Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12

— Espero sea rápido —

La voz de Maximillian se ahogaba entre el ruido del motor de su motocicleta. Cada tonada se perdía por el casco de protección, haciendo a Aiden asentir, con la esperanza de no haber dicho sí a una pregunta extraña, porque después de preguntar dos veces, le daba pena pedir que lo hiciera una tercera vez.

La primera parada del viaje sería corta.

A sabiendas de la soledad de la muchacha, empezó a rebuscar piedras entre la grama del jardín delantero, ganándose una que otra frase de reproché por parte de Max al ser tan romántico-dramático.

— Si no me ayudarás, no opines — refunfuñó al hacer malabares por la caja bajo su brazo izquierdo, mientras apuntaba cuidadosamente a la ventana de la habitación de Rose — Solo intento tener un gesto lindo —

— Yo testificaré a favor de ella cuando rompas el cristal, solo digo — decidido a acelerar el proceso, usó la bocina de su moto, provocando que la última piedrecita de Aiden cayese dentro de la habitación de la chica, pues Rose abrió su ventana evidentemente furibunda por ser molestada a esa hora de la noche.

— ¿Max?, ¿Aiden?, ¿qué hacen aquí? Creí que tenían una importante salida — Miró al par de chicos en su entrada principal, sin ánimos de bajar los escalones para recibirlos, les cuestionó con una mirada. Primero, el motivo de su presencia y segundo, por qué Maximillian llevaba a Aiden. Vestida únicamente con un pijama rojo de estampados de sandías, se negaba a enseñar un lamentable aspecto, en especial al menor de los Dagger.

— ¡¡Rose!! — Vociferó contento, ignorando la mueca de enfado en los labios rosas de su amiga — Conseguí que Max me diese un aventón — explicó, leyendo perfectamente las palabras no dichas por ella. Sostuvo la caja con ambas manos tras posarla sobre su cabeza — y como pasamos por aquí, pensé en traerte un regalo. ¡Son chocolates!, podrían ayudarte a mantenerte despierta. ¡Aprobarás todo!, ¡Tú puedes! —

— ¿No es un trato muy injusto? — Con la mano en la barbilla, Max debatía el pasado consigo mismo — A ella le traes chocolates, y a mí solo me pasas regañando. ¿Por qué tanta desigualdad?, ¿Eres machista?, a mí también me gustan las flores y los chocolates —

— Rose está trabajando duro por su promedio para la Universidad, tú solo quieres chismorrear sobre la vida de otros — Aiden se defendió, sintiéndose insultado por las acusaciones de su compañero de club y amigo, amigo que no podía definir como tal porque seguramente le llevaría la contraria.

— ¿Qué dices?, claro que es importante para mi carrera — Enaltecido, se expresó con orgullo de su labor en el periódico escolar.

— No hay licenciatura en chismología, lamentablemente —

— Sí, sí hay, se llama periodismo —

Apoyando la frente en la caja resguardada en sus manos, suspiró — Discúlpate con los periodistas — exigió en un tono de pena — Recuerda la práctica, todas las boberías solo dímelas a mí, jamás las compartas con nadie más —

— ¿Terminaron? — Rose inquirió al presenciar la pequeña discusión ridícula de los dos muchachos. Sopló un par de mechones que cayeron por su frente, desde la moña en la que ataba sus cabellos. El aire gélido del exterior se entremezclaba con el cálido de su habitación, provocando una combinación un tanto desagradable — Debo volver a los apuntes, los libros, los vídeos... El estudio —

— Sí. Sí, acabamos... La caja te la dejaré en la entrada — Ignorando los intentos de Max por hacerle enojar, dejó la caja sobre la alfombra frente a la puerta principal — ¡Buena suerte, Rose! — se despidió de su amiga agitando los brazos, hasta que Max lo jaloneó de la capucha de su chaqueta para poder marcharse.

— Te veré aquí a las una, ni un minuto más, ni un minuto menos, o entenderé que quieres quedarte —

Con aquella advertencia en la mente, apenas procesándola a través del estruendo de la música resonando en sus oídos, haciéndole achinar los ojos, mirando fijamente los labios de Maximillian, intentando leerlos... Fue abandonado en plena entrada.

Aiden no se había colado, la mismísima Cherrie le dio un pase. Ahora estaba solo, buscando como arrastrarse a la cocina, queriendo una confiable bebida obtenida bajo su supervisión, porque sus padres se encargaron de reprenderlo por dos horas, en una especie de charla de preparación para una fiesta.

Batalló entre las personas amontonadas en la simulada pista de baile en el salón, llegando a caerse en uno de los sillones de cuero, mientras le rezaba a Dios que nadie fuese a chocar contra el plasma en la pared. La casa era aterradoramente de puras paredes blancas, invitando a la luz y la paz a recorrer los pasillos. Imaginarse limpiando el desastre al día siguiente, le ponía nervioso, en especial porque no sabría quitar las manchas de fluidos desconocidos de su tapete. Una que otra luz de color impactó en su ojo, haciéndole rascarse los parpados con efusividad, cuidando de no botar el mueble en una esquina con un sin número de fotos familiares.

El ambiente le llevó a comprender que las fiestas no eran su estilo, pese a degustar una lata de soda, corroboró lo obvio... Ir solo, no era tan divertido. No guardó más que añoranza, sentado en el taburete del desayunador, apoyando su mejilla en el puño de su mano, preguntándose si sería detestable robarse el frutero de plástico de la familia de Cameron.

— Los bananos no iniciarán una charla contigo, aunque los desgastes viéndolas —

Nathaniel se sentó a su lado, dejando la lata de cerveza barata sobre el desayunador, mientras se acomodaba las mangas de su chaqueta café, asegurándose de no haberse mojado al sacar su bebida desde lo profundo de la hielera.

— ¿Cómo lo sabes? Yo podría ser el primero del mundo en conversar con una fruta de plástico — Aiden siguió sus movimientos con el rabillo de su ojo, se reacomodó en la silla, para calmar el golpeteo de su corazón cuando sus brazos se rozaron por la cercanía.

— ¿Por qué tienes un afán en llevarme la contraria? — Su tono era un poco más ronco de lo habitual, enigmáticamente profundo, casi confidencial porque se aseguraba de hablar muy cerca de su oído, como una forma de sobreponerse al ruido de los demás — ¿Cuántos defectos quieres sumarte? —

— Disculpe, no sabía que hablaba con Don Perfecto — renegó al tomar valor para tener contacto visual — Aunque yo sé que te agrado. Voluntariamente viniste a hablar conmigo, entonces tú debes ser ¿Don perfecto masoquista? —

Nathan alzó la lata, al echarse hacia atrás con cuidado de no hacer tambalear el taburete, mofándose con una risa chueca — Me dio pesar verte solo, es un acto de caridad —

— Que caritativo eres — bufó al acompañar el trago de Nathan con su jugo. Estiró su mano hacia él, pidiéndole — ¿Entonces caritativamente me darías dinero para comprarle juguetes a mi gatito? —

— Definitivamente, ese gato necesita hacer ejercicio — aun molestando al chico, se levantó de la silla con el único propósito de sacar su billetera del bolsillo trasero, sacando un par de billetes.

Aiden no dudó en tomarlos y guardarlos en el bolsillo de su pantalón— Gracias por el regalo... Sabes que no te voy a regresar el dinero, ¿verdad? Los obsequios no se devuelven — dijo de forma cantarina, sintiéndose triunfante.

— Puedo aceptar está derrota — encogiéndose de hombros, Nathan se dejó caer en el asiento, tomando el último trago de su lata. Siendo interrumpido por Aiden de ir por otra

Le sujetó del brazo, aunque por los nervios su agarre se hizo más endeble, su pulgar e índice apenas sostenían la tela, procurando no rozar su cuerpo — Si vas a conducir, no deberías tomar... Responsabilidad básica de conductores — más que un consejo parecía una petición, su tono estaba lleno de preocupación por el contrario, quien se dejó jalar de nuevo a su lugar.

— ¿Sabes conducir? —

Desconfiado, empezó a divagar en su respuesta. — Sí, más o menos, quizá... define: Conducir —

Nathan descolgó las llaves de uno de los cargadores de su pantalón, dándoselas a Aiden sin siquiera prestarle atención.

—¡No tengo licencia! — Gritó en pánico por las atribuciones que Nathan se tomó por sí solo — ¡Vamos a morir!, ¡daremos tres vueltas en el aire!, ¡veremos nuestra vida pasar frente... — detuvo su ataque de histeria al verle con la comisura de los labios levemente estirados, en una mofa contenida — a nuestros ojos — murmuró — Sí, sí ríete de mí, pero adivina, ¿quién depende de mí para irse porque se quedó sin llaves?, ¡Exacto, tú! —

— Adivina, ¿quién depende de mí para irse a casa porque si él condujera todos moriríamos? — Con las cejas alzadas en una actitud de alarde, volvió a sentarse en el taburete.

— Max va a ir a dejarme, gané — cruzado de brazos, sosteniendo las llaves en su mano, se negó a perder.

— ¿Estás seguro? — Le cuestionó, manteniendo fijamente la mirada hacia él, poniéndole nervioso.

Tras un largo silencio, Aiden se sentó y a regañadientes habló, culpando de su desgracia, a su compañero — Es un empate, lo reconozco — guardó las llaves en uno de los bolsillos interiores de su chaqueta y se llevó el último trago de su jugo a la boca — Entonces, ¿por qué estás solo? Supuse que estarías con Ezra, una chica, el grupo de deportistas o todos juntos como un sándwich —

— Ezra no vino, se quedó a cuidar de su hermanita. Mi consejero de amor me prohibió acercarme a las chicas y los deportistas están jodiendo demasiado — respondió al robarle la lata vacía de refresco, desde su perspectiva, los jugos artificiales eran desagradables — ¿Por qué siempre que te veo estás comiendo? —

— Soy un glotón sin miedo a sufrir diabetes — se encogió de hombros, aceptando que, de ir a buscar más bebidas, podría perder esa oportunidad de oro de compartir un momento en completa tranquilidad con su crush — Mi fantasía sexual es que Rosemary se gradué como la mejor abogada, entre a una prestigiosa firma y me mantenga —

En ese instante, el mundo parecía reducirse a ellos, a ellos y unos pocos cómodos taburetes de madera que le tenían magullado el culo. No todo podía ser perfecto.

Nathan solo miró aquella deslumbrante sonrisa fanfarrona, como si en verdad creyese sus propias tonterías, suspiró concibiendo lo infantil de Aiden, y prefirió sacarle un poco de información — Hablando de Rose, ¿dónde está ella? —

— En pijamas en su habitación, intentando entender el pensamiento de señores que se aburrían mucho, mientras come chocolates — efusivamente se levantó de su asiento aceptando la mayor derrota de todas: Los golpes de realidad, comprendiendo que la verdad se interpuso ante la magia, aceptó su inevitable final — ¿Vamos por algo de beber?, hablar me dio sed. Además, eres la única persona a la que le hablo, por lo tanto, me pegaré a ti como una garrapata, un parásito, un... —

— ¡Encontré al fugitivo! —

Ambos chicos giraron hacia la estruendosa voz grave junto a ellos. Aiden se tambaleó hacia adelante, cuando un regordete brazo se posó sobre su cuello, atrayéndolo a Dove, el mariscal de campo del equipo de fútbol americano de la escuela, quien lo zarandeó de lado a lado sin consideraciones, en medio de una escandalosa risa.

— Nathan, por qué te escondes con el minion de Rosemary, ¿te aburriste de las chicas?, porque borracho no estás — Dove intercaló miradas entre ellos, estrujando a Aiden enterrado en su cuerpo, sin perder esa sonrisa bobalicona y el alto volumen de su voz al hablar. Nunca había sido de los más resistentes al alcohol, prácticamente se embriagaba solo con el aroma.

Aiden, encorvado, con las piernas tensas al sostener su peso y parte del de Dove, renegó entre dientes — En este momento me estaría riendo por mi apodo, de no ser porque ¡Tengo a Manny, el mamut subido a mi espalda! —

Dove, sin soltarlo, se rió a carcajadas — Me gusta este chico, hay que llevarlo a beber con nosotros —

Nathan entre mil pensamientos en su cabeza, solo suspiró. Su dulce paz se había extinguido, rodeando los ojos, siguió al par a regañadientes.

— No gracias, no tomo alcohol — Aiden declinó la oferta, aunque el grandulón le ignoró y empezó a arrastrarlo fuera de la cocina — Manny manito, ¿me estás escuchando? — golpeó reiteradamente el brazo del corpulento muchacho con la palma de su mano.

— Dove — su tono no sonaba amistoso, su expresión de enfado no fue indiferente, sus ojos no contaban felicidad por ser interrumpido en su momento de paz — el chico te ha dicho que lo sueltes, suéltalo — Definitivamente, Nathan no compartía esa alegría del ambiente.

Dove se deshizo del agarre en Aiden, su manzana de Adán se agitó con el paso pesado de su saliva a través de su garganta, riendo un poco incómodo, de forma metódica y nerviosa, alzó las manos — Tranquilo, Hicks... No te enojes, no volveré a molestar a tu novia —

— Sigue en lo tuyo — le indicó con un movimiento de cabeza, señalando a las animadas personas en los sillones, gritando mientras se divertían en algún juego.

Dove balbuceó unas palabras que se perdieron entre el ruido de alrededor, antes de marcharse por donde vino, dejándolos tranquilos.

— Aterrador — Aiden alargó las vocales de la palabra, en tanto se acomodaba la ropa — ¿Eres algún mafioso o algo así? Casi se caga en los pantalones — señaló con el dedo al chico a sus espaldas — No sabía que tenías reputación de violento, ¿necesitas terapia?, porque yo no soy el indicado —

— Necesito un horrible jugo de naranja artificial — rodó los ojos, pidiéndole sin palabras que le siguiera de regreso a la cocina.

Aiden, tras soltar un suspiro, fue tras el chico, preguntándose si había ganado la lotería. Quizá era una ilusión, miel dulce para probar, pero nunca comer hasta hartarse, de cualquier forma, aunque herido, siempre iba a ir para ilusionarse solito. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro