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Capítulo 2

Aiden siempre estuvo orgulloso de decir que a él nunca lo había rechazado un chico, principalmente porque jamás se confesó a nadie. Quizá si era masoquista y disfrutaba de los romances de amores no correspondidos. Enamorarse, fantasear y luego olvidarse poco a poco de ese amor, dejándole diluirse en el tiempo por no abonarlo.

"No soy gay, no voy a corresponderte, ni en un millón de años"

Aiden lo sabía, Nathan siempre demostró su gusto por las chicas al estar constantemente rodeado de ellas, disfrutando de su soltería. Solo tenía mala suerte fijándose en chicos heterosexuales, aunque tampoco ponía mucho esfuerzo en encontrar el amor de pareja. A veces pensaba en que estaba roto por no tener una desesperación acérrima por tener novio.

Al menos consiguió librarse de las insistencias de su amor platónico, aunque se le resquebrajó un poco el corazón, lo supo llevar durante las siguientes horas de clase, a la hora de almorzar... Eventualmente se olvidó cuando empezaron a chismear en el club de periodismo sobre las siguientes noticias a publicar. Nada mejor que una taza de café mientras se indignaba de la vida ajena.

La hora del café era uno de sus momentos favoritos en todo el día, siempre auspiciado por Max, el presidente.

Aiden describiría a Max como el sol de verano en medio de un incendio forestal en plena sequía. Su superpoder sería el arte de hablar con elocuencia en las exposiciones de historia y sonreír por horas sin aparente dolor en las mejillas.

Maximiliano era un adicto al café, beber al menos cinco tazas al día era hábito de todos los días. Sus lentes de marco negro se deslizaron por el puente de su nariz al inclinarse por uno de los pudines que compró en la cafetería, siendo Aiden el único que le ayudó a subirlos empujándolos con un dedo.

— ¿Alguna información importante para el día de hoy? — Max sorbió de la aditiva y caliente bebida, fingiendo no haberse quemado la lengua.

Aiden asintió, la sonrisa de orgullo resaltó en su rostro. Hizo el patrón en su celular y lleno de dicha le enseñó una foto del amor de su vida — Cheshire hoy me vio sin mucho desprecio, creo que al fin me quiere, ya avanzamos tanto en nuestra relación — se llevó la mano a la mejilla, completamente ido en su propia fantasía — Voy a intentar darle un abrazo —

Cheshire, era un gato negro, la única mascota de la casa Zahner. Aiden lo había adoptado hace unos cinco años tras encontrarlo herido un día de lluvia cuando cuidaba de su hermano menor en el parque. Su alma gemela, aunque era un sentimiento unilateral.

— ¿Alguna información importante para el día de hoy? — Maximillian repitió, ignorando por completo los disparates de Aiden, quien seguía ocupado murmurando sus planes.

El club de periodismo estaba conformado por Aiden, Max, un integrante secreto y dos de papel; la hermana del presidente y Rosemary, así que las reuniones no eran más que excusas para tomar café y chismear.

El intercambio de información acabó con las tazas vacías. El día fue fructífero únicamente por la colaboración del miembro X, quien les envió un correo con un borrador de rumores sobre las candidaturas del consejo estudiantil.

X era el guardián de su salón del café al que otros conocían como "club de periodismo", porque Aiden solo era el chico de las copias y Max la imagen frente a los profesores. En resumen, de tres integrantes, dos eran unos incompetentes. Lo sabían y no se acongojaban de sus propias debilidades.

Aiden no amaba u odiaba particularmente ningún clima. Bueno, aborrecía a la hoja que entre zarandeos del aire golpeó en su mejilla, las incrustadas entre sus cabellos no le molestaban. El frío le tenía tembloroso, con las manos en los bolsillos y los labios pálidos, el único color en su piel era el rojo en la punta de su nariz y un poco escarchado en sus mejillas.

Las personas habían empezado a olvidar la magia de los audífonos con cable, estos no se descargaban, así que funcionaban veinticuatro horas, los siete días de la semana, una pelea por sus enredos no iba a desanimarlo de utilizarlos. La voz del cantante sonaba melosa en una composición de ritmos pegajosos, y la letra repetitiva le tenía tarareando. La música ayudaba mucho a relajarse considerando el estruendo de la lluvia, los zapatos deportivos rechinando y el balón siendo rebotado de lado a lado por todo el gimnasio.

Aiden subió el cuello de su sudadera, escondiendo la barbilla, en un intento desesperado por esconder su rostro de las bajas temperaturas. Mantenerse en el último escalón de entrada del centro deportivo no había sido de sus mejores ideas, aunque tampoco es que Aiden pudiese presumir de tomar buenas decisiones de vida.

El sol llevaba oculto ya hace una hora bajo capas espesas de nubes, cúmulos grises cargados de agua que empezaron a llorar, sería una perfecta tarde, si tan solo estuviese en su casa, bajo cinco edredones, ignorando sus deberes estudiantiles mientras miraba alguna de sus series. Aiden aparte de no soportar el frío, era un friki de la animación japonesa, podía pasar el día entero devorando capítulos y capítulos hasta que los ojos le ardieran.

"¿Ya estás en casa?"

Mirar un solo mensaje era un martirio, sus dedos apenas se movían y golpearles con un endeble aliento no ayudaba a calentarse. Rosemary seguía ocupada en sus labores del consejo estudiantil, la reelección no sonaba tan bien cuando tenían que trabajar arduamente en frescas ideas con las cuales convencer el cuerpo estudiantil de darles de nuevo su voto de confianza, pero Rose era lista, ella lo solucionaría y él le llevaría a comer tacos de la esquina para celebrar.

"Sí. Empezaré a ver la tercera temporada de Overlord por los dos"

Mintió, seguía en la escuela, lloriqueando internamente, entre murmullos que la práctica de ese día acabase. Dio un respingo cuando le despojaron de su audífono derecho de un jalón, con el corazón alterado en latidos dolorosos se giró hacia el chico acuclillado a su lado.

— ¿Qué haces aquí, Zahner? — Sorprendentemente no sonaba cansado, su pecho no se movía de forma errática, y el sudor solo lograba pegar su melena castaña a su frente — No vas a ayudarme y yo no voy a corresponderte, creí que todo estaba claro —

Aiden asintió — Yo no voy a ayudarte, ni tú a corresponderme — repitió sin titubeos, sacándole de quicio por tercera vez en el día — pero vine a que me lleves a casa. Llueve, no traje paraguas y no estoy dispuesto a mojarme —

Una y van cuatro. Cualquiera de sus palabras era magia con la que elevar la molestia de Nathan.

— ¿Por qué no quieres mojarte?, ¿eres de azúcar y vas a derretirte? — Cuestionó alzando la ceja, su semblante no había cambiado, se mantuvo serio desde que vio al chico llegar a espiarlo en su entrenamiento vespertino. No era la primera vez en la que era acosado por muchas chicas, tenía experiencia, pero Aiden era especialmente irritante.

— No — negó confundido — Igual que todos debo estar entre el 70% al 60% compuesto de agua... Bueno, tengo un poco de sed así que quizá soy 59% justo ahorita — elevó su pulgar sonriendo de orgulloso por su "inteligente" respuesta — ¿Es que nada te da risa? Vaya vida aburrida la tuya, vas a vivir hasta los 30 años — lloriqueó dramáticamente sin moderar el volumen de su voz.

Desde el inicio habían llamado la atención, porque Nathan no sea acercaba a los chicos don nadie. Consciente de lo mucho que resaltaban, estuvo dispuesto a echarlo de una vez, pues en palabras simples; no soportaba su personalidad. Lo consideraba un idiota, sin embargo, ser brusco con él imposibilitaba sus oportunidades de hablar con Rosemary. Ella ni siquiera le dirigiría la palabra si se enteraba por boca de Aiden, lo malo de su trato con él.

— Eres insoportable, ¿te lo han dicho? —

— No — negó meciendo de lado a lado la cabeza, olvidándose un poco del frío porque el inmenso cuerpo de Nathan servía de muro contra los ataques de las gélidas ventiscas — es la primera vez, aunque supongo que Cheshire debe pensar lo mismo —

— ¿Quién es Ches... No importa, tú vida no me interesa — Lo más difícil de conversar con Aiden era seguirle el ritmo a su raciocinio — Sigo sin saber los beneficios de llevarte en mi auto hasta tu casa —

— Oh, depende de tu perspectiva. No te ayudaré, ya te dije, me gustas y no te ayudaré a salir con quien te gusta porque me dolería — confesó con total sinceridad, pedirle olvidar sus sentimientos sería absurdo, no le quedaba más remedio a enfrentar la realidad — sin embargo, si me llevas, le diré a Rose tu buen gesto, entonces le preguntaré qué piensa de ti, y yo te llamaré para chismear lo que dijo — se encogió de hombros sin dejar de lado su gracia al notar la seriedad con la que Nathan le miraba — ¿podría darte esperanza o desesperanza? —

— Te subes a mi auto, te doy un aventón y mi número... — Se levantó mirando de reojo al castaño aún sentado en el suelo, abrazando sus piernas — Yo consigo solo unas palabras. ¿No crees que eres muy descarado intentando manipularme? —

— No estoy intentando manipularte, estoy haciéndolo — dijo con una sonrisa de diversión en los labios, ansioso por la respuesta, pretendiendo no estar nervioso, aunque por dentro apretara su sudadera.

— Tomaré una ducha, si no me sigues el paso hasta mi auto no tendrás nada —

Restregando sus manos entre sí, luchaba por crear un poco de calor, inclinado hacia adelante, con el cinturón de seguridad apretando el lado derecho de su cuello, yacía inclinado cerca del ventilador, todo el cálido aire le golpeaba el rostro, provocando cierto alivio al cuerpo de Aiden, quien no sabía si debía estar tenso o relajado en el asiento del copiloto del auto de Nathan.

— Oye, ¿para qué es este botón? — Preguntó al picarle esperando alguna reacción. Cambió la estación de radio, haciendo al contrario suspirar.

— ¿Puedes por favor — remarcó, Aiden parecía un niño de cinco años lleno de curiosidad — dejar de tocar? Estoy a un botón más de arrojarte —

Aiden efusivamente alzó las manos y se recostó por completo al espaldar del asiento — De acuerdo, ya no toco... No veo, no respiro, soy una ameba — con cierta jocosidad en el tono de su voz, terminó por reír suavemente. Vaya día tan alocado había tenido, una confesión, un rechazo y un aventón a su hogar, estaba realmente satisfecho con la resolución de su pequeño amorío platónico.

Nathan seguía escéptico sobre la supuesta amistad entre Aiden y Rose, a cada segundo al lado del chico, su idea de ser solo un acto de caridad de la muchacha cobraba mayor sentido. Solo un demente podría entender del disparatado raciocinio de Aiden o quizá no toleraba su personalidad infantil y lo exageraba de forma imparcial.

— ¿Realmente eres su amigo? — Le cuestionó en un murmullo que Aiden alcanzó a oír, porque la música no llamaba su atención lo suficiente para ponerle interés.

— Lo soy. Rose y yo vivimos en el mismo vecindario desde niños, después de mis padres, es la persona con la que más he pasado mi vida — explicó sin dejar de mirar las ventanillas de calefacción — Jugamos juntos, crecimos juntos... y posiblemente moriremos juntos en un asilo, viendo el atardecer con una cerveza en la mano, tras hacer trampa en el póker por haber perdido en el bingo —

— Toda tu palabrería sentimentalista se fue a la basura con lo último —

Aiden sonrió, al menos podía tener una charla con su crush, pese a que éste se demostrase arisco — Lo último fue lo mejor, solo que tienes atrofiados los cachetes y por eso no te ríes —

— ¿Y qué?, ¿tú lo vas a lograr con tus chistes malos? — rodó los ojos en señal de fastidio. Contrario a lo que los demás pudiesen pensar de él, conducía a una velocidad prudente, menor al mínimo de velocidad por precaución de la llovizna — ¿Eres de esos soñadores que cree resolver todo con amor?, ¿me conquistarás y me cambiarás? —

Aiden se giró a verlo, apreció el perfil del chico, con dificultad contó el número de sus pestañas, midió el tamaño de sus labios, contabilizó sus parpadeos, se perdió en la luz de sus ojos e imaginó sus expresiones.

— Si necesitases ayuda especial por problemas internos, yo no puedo dártela, no soy un profesional — Nathan no reaccionó a su respuesta, siguió conduciendo sin siquiera darle una mirada de reojo — Además, me rechazaste, probablemente lloraré un poco, comeré helado, veré una película de romance y buscaré un nuevo amor —

— Primero me manipulas y, ¿ahora intentas darme lástima? — Se detuvo en el semáforo en rojo, giró su rostro hacia su acompañante, encontrándose con los ojos marrones de Aiden observarlo minuciosamente, como si intentase leer su alma.

— No, no intento darte lástima...— Se encogió de hombros, apretó sus labios temiendo ponerse a reír por culpa de los nervios, era mejor dejar de tentar a la suerte y acabar teniendo la lluvia como único abrigo. Si el cielo quería llorar con él su tristeza, prefería que lo hubiese hecho cuando ya estuviese en casa — ¿Siquiera podrías sentirla? Creí que era rutinario para ti rechazar algunas propuestas —

— No —

La conversación se detuvo, principalmente porque Aiden decidió ignorarlo y subirle el volumen a la radio al escuchar una pegajosa canción pop resonando en las bocinas del auto, siguiendo entre tarareos la letra, al no recordar más allá del coro. Los mensajes de Rosemary quejándose por tener mucho trabajo lo distrajeron hasta que el auto aparcó en la vereda de su casa en penumbras.

— ¿Qué?, ¿Vas a bajar de una vez o quieres que te lleve en brazos hasta la puerta? — Cuestionó al contrario al verlo encogido en su asiento, admirando la puerta de su vivienda. Su lentitud le hizo golpear con el dedo índice el volante, queriendo mantenerse relajado, pues tenía más pendientes en su día, y ninguno conllevaba en actos de caridad donde fungía como chofer.

— No, solo me preguntaba si era maleducado de mi parte no ofrecerte a pasar a beber café — se despojó del cinturón de seguridad y abrazó su propia mochila tras resguardar su celular.

— Zahner, no quiero café. Ahora vete —

Aiden asintió aún dudoso de sus modales, sus padres estarían decepcionados de él — Bien, te veo mañana... Ya que te da miedo darme tu número porque piensas que seré alguna clase de acosador. Te contaré el chisme en persona —

— Aunque te lo diera, te bloquearía enseguida —

Entonces Aiden estuvo de acuerdo con Nathan por primera vez, no necesitaba su número de celular, de todas maneras, sus interacciones acabarían al día siguiente. 

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