Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 14

— Oh, despertó, pensé que moriría de hambre — Una voz femenina rebotaba entre las paredes de su habitación, se notaba algo somnolienta.

— No sabe cocinar, no va a salvarte — aquel reniego provenía de un susurro mucho más ronco, profundo, rasposo por la falta de agua — No sonrías tan torpemente, tu salvador necesita ser salvado —

— ¡Dah, no puedo quemar el cereal! —

Quejándose por la discusión de esas voces, Aiden se defendió, rascándose con sus dedos los párpados, terminando de despertar. Notando los expresivos orbes de la pelinegra en su cama, viéndolo desde arriba.

De cabeza a ella, Aiden esbozó una sonrisa, cálida igual que el sol de verano, provocando una respuesta similar en la muchacha.

— Buenos días, Aiden. Tengo hambre, ¿qué hay de desayunar? Escuchamos ruido afuera — Saludó, plenamente consciente de sí misma y su actuar, no parecía que ayer ni se sostenía por sus propias fuerzas, y el chico la había llevado en su espalda.

— Buenos días Cherrie, ¿no tienes resaca? — Cuestionó, contento de verla mejor. Se quedó quieto, tenso, cuando un cuerpo debajo de él se movió, igual a un robot descompuesto y sin aceite, apoyó el peso de su torso sobre sus codos, alzándose un poco, admirando sus piernas encima del estómago y los muslos de Nathan — Olvide decirlo, tengo mal dormir, lo siento —

— Me di cuenta, mi cuerpo se dio cuenta, eres un tornado hasta durmiendo — respondió Nathan con la voz entorpecida por el insistente paso de sus manos sobre su rostro — Te lo dije, se parecen a sus amos — miró con recelo al felino enrollado aplastando su pecho, parecía un peluche afelpado, ciertamente la colcha no le hizo falta, no cuando el humano y el minino se encargaron de estar encima de él durante toda la noche.

— Sí, lo siento, no volverá a pasar — dio una voltereta en el suelo, logrando quedar de rodillas en el suelo, con la camisa un poco levantada, enseñando parte de su espalda y su vientre — Cheshire te adora, debe ser la fase de la luna de miel, ya se le pasará —

— Vaya niñita dramática estás hecho, Nathan — Cherrie rodó los ojos, sentándose al borde de la cama, estirando su arrugado vestido — Me prestas ropa, Aiden... ¿Sí? Sí, gracias — se levantó, pasando de puntillas entre la improvisada cama, deshaciéndose del vestido, dejándolo en el cesto de la ropa sucia, haciendo a Aiden desviar su atención de inmediato hacia sus manos, no queriendo ver su piel expuesta.

Era pudoroso, fácilmente se avergonzaba, de ello nacía el sutil rubor en sus pómulos.

— Adelante — Aiden murmuró, más por cortesía, porque la muchacha ya se había sumergido en su armario, robándole mudadas, con confianza cuestionable, aunque al chico realmente no le importaba — Con la que te sientas más cómoda, puedo conseguirte ropa interior nueva, si gustas —

— Meh — se encogió de hombros, consiguiendo ropa lo suficientemente llamativa para ella — andaré sin ella, tranquilo —

Aiden no respondió, realmente no serviría de nada porque Cherrie iba a su propio ritmo y él no sabía cómo seguirla. Le indicó la puerta del sanitario y se quedó en silencio junto a Nathan y su gato, gato que recibía unas matutinas caricias de parte de su crush. "Ojalá ser Cheshire", aquel pensamiento celoso avergonzó al muchacho.

— ¿Algo especial que desees desayunar? Mis padres debieron irse, y Roy debe estar en casa de mi tita, estamos solos — Sentado cómodamente en el suelo, recostando la espalda a la cama, abrazando sus muslos con sus brazos, Aiden admiraba a Nathan, acostado en la alfombra, usando uno de sus manos como almohada.

— ¿Pasas la mayor parte del tiempo solo? — Los ronroneos y la desesperación del felino, rogando porque no detuviese sus caricias sobre su cabeza, eran adorables.

Negó. La vista de la mañana era preciosa. Los pocos rayos colándose por las cortinas, pegaban en estelas difusas a Nathan, quien yacía medio cubierto por sus sábanas, enterrando sus dedos en el cuello de Cheshire, con una pequeña sonrisa, muy imperceptible, casi ausente, aunque inesperadamente tranquila.

