🥀 Capítulo 63 | Sueños Rotos
VINCENT
—Estoy arrepentido... respecto a la discusión del martes.
—Usted no estaba enterado.
—¿Siquiera volverás?
—En su momento.
No estaba seguro de llevar a Stanley conmigo.
No estuve a su lado el tiempo que invertí en Meindert... Y no se trataba de culpabilidad, sino considerar a la persona que sí demostró cuidarlo. Stanley había hecho un vínculo con MG, tan estrecho, que cualquier cambio podría afectarlo... Estaba más que contento en la mansión, la cuál acabó convirtiendo en su habitad y patio de juegos.
No soy capaz de intervenir en aquella felicidad.
Mientras subían el equipaje, tuve la necesidad de despedir al mar. Bajé hasta el muelle para anunciarle que volveríamos a vernos, que la sorpresa llegan cuando menos se esperan... Que lástima provoca venir sin Meindert. A primera hora, y con este espléndido sol, estaría bajo la sombrilla haciendo simples garabatos o rabietas porque no aprobó el examen de Español.
Reprobado por milésima ocasión.
Triste la vida sin su compañía... No me cabe, no puedo imaginar que el contenido sean sus cenizas... Prefería salir corriendo y buscarlo en cualquier hospital o callejuela... En brazos de otro... A Meindert se lo llevaron al crematorio... Meindert sigue entre nosotros... Mandrú decía lo mismo cuando se refería a la caja. Cuando había dudas de ella.
Y no había duda de la lástima que sentí hacía Jeff cuando se opuso al cinturón, pero merecido por empujarme al suelo... MG una tunda por el abuelo Hernán, si viviera, por intervenir sin consultar el conflicto. Por llamarnos "animales." Bien sabe que esa palabra suena terrible en nuestra hermandad... Entre los huérfanos y carentes de hogar.
Tal vez encuentre humano a Stanley, si lo diferencia con nosotros.
¿Lo tiene cerca por esta razón?
Recuerdo mi impaciencia por regresar a Stanley Park y lo mucho que me adapté a vivir en la cabaña... Inventar excusas que hicieran larga nuestro reencuentro... Convidar la mitad de mi dinero y privilegios... Recuerdo la espera por una mísera reconciliación... El brote de aquel rosal... La resignación, las paces con la muerte.
En mi cabeza no cabía algún otro conflicto y abandoné la estancia... Me fui a enrollar en la cama. No quería ver a nadie o escuchar. Tampoco pensar. Llorar... Tuve necesidad de embarcarme a Francia, contarle lo sucedido... Realizar ese deseo... Pero debe esperar, ya que no me encuentro en forma y figura... Edmond no merece este dolor.
Se lo haré saber cuando halle claridad con mis emociones.
Terminé perdiendo la noción del tiempo, sumido en una profunda oscuridad... Nadando entre pesadillas y desvelos... En plena madrugada me visitó una silueta y en su mano llevaba la luz de una vela. Me tocaba la pantorrilla, con intención de inquietarme, y a veces, sentado al costado del colchón.
Entendí que, dormido u despierto, no iba desaparecer la sombra... Las pisadas... El aire tibio que susurraba a mi oído... Se escondía, jugando de esa forma cruel e invisible, y dentro de su recámara, encerrado el murmullo de su voz... Negué a buscarlo, abrirme las heridas con ausencia, pero necesitaba comprobar que nada era lo que habitaba ahí.
La ventana estaba abierta en par y la radio encendida, para ello, decido interpretar "Caruso" de Luciano Pavarotti, una melodía triste con una historia desgarradora, un último alarido... Exige que toque para él... Y que me perdone los otros días, pues me hallaba desconcertado y fuera de lugar... Su muerte fue tan repentina como mi amputación.
Éramos flores, sin imaginar que Meindert era el que cada día se marchitaba, el que moría con cada segundo... Quién lo hubiera creído. Se le vió desanimado, más de una vez por falta de vitaminas, pero la verdad era todavía sombría... Recuerdo que hablaba sin tapujos, miramiento, pero de un tiempo a otro dejó de expresarlo, decayendo en la agonía silenciosa.
Tantos hermanos... y le fue imposible abrirse en una conversación.
Tuve esperanza al regresar a Stanley... Cuando nos vimos de nuevo y fuimos escalamos adversidades, hasta conseguir la bandera del perdón... El amor fue ese trofeo... Sigue difícil comprender que no está presente en cuerpo, sino en memorias, en aquel rastro de perfume... Me hubiera gustado que tal ausencia fuera motivo de libertad.
Que más quisiera huber marchado a Suiza, esperando por su venida.
Sin temor a vernos juntos.
Intercambiar un beso.
Hablarnos de amor.
Magno soltaría una grandísima carcajada seguida de otras más... o se iría a tragar su propia cólera con vino... Con justa razón pasaríamos a estar muertos ante sus ojos. A Edmond igual por apoyar nuestra barbaridad e ideas descomunales... De él nadie se burla, aunque siendo cercanos, quizás permita la excepción.
Y si no bien recuerdo, mi odio se debe a algo todavía mayor... Meindert siempre tuvo curiosidad por el paradero de Lars van Bakker, alias "Candyman." Soltó sus puntos de vista y posibles sospechas.... todo por escrito en el cuaderno. Las palabras de Frederick Cross respecto a la amistad de Lars y, después, el desprecio que sentía al verlo sin rastro de vejez.
Lo culpaba de convertirle en un monstruo... ¿A qué se refiere?
Esta confesión me trajo conmoción.
Traicionado por aquel que se escondía entre nosotros.
He vuelto a Vancouver... con los sueños destrozados.
Preguntas sin respuesta.
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