me has perdonado por lo de hace rato.
Ella sonrió y volvió a asentir, pero no le respondió, sólo su boca buscó la de él para poder besarlo con desesperación. En realidad ella también estaba comenzando a excitarse y no iba a desaprovechar esa oportunidad. Morrigan metió las manos bajo la camiseta del hombre y acarició su abdomen firme y marcado. Durante varios minutos se repartieron caricias y besos cada vez más apasionados, explorando sus bocas con la lengua y acrecentando la pasión y sin que ella se lo esperara, él la despojó de sus pantalones de dormir, lanzándolos a un rincón de la habitación.
Morrigan lanzó una carcajada al ver el brillo del deseo en los ojos de Adrian, mezclado con algo de sorpresa, ella no llevaba ropa interior. Él dejó escapar un suspiro antes de asaltar la boca de la joven con más besos apasionados y urgentes. Y una vez más, la tomó de la cintura para colocar a la chica sobre él. Ella lo miró con lujuria, mordiéndose los labios y gimiendo mientras su pelvis no dejaba de rozar la de él.
-Sólo quiero que me dejes quererte - Gimió Morrigan - ¡Yo te quiero! Y sé que tú también me quieres.
Adrian murmuró algo ininteligible, quizá era cierto lo que Morrigan decía, sin embargo aún no estaba muy seguro de todo. Además, no podía pensar con coherencia, estaba demasiado excitado y su pene endurecido crecía, motivado por el sensual roce de Morrigan. La joven apoyó las manos sobre el colchón y continuo balanceando la cadera con mayor violencia, dándose cuenta de lo que provocaba en el hombre y en ella misma, pues su sexo estaba completamente empapado y palpitaba. Ella gimió cuando Adrian le levantó la camiseta, apoderándose de sus senos, los cuales llenó de besos, los lamió y succionó ávidamente los pezones. Volvieron a besarse con desesperación, los besos eran fieros y llenos de lujuria, la pasión comenzaba a hacer estragos en su cordura y no pensaban en otra cosa más que en satisfacer sus deseos sexuales.
El hombre se incorporó, sentándose sobre la cama, con Morrigan sobre sus piernas y le sacó la camiseta, dejándola completamente desnuda. Ella gimió y arqueó la espalda cuando la boca de Adrian tomó posesión de uno de sus senos, lamiendo su areola, succionando y mordiendo el pezón. La habitación se llenó de los jadeos y suspiros de la joven quién continuó frotándose contra él.
Haggard cayó sobre el colchón, sus brazos se aferraron a la joven antes de devorar su boca con un beso urgente, posesivo y voraz. Morrigan recibió la lengua de Adrian, entrelazándola con la suya y succionándola. Las manos del hombre estaban en toda la espalda y las nalgas de la chica, mientras que de vez en cuando, sus dedos rozaban la feminidad de la chica y jugueteaban con sus pliegues húmedos.
De repente, él la tomó por las nalgas, empujándola hasta colocarla sobre su rostro y tomar posesión con sus labios del sexo de la mujer. Morrigan dejó escapar un profundo gemido cuando la boca de Adrian se apoderó de sus labios y comenzó a succionar. Arqueó la espalda y apretó sus senos con fuerza. Las manos de Adrian se aferraron a la cintura femenina y la apretaron aún más contra su boca. Ella comenzó a balancear las caderas y se inclinó hacia atrás, para apoyar una de sus manos sobre el colchón, mientras que la otra se deslizaba sobre el abdomen del hombre y se colaba bajo sus pantalones, tomando posesión de su erguida masculinidad.
Adrian ahogó un gruñido cuando Morrigan acarició su pene, él apretó sus brazos en la cintura de la chica y aceleró los movimientos de su lengua sobre el clítoris de la mujer. Ella gemía y se frotaba contra su boca, arqueando la espalda mientras que su cabellera dorada caía sobre su espalda. Los pechos de Morrigan rebotaban cada vez que ella se friccionaba con furia contra la barbilla, la nariz y los labios de Adrian, casi asfixiándolo, pero a él no le importaba aquello, simplemente no quería dejar de darle placer, saciándose con el torrente desbordado de su sexo.
Morrigan gemía retorciéndose, gritando de placer cuando las oleadas del orgasmo la asaltaron. Continuó con su agresivo vaivén de caderas, friccionando los pliegues de su sexo sobre la boca del hombre, se apoyó sobre la cabecera y lanzó un nuevo grito de puro gozo cuando se corrió. Adrian no dejó de chupar y lamer la feminidad, extasiado ante los espasmos de la joven, quién se apartó de su boca y descendió sobre el pecho masculino hasta sentarse de nuevo sobre el vientre de Adrian. Él la sujetó con fuerza mientras la besaba con pasión, penetrando su boca con la lengua. Desesperada, Morrigan levantó el borde de su camiseta para acariciarle el abdomen. Adrian se incorporó un poco y le ayudó a quitársela, ella sonrió y lo empujó de nuevo sobre la cama para llenar de besos su pecho y recorrerlo con la lengua.
-Me encantan tus tatuajes - Gimió, mientras deslizaba la punta de su dedo sobre los dibujos.
Adrian suspiró y la atrajo hacia él, devorando la boca femenina con un beso fiero y erótico. Ella le acarició lentamente los hombros, el pecho, el abdomen, deteniéndose sobre la cintura de sus pantalones. Bufó molesta ante esa barrera que le impedía continuar tocándolo, así que sin perder el tiempo se deshizo de la prenda y ambos quedaron completamente desnudos.
Morrigan sonrió y reptó de nuevo sobre Adrian, compartiendo un nuevo beso, lascivo y profundo. Lentamente ella abrió más las piernas para rozar con su sexo el pene de Adrian, él dejó escapar un gemido ronco ante la deliciosa sensación que eso le provocó. Ella lo miró con picardía y comenzó a frotarse lentamente sobre su carne. Él le sonrió y tomó su nuca con una mano y asaltó los labios hinchados de la joven con otro beso violento y desesperado. Morrigan gimió contra la boca de Adrian, sintiendo cómo sus fluidos empapaban el miembro endurecido de Haggard.
Lentamente, la mano del hombre se deslizó sobre las costillas de Morrigan hasta su trasero, estrujo su glúteo con fuerza antes de tomarla por la cintura con ambas manos para colocarla sobre el colchón. Ella rió cuando Adrian se colocó sobre ella, besándola lentamente en los labios. La chica levantó la pierna y acarició las caderas del hombre con la pantorrilla. Adrian abandonó los labios de Morrigan y la miró con deseo, lanzó un sonoro suspiro y se apartó abruptamente de la mujer, quién le dedicó una mirada de confusión y decepción.
-Pero... - Gimió Morrigan, frustrada y excitada - ¿Qué sucede? - Bufó, realmente no lo entiendo, tú y yo...
-Deberías dormir - Murmuró Adrian.
-¡No quiero dormir! - Chilló la chica, molesta - Yo quiero que...
-No es el lugar ni el momento - Bufó Adrian, conteniéndose apenas - Vamos, duerme y...
Morrigan lanzó un sonoro suspiro, todo había sido tan hermoso, las sensaciones fueron tan voluptuosas, tan incitantes e increíblemente eróticas.
-No te gustó, verdad - Exclamó Morrigan.
-Sabes que no es así, yo lo estaba disfrutando tanto como tú, pero...
-Seguramente es porque no te agrado - Murmuró decepcionada - Seguramente es mi reputación, ¿verdad? - Gritó molesta y le dio la espalda - Pues para tu información, Goodman fue el...
-Eso no me interesa - Respondió Adrian firmemente - Y no, te equivocas, no es lo que piensas, por favor, ¡yo no soy así! - Bufó - Simplemente no puedo permitirme bajar la guardia - Exclamó y abrazó a la joven.
Morrigan cerró los ojos y lanzó un hondo suspiro. Sentir Adrian tan cerca de ella la descontrolaba, pero más la descontrolaba su actitud. Todo había sido genial, él era muy ardiente y le arrebató el control en un abrir y cerrar de ojos, llenándola de placer. Ahora sólo la abrazaba, acariciándola con ternura y casi con reverencia, ¡realmente no lo comprendía!
Adrian lanzó un hondo suspiro, ¡sí, Morrigan le arrebataba el control! Y no debía permitírselo, tampoco podía permitirse sentirse atraído de forma física o sexual por la mujer y, mucho menos podía permitirse tener lazos afectivos por la joven. Morrigan era sólo una misión, ¡su nueva misión! Pero la voz en su cabeza no se callaba, diciéndole que de nada valía engañarse ya que él irremediablemente había sucumbido ante los encantos de la joven.
* * * * *
¡Por poco y terminan haciendo el delicioso! Pero Adrian ha decidido que aún no es momento para ello. Él no desea bajar la guardia, pero tarde o temprano lo hará.
¿Qué les pareció este capítulo?
Sucedieron muchas cosas, Beckett acertó al decir que se encuentran en el planeta Antara, Stella está sufriendo y Liam piensa que pronto habrá algo más que una amistad entre Morrigan y Adrian.
No olviden dejar sus comentarios e impresiones, así como sus votos. Se los agradezco mucho.
¡Hasta el próximo capítulo!
Maria Decapitated
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