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🎨Epílogo.

Once años antes.

Se frotó la sien, aún siseando de dolor metiendo los dedos entre las vendas, curioso de lo que pudiera hayarse en su propia cabeza, entre sus cabellos.

Agradecía que le hubieran llevado al hospital a toda prisa. La sangre había comenzado a brotar de manera alarmante de su cráneo, y para un chico de su edad, una pérdida de sangre así podría haber sido muy peligrosa.

Solo podía agradecer al cielo de que él estaba bien. Estaba deseando de ver a Daichi para decirle que no se preocupase. Que estaba bien y que no importaba ese balonazo que le había dado en la cabeza en el entrenamiento de volley.

Aún si se había desmayado, y su cráneo se había agrietado un poco no había ocurrido nada grave. De hecho, el golpe contra el suelo al desmayarse fue peor que el de la bola de volley.

Sin embargo había algo que estremecía a Sugawara y que le mantenía nervioso y tembloroso en la sala de espera del médico que iba a enviarle a casa a descansar después de dos días en el hospital.

Su corazón se saltó un latido cuando la megafonía del hospital llamó a alguien a su consulta.
Sin embargo suspiró aún más nervioso cuando comprobó que no era si turno.

"Señorita (T/n) Aoibara a Oftalmología"

Suga sólo tenía que estar pendiente de que dijeran su nombre y "Traumatología".
Se apretó un poco más las vendas de su cabeza.
Cuando por fin dijeron su nombre, Suga se levantó temblando a temperatura ambiente de su asiento y pasó a la consulta de médico.

Una mirada esperanzada y aterrada se hizo presente en sus ojos cuando por fin estuvo a solas con el doctor y hubo cerrado la puerta.
La mirada amarga y lastimera del médico hizo que su corazón cayese en picado.

––¿Hoy te vas a a casa, no?

––Sí.

––¿Estás contento? –Suga sacó una sonrisa aún si no le apetecía demasiado sonreír.

––¡Claro!

Se hizo un silencio sepulcral en la sala. Entonces el doctor le ofreció asiento.

––¿Te lo explico?

––... Sí.

––El tuyo es un caso adquirido. Hay personas que nacen con esta patología, pero son muy pocas. Y otras que se les causa debido a un golpe, como te ha ocurrido a ti.

Suga comenzó a arrancarse con las uñas la piel de sus pulgares, alcazando carne tierna interior que ya comenzaba a dolerle debido a los nervios y al frío invisible que hacía que sus músculos temblasen aún cuando era verano.

––¿Cómo se llama lo que tengo?

El médico suspiró. No quería decirle esto. En la universidad no le preparaban a uno de esta manera para darle una noticia así a un niño de trece años recién cumplidos.

––Acromatopsia adquirida.

––¿Y... tiene cura?

Se miraron a los ojos.
Todo era gris.
Y siempre sería gris.

––No.

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