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Capítulo 17

Aiden nunca pensó que podría hacer frío en medio del calor. ¿La calefacción del auto estaba averiada? Parecía estar en una pompa de agua, sumergiéndose dolorosamente.

No todas las oportunidades eran buenas. Desgraciadamente, no podía vivir por siempre de arrepentimientos.

— Rose — deslizó su mano por el cinturón de seguridad, girándose hacia la chica atrapada en la lectura de un libro de historia — ¿puedo subirle a la música?, ¿quieres una canción especial? —

Ella hizo un ademán y un balbuceo, de completo desinterés, se sumergió en las páginas, sin responder con claridad.

— Deja a la cerebrito, no tiene tiempo de rodearse de mortales tontos — Nathan, quisquilloso por el actuar infantil de Rosemary por ignorarlos, se mantenía conduciendo por las transitadas calles de la mañana.

Aiden negó, rebuscando en los bolsillos de su campera, sacó un bombón de edición especial de tres sabores frutales.

— Solo se preocupa mucho por sus notas, es admirable — defendió a su amiga y su necesidad de esforzarse por ser la mejor. Aiden lo comprendía, aunque no lo compartía porque él no tenía un propósito fijo, más allá de conseguir empleo tras graduarse.

— Es obsesiva — renegó el contrario tras bufar.

— Lamento que tomar en serio mi futuro sea objeto de burlas para ti, no todos queremos ser unos inútiles mantenidos — Rose masculló, cerrando el libro bruscamente. No podía concentrarse, ni siquiera fingir que lo hacía.

— ¿Inútiles mantenidos? —

Aiden intervino al notar que la charla se estaba desviando a zonas peligrosas, más allá de sonar amistosas.

— No peleen, apenas son las seis. ¡Mejor coman dulces! — Tiró del empaque de su caramelo, deteniéndose con la penetrante mirada de Nathan sobre él. Aiden siempre maldijo los semáforos en rojo, esa mañana les aborreció el doble — ¿Lo quieres? Es mi tesoro, debes comerlo como si tuvieses un orgasmo —

— Dame — Nathan acercó su mano, llevándose consigo el bombón, echándoselo al bolsillo de su chaqueta — ¿Cómo se supone que un virgen como tú, sabe sobre la maravilla de los orgasmos? —

— ¡Si no te lo vas a comer, dámelo! — Chasqueó la lengua, enterró su pequeño botín más dentro de su bolsillo, temeroso de ser despojado de su fuente de vida — Además, soy un chico hormonal con acceso a Internet y una mano funcional. Lo demás no te lo imagines porque me daría repelús —

Rose se cubrió las orejas, enojada sin controlar su ceño fruncido, solo pudo quejarse del tema de conversación — Lo estás pudriendo, Hicks. Solo eres una mala influencia para mi pequeño Aiden —

— Estoy bastante seguro que es tu pequeño Aiden, es quien va tras de mí todo el tiempo — Contraargumento, sonriendo ladinamente cuando el susodicho no emitió palabras, fingiendo que la vista tras la ventana era mucho más interesante que la conversación en el interior del auto.

— Solo es por ese enamoramiento estúpido e ilógico que tiene por ti — medio aburrida por lo que consideraba una charla sin sentido, Rose apoyó su codo sobre su rodilla, descansando su barbilla en la palma de su mano, atrapando su tono de fastidio contra su piel — Volverá a la normalidad. Aiden es muy enamoradizo, pronto encontrara un nuevo foco —

Aiden, con el calor hasta en la punta de sus orejas, chilló al perder su fachada de calma e indiferencia — Podemos hablar de lo que en verdad importa. ¡Sí¡ ¡Mi bombón de edición limitada, devuélvemelo, Nate! —

— Si lo quieres de vuelta, búscame después —

— Si solo querías verme, debiste decirme, no robarme — Le guiñó el ojo de forma un tanto torpe y antinatural, tomando un tono más jocoso.

Nathan, solo negó levemente, aguantando el impulso de reírse por las ocurrencias de coqueteo de Aiden — Quiero curarte de tu adicción — contestó, genuinamente preocupado por su insana ingesta de azúcar.

— Me sorprende que quieras hacer algo inteligente — espetó Rosemary, sin girar a ver al par en los asientos delanteros ni una sola vez, Nathan se había encargado de estudiar los movimientos de la chica a través del espejo retrovisor.

Aiden no sabía si era mejor estar encerrado en el auto o caminar al lado de Nathaniel mientras éste llevaba a Rose en brazos, con un brazo bajo sus muslos y el otro en su cintura, manteniéndola contra él con firmeza. La forma en la que ella se acoplaba a masculino cuerpo, era perfecta.

Aiden solo era la mula de carga de la mochila de su mejor amiga, caminando a la par de ellos sin perderse, escondiendo bajo una pequeña sonrisa unos infundados celos, silenciando el cúmulo de envidia que apretaba su pecho.

Aiden nunca quiso ser otra persona, no hasta ese momento.

Su maravilloso día al lado de su mejor amiga, fue estruendosamente arruinado por el consejo estudiantil. Aiden no sabía quiénes eran peores: Rosemary por aceptar reunirse o los demás por querer una junta con una lesionada.

¿Tan inútiles eran sin ella?

Tal parecía que la respuesta era un gran sí. Tampoco podía juzgarlos, porque él era igual. La dependencia era jodida.

Su primera idea fue buscar una fugaz adopción en Cherrie, sin embargo, las porristas estaban en pleno ataque de estrés por la falta de uno de sus pilares, así que estaban exprimiendo el tiempo en armar una coreografía en donde Rosemary no fuese partícipe.

Con una bandeja con doble ración de espaguetis, dos sodas y un pedazo de pie, fue a buscar una cita romántica al salón del club de periodismo. Un poco de malabarismo, intentando no tirar nada al piso, luchando contra la gravedad y su falta de equilibrio, abrió la puerta, manteniendo los espaguetis en la charola, con el plato del postre en los fideos y las latas de soda en las axilas.

— ¡Max, ayúdame, el amor de mi vida está en peligro! — Lloriqueó al mirar al susodicho tecleando a mil palabras por segundo. Definitivamente era un superpoder, porque Aiden escribía como abuelita, mirando tecla a tecla, y fallando dos de cada tres.

Maximillian, con un pedazo de galleta en su boca, se giró a verlo un par de segundos antes de ignorarlo para volver a su monitor.

— ¡Max!, ¡Max Dagger! — Zahner insistió al dar un pequeño paso hacia adelante, batallando en una nueva guerra, cerrar la puerta.

— ¡Hurra, Aiden!, ¡Tú puedes, Aiden! — murmuró sin muchos ánimos, su par de orbes cafés sumergidos en un archivo de Word, ignorando que sus lentes se deslizaban por el puente de su nariz — Yo confío. Siempre confíe — dijo al sentir la presencia del más pequeño a su lado, provocando un estruendo al bajar la bandeja a su lado, haciéndole saltar hacia atrás con su portátil en las manos.

— ¡No necesitaba porras! — Aiden acomodó las latas y la comida en la mesa, tirando los materiales de Maximilian al suelo, papeles, fotografías y lapiceros causaron su propia música al golpear el suelo — Gracias por nada. Ahora, a comer —

— ¿Comer? Ya estoy comiendo — Espetó al apoyar su computadora en su regazo, dedicándole una furibunda mirada a Aiden cuando éste cerró su laptop, llevándosela por encima de su cabeza — ¿Sabes que eres un enano? Me pongo de pie y te la quito fácilmente—

— Sí, lo sé, pero sé que no lo harás — Guardó el ordenador en la primera gaveta del escritorio — porque comerás conmigo, comida de verdad y no galletas saladas — Aiden empujó la silla hacia el mueble, acomodando a un silencioso Maximilian — Por cierto, ya que te veo y no puedes dejarme en visto cuando estamos cara a cara — enterró su mano entre los dorados cabellos de su amigo — necesitas un corte de cabello —

— No, no necesito un corte — Max jaló uno de sus mechones, corroborando las puntas — Mi cabello está perfecto —

— No, no lo está — Aiden le dedicó una mirada de autosuficiencia, mofándose de él — Ya pedí cita, el sábado a las diez de la mañana, de nada —

— ¿De nuevo quieres que te acompañe a cortarte el cabello, y finges que yo también necesito uno para arrastrarme a ir contigo? — Hizo una pregunta cuya respuesta era evidente, sin embargo, el aroma que desprendían los calientes espaguetis le nublaba el enojo.

Aiden cargó una silla al lado de la de Max, sentándose juntos, dejó la bandeja en medio de ellos — Sí, sí lo es. Miriam estará también, creí que ella te gusta —

— Es linda — enredó los tallarines en su tenedor, estirándolos para empezar a comer — Pero no me provoca nada más — dijo con la boca llena. En la sala del club las reglas de educación eran bastante obviadas, por ello Aiden tenía los pies arriba de la silla — Decidí dejar de frustrarme por mi falta de interés en las personas —

El ambiente entre ellos era de absoluta confianza, originado por las horas de la tarde que se la pasaban juntos, encerrados en aquel salón.

Aiden le acomodó los lentes en el puente de su nariz, procesando sus palabras con lentitud — Está bien. Quizá es tardío, quizá algún día descubras que quieres tener una relación, hacer cursilerías y compartir tus fluidos... Y si no llega el momento, no pasa nada — se encogió de hombros — Nunca finjas ser quien no eres para agradar a los demás. Yo siempre te voy a aceptar —

— No necesito hacer cursilerías con extraños cuando ya me obligas a tenerlas contigo — dijo, pretendiendo que la comida era mucho más interesante que los ojos de Aiden — Gracias... Aunque ya lo sabía —

Aiden, él solo decidió ignorar el leve rubor en las mejillas de Maximillian, y la sonrisa en sus labios llenos de salsa de espaguetis.

— Por cierto, ¿por qué solo veo un pedazo de pie? — Cambió de tema drásticamente, queriendo alejarse del tono sentimental.

El castaño, a medio bocado se detuvo, tironeando sin disimular el platito hacia su lado — El presupuesto ya no alcanzó para más. Será piedra, papel o tijeras. Todo o nada —

Aiden perdió.

El final del día escolar no tardó en llegar entre nubes blancas, bordeando un cálido sol que estaba a horas de bajar su tonalidad, sombreando las columnas del pasillo hacia el gimnasio, bañaba de oscuridad a las personas pasando a través de ellas, Aiden era el único atravesando el corredor, siendo perseguido por su sombra, marcando pasos joviales al ritmo de la canción en sus audífonos.

Fingiendo no estarse congelando por el frío. Rosemary tenía razón, su suéter de lana no era suficiente para contrarrestar el frío, sin embargo, él tercamente le cedió su chaqueta, esperando ayudarle con sus dolencias.

El sabor del chicle perdía poco a poco el dulzón. Imposibilitado de decaerse por Dua lipa cantándole en el oído, obligándole a seguir la letra en tarareos. Avergonzándose por casi caerse al tropezar con sus propias pisadas, al ir distraído en el estribillo.

Se giró hacia atrás, exhalando ruidosamente de alivio con la mano en el pecho, corroborando que nadie le había visto hacer el ridículo. Obviando su pequeño percance, siguió en dirección a las puertas del gimnasio, adentrándose en el lugar, ignorando a los basquetbolistas que salían de la instalación en pequeños grupos, charlando y riendo entre ellos. Traspasó las zonas principales para entrar a los vestidores.

Aiden, cuidadosamente se quitó el audífono derecho, bajándole el volumen a la nueva canción — Oye, Nate vine por mi... — Sus ojos subieron del celular en su bolsillo hacia al frente. La vista le hizo atragantarse con su saliva, casi consumiendo la goma de mascar en el proceso — ¡¡Pervertido!!, ¡¡Degenerado, cochino!! — Chilló en medio de su ataque de tos, manteniendo los ojos cerrados, con el bochorno atacando sus mejillas, encendiéndolas en rojo fuego.

Nathaniel, secándose las gotas de agua que acariciaban la piel de su torso, mientras un par más se seguían desprendiendo de la punta de su cabello era todo un espectáculo. La húmeda piel desnuda, siendo apetecible, provocando una sed que Aiden no necesitaba tener, no referente a un amigo.

— ¿Pervertido? En realidad, soy la víctima — él, en contraparte, no tenía ningún pudor en cuanto a la desnudez, por ello no le tomó importancia a la repentina presencia de Aiden, quien a tiendas llegó a un banquillo — ¿Podrías solo abrir los ojos? —

— ¡No!, definitivamente no... Soy un pobre chico virgen y hormonal. No voy a jugar con fuego, soy estúpido, pero no tan estúpido — entreabriendo los ojos consiguió sentarse en el suelo, en el espacio entre dos casilleros separados. Abrazó su mochila contra él, acercó sus piernas hacia su torso, sintiéndose mucho más seguro en su rincón — Solo vine por mi bombón de edición especial —

Nathaniel rodó los ojos entre negaciones por la actitud de Aiden, no entendía su escándalo, aunque no por ello le causaba menos gracia los nervios con los que se aferraba a su mochila.

— Me lo comí. No era para tanto —

— ¡¿Te lo comiste?! — Refunfuñó con un tono más agudo al fruncir el ceño, mucho más calmado de la idea de estar frente a un Nathaniel semidesnudo.

— Me lo regalaste, no puedes quejarte de ello — dándole la espalda al chico, rebuscó en su casillero sus pertenencias. Tras ponerse una camiseta, le dio un golpecito con sus zapatos a las suelas de los de Aiden, llamando su atención — ya puedes mirar, princesa —

— No soy una princesa, soy un chico decente — se defendió al abrir los ojos, adecuando su vista a la iluminación del lugar, percibiendo el golpe de la luz blanca en sus orbes — Si tuvieses desnuda a la chica que te gusta delante de ti, hasta tú te pondrías nervioso, no eres de piedra —

Tras un segundo de contemplación, Nathaniel asintió — Definitivamente no tendría una reacción como la tuya —

Aiden bufó, actuar nervioso no era su culpa, su cuerpo reaccionaba sin que él pudiese oponerse — Cambiando de tema. ¿Por qué Rose te odia tanto?, ¿mataste a su cachorro o robaste su tarea? Aquí en confianza, es una mierda estar entre ustedes, me asfixian — admitió en medio de un estremecimiento por culpa de los recuerdos.

— Tengo algunas ideas, pero no las voy a compartir contigo, princesa — se vistió con una chaqueta negra, acomodando cada pliego con cuidado — Lo hablaré con ella cuando deje de gruñirme por respirar —

Lejos de sentirse ofendido, Aiden estaba pensativo sobre la chaqueta deportiva de Nathaniel. Aún con las pulsaciones golpeando su garganta, se animó a hablar.

— ¿Me la prestas? — señaló dentro del casillero — Le di la mía a Rose porque tenía mucho frío y ahora sufro las consecuencias de mi bondad —

Nathaniel se giró hacia él, enarcando una ceja — Tú te llevas el mérito con Rosemary y yo solo limpio tu desastre —

— Básicamente, sí. Solo lo hice porque confío en que tu corazón no dejaría a un pobre chico tonto morirse de frío, cuando tú puedes salvarlo — unió sus manos como si rezase una plegaria, esperando ansioso por la respuesta de Nate.

— Lo dejaría morir de frío, no me importa... En especial porque intenta manipularte para usar mi chaqueta y quedar como un caballero frente a una chica —

Aiden alzó las manos en medio de una corta risa, apenado de su propia insolencia y mala suerte — Me declaro culpable de todos los cargos. Dios no puede negar que no lo intente — se acalló tras ser golpeado por una cálida tela, tragándose sus palabras. La chaqueta de tonos rojos, blancos y mayormente negros se deslizó por su cabeza, hasta caer sobre su mochila, provocándole una gran y grata sonrisa.

— Funcionó. Te doy el mérito de ser medianamente gracioso, chico listo — Nathan le indicó con un movimiento de cabeza que le siguiera afuera, era tiempo de ir a casa.

La tela era suave al tacto, perfectamente abrigadora, tanto que podría arropar cálidamente su corazón. 

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