Su cabello desarreglado, sus labios resecos, el sereno ritmo de su pecho ante sus pausadas respiraciones, la forma atrayente en la que sus orbes verdes le apreciaban a través de sus espesas y curvilíneas pestañas, le atontó más que el reciente sueño del que acababa de despertar. Hermoso, por ello Aiden comprendió su amor por los hombres. Simplemente su mente se llenó de connotaciones cuyos significados solo enaltecían la belleza del chico a su lado, primero se le acabarían las palabras al diccionario, antes de poder terminar de describirlo.

¿A qué sabrían sus besos? Apretó los suyos, recordándose la verdad, Nathan era intocable, al menos para él.

— Tengo a Cheshire, aunque parezca odiarme el 99% del tiempo, es mi fiel compañero —

Si pudiera estirar su mano, podría tocar su rostro, al menos un suave roce. Supo de su egoísmo, Aiden se asustó de sus pensamientos, del aturdimiento al que fue tragado, se golpeó las mejillas con las palmas de la mano, enrojeciendo la piel, ardía, pero era mejor que caer en provocaciones tontas de su corazón.

— ¡Bien! Haré un desayuno delicioso — Se animó, ignorando las ganas de lloriquear por el dolor en sus cachetes, los gruñidos de su hijo por el susto y la mirada confusa de Nathan sobre él.

Al final, Nathan acabó cocinando para los tres, porque los otros dos eran más estorbo que ayuda.

Aiden nunca estaba solo.

Ni siquiera al ir al baño, porque Cheshire solía rodear la puerta, arañando y gruñendo, exigiendo de una forma autoritaria su comida, agua o juguete, cual fuese su necesidad primaria.

Si no giraba alrededor de Rosemary, alegrando su día con su presencia, estaba tras Nathan saludándole con risas dulces y sonrisas bobaliconas, cayendo en inevitables conversaciones con el mejor amigo de su crush, Erza.

Gran parte de la tarde se escondía en el salón del club de periodismo, chismorreando con Maximillian. Juzgando la vida de los demás, deteniendo los impulsos del rubio por arruinar alguna vida, y catando su mano mágica para hacer café. El de Nathan era bueno. El de Max era exquisito, unas ligas diferentes, las competencias divinas. Aunque él era el único que lo sabía.

La segunda persona más constante de sus amistades, era Cherrie, con quien lentamente empezó a compartir periodos esporádicos del día, incluso llegando a marcharse con ella a su casa, con la excusa de hacer tareas juntos antes de las sesiones de zumba, porque la suma de un bobo y una boba, daban bobos al cuadrado. Terminaban haciendo todo, menos tareas.

Si Aiden tuviese que hacer una escala de sus relaciones humanas a lo largo de esos días, serían: Rosemary, Cherrie, Maximillian, Nathan, y Ezra.

Pero esa tarde, esa fría tarde llena de nubes grises, pomposas, cargadas de agua, avisando de un gran diluvio, batiendo el aire de lado a lado sin delicadeza, sirviendo de escenario a enigmáticos, feroces e imponentes haces de luz rompiendo el aire, Aiden estaba solo.

Curiosamente todos sus amigos estaban ocupados en sus propios intereses, intereses en los que Aiden no formaba parte de la ecuación.

Nunca fue dependiente de la compañía, por ello él tenía sus propios planes. Una ducha caliente, una chocolatada acompañada de los pudines de prueba de su padre, una manta sobre su regazo, Cheshire a los pies de la cama y la primera temporada de Dr. Stone... Olvidar las tareas para ver una serie de anime siempre era tentador.

La pompa de chicle fuera de su boca, explotó. Con los audífonos en sus oídos, sonando la discografía de Harry Styles, las correas de su mochila bien ajustadas, y el caliente abrigo de su sudadera, dio el primer paso fuera del portón... Y regresó otros tres cuando alguien palmeó su brazo.

Todo su jugueteó unilateral de sentirse inalcanzable, siendo partícipe de un videoclip donde le rompían el corazón, se esfumó junto a su auricular derecho cayendo lejos. Dos muchachas, notablemente nerviosas por la forma insegura al acercarse a él, interrumpieron su gran momento.

— ¿Sí? — Sonrió, confuso por la presencia de unas desconocidas. ¿Era una confesión de amor? Nunca practicó como rechazar personas, entró en pánico por las miles de teorías rondando en su mente — ¿Qué se les ofrece... ehm? —

— Sofía — la pelinegra se señaló a sí misma— y Dalia — presentó a su compañera, con firmeza. Espalda recta, mentón alzado y labios fruncidos, buscaba transmitir una calma a la que Aiden era ajeno.

— ¿Qué se les ofrece, Sofía y Dalia? — Repitió con el mismo tono cortés, pausando su lista de reproducción y guardando sus audífonos muy al fondo de los bolsillos de su campera.

— Escuchamos que eres amigo de Nathan, necesitamos hablar con él — Sofía siguió al mando de la transmisión del mensaje, porque la pequeña castaña aferrada a ella, se notaba incómoda.

— ¡Ah! — Aiden asintió, burlón — ¿Ah? — Frunció el ceño cuando su cerebro no entendió la correlación entre las ecuaciones — Debe estar entrenando en el gimnasio. Tendrán un juego importante la próxima semana, así que salen muy tarde —

— Estamos juntos en un trabajo grupal de ciencias, debemos reunirnos y hacer una buena tarea, o la profesora nos reprobará a los tres — Sofía insistió, jaloneando a Dalia para que emitiese al menos un monosílabo.

Ellos ni siquiera eran amigos, solo eran parte de la mentira de Maximillian, un cuento con el que aumentar el interés en su periódico de chismes. Mentir mil veces no lo haría real, ¿o sí?

Aiden bien podría ignorarlas, no era su problema, sin embargo, sus defectos eran el ser chismoso, entrometido, las mujeres y los animales peludos. Quizá tenía más de una imperfección. Además, les entendía, acercarse a Nathan era difícil.

Así acabó en el gimnasio con sus planes arruinados, al lado de ambas chicas, gustoso por tener una excusa con la cual molestar a Nathan un rato.

— Te tronarán, degollarán, aplastarán, partirán, destrozarán, humillarán, escupirán — Enumerando con los dedos de sus manos, Aiden buscaba palabras de intimidación, esperando convencer a Nathan de ser responsable — retorcerán... —

— No entiendo, ¿estamos hablando de la clase de ciencias o de sexo sadomasoquista? — Nathan le cuestionó, secando un par de gotas atrapadas en las puntas de su castaño cabello, ignorando la interrupción de Aiden en el vestuario del equipo de baloncesto.

— Si lo pones así... No lo sé, ¿quizá? Ahora estoy confundido — Admitió, sosteniendo su mirada en el chico, como si en el brillo del par de orbes verdes fuese a encontrar la respuesta. Acabó encogiéndose de hombros — No seas malo con esas chicas, al menos se esforzaron por buscar al idiota que se olvidó de hacer el trabajo. Rose ya te hubiese botado —

— ¿A quién van a botar? — Ezra, acomodándose las mangas de la chaqueta del equipo de básquet, se acercó a ellos, curioso de su conversación.

— ¡Erza! — Aiden sonrió enérgicamente, animado al saber que tendría refuerzos — Nate debe hacer una tarea de ciencias o lo colgarán — hizo una mueca con su mano pasando cerca de su garganta, emulando la falta de aire — y está dándole más trabajo a un par de chicas, ¿no es muy cruel? —

Erza le lanzó una mirada fugaz, antes de regresar su atención al intruso — No te preocupes, Nathan irá, hará su parte —

— ¿Lo haré? — Inquirió el susodicho, no muy contento por la imposición de su mejor amigo.

— Lo harás — Ezra reafirmó antes de sacar el celular del bolsillo de su pantalón — Debo ir por Emily a la guardería, espero no tener más quejas sobre ti, Nathan — advirtió en un tono casi paternal, no al nivel de un regaño, pero si con aires de cierta tiranía.

— ¡Lo harás! — Aiden celebró, esperando ansioso a que Nathan lo siguiera. Tironeando de las correas de su mochila, caminó delante de ambos chicos, abandonando los vestidores del equipo de baloncesto.

Aiden casi parecía trotar, saltar y correr al mismo tiempo, procurando llevar dos pasos por delante de Erza y Nathan, estirando las piernas, cayendo con la gracia de una pluma y retomando con rapidez el siguiente paso.

— ¿Puedes dejar de ser un conejo saltarín, por favor? — Nathan sonaba pasivo-agresivo, cuestionando el nivel de energías del cantarín muchachito, receloso de la felicidad que desprendía a casa segundo, ignorante del peligro de un suelo resbaloso por culpa de la humedad del clima.

— No, gracias. Si me detengo ustedes podrían dejarme atrás, es una desventaja ser tan bajito— resopló sin aliento, asustándose cuando fue abruptamente detenido por el agarre en su mochila, retrocediendo tres pasos hasta impactar contra el torso de Nathan, percibiendo de golpe el aroma del shampoo encapsulado entre sus hebras — ¡Oye!, ¿quieres que muera de un ataque al corazón? — refunfuñó tras fruncir sus labios, alzando su cabeza para chocar miradas con esos preciosos ojos. Intentando esconder los nervios por la cercanía.

Era injusto lo insensible de su actuar, ignorando las revoluciones con las que sacudía a su pobre e iluso corazón. El calor desprendido del cuerpo ajeno, prácticamente le invitaba a esconderse en él, prometiendo una vida sin necesidades.

Nathan ya lo sabía, Aiden era aterradoramente pequeño y poco pesado, de un tirón lo había acercado hacia él. Frágil, igual que las flores — No. Solo no quiero que te hagas un esguince, porque tendría que cargarte —

El castaño solo rodó los ojos, sacando bandera blanca al elevar sus manos en rendición, aceptando la modestia del par de amigos por adecuar sus pasos al ritmo de los suyos.

— ¿Qué tal el entrenamiento?, ¿van a ganar? — Retomando el liderazgo de la charla, se deshizo de los molestos pensamientos con una sacudida de cabeza — Solo si ganan podría darles un regalo. Los regalos siempre animan a esforzarse —

Erza le respondió con una sonrisa y cálidas palabras — No hace falta, venir a apoyarnos es suficiente para subirnos la moral —

— ¿El regalo puede ser una cita con Rosemary? — Dando un aspecto de aburrimiento, con las manos en los bolsillos, Nathan era la antítesis de Erza.

— Dije regalo, no milagro, sé que riman, pero no es lo mismo — Aiden refutó, agradecido al ver al par de chicas esperando por ellos muy cerca de las amplias puertas del gimnasio, viéndose libre de escapar de una nefasta charla y la posibilidad de retomar sus planes de la tarde.

Ezra al lado de Nathan, desplazado del eje principal de la conversación, se decantó por observar el intercambio de palabras, llegando a una conclusión tras sentirse la tercera rueda — Ustedes, realmente se llevan muy bien —

Nathan solo le dedicó una escueta mirada, y Aiden se preocupó por llamar a Sofía y Daila, estirando las manos muy alto, dando brinquitos, como si fuese imposible darse cuenta de su presencia cuando sus voces viajaban en eco y la distancia era mínima.

— Yo cumplí mi misión — Aiden se pavoneó con aires de orgullo, acomodándose sus audífonos, ignorando las miradas de preocupación y los gritos silenciosos de auxilio de ambas muchachas al estar frente a dos miembros del equipo de baloncesto — Buena suerte en su trabajo. Erza ten cuidado de camino a casa. Cuídense, amigos míos —

Por segunda vez consecutiva fue jalado de su mochila, abruptamente detenido, privado de su libertad. Uno de sus auriculares salió volando, meciéndose de lado a lado, dejando escapar la música al aire. Se encontró frente a frente con aquel rostro, está vez, irritándose por la brusquedad de Nathan.

— ¿A dónde crees que vas? — Sostuvo al más bajito con posesividad, ignorando el jaloneo de su parte, buscando liberarse de él.

— Yo no creo, yo voy a mi casa — dejó de poner resistencia cuando el cálido aliento de Nathan pegó en su oído, haciéndole pararse derecho, olvidando como respirar, Nathan era un idiota aprovechado. Junto al detenimiento de sus latidos y las cosquillas en su oreja, un sonrojo mucho más evidente maquilló sus mejillas.

— ¿Crees que ellas van a sobrevivir solas conmigo? Pareciera que están a punto de orinarse encima — se mofó, contándole en un ronco murmullo un cruel secreto.

— Te odio por hacerme sentir lástima y culpa — susurró entre dientes, manteniendo una sonrisa cuecha, muy temblorosa.

— Tú te metiste solito —

Unánimemente, la reunión del equipo terminó siendo en su casa. Habitación llena, más proyecto de ciencia, no era igual a ver anime bajo las sábanas de su cama. Ni siquiera Cheshire quiso estar a su lado, no cuando orbitaba alrededor de Nathan. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro