CAPÍTULO VI
Morrigan bostezó y estiró lo brazos, la chica trató de incorporarse de la cama, pero volvió a caer sobre las almohadas. Cerró los ojos y se cubrió el rostro con ambas manos. ¡Esa maldita resaca! Todo a su alrededor daba vueltas, le dolía la cabeza y tenía náuseas. Si no hubiese bebido tanto... Morrigan se incorporó de golpe sin importar ese horrible mareo, a su mente llegaba lo sucedido en el American Oxygen. La chica observó atentamente el lugar, ¡ese sitio no era su casa! ¿Dónde carajos estaba?
Morrigan se levantó de la cama y buscó su ropa, pero no pudo encontrarla por ninguna parte. La joven estaba preocupada y asustada, temía que Goodman la hubiese secuestrado pero... ¿acaso Goodman hubiese sido tan delicado como para colocarle ese kimono de seda? Morrigan se detuvo, reflexionando y analizando el sitio en el que se encontraba. Era una habitación amplia, elegante y minimalista. El enorme ventanal le mostraba una hermosa vista; cielo azul y lleno de nubes, además de un gran jardín verde y tapizado de flores de colores.
De pronto, la puerta se abrió y apareció un androide que empujaba un carrito con el desayuno.
-Buen día señorita Stone - Murmuró el pequeño androide - Soy Victory, a su servicio.
-Buenos días - Saludó Morrigan y caminó hacia la mesita que se encontraba junto al ventanal y se sentó en la cómoda silla mientras el androide servía el desayuno.
-El señor Haggard se reunirá con usted en cuanto lo autorice - Comentó.
-Dile al señor Hagarrd que puede venir a la hora que le plazca - Respondió Morrigan.
¿Así que estaba con Haggard? Pero ¿en dónde? ¿Cómo? No recordaba nada después de haber forcejeado con Goodman. Cuando el androide se retiró, Morrigan se levantó de su asiento y corrió hacia el espejo para mirar su cuello, ¡estaba morado! La chica se horrorizó y casi lanzó un grito al ver las horribles marcas en su blanca piel. Una vez que llegara a su casa, se sometería a un tratamiento para aclararla, no soportaba ver esas manchas en su perfecta e inmaculada piel.
Morrigan suspiró y volvió a su asiento para tomar el desayuno, de hecho tenía bastante apetito, así que devoró todo lo que le sirvieron, ¡estaba delicioso! Cuando estaba a punto de terminar, escuchó un par de golpes en la puerta.
-¡Adelante! - Respondió la chica.
La puerta se abrió y Adrian entró en la habitación, saludando con una leve inclinación de cabeza. Morrigan lo miró de arriba abajo y se mordió el labio inferior. Sensual, rudo y salvaje, como sólo él podía ser.
-Victory me dijo que estabas despierta y tomando el desayuno - Murmuró el hombre sentándose frente a la joven.
-Buenos días señor Haggard - Exclamó Morrigan cruzando la pierna.
-Llámame Adrian, por favor - Dijo el hombre - Creo que... ahora debemos tenernos un poco de confianza o al menos, intentar llevar una relación más o menos cordial - Exclamó y sonrió de medio lado - Ahora que...
-¡Sí, ahora que eres mi guardaespaldas! - Murmuró un tanto fastidiada, pero después cambió su tono de voz - Supongo que tú interviniste luego de...
-Por suerte llegué a tiempo - Comentó Haggard - De lo contrario, no sé que sería lo que te esperaba.
-Supongo que la muerte - Exclamó Morrigan con tranquilidad - Y te agradezco mucho el haberme salvado la vida - Suspiró - Pero, ¿en dónde estamos?
-En un sitio donde Goodman no podrá encontrarte - Respondió Adrian con tranquilidad.
-Sí, ya sé que no me va a encontrar pero, ¿en dónde estamos? - Exclamó Morrigan un poco desesperada.
-Descuida, ahora estás a salvo - sonrió Haggard - Eso es lo que importa. Tú tío sabe que estás aquí - Exclamó - Así que no te preocupes, cuando te sientas mejor házmelo saber para llevarte a casa - Dijo el hombre y se puso de pie - Ahora voy a dejarte para que descanses...
-¿Puedo salir al jardín? - Preguntó Morrigan ya que había quedado fascinada con la vista.
Haggard asintió y se despidió de Morrigan, quién inmediatamente se calzó unas pantuflas y salió a toda velocidad hacia el jardín. La chica anduvo por un buen rato caminando y admirando el lugar, ¡definitivamente era un sitio hermoso! Le encontró un ligero parecido con Nova Terra, ¿acaso estarían en el mismo lugar y ella ni siquiera se dio cuenta? Negó con la cabeza y suspiró, de nada valía pensar en eso, sólo tenía que concentrarse en disfrutar de la vista y del maravilloso clima.
Un rato después, Morrigan entró en la casa y caminó lentamente por los pasillos. Parecía una cabaña de descanso, la decoración minimalista y de tonos neutros le encantaba, el dueño tenía un muy buen gusto. Sonrió y se encogió de hombros mientras caminaba distraídamente por la casa, sólo para darse cuenta que se había perdido.
-¡Mierda! - Dijo la joven entre dientes - ¿Dónde estará mi habitación?
Morrigan siguió caminando, tratando de recordar el camino hacia la alcoba, hasta que escuchó ruido en una de las habitaciones, supuso que se trataría de Victory, el androide de servicio, así que entró en el lugar, dispuesta a preguntarle el camino hacia su habitación, sin embargo, se quedó a mitad del camino al observar la escena delante de sus ojos.
Adrian golpeaba con fuerza un enorme saco de boxeador. El hombre no llevaba puesto nada más que unos shorts largos hasta la rodilla. La coreografía que ejecutaba incluía de vez en cuando algunas patadas al costal. Morrigan lo observó embelesada, la amplia y musculosa espalda del sujeto estaba cubierta por gotas de sudor que la hacían brillar bajo la luz de los reflectores. Además, esa magnífica espalda estaba adornada por montones de tatuajes, sí como su pecho y sus brazos.
Morrigan jadeó al observarlo, el jodido tipo era muy atractivo, no se iba a cansar de repetirlo. El simple hecho de verlo o sentirlo cerca la excitaba y su imagen física ejercía en ella una gran atracción. La chica se mordió el labio inferior y caminó decidida hacia él.
-Perdón que te interrumpa - Murmuró con voz sugestiva - Pero... ¡creo que me perdí!
Adrian se dio la vuelta para mirar a Morrigan. ¡Estaba bellísima! Arrebolada e insinuante, mirándolo con sus ojos de gata, bien abiertos y las pupilas dilatadas. La expresión en su rostro transmitía su deseo, además de una breve nota de candor y dulzura.
-Descuida - Exclamó el hombre - Ahora mismo llamo a Victory para que te lleve a tu habitación.
-¡Gracias! - Sonrió Morrigan.
Adrian se inclinó para tomar la toalla y secar su rostro y pecho, pero Morrigan se le adelantó y la tomó. Sin quitarle la vista de encima y sin borrar su sonrisa impúdica, la chica comenzó a deslizar la tela con suavidad sobre el pecho de Adrian. El la miró a los ojos, ocultando el brillo de deseo, intentó mantenerse sereno e impasible ante esa acción de la joven. Sin embargo, sabía que era una tarea imposible ya que ella ejercía un poder de atracción muy grande en él. Su rostro redondo de mejillas sonrosadas, sus ojos verdes y expresivos, sus movimientos felinos y su cuerpo voluptuoso lo excitaban.
Haggard suspiró y le quitó la toalla de las manos, dedicándole una mirada dura y fría. Sabía que las cosas con Morrigan no pasarían de un simple cachondeo o de algo de sexo ocasional. Ella no tomaba en serio a nadie, se aburría de su conquista y lo reemplazaba por alguien más. La chica era muy parecida a él en ese aspecto.
Sin embargo, Morrigan no se inmutó ante ese gesto, su mano reemplazó la toalla y comenzó a acariciar el pecho de Adrian, quién no pudo evitar estremecerse bajo su tacto.
-¡Qué fuerte! - Murmuró ella con una sonrisilla boba - Tienes unos músculos muy firmes y duros, parecen de acero - Gimió la chica mientras su lengua se deslizaba sobre sus sonrosados labios - Eres como una estatua de mármol, Adrian, perfecto pero increíblemente frío y no deberías ser así - Exclamó sin dejar de tocarle el tórax.
Adrian la miró fijamente y ella le sostuvo la mirada, sonriendo seductoramente, incitándolo, provocándolo para que cayera en la tentación. El hombre no pudo con la tentación, ¡la deseaba! Esas caricias lo habían provocado y estaba bastante excitado, así que sin decir nada, se acercó aún más a la chica y puso sus manos sobre los senos de Morrigan para comenzar a acariciarlos con lentitud. Morrigan lo miró sin atreverse a moverse, estaba plantada en el piso, rendida irremediablemente ante el hechizo de esos hermosos ojos aguamarina. Morrigan jadeó al sentirlo tan cerca y cerró los ojos cuando el tibio aliento del hombre rozó su mejilla, logrando que sus pezones se endurecieran, siendo visibles a través de la delgada tela de su kimono.
-Te gusta provocar, ¿no es así? – Murmuró Adrian con voz ronca y sensual, consciente de lo que provocaba en la joven. Y ella asintió – Sí, lo sé – Jadeó él – Es muy divertido - Dijo y rió
La piel de la rubia se erizó al escucharlo reír. El deseo se despertaba en su interior al sentir sus manos calientes como brasas traspasando la tela del kimono. Morrigan se mordió el labio inferior y volvió a jadear arqueando la espalda. Haggard gruñó y apretó ambos senos, inclinándose para lamerlos por encima de su ropa, ella se estremeció y gimió, acariciando la cabeza del hombre.
Adrian se apartó y levantó el rostro para buscar la boca de Morrigan. La besó, en un principio de forma pausada, como queriendo disfrutar de ese beso, saboreándolo de a poco. Ella se dejó llevar por ese beso lento y profundo el cual comenzó a crecer en intensidad. Lentamente, el beso se intensificó. Adrian la besaba con hambrienta desesperación, rodeando con sus fuertes brazos el cuerpo esbelto de la mujer, acariciándole la espalda. Morrigan se aferró a los brazos del hombre y correspondió a ese beso ansioso. La lengua de Adrian penetró la boca de la mujer explorando en su interior, ella lo recibió con ganas e intensificó aún más ese beso arrebatador.
Haggard abandonó los labios de Morrigan, recorriendo sus mejillas con sus labios hasta detenerse en su cuello. La chica gimió y volvió a arquear la espalda, disfrutando de esos besos sonoros sobre su piel y de las manos de Adrian que rápidamente abrieron el kimono, revelando su desnudez. Las manos masculinas acunaron los suaves senos de Morrigan, apretándolos un poco. La chica jadeó y arqueó la espalda, ofreciéndose a él. Adrian, de inmediato, inclinó la cabeza y deslizó su lengua sobre los pezones erguidos.
Durante un rato, Haggard se entretuvo con los senos de Morrigan, mordiéndolos, chupándolos o lamiéndolos a placer. La chica sólo gemía y se retorcía presa del placer, mordiéndose los labios mientras él continuaba con esa deliciosa tortura. Volvieron a besarse con ansias, entrelazando sus lenguas y regalándose caricias mutuas, perdidos en la pasión que poco a poco se desbordaba.
-¡Dime que me deseas tanto como yo a ti! – Gimió Adrian contra los labios de la mujer.
-Sí – Jadeó Morrigan – No sé quién seas ni cómo lo haces, pero mi deseo por ti es muy grande que apenas logro controlarlo – Exclamó y besó el cuello de Adrian, al tiempo que sus manos tanteaban la cinturilla de los shorts.
Morrigan sonrió con triunfo cuando hundió su mano entre la ropa del hombre y se apoderó de su hombría erguida. Adrian jadeó y dejó escapar un ronco murmullo, mordiéndose el labio inferior. Lentamente, Morrigan comenzó a masturbarlo, gozando con las expresiones faciales del hombre.
-¡Diablilla! – Bufó Adrian acercándose a Morrigan para besarla intensamente.
Fue un beso voraz, casi brutal. Las ganas de ambos apenas podían ser contenidas, pero su deseo de explorarse y disfrutarse al máximo era aún más grande. Ella continuó estimulándolo manualmente, entre tanto, los labios de Adrian succionaban el cuello de la joven. Morrigan suspiró y se apartó, descendiendo lentamente hasta que sus rodillas tocaron el piso de la habitación. Él bajó su mirada y arqueó las cejas dedicándole una mirada perversa.
-Creo que ya te sientes mejor - Sonrió Haggard - Iré a llamar a tu tío para decirle que llegaremos a casa a la hora de la cena, ¿estás de acuerdo?
El hombre no esperó respuesta, dio media vuelta dejándola sola en el gimnasio. Lentamente, Morrigan se puso de pie. ¡Estaba muy molesta! ¿Cómo se atrevía ese tipo? ¿Quién se creía que era para...? ¡Lo odiaba! ¡Detestaba con todas sus fuerzas a Adrian Haggard!
* * * * *
-¡Mi pequeña niña! - Exclamó Liam abrazando a Morrigan - Estás en casa, sana y salva - suspiró y le sujetó el rostro con ambas manos para besar su frente - Adrian hizo un excelente trabajo, en mejores manos no puedes estar.
-¡Ya tío! - Se quejó la chica - No es para tanto... ¡ya estoy aquí!
-Pero de no ser por él, ¡estarías muerta! - Bufó el hombre - Adrian me lo dijo todo...
Morrigan dirigió su mirada hacia Haggard, quién se encontraba de pie junto al umbral, observando, un tanto divertido, la escena de tío y sobrina. La chica lo miró con furia y desdén, sin embargo, no podía dejar de pensar en lo guapo que estaba.
-Iré a mi habitación - Comentó la joven - Iré a descansar antes de la cena - Suspiró
-¡Está bien! - Respondió Liam - Descansa y trata de quitarte esas marcas del cuello...
Morrigan lo miró con furia y salió corriendo de la sala para dirigirse a su habitación, ¡ese imbécil de Goodman! Iba a planear una venganza contra ese estúpido y Adrian iba a tener que ayudarle, ¡ya lo convencería! Al final de cuentas, el tipo ahora estaba a su servicio y tendría que obedecerla.
Liam y Adrian la vieron alejarse. Este último suspiró y se dejó caer sobre el sillón, recostándose en el respaldo. No había sido fácil deshacerse de Goodman ya que después que salieron del club, él y un par de tipos de mala calaña los estuvieron siguiendo durante un rato, por fortuna él era un piloto muy hábil y rápidamente pudo perderlos en la inmensidad de la Metrópoli. Pero tarde o temprano se volvería a encontrar con ese hijo de puta y ajustarían cuentas.
-Entonces, ¿no te dio problemas? - Preguntó Liam - ¿Se portó bien la niña?
-Ya no es una niña, Liam - Exclamó Adrian - Deja de tratarla como si lo fuera. Está madurando, pero con tu actitud, no la dejas; le solucionas la vida y debes dejarla actuar por sí misma, puede hacerlo, ¡es muy inteligente y capaz!
-Lo sé - Dijo Liam apesadumbrado - Pero no me puedo quitar su imagen de niña, para mí siempre lo va a ser - Suspiró - aunque tienes mucha razón en tus palabras, Jensen me lo decía muy a menudo. Sin embargo, desde la muerte de mi hermana, la he sobreprotegido. No quiero perderla, ¡Morrigan es lo único que me queda! Es mi más grande tesoro. Y si algo le pasara, ¡jamás me lo perdonaría! - Exclamó llevando sus manos a su rostro - Le prometí a Jensen y mi hermana que iba a cuidar muy bien de ella... ¡qué la cuidaría más que a mi vida!
-Y te comprendo en verdad - Murmuró Adrian - La has cuidado bien, creo que de eso no hay duda, pero también tienes que dejarla que se cuide a sí misma y que experimente los peligros y sepa cómo salir de ellos - Dijo el hombre - Morrigan cree que sus acciones jamás tendrán consecuencias y eso es porque tanto tú como su padre eso la hicieron ver - Suspiró - Por eso se toma las cosas a la ligera y, cuando ve que algo no sale cómo ella esperaba, se frustra y hace una rabieta... ¡es una chica muy caprichosa!
-Pero, ¿qué puedo hacer? - Preguntó Liam encogiéndose de hombros - ¡Es una niña!
-¡Ya no es una niña! - Gruñó Adrian - Tienes que dejarla enfrentarse sola al mundo, ¡tiene que aprender a ser una líder!
-Tú tendrás que ayudarme con eso - Murmuró Liam - Ahora ella está bajo tú cuidado.
-No me dejes a mí toda la responsabilidad - Respondió Adrian - Te ayudaré, pero tú tienes que poner de tu parte - Comentó - Y por cierto, ¿no notas demasiado silencio?
-¿A qué te refieres? - Preguntó Liam un poco extrañado.
-Respecto a Stella y su lagarto - Dijo y se puso de pie - No los he visto merodear por aquí, aunque supongo también que lo sucedido en ese club fue una treta de ellos dos.
-Es posible - Comentó Liam - Voy a mantenerlos vigilados - Sonrió - Ahora por favor, ve a ver si la niña no ha escapado.
Hggard rodó los ojos y dio media vuelta para echarse a andar por el corredor. Subió lentamente la escalinata caminando con lentitud, hasta detenerse frente a la puerta de la habitación de Morrigan. Estaba a punto de llamar, cuando escuchó que la chica cantaba. Decidió irse, ¡ella estaba ahí! Morrigan no había escapado y estaba seguro que no lo haría, sin embargo, accidentalmente empujó la puerta y esta cedió bajo su peso, abriéndose un poco.
-¿Qué no sabes tocar? - Respondió la joven mirándolo con molestia.
Morrigan se encontraba de pie junto a su cama. La chica vestía fino camisón de tul transparente en color rosa. Su cabello húmedo estaba envuelto en un turbante. Sin maquillaje, Morrigan parecía más joven de lo que era, su cara estaba llena de pequeñas pecas y tenía unas leves ojeras, pero aún así lucía hermosa.
-Estoy muy molesta contigo, ¿sabes? - Gruñó acercándose a Adrian.
-¿Y por qué? - Preguntó el hombre - La verdad no vine a discutir, sólo vine para cerciorarme que...
-¡No voy a escapar! - Dijo la chica cruzando los brazos - A diferencia de las otras veces, aprendí mi lección - Murmuró y se colocó frente a él.
Sin esos enormes tacones, Morrigan era muy bajita, la chica levantó su cabeza y se puso de puntillas para mirarlo a los ojos.
-Me alegra saber eso - Comentó Adrian y le dedicó una encantadora sonrisa - Voy a dejar que descanses.
Morrigan lo miró sonreír. ¡Joder! A pesar de sus dientes torcidos, su sonrisa era de esas que la hacían mojar las bragas. No había duda que Adrian Haggard era encantador, las arrugas que se formaban en su rostro al sonreír le daban un plus a su encanto, lejos de quitarle atractivo.
-¿No quieres saber por qué estoy molesta contigo? - Preguntó la joven moviéndose rápidamente y cerrando la puerta de la habitación, quedando aún más cerca de Adrian.
-Estás molesta porque tienes un guardaespaldas y...
La chica lo miró con los ojos entrecerrados, ¡ese tipo se estaba burlando de ella! Podía verlo en sus ojos y en esa sonrisa retorcida que ahora se había dibujado en sus apetitosos labios.
-¡No es por eso! - Bufó - Y tú lo sabes - Exclamó levantando las cejas.
-Si te refieres a lo que pasó hace unas horas - Respondió Adrian intentando mantener la calma ya que las manos de Morrigan le acariciaban la cara - ¡Olvídalo! No volverá a suceder, ¡lo prometo!
-¿Estás seguro? - Preguntó la joven estremeciéndose al imaginar el roce de esa barba incipiente sobre sus senos - Porque, ¡a mí sí me encantaría que sucediera! - Gimió y pegó su cuerpo al de Adrian, frotándose contra él - ¿No te parece excitante?
-No - Dijo Adrian con frialdad - A mí no me gusta jugar de esa manera, especialmente en mi trabajo - Exclamó el hombre - Yo no soy como los otros, niña, ¡ellos sí eran tus juguetes!
-¡Eres un idiota! - Bufó Morrigan y lo empujó.
-¿Idiota por tomar en serio mi trabajo? - Preguntó Adrian arqueando una ceja - Creo que deberías replantear bien tus conceptos y prioridades, Morrigan - Respondió el hombre - Tener en tus manos la vida y la seguridad de alguien es una gran responsabilidad que no debe tomarse a la ligera, ¡mucho menos por una calentura! - Gruñó - Tú eres una mujer inteligente, pero eres muy caprichosa y manipuladora - suspiró - No puedo negar tu evidente belleza, sensualidad y gran atractivo. Cualquiera caería rendido a tus pies, ¡pero yo no lo haré!
-Porque eres un gallina, acostumbrado a que te den órdenes - Dijo la joven con desprecio - Tienes miedo.
-No puedo traicionar la confianza que se me ha dado y no voy a hacer lo que tú quieres, Morrigan - Dijo y la miró a los ojos - Este capricho tuyo va a ser pasajero, en un par de días olvidarás todo esto - Murmuró y su tono de voz se hizo más serio - Además, también te recuerdo que tú tienes una responsabilidad muy grande - Bufó - Prometiste que estudiarías el cuerpo de tu padre para descubrir las verdaderas causas de su muerte - exclamó Adrian - ¿Has descubierto algo? - preguntó y la miró fijamente.
Morrigan se llevó las manos a la cabeza. ¡Lo había olvidado! Había dejado de lado esa prioridad sólo por cumplir sus caprichos. Tal como Adrian lo había dicho, ella había prometido descubrir la causa de la muerte de su padre y hasta el momento no había trabajado en nada. ¡Era una estúpida! Esa era su mayor prioridad hasta el momento, pero se estaba dejando llevar por el deseo y lo único que quería en ese momento era tener a Adrian entre sus piernas y sentir como su cuerpo se retorcía debajo del cuerpo del hombre.
La chica abrió la puerta y lo empujó para que saliera de su habitación. Tenía que arreglarse para dirigirse al laboratorio y comenzar a trabajar en lo que había prometido. Además se moría de vergüenza por haber olvidado esa importante tarea. Adrian tenía razón y ella tendría que replantear todas sus prioridades, dejando de lado sus necesidades.
-Dile a mi tío que no bajaré a cenar - murmuró la chica antes de cerrar la puerta en las narices del hombre.
Adrian sonrió y caminó despreocupadamente hasta su habitación. Esperaba que la chica pusiera manos a la obra, era necesario descubrir la verdadera causa de la muerte de Jensen.
* * * * *
Lucian caminaba de un lado a otro de la habitación. Llevaba más de diez intentos para comunicarse con el cyborg mercenario. Tristan Beckett era un sujeto muy solicitado y era posible que se negara a ayudarlos. Sin embargo, si él ofrecía una cantidad de metálico atractiva para el cyborg, quizá este accediera a trabajar para ellos. Conocía perfectamente la reputación del mercenario. Era un asesino a sangre fría y jamás se tentaba el corazón. No importaba si tenía frente a sus ojos a un niño o un anciano indefensos. Beckett cumplía la orden que se le indicaba, haciendo el trabajo sucio; por eso era muy solicitado en toda la galaxia. Hacía años que Lucian lo había contratado para que asesinara a quienes habían terminado con la vida de su familia. A quienes lo habían humillado, obligándolo a esconderse entre las sombras. Beckett había hecho un gran trabajo al torturarlos para después empalar sus cuerpos, así como el personaje de aquella leyenda terrícola de hacía varios eones.
El reptiliano lanzó un suspiro cuando escuchó una voz del otro lado de la línea. ¡Por fin su llamada había sido atendida!
-¿Ahora qué quieres, Lucian? - dijo una voz ronca que a la vez sonaba molesta - No haré nada de lo que me digas, ¡jamás pagas!
-¡No, no, no! - respondió Lucian - Está vez el trabajo no es para mí, pero que quede claro que si te pagué y con creces.
-Tardaste años en liquidar tu deuda - se quejó el cyborg - Ya no confió en ti, siempre mientes maldito reptil.
-Está vez será diferente - dijo Lucian - Ahora trabajo con una mujer poderosa y es para ella para quien quiero el favor.
-¡No te creo! - murmuró Beckett - Deja de molestarme, ¿quieres?
-¡Por favor, Tristan! - exclamó el reptiliano - Te pagaremos muy bien, ella ofrece mucho metálico o si prefieres la cantidad en electrónico, puede darte lo que quieras. - dijo Lucian - Ella es muy poderosa y no te negará nada.
-¿Y de quién estamos hablando? - preguntó el cyborg.
-De Stella Mayer, la viuda de Jensen Stone. - respondió Lucian - Pronto se leerá el testamento y estoy seguro que ella será quien herede la mitad de la fortuna Stone.
-Bien - murmuró Tristan - Nos veremos mañana, en el mismo sitio, a las diez. - dijo el cyborg - No me falles, ¿me escuchaste?
-Será como tú digas, Tristan. - gimió Lucian - Ahí estaremos. - dijo y la llamada terminó.
Lucian se frotó las manos, estaba hecho. Muy pronto sus problemas habrían terminado.
* * * * *
¡Por fin apareció este nuevo personaje! Tristan Beckett será quién le saque algunas canas verdes a Adrian y se convertirá en un molesto dolor de cabeza.
Ahora si va a comenzar la acción.
¿Qué les pareció el capítulo?
Pienso que Morrigan debe pensar con la cabeza fría y no dejarse llevar por su deseo. Esto puede traerle problemas. Ojalá ponga manos a la obra y descubra la causa de la muerte de su padre.
¿Hizo bien Adrian en rechazarla? ¿Ustedes que piensan?
No olviden dejar sus respuestas a estas interrogantes, así como sus votos y comentarios respecto al capítulo.
Muchas gracias por su apoyo.
Maria Decapitated
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