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CAPÍTULO VII

Stella tomó asiento, mientras miraba fijamente al sujeto que se encontraba delante de ella. La mujer estaba recelosa; no confiaba en los cyborgs. Ellos fueron creados para servir a los pleyadianos, sin embargo, estos se rebelaron en la Gran Guerra, uniéndose a los humanos y así provocar la extinción de su raza. Pero esta vez no era cuestión de ponerse sentimental ni sacar a relucir viejos rencores que nada tenían que ver con ella. ¡Estaba desesperada! Por lo tanto, tenía que confiar en ese atractivo sujeto.

Mientras Lucian hablaba con Tristan Beckett, ella se dedicó a observarlo con atención. Era un hombre alto y fornido que vestía completamente de negro, estilo militar, sin embargo, tenía un brazo mecánico que podía transformarse en el arma que él deseara. Ese brazo también lo dotaba de una fuerza descomunal. La mirada de Tristan se posó momentáneamente en Stella y ella se estremeció, su mirar era fiero y pesado; sin embargo, eso no le quitaba atractivo, ojos azules, mandíbula cuadrada, barba partida cubierta de un incipiente vello facial, además de cabello largo y de mechas irregulares. De no ser por ese brazo metálico, podría haber pasado por un modelo.

La mujer se puso de pie cuando Lucian le hizo una seña para que se acercara y caminó lentamente hacia ellos. Al lado de ese tipo, ella era demasiado pequeña. Tristan era muy alto, como un gigante.

-¿Y bien? - Preguntó Tristan mirándola atentamente - ¿Por qué quiere deshacerse de sus familiares?

-Ellos no son mis familiares - Dijo ella con frialdad.

-La chica es su hijastra, así que... - Murmuró Beckett.

-El parentesco es lo último que me interesa - Respondió Stella - Yo sólo quiero que desaparezcan de mi vida para siempre - Comentó y apretó los puños - Digamos que su presencia interfiere con mis planes...

-¿Y cuáles son sus planes? - Preguntó el cyborg.

-¿Qué es esto? - Exclamó Stella con otra pregunta y miró con frialdad a Lucian, que trataba de hacerle saber que su reacción no había sido muy buena idea - Mis planes no le interesan, señor Beckett, son cosas muy personales que...

-¡Entonces no acepto el trabajo! - Comentó Beckett y se puso de pie - Si usted cree, señora que yo solo asesino por el placer de hacerlo, está equivocada - Bufó - En las avenidas de mala muerte de esta metrópoli hay montones de sicarios que estarían gustosos de realizar este trabajo por la simple paga de un sándwich y una soda - Gruñó - Los Stone son una familia de genios, gente que ha hecho grandes aportaciones a la ciencia y que gracias a ellos yo estoy aquí... así como usted y ese reptil de mala calaña - Exclamó y esbozó una media sonrisa - Asesinar a los Stone sería como mandar a pique a nuestro futuro, ¡y al de toda la galaxia! - Continuó - Así que, supongo que sus planes personales deben ser de suma importancia y relevancia para querer deshacerse de tan importantes personajes.

Stella abrió la boca para protestar e interrumpirlo, pero Tristán no le permitió hacerlo, cubriéndole la boca con su mano de hierro. Lucian carraspeó e hizo una mueca, Stella lo estaba echando a perder y, si continuaba así, los que terminarían muertos serían ellos.

-Pensé que la señora era más seria y madura - Murmuró Beckett dirigiéndose a Lucian - Pero no son más que un par de payasos...

-¡Por favor! - Exclamó Lucian colocando su mano sobre el hombro de Tristan - ¿Podrías calmarte? - Dijo intentando suavizar las cosas - Te pido disculpas por esto, pero no tuve tiempo de hablar del todo con la señora Mayer y explicarle tu manera de "trabajar".

-Como siempre, ¡eres un imbécil! - Gruñó Tristan - Yo no me ando con juegos y rodeos. Mi trabajo debe ser tomado en serio - Dijo con molestia - Y si para esto me hicieron perder mi tiempo...

Tristan dio media vuelta, dispuesto a largarse de ahí. Estaba molesto porque ese bueno para nada de Lucian sólo lo hizo perder su tiempo llevándolo con esa bruja pleyadiana. Ese par no eran más que unos idiotas, además de bocones. No obstante el suave roce de una mano femenina sobre su hombro lo hizo detenerse.

-Yo... - Suspiró Stella - Lo lamento - Dijo con sinceridad - Por favor - Gimió - Estoy desesperada... ¡le diré todo! - Exclamó y le hizo una seña para que se sentara.

Tristan la miró a los ojos y regresó a su asiento. La tipa estaba desesperada, ¡podía verlo en sus ojos! Aunque también notaba cierto aire de maldad, algo siniestro y eso también despertó la curiosidad de cyborg.

En realidad, Tristan también odiaba a los Stone, ya que ellos lo habían repudiado, aunque les tenía cierto respeto; sin embargo, su rencor creció cuando Jensen lo desterró por no haber obedecido sus órdenes. Él sabía que los cimientos de esa familia se tambaleaban, las piedras angulares habían caído y todo ese peso caía sobre la chica Stone que estaba más pendiente de sus redes sociales que de su propia estirpe.

-La escucho - Dijo el cyborg con visible atención.

-Lucian y yo pertenecemos a un grupo de exiliados. Yo soy la última pleyadiana, descendiente por línea directa de una princesa. Por desgracia, mi padre fue sólo un simple mortal humano y yo heredé mucho de él ya que la grandeza de mi madre se debilitó después de la Guerra Cósmica - Comentó Stella - Mi madre me habló de Duncan Stone, el ladrón de los secretos, el hombre que nos llevó a la ruina.

-La entiendo - Exclamó Beckett - La venganza es un buen motivo para...

-¡Pero no es sólo venganza! - lo interrumpió la mujer - Si yo logro heredar la fortuna y todos los avances científicos de los Stone, mi raza volverá a resurgir. - exclamó llena de euforia - Y volveremos a ser los amos del universo - dijo segura - Si usted nos ayuda señor Beckett, será bien recompensando. - exclamó Stella - Yo lo único que deseo es que regrese la gloria de antaño, cuando los pleyadianos gobernaban el universo y sólo había paz.

-Pero quiero el cincuenta por ciento de la herencia - Exclamó Breckett con una enorme sonrisa siniestra - Además de usar libremente y a mi antojo, todas las patentes de los inventos y descubrimientos de los Stone.

Stella abrió la boca, pero sólo salió un quejido. ¿Qué se creía ese sujeto? Lucian le aseguró que solamente pediría metálico y nada más, ¡los inventos, así como el trabajo de investigación de los Stone sería sólo para ella! Con eso en sus manos, se haría millonaria, despediría a Lucian enviándolo al exilio. De ese modo, su raza y su pueblo resurgirían como aquella ave milenaria de las leyendas; el Fénix.

-Si quieres te doy el setenta por ciento de la herencia - comentó Stella mientras Tristan dejaba escapar un gruñido de desaprobación - ¡Te doy el cien por ciento! - Chilló desesperada - Pero las investigaciones y todos los grandes descubrimientos serán míos.

-Nuestros - Murmuró Lucian con un hilillo de voz - Querrás decir...

Ni Stella ni Tristan dijeron una sola palabra. Durante largo rato se miraron fijamente a los ojos, desafiándose, en una lucha de voluntades. A Beckett, en realidad no le interesaba el dinero, no esta vez. Sabía que había algo más valioso que el metálico y el electrónico en juego, algo que lo podía convertir en un ser poderoso y temido. No podía darse el lujo de perder esas patentes...

Un brillo feroz apareció en los ojos del cyborg. Podía trazar sus propios planes, al fin y al cabo era autónomo. Si Stella le negaba eso, él podría apropiarse de alguna u otra forma. Stella no era fuerte ni poderosa como sus predecesores, era más bien una criatura débil y vulnerable. ¡Y qué decir de su perro guardián! Lucian era trapero, traidor y muy mentiroso, así como fácil de corromper...

-Bien, señora Stone...

-Mayer - corrigió con frialdad - Yo no soy Stone, ¡jamás utilicé el apellido!

-De acuerdo - Murmuró Tristan - Acepto sus condiciones, ¡el cien por ciento de la herencia! - Sonrió extendiendo su mano derecha, mientras que su mano robótica cruzaba los dedos por debajo de la mesa.

-Bien - Dijo Stella y sonrió, tendiendo su mano derecha al cyborg - Por el momento quiero que te deshagas de Liam Griffin - Bufó - ¡Quiero que esté muerto antes de la lectura del testamento...!

-¿Y qué hay del tal Adrian Haggard? - Preguntó Lucian mirando fijamente a ambos - Es el nuevo perro guardián de Morrigan...

-¿Quién? - Respingó Tristan - ¿Acaso escuché Adrian Haggard?

-El mismo - Murmuró Lucian sin comprender la pregunta de Tristan.

-Entonces, ¡han contratado a la persona equivocada para este trabajo! - Se rió Tristan - Los Stone son astutos, ¡eso se nota! ¿Por qué no me lo imaginé? - Exclamó sin parar de reír.

Stella y Lucian se miraron unos a otros, ¿qué era lo que Beckett quería decir con eso? ¿Por qué antes se vio interesado en el trabajo y ahora lo mandaba a la mierda? ¿Quién era ese tal Adrian Haggard?

-Realmente no lo comprendo señor Beckett - Dijo Stella con visible molestia - ¿Qué tiene de especial ese hombre? - preguntó la mujer - A mí me parece un sujeto arrogante, un pelele cualquiera que sólo hace el trabajo sucio por un buen puñado de metálico.

Beckett se llevó la mano a la barbilla y frotó sus dedos en ella. ¡Esa mujer no tenía idea de quién era Haggard! El nombre de Adrian Haggard hacía temblar a toda la galaxia, todos le tenían respeto y nadie se atrevía a molestar cuando se topaban frente a frente con él. Aunque también había excepciones, ya que algunos pensaban que sólo se trataba de una vieja leyenda para asustar a los niños pequeños si se portaban mal.

-Adrian Haggard combatió en la Gran Guerra - murmuró Tristan - Era el general del ejército de hombres modificados, de los seres inmortales creados por Duncan Stone. - exclamó - Su nombre hace temblar a la galaxia entera, no comprendo el por qué ustedes ignoran la existencia de este hombre que en algún tiempo fue considerado como un dios. - continuó Beckett - Si él es quién está a cargo de cuidar las espaldas de la joven Stone y su tío, dudo mucho que su plan pueda llevarse a cabo. - dijo Tristan moviendo sus dedos de metal.

-A mi me dijeron que usted era el mejor - dijo Stella sin inmutarse.

Ahora que sabía quién era el hombre que se había convertido en el nuevo guardaespaldas de su hijastra, su odio hacia él había aumentado. Ese tal Haggard era uno de los causantes de la extinción de los pleyadianos y también tenía que acabar con él para que su venganza fuera completa.

-Responda sin mentiras, señor Beckett - continuó la rubia - ¿Usted es lo suficientemente fuerte y capaz para poder deshacerse también de Adrian Haggard? - preguntó - Como le dije antes, me dijeron que usted era el mejor de su clase o ¿acaso tiene miedo de un tipejo como Haggard?

Tristan no respondió, se rascó la cabeza y meditó las palabras de Stella. Él era capaz de muchas cosas, pero enfrentarse a Adrian Haggard era todo un reto. Hacía mucho tiempo que él y Haggard habían sido grandes amigos. Juntos, pelearon hombro a hombro en numerosas batallas, hasta que Beckett perdió la vida en la Gran Guerra a manos de los pleyadianos. Su cuerpo fue robado por la gente de las Pléyades, quienes lo convirtieron en un cyborg y lo enviaron a enfrentarse con los humanos en esa cruel batalla. Pero Tristan Beckett no era como cualquier otro cyborg, jamás pudieron someterlo a sus órdenes y al tener su propia conciencia; fue él quien organizó la rebelión de cyborgs en contra de los pleyadianos. En la Gran Guerra, los cyborgs, después de desobedecer las órdenes de la gente de las Pleyádes, se unieron a los humanos y así, la extinción de los grandes sabios fue inminente.

Haggard lo conocía muy bien, sabía cómo llevaba a cabo su modus operandi y en muchas ocasiones le echó abajo sus misiones. Por eso sería difícil que se enfrentara a él, pero... ¡no era imposible! Ambos eran fuertes y poderosos, pero Haggard debía tener un punto débil que lo hiciera caer, tal como se hablaba en la antigua leyenda griega de Aquiles y su talón. ¡Adrian no era un ser perfecto y él lo iba a aniquilar!

-Tenemos un trato, señora Mayer - Murmuró Tristan sonriendo lentamente - ¡Los mataré a los tres! - Dijo mientras pensaba que también iba a ser fácil deshacerse de esa rubia y su reptil.

* * * * *

Morrigan se inclinó sobre una de las mesas para mirar en el microscopio electrónico la muestra que 'War', el androide de laboratorio acababa de colocar en este. La chica analizó atentamente el pequeñísimo trozo de tejido y observó su estructura. Era demasiado extraño, las células habían sufrido una extraña mutación, el núcleo era inexistente y estas parecían estar hechas sólo de un plasma verdoso. La joven hizo nuevas anotaciones en la pantalla que se encontraba a su derecha y tomó una pequeña grabadora para guardarlas también en notas de voz.

-La transformación de las células de los tejidos fue sorprendente - Murmuró la chica - Por fortuna, puedo deducir que la muerte de Jensen Stone fue rápida y sin dolor - suspiró con tristeza - De lo contrario no quiero imaginar la clase de horrores que tuvo que soportar a manos de... - su voz se quebró - a manos de quién pudo cometer semejante atrocidad.

La chica apagó la grabadora y guardó cuidadosamente la muestra, etiquetándola con cuidado. Después tomó una aguja y caminó hacia la mesa de exploración donde 'Peace', el otro androide la esperaba, listo para ayudarle.

-Será la última muestra de sangre que tomaremos por hoy - Dijo Morrigan y lanzó un nuevo suspiro - Llevamos ya tres días trabajando y lo que he visto me tiene completamente aterrada - Gimió y clavó la aguja en el brazo de su padre para extraer la sangre.

-La muerte de su padre fue provocada por una toxina - Murmuró Peace - Según mi sistema, se trata de una toxina que sólo se encuentra en el cuerpo de la babosa carroñera.

Morrigan arrugó la nariz y bufó. Había escuchado hablar de esa toxina, era mortal con sólo tocarla y muy peligrosa de obtener debido a su grado de letalidad y si no se tomaban las medidas de seguridad necesarias, además de eso, era escasa ya que la especie había sido prácticamente llevada a la extinción a propósito para evitar que se hiciera mal uso de su veneno.

Haggard abrió la puerta del laboratorio. Morrigan prácticamente se había encerrado en este para trabajar en sus investigaciones y él, como buen custodio, no se había despegado de ella, permaneciendo fuera de este y mirando de cuando en cuando para cerciorarse que estuviera en óptimas condiciones para continuar con su trabajo.

La miró con atención y sin querer, un suspiro brotó de sus labios. Los mechones dorados escapaban de su trenza y ella los acomodó detrás de su oreja en un movimiento que a él le pareció extremadamente sexy para poder mirar en el microscopio. Haggard analizó a detalle sus gestos y movimientos. Morrigan era una joven muy inteligente y estaba seguro que había descubierto algo. Algo malo y muy turbio detrás de la muerte de su padre, sin embargo, también sabía que Morrigan deseaba saber más al respecto.

-Sólo hay una familia en toda la galaxia que se dedica a la crianza de esas cosas - Comentó Haggard, logrando que Morrigan se sobresaltara.

La chica lo contempló atentamente y parpadeó. Su labio inferior se agitó mientras sus ojos se abrían desmesuradamente.

-¿Y quiénes son? - Preguntó mientras se quitaba los googles y los guantes para arrojarlos a un contenedor - ¡Necesitamos saberlo!

-Los Urriaga - Murmuró Haggard sentándose en un taburete - Son una familia de reptilianos que...

-¡Lo sabía! - Gritó Morrigan - ¡Esos malditos reptilianos! Seguramente...

-De hecho, los Urriaga trabajan para Genetic Design - Comentó Adrian tecleando en el buscador - ¿Qué tanto sabes sobre la especie carnívora de babosas? - Preguntó mientras mostraba la pantalla.

-La verdad no sé mucho - Suspiró la chica bajando la mirada y sentándose a un lado de Adrian.

-En óptimas condiciones y cuidados - Comentó Adrian - Esta puede ser muy benéfica para la industria farmacéutica - Sonrió mientras la chica lo miraba con atención - Esta especie es especial - Suspiró - Por desgracia fueron llevadas a la extinción ya que algunos ignoraban el verdadero uso de su baba venenosa.

-¿Y tú cómo sabes? - Preguntó Morrigan sonriendo y golpeándolo en el brazo.

-Por desgracia, llegué a utilizar el veneno para propósitos malvados -Suspiró y negó con la cabeza - Eso fue hace más de veinte años, pero lo estuve estudiando y trabajando muy de cerca con los Urriaga, me informé, me llené de conocimiento al respecto. Como arma, es muy efectivo, rápido, letal y no deja huella en... - se quedó pensativo - Una semana - Comentó - Tiempo suficiente para que se haga una autopsia rápida, se diga que la muerte fue a causa de asuntos de la naturaleza y se inhume el cuerpo.

Morrigan lo contemplaba embobada, además de sexy y galán, Haggard era un peligroso asesino. ¡Interesante! Eso llamó aún más su atención, además de que era un sujeto que conocía demasiados temas y que parecía que disfrutaba aprendiendo. Morrigan se lamió los labios y se acercó aún más a Adrian.

-¡Intenso! - Dijo en una especie de ronroneo - ¡Dime más! - Exclamó y lo miró con deseo - Pero, ¿para qué utilizan el veneno en Genetic Design? - Preguntó de pronto, como queriéndose olvidar de sus negras intenciones de seducir a Adrian.

-Una vez sintetizada, la toxina se utiliza para crear la vacuna contra una de las cepas de cáncer más mortíferas que existen - Dijo Haggard y comenzó a explicar la función de esa toxina, así como de todas sus propiedades.

Morrigan lo contemplaba con ensoñación. Adrian, además de atractivo era muy inteligente. Mientras el hombre hablaba con elocuencia y seriedad, ella admiraba sus rasgos varoniles, perdida en la profundidad de su mirada.

-¡De verdad no lo sabía! - Murmuró Morrigan - Yo pensé que... ¡ya sabes! Sólo era un veneno mortal...

-Yo también lo creí - Dijo Adrian y se puso de pie - Pero después de estudiarlo a fondo, descubrí que es muy importante para la industria farmacéutica - Sonrió - Ahora voy a dejarte para que continúes trabajando - Exclamó en tono de disculpa - Yo sólo vine a quitarte tu tiempo.

-¡No, para nada! - Respondió Morrigan poniéndose colorada - Por hoy he terminado - Suspiró - Trabajaré en un informe y lo presentaré a mi tío... ¡y también a ti! - Suspiró - Hay algo muy importante que debo revelarles...

-Perfecto - Murmuró Adrian - Entonces, te veré luego.

Adrian caminó un par de pasos rumbo a la salida del laboratorio, pero la mano de Morrigan tirando de la suya detuvo su andar. El hombre dio media vuelta y la miró. ¡No podía ser verdad! Los ojos verdes de la joven brillaban con lujuria y deseo, contemplándolo de manera voraz. Esa acción de parte de la joven, de inmediato disparó el deseo en él. Ella sonrió descaradamente y le echó los brazos al cuello.

-No deberías irte aún - Dijo la chica en tono sensual - Sólo quédate un momento más... cinco minutos, ¿quieres? - Gimió y se pegó al cuerpo de Adrian.

Él la miró con ansia y la sujetó con firmeza de la cintura. Las suaves manos de Morrigan sostuvieron el rostro de Adrian, atrayéndolo al suyo, besándolo con frenesí y pasión. Inmediatamente sus lenguas se enroscaron, se acariciaron para que el deseo creciera, así como la intensidad del beso.

Las manos de Adrian descendieron suavemente por la cadera de la chica, deteniéndose en sus nalgas, apretándolas. Entretanto, ella deleitaba su tacto acariciando el pecho amplio y fuerte del hombre. Adrian gruñó y mordió con suavidad el labio inferior de la rubia, quién dejó escapar un sexy quejido, lo que aumentó la temperatura corporal de Adrian que rápidamente buscó la cinturilla del pantalón del pijama quirúrgico de Morrigan, introduciendo sus manos dentro de la prenda y tocando sus nalgas redondas y tersas.

Morrigan lanzó un gemido a medida que ese beso era más voraz y apremiante. La chica pegó su cuerpo al de Adrian para sentir su calor. Un agradable calor nació en su bajo vientre cuando el duro miembro de Adrian rozó su pelvis. Jadeó y buscó el borde de su camiseta, la levantó y palpó el firme abdomen del hombre.

-Vamos a la salita - Dijo con la voz entrecortada por el deseo - Allá podemos...

Adrian no respondió, inclinó la cabeza para besar el blanco cuello de la chica, subiendo sus manos hasta sus senos, apretándolos y acunándolos con sus grandes manos. La boca de Morrigan se deshizo en gemidos, mientras que su coño, empapado y caliente comenzaba a palpitar.

-A-Adrian - Gimió Morrigan.

Las manos masculinas, volvieron a trazar un suave descenso por la espalda de Morrigan, metiéndose bajo sus pantalones y así volver a estrujar su trasero, pegándola aún más a su pelvis. Ella se frotó contra su pene que parecía querer romper los pantalones...

-¡Vuelve a tu trabajo! - Gruñó Adrian y la empujó con suavidad. Si no se detenía justo en ese momento, después no habría modo de detenerlo.

-¿Qué? - Se quejó ella - Realmente no lo entiendo.

-¿Qué carajo no entiendes? - Dijo Adrian un poco molesto consigo mismo por su falta de autocontrol - Estamos comenzando muy mal, Morrigan - Bufó - ¡Tu eres más que esto!

-Mas que... ¿qué? - Preguntó, molesta y frustrada por otra interrupción.

-Más que una calentura y un par de coqueteos tontos y sin sentido - Respondió el guardaespaldas - Si eso es lo que estás buscando, te has topado con la persona equivocada...

-Sé bien que lo quieres - Dijo ella de manera coqueta - Lo pude sentir, lo veo en tus ojos cada vez que me observas - Gimió - ¡Me deseas Adrian! No lo niegues.

Él no respondió. ¡Era verdad! Pero no podía darse el lujo de comprometer su trabajo, su profesionalismo. Se le había dado una misión y ¡tenía que cumplirla! A pesar de que esa chica lo ponía loco, estaba poniendo a prueba su fortaleza. En las cuestiones carnales, él era muy débil y siempre caía en la tentación. Si hubiese conocido a Morrigan en otras circunstancias, todo podría ser diferente...

-No respondes porque sabes que es cierto - Afirmó la chica con una sonrisa burlona - Pero ¿sabes algo? - Murmuró - ¡Vas a rogarme! - Dijo y le acarició el rostro.

-Debemos dejar a un lado estos juegos estúpidos, Morrigan - Bufó Adrian - Yo tengo una misión, me encomendaron un trabajo muy importante que implica tu seguridad y tu vida - Gritó - No puedo ponerme a jugar contigo - Exclamó y caminó rumbo a la salida.

-Me rogarás - Gritó Morrigan en tono burlón - Vas a arrastrarte suplicándome que...

-Sólo quiero ver que lo intentes - Dijo Adrian - ¡Nunca lo vas a lograr! Al contrario, serás tú quién se arrastre y me supliques porque te folle - Exclamó antes de que la puerta del laboratorio se cerrara detrás de él.

* * * * *

Ya hemos visto un poco a cerca de Tristan Beckett. Este sujeto va a traer muchos problemas, quizá en el próximo capítulo lo veamos en acción. Debemos estar atentos ente este personaje.
Morrigan ha descubierto la causa de la muerte de su padre y lo ha comentado con Adrian. Ahora sólo falta que se lo diga a su tío y busquen la manera de hacer algo con esta información.
Otra cosa, Morrigan se está saliendo de control cuando se encuentra sola con Adrian. Y es que el sujeto es irresistible y ella no puede contenerse. ¿Llegarán más lejos? ¿Ella le suplicará por que la folle tal y como él lo ha dicho? ¿Ustedes que creen que llegue a pasar entre ellos?
No olviden dejar sus respuestas a estas preguntas y por supuesto, sus comentarios e impresiones sobre este capítulo. Tampoco se olviden de votar y recomendar la historia para llegar más lejos, se los agradezco de corazón.
¡Hasta el próximo capítulo!
Maria Decapitated

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