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CAPÍTULO XVI

-Atravesaremos la Nebulosa de la Flama - Murmuró Adrian mientras Morrigan corría hacia su asiento y se abrochaba el cinturón - Así que sujétense bien porque el carácter de la nebulosa es muy voluble y no sabemos qué sorpresa nos espera una vez dentro de ella.

-Todo está listo, señor - Comentó AB - Estamos entrando a la nebulosa.

Morrigan cerró los ojos, un relámpago deslumbrante apareció de pronto, haciendo que la nave vibrara ante la magnitud de la energía emitida por este. Adrian tenía mucha razón al decir que la Nebulosa era voluble; aunque ella no lo esperaba tan pronto.

-¿Este es el único camino hacia Antara? - Preguntó la chica - Podríamos haber...

-No - Gruñó Adrian - No es el único, pero sí el menos transitado y el más corto - Dijo sin despegar los ojos de la nebulosa y del camino que se mostraba delante de sus ojos - Esta ruta la utilizaban los contrabandistas; sin embargo, también dejaron de hacerlo debido al peligro que significaba - comentó y esbozó una sonrisa al ver la cara de susto de la joven - Pero, disfruta del espectáculo. A pesar de ser un poco impetuosa, es muy hermosa.

Morrigan asintió, los comentarios de Adrian no la tranquilizaron en absoluto pero a pesar de ello, confiaba en él y en sus capacidades como piloto, así que se relajó y se dedicó a observar el paisaje. Las nubes de gas de la nebulosa tenían distintas tonalidades de rojo, marrón y naranja. Los relámpagos iluminaban de vez en cuando, anunciando los potentes truenos que hacían que la nave retumbara.

Definitivamente Adrian no se equivocaba, la Nebulosa de la Flama era preciosa. La chica dejó que sus ojos se maravillaran con aquel espectáculo y mientras el War Hawk navegaba entre las vaporosas nubes de gas. Luego de un rato y de que se cerciorara que no corría peligro, Morrigan cerró los ojos y se quedó dormida hasta que fue despertada por AB.

-Hemos llegado, señorita Stone - Comentó el androide - Bienvenida a Antara - Exclamó y le tendió la mano a la joven.

Morrigan miró el lugar en el que se encontraban. Antara era una ciudad muy moderna y bonita; sin embargo, mantenía ciertas características de su antigua arquitectura; como los acueductos que transportaban agua color turquesa, los edificios de piedra y cristal, empotrados en la fuerte roca de las montañas, los campos azules y verdes; así como las caídas de agua de algún riachuelo que nacía en la montaña. Sin embargo, las naves surcaban el cielo a gran velocidad, como si fueran pájaros en un cielo limpio de color grisáceo.

Los antarianos eran seres amistosos, de enorme estatura, cuerpos esbeltos y andróginos, tez de un blanco lechoso, cabellos platinados, ojos de un gris acerado y orejas puntiagudas, cuyas características se asemejaban a los elfos de Tolkien.

-¿Por qué el cielo es gris? - Preguntó Morrigan tomando la mano de Adrian.

-Es por los gases de la Nebulosa - explicó el hombre - Pero aún así es una ciudad magnífica, ¿no lo crees?

-No te equivocas - Comentó la joven - No sé porqué nunca se me ocurrió venir aquí en mis vacaciones - Exclamó y caminó junto a Adrian.

-Pasaremos unos días aquí - Dijo el hombre y la condujo hacia un edificio muy elegante - Rentaré un casa en el campo - Sonrió - Pero antes, primero tengo que cambiar algo de metálico por moneda antariana.

-¿No usamos la misma moneda? - Preguntó a joven, sorprendida - Pensé que el metálico de Nova Terra era...

-Moneda Universal, excepto aquí - Exclamó Adrian - Ellos son muy independientes del resto del consejo interestelar - Dijo el hombre - Tienen leyes propias, distinta normativa y, obviamente, decidieron no entrar en el tratado comercial, pero... son muy amistosos, agradables y pacíficos, ¡te van a encantar!

-Además, tengo entendido que tienen los mejores diseñadores de moda del universo - exclamó Morrigan llena de emoción - En este lugar podré conseguir ropa linda y sofisticada. - dijo con una enorme sonrisa - Ya no quiero seguir usando esto. - dijo mirando su atuendo.

Adrian se echó a reír y miró a Morrigan. Aún llevaba puesta su ropa de dormir y cubría un poco de su desnudez con una enorme chaqueta militar. ¡Necesitaba conseguirle ropa con urgencia!

-¡Por supuesto! - respondió Adrian - Más tarde te llevaré de compras, por ahora descansa. - murmuró el hombre - AB se quedará contigo mientras yo cambio el dinero, pero no demoraré mucho. - exclamó y besó la frente de la chica.

-¿Puedo mirar los aparadores? - preguntó Morrigan con una gran sonrisa - Quizá me puede gustar algo.

-De acuerdo - respondió Adrian antes de alejarse.

Morrigan lanzó un suspiro y lo miró perderse entre la multitud. La chica hizo una seña a AB para que la siguiera y se detuvieron frente a un enorme aparador. La rubia silbó al contemplar la belleza de los vestidos que podía admirar a través del cristal. Estaba encantada con ese conjunto de látex color hueso y vivos azules, corsé y botas de caña alta de un enorme stiletto. ¿Por qué no? Se preguntó la joven, ¡se vería fabulosa con ese atuendo!

La chica se estremeció al sentir el cálido roce de la mano de Adrian en su rostro y volvió el rostro. Él le dedicó una encantadora sonrisa y le ofreció una golosina. A la chica le brillaron los ojos al ver ese tentador bocadillo, lo tomó y rápidamente lo llevó a su boca para degustar su sabor agridulce.

-¡Quiero ese! - Exclamó chupando la paleta - Es hermoso, ¿no lo crees?

Adrian contempló el atuendo y tragó grueso. ¡Morrigan se vería jodidamente sensual y sugestiva con ese traje! Sin embargo, a pesar de que a él le hubiese encantado verla con dicha ropa, sabía que no era buena idea.

-Es muy hermoso, la verdad - Dijo luego de carraspear un par de veces - No niego que con esa ropa lucirías perfecta y arrebatadora. - exclamó - Pero debes buscar algo cómodo y con el cual puedas moverte con facilidad. - murmuró el hombre - Quizá tengamos que correr en algún momento. Además, como te lo dije antes, no debemos llamar mucho la atención.

Morrigan asintió, Adrian tenía mucha razón. Y aunque deseara usar ese traje perfecto y sensual, se daba cuenta de que no era buena idea. No en esos momentos en los que corrían un grave peligro. Tarde o temprano iban a volver a encontrarse con Tristan y luchar por sobrevivir.

La chica miró a su alrededor y sus ojos se posaron en otro aparador. La ropa que se exhibía en esa tienda era más cómoda y de estilo militar. ¡Era perfecta! Morrigan tomó de la mano a Adrian y lo condujo frente al aparador.

-¿Este estilo te agrada? - preguntó la chica señalando un atuendo en color negro.

Adrian analizó los pantalones, la chaqueta y las botas de combate que conformaban el atuendo. ¡Ese traje era mucho mejor! Así que sin pensarlo dos veces, tomó de nuevo la mano de Morrigan y entraron en la tienda en donde compraron un par de conjuntos antes de salir de ahí para dirigirse a otros establecimientos y adquirir varias cosas más que Morrigan podía necesitar durante su "viaje".

-¿Es todo lo que necesitas? - Preguntó Adrian mirando los paquetes.

-Pues se podría decir que sí - Dijo la chica encogiéndose de hombros - Porque mientras mirábamos, ¡vi muchas cosas HER-MO-SAS! - Se rió - ¡Yo lo hubiera querido todo! Pero tú no me lo puedes comprar...

-Podría comprarte un planeta entero si lo deseas - Murmuró Haggard - Pero creo que con lo que adquirimos está bien por el momento, ¡no podemos cargar con tanto!

Morrigan arqueó la ceja al escucharlo hablar y se arrojó a los brazos de Adrian quien la envolvió en un cálido y protector abrazo que le hizo soltar un suspiro. Le agradaba ese sujeto mal encarado, ¡a veces era tan tierno! Especialmente cuando la protegía e intentaba cuidarla. Rápidamente, Adrian se había ganado su cariño y aprecio, a pesar de prácticamente no conocerlo. Ella deseaba acercarse a él y tener una charla profunda e intensa, quizá tener momentos de más intimidad, acercamientos intensos y placenteros. ¡Deseaba más besos! Quería sentir esos brazos fuertes ciñéndola contra él, experimentando su calor mientras continuaba besándola hasta dejarla sin aliento... pero con todo lo que estaba sucediendo, apenas si tenía tiempo de pensar.

Adrian suspiró y la tomó de la mano para caminar por la avenida. Morrigan sonrió y se aferró al brazo del hombre, recostando la cabeza en su hombro, mientras admiraba el aspecto de la ciudad. Ella hubiese deseado quedarse en la gran urbe, pero Adrian insistió en ir al campo y a un sitio lo más alejado posible.

-¿En qué tanto piensas? - Preguntó Adrian al tiempo que subían a la nave.

-Estaba pensando en ti - Respondió Morrigan con una enorme sonrisa.

-¿En mí? - Volvió a cuestionarla, visiblemente sorprendido por la respuesta de la chica - ¿Y por qué en mí? ¿Qué tengo yo de especial? - Murmuró Adrian echando a andar la nave.

-Me pareces un tipo bastante interesante - Comentó Morrigan - Eres un misterio y me da un poco de morbo el querer conocerte a fondo.

Adrian se echó a reír ante la respuesta de Morrigan. Seguramente la chica se sentiría un poco decepcionada al enterarse que su vida no tenía nada de especial o interesante; era aburrida, monótona y a pesar de haber vivido vario siglos, él continuaba siendo un tipo tedioso.

-Nada que ver- Murmuró Adrian - No soy lo que parezco - Comentó - Incluso, creo que podrías quedar un poco desilusionada si...

-¡No lo creo! - Exclamó Morrigan y lo tomó de la mano - ¿Por qué no dejas que AB se haga cargo y tú charlas conmigo? ¿Te agrada mi idea? - Dijo la joven poniendo cara de inocente - Además, ¡tú y yo tenemos una charla pendiente!

-Por supuesto - Exclamó Adrian - Pero nuestro destino está muy cerca, llegaremos en unos minutos, ¡te va a encantar! - Sonrió con candor - Nos espera una cena suculenta y...

Al escuchar la palabra cena; a Morrigan le rugió el estómago. ¡Tenía hambre! Hacía días que no tenía una comida decente, ¡apenas si había probado algo de alimento! La comida de los mineros de Ganímedes era demasiado salada y seca, ¡no le gustó para nada! Pero no tuvo otra opción. Esperaba disfrutar de las delicias de la comida antariana.

Tal y como lo dijo Adrian, en pocos segundos llegaron a su destino. Morrigan estaba maravillada con el paisaje, se trataba de los campos azules de Antara. Las colinas eran bellísimas, de un pasto azul, tupido y salpicado de flores exóticas. La joven miró el lugar, muy lindo pero... ¿dónde carajos estaba la casa?

Adrian la observaba con interés y rápidamente adivinó lo que Morrigan estaba pensando. Se acercó a la joven y la tomó de la mano para conducirla hacia una pequeña colina que se encontraba rodeada por unos setos de color rojo encendido. Morrigan le dedicó una mirada de curiosidad y sus ojos se ampliaron al observar un pequeño panel. El hombre tecleó el código y las puertas, disimuladas en la roca, se abrieron para revelar una estancia amplia y muy bien iluminada. ¡Se trataba de un agujero en la colina! Era un casa de un solo nivel, pero muy acogedora y elegante. Morrigan se soltó de la mano de Adrian para entrar en el lugar y caminar por los pasadizos, conectados entre sí. ¡Se trataba de una casa muy mona que le recordó a una casa de muñecas!

-¡Me gusta! - gritó la joven desde el cuarto de baño - Creo que no voy a extrañar la ciudad.

-Me alegra escucharte - Murmuró Adrian dejando los paquetes de la chica en su habitación - Si lo deseas, puedes tomar una ducha antes de la cena.

Morrigan estuvo de acuerdo corrió hasta la habitación que el hombre le mostraba y de inmediato se desnudó para asearse y vestirse rápidamente antes de reunirse con Adrian en el comedor. La mesa estaba dispuesta, había asado, pan de centeno, tarta de manzana, cerveza, agua del manantial y ensalada de hortalizas. La chica se sentó a la mesa y comió con enorme apetito, mientras que Adrian apenas probó bocado.

-¿No vas a comer? - Preguntó sorprendida y un poco apenada - ¿No te gustó la comida?

El hombre suspiró y se rascó la cabeza antes de responder, después bebió un poco de cerveza, se sirvió un trozo de tarta y comió un poquito de su plato. Morrigan lo observaba con curiosidad, esperando una respuesta.

-La verdad es que no necesito más - Suspiró el hombre - Esa es una de las cosas que detesto de ser "inmortal" - Comentó recalcando la última palabra - Quedo satisfecho con muy poco, no puedo comer más - Bufó - Podría pasar un mes sin comer bocado y no me sentiría mal por la falta de alimento... A veces extraño los atracones de comida, de disfrutar de un platillo de manera abundante - Gruñó y sonrió con amargura.

-¡Qué suerte tienes! Lo que yo daría por qué me sucediera algo así - Exclamó Morrigan y se echó a reír, pero se calló de pronto al ver la cara de pocos amigos de Haggard - ¡Vale, lo siento! - Dijo y se puso colorada - Supongo que puede ser frustrante a veces.

-Sí, lo es - Exclamó Adrian y terminó su trozo de tarta - Pero luego de tanto tiempo creo que me he acostumbrado - Exclamó encogiéndose de hombros y guardando silencio.

Morrigan se mordió el dedo pulgar. Ahora que lo pensaba, quizá la vida de Adrian era demasiado triste y solitaria. Tenía bastantes preguntas qué hacer, pero no sabía cómo plantearlas sin incomodar al hombre. Él la observó atentamente, sabía que ella tenía preguntas y que tarde o temprano él debía darle respuestas, ¡lo había prometido! Adrian abrió la boca para hablar, pero la chica se le adelantó.

-Tú y yo tenemos una charla pendiente - Murmuró la joven y lanzó un suspiro - Es respecto a... - guardó un poco de silencio antes de continuar - Liam - Exclamó mientras su voz se quebraba - ¿Por qué él es...?

-¿Inmortal? - Exclamó Adrian completando la frase y Morrigan asintió - Bien, te lo diré, tú tío me autorizó hablar y... - Permaneció un rato callado, reflexionando en lo que tenía que decir - Pero antes de que te cuente la verdad, debes prometerme una cosa.

-¿Qué cosa? - Preguntó Morrigan llena de curiosidad - Yo... - gimió.

-Vas a aceptar lo que yo te diga y tratarás de comprenderlo y asimilarlo - Dijo el hombre - Sé que no será fácil para ti, pero, tienes que actuar con madurez y dejar un lado tus caprichos.

-¡Lo prometo! - Respondió Morrigan después de un par de minutos de silencio.

Adrian asintió y tomó otra cerveza para dar un buen trago a esta y se relajó para hablar con Morrigan respeto a Liam. La chica estaba atenta a los movimientos del hombre, esperando a que comenzara a hablar. Deseaba apresurarlo, pero sabía que sería una imprudencia de su parte.

-Conocí a Liam después que el "Programa Supernova" desarrollado por Duncan diera comienzo - Murmuró el hombre - Él era un soldado como yo y fue uno de los tantos voluntarios para el experimento "Atlas", cuando dio comienzo la Gran Guerra - Dijo y volvió a beber - Yo fui el humano cero, con el que comenzó todo - Continuó Haggard mientras Morrigan lo miraba llena de sorpresa - Tu bisabuelo y yo éramos grandes amigos; Tristan, Duncan y yo crecimos juntos en uno de los barrios más miserables y llenos de pillos y delincuentes de Londres - Suspiró Adrian - Éramos huérfanos y crecimos en las calles; sobreviviendo como podíamos - Exclamó el hombre.

Morrigan no lo podía creer, ella creyó que Duncan siempre estuvo cubierto de gloria y que su nacimiento fue en una cuna de oro. Su abuelo Eric no hablaba mucho de la niñez de su padre; así que la revelación de Adrian fue algo que ella realmente no esperaba, sin embargo, guardó silencio para que el hombre continuara hablando.

-No recuerdo a mis padres, lo único que recuerdo es a una mujer a la que llamábamos "Nana" - Exclamó - Ella nos daba comida y nos dejaba dormir en el piso de un edificio abandonado donde pululaban las ratas - Suspiró Adrian y Morrigan gimió horrorizada - Pero para ello, debíamos entregarle una especie de tributo; así que salíamos a las calles a hurtar para conseguir un poco de comida y dinero para Nana - Dijo Adrian y se frotó el rostro - Duncan no era muy bueno para obtener dinero, así que Tristan y yo nos las arreglábamos para darle un poco de lo que obteníamos. De lo contrario, Nana se enfadaba y golpeaba sin piedad al infortunado. En este caso, Duncan era quién recibía la golpiza.

-¡No puede ser! - Exclamó la joven llevando sus mano al rostro - Eso es... ¡horrible!

-Lo sé - Asintió Haggard - Tuvimos una infancia muy difícil pero cuando teníamos como diez años aparecieron un grupo de hombres y mujeres que arrestaron a Nana y a nosotros nos llevaron a un sitio seguro donde nos asearon, nos alimentaron y nos dieron hogar - Sonrió Adrian - Luego de un tiempo, esa gente nos sometió a varias pruebas de aptitud; Tristan y yo fuimos a parar al internado del ejército, ellos se encargarían de educarnos para convertirnos en soldados.

-¿Y qué pasó con Duncan? - Preguntó Morrigan - ¿Él también recibió educación militar?

-Duncan tuvo un poco más de suerte - Sonrió Adrian - A pesar de ser un enano enclenque y enfermizo, Duncan era un tipo muy inteligente. - Suspiró - Los de servicios infantiles se dieron cuenta de que Duncan era un niño genio y que sólo necesitaba educación más específica para explotar al máximo sus dotes científicas - Explicó - A él lo enviaron directamente con los Pleyadianos y fue ahí donde Duncan aprendió los secretos de la ciencia pleyadiana - Murmuró Adrian - Algo que no debió suceder.

-¡Ahora lo entiendo todo! - Exclamó la chica - Era obvio, Duncan era un genio y como es lógico, no iba a conformarse con poco. Él buscaba más y más.

-Como todos nosotros - Dijo Adrian - En mi caso personal, yo siempre traté de ser el mejor del escuadrón al que pertenecía. No me conformé nunca con ser un simple cabo o un soldado más del montón - Suspiró - Quería destacar y ser reconocido por mi labor y entrega en la milicia.

-¡Y lo fuiste! - Sonrió Morrigan.

-Creo que sí - Murmuró Adrian - En ese entonces comenzaron los numerosos conflictos entre Pleyadianos y Terrícolas...

-Debido a los experimentos e investigaciones de Duncan, ¿no es así? - Dijo Morrigan y Adrian asintió - Tú moriste en una de esas batallas y... ¿Liam también? - Preguntó.

-No, el proceso de Liam fue diferente, él estaba vivo y fue sometido a diferentes pruebas para convertirse en uno de los Esmilodontes, él era Capitán y yo el General - Murmuró Adrian y se encogió de hombros - Yo morí en una batalla, es verdad y Duncan no dudó en aplicar en mí lo que tanto había soñado - Dijo Adrian - Lo que sucedió conmigo fue el detonante para que estallara la Gran Guerra.

-¿Y todos los Esmilodontes eran humanos superdotados? - Preguntó Morrigan con curiosidad.

-No todos lo eran - Comentó Adrian - Sólo unos cuantos fueron los candidatos perfectos para ser sometidos al experimento Atlas. El tiempo se agotaba y los Pleyadianos ganaban terreno contra lo humanos - Suspiró - Debíamos poner a salvo a las personas para enviarlas a Nova Terra, proteger las naves migratorias, luchar... y numerosos son los procedimientos que se deben seguir para convertir a un humano en... inmortal - Exclamó - Pero el resto de los soldados eran un grupo élite. Los hombres y mujeres más fuertes, tenaces, salvajes y entregados de los ejércitos de todas las naciones del mundo.

-Beckett - Murmuró la joven.

-Sí, él formaba parte de los Esmilodontes, era teniente y Liam su superior; ellos pertenecían a una brigada que defendía la zona este. Yo estaba al lado de Duncan y juntos planeábamos las estrategias para defender a nuestro planeta de la extinción.

-¿Y por qué Beckett no fue sometido al experimento Atlas? - Continuó Morrigan con su cuestionamiento - No lo entiendo, ustedes tres eran grandes amigos y...

-Mala conducta - Sonrió Adrian con amargura - Tristan no era un chico muy obediente, tampoco era muy brillante; siempre rompía las reglas y se metía en problemas - Murmuró y se frotó el rostro con ambas manos - Frecuentemente molestaba a lo más débiles y en ocasiones abusaba de su poder, con el paso del tiempo, su carácter agresivo salió a flote y creció más y más - Bufó - Tristan llegó a amenazar a Duncan para que lo sometiera al experimento, pero Duncan se negó y Tristan lo odió por ello.

-Pero ahora es un cyborg... - Suspiró la joven y negó con la cabeza - -Entonces... - Exclamó Morrigan y guardó silencio - Sí Liam y tú pelearon juntos, ¿cómo es qué...? - Dijo sin terminar su frase, pensando, analizando cada palabra dicha por Haggard.

-Liam continuó en el ejército después de la Gran Guerra, pero sus participaciones fueron menores - Comentó Adrian y miró el rostro de Morrigan, lleno de duda e incertidumbre - Decidió retirarse luego de que en su última misión encontrara a tu madre.

-¿Qué? - Preguntó Morrigan - ¿Cómo? O sea que Liam no es mi tío y...

-No, él no lo es - suspiró Adrian - Porque lógicamente tuvieron que pasar muchos, muchos años después de la guerra y a pesar de que Duncan murió, seguimos luchando para que todo se estabilizara - Comentó el hombre - Aún después de ello hubo migraciones hacia Nova Terra o distintos puntos de la galaxia, terrícolas que lo perdieron todo decidieron comenzar de nuevo en otro lugar - Dijo y tomó la mano de Morrigan - La misión en donde encontró a tu madre fue hace poco más de cincuenta años. Fue una desgracia - suspiró Adrian - La gente de esa comunidad sufrió un ataque de parte de piratas. Desgraciadamente, la alarma no se emitió a tiempo y llegamos tarde. Sólo esa niña sobrevivió - Exclamó y miró a Morrigan a los ojos

-Pero mi mamá - Gimió Morrigan al tiempo que las lágrimas brotaban de sus ojos.

-Ella es tu madre - Murmuró Adrian - Así como Jensen es tu padre - Exclamó y se puso de pie para sentarse junto a la joven y abrazarla - Liam sólo es un viejo guerrero como yo que decidió volcar toda su vida en la crianza de un niña huérfana. Él la adoptó como su hermana, se retiró y Jensen le ofreció trabajo en Genetic Design - Sonrió y le acarició suavemente el brazo - Halldora creció, se enamoró de tu padre, se casaron y después naciste tú; ¡la niña que ella siempre quiso!

-Y mi padre le cumplió el capricho, ¿no es así? - Suspiró Morrigan recostando su cabeza en el pecho de Adrian.

-Estás aquí, ¿no? - Rió el hombre.

Morrigan permaneció en silencio, disfrutando del calor de los brazos de Adrian. Él tampoco dijo nada, parecía que ella lo había aceptado, pero que aún continuaba asimilando las cosas. La chica lanzó un sonoro suspiro y se acurrucó en el pecho del hombre. Sin embargo, lo único que no entendía era porque no le habían dicho la verdad y no fueron sinceros con ella. No era malo lo que había sucedido. Liam era un guerrero inmortal que adoptó a una chica de la Tierra para cuidarla y protegerla. ¡No existía ningún misterio! Aunque quizá imaginaba que deseaban dar la imagen de una familia tradicional; era la única explicación que podía encontrar.

-Estás muy callada - Exclamó Haggard luego de un buen rato de silencio - ¿Acaso te has quedado dormida? - Preguntó el hombre con una nota de humor en su voz.

-¡No, para nada! - Rió Morrigan apartándose un poco de él - Sólo estaba pensando en todo lo que me dijiste.

-¿Ha sido malo conocer la verdad? - preguntó el hombre y volvió a abrazarla.

-¡No! - respondió la joven - Todo lo contrario, me siento orgullosa de mi tío y mis padres. - murmuró - Lo que no comprendo es porqué jamás dijeron nada.

-¡No lo sé! - dijo Adrian - Lo único que sé es que ellos te aman; supongo que tenían sus motivos para no decirte la verdad y...

-Creo que conocían mi carácter - Rió la joven - Querían evitar una escena dramática de mi parte o algo así por el estilo - Murmuró y se carcajeó.

-Seguramente - Dijo Adrian esbozando una sonrisa - Ahora creo que debes ir a dormir - Murmuró levantándose - Ha sido suficiente por hoy, estamos más o menos a salvo y debemos descansar, ¡mañana nos espera un largo día! - Exclamó y le tendió la mano a la chica.

-¿Duermes conmigo? - Murmuró Morrigan con un poco de timidez - Es que... - Suspiró - No quiero estar sola, tengo un poco de miedo.

-Por supuesto que sí - Respondió Adrian tomándola de la mano y entrando juntos a la habitación.

* * * * *

De momento fue un día tranquilo, no hubo peligro y creo que están a salvo... por ahora.
Morrigan conoce ciertas cosas de su familia que habían permanecido en secreto, aunque hay otros secretos que pronto conocerá.
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Maria Decapitated

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