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📘 Capítulo 42 | En La Inmensidad



MEINDERT





Ocupé el sillón para dormir, sin importar peros.

Su conversación histérica fue lo que me sirvió de arrullo.

Antes había programado el despertador.

7:00 am.

A la hora indicada, lo encuentro desesperado y de cuclillas con la cabeza bajo la cama. Comía ansias por encontrar a "Stan."

—¿Stanley es..?

—Mi hijo gatuno de cuatro meses.

¡La sombra!

Cojo de inmediato la lámpara. De la cama corre a los muebles. De un salto rompe el jarrón. Rasga la cortina y derrama orines sobre la alfombra.

—Menos mal que corre por cuenta de Magno —Me suelta un rasguño cuando quiero pescarlo. Con una toalla le sorprendo y preso lo meto dentro de la jaula. La persecución ha sido un éxito —¡Cuatro meses! Es bueno que seas un padre responsable, después de todo.

—¿Alcohol en la herida?

—No, no es para tanto —digo chupándome el meñique y consultando el reloj—... Y andemos con prisa.

En realidad no era un viaje para dos, sino de dieciocho. Llegamos al aeropuerto en una fila de seis autos. En silencio, Vincent buscaba explicación, pero no quedaba tiempo para ello. M ya nos esperaba dentro para indicarnos la señal de salida.

Creo que esta vez será estupenda, pues ocupamos los asientos de primera clase. M iba junto a V. Ahora sí podría de tirón matar las dudas. A mi lado estaba Mago, con otro ataque de ansiedad. Mal común entre algunos de nosotros.

Lo tomé de la mano, pidiendo que cerrara los ojos. Tuve que leerle lo primero que llevaba a mano, poesías. El gesto de sufrimiento desapareció, dando lugar a una sonrisa. La asistencia ha sido un logro.

—¿Puedo decirte algo?

—Lo que gustes.

—Estás enamorado.

—Te juro que el libro no es mío.

Se posiciona para dormir una siesta.

Parece no convencido.

¡¿Enamorado?!

Después de seis horas, maldiciendo para mis adentros, llegamos a Barcelona. Otros vehículos nos esperaban para nuestro destino final. Pensamos, porque yo no tenía idea de los pormenores. Quizás iríamos al hotel o a una casa por el centro, pero nos dirigíamos con dirección al mar.

¿Será la mansión dónde crecimos y volvíamos siempre derrotados?

¡No cabíamos de la sorpresa cuando la vimos de frente!

El portón eléctrico abre paso.

La mansión acababa de pasar por su quinta remodelación, explicó Magno, y claro, sin desaparecer el tono clásico. Caminamos hacia la puerta admirados de la diversidad, los colores de las flores en el jardín... El esfuerzo de Otto y Northon seguía vivo, cuando creían muerto.

La sala y el comedor lucían paredes de cristal, donde se observaba la inmensidad del mar... Toda esa comodidad se perdió cuando Vincent sostuvo amarme. Ardimos en montón a causa de una chispa por error. Reinó la desconfianza, pues M es impulsivo y no lo piensa dos veces.

En la mesa una bienvenida nos aguardaba. Bebimos vino. Vincent agua. A Magno se le sentía apacible... ¿Diferente? ¿Hipócrita? Retiró la orden de silencio sobre la mesa. Difícil de asimilar. Repitió que no se trataba de una vil broma.

—¿Ninguno quiere tomar la palabra?

—Agradecemos la oportunidad —le respondí sin temor, al levantarme del asiento— y tenga por hecho que será la vencida.

—No, hijos míos, quién ha fallado soy yo, por haber dudado de todos ustedes... ¿Y qué esperan para desayunar? ¡El banquete ha sido preparado en su honor!

Con el pañuelo iba secándose las lágrimas. A simple vista era un ser vulnerable, suave, sin embargo, de un rato a otro podría volver al porte altivo y exigente. Solo estaba dejándose llevar por el momento, porque se trataba de un día especial.

Las personas nunca cambian. Al tratarse de Magno se puede esperar mucho. En cada error nos aumentaba diez años. Nada de mesada y navidad si no cumplíamos sus expectativas. Pelear en contra suya significa acabar molido a palos con ese bastón... Habitar con él conlleva riesgo.

Al parecer empiezo a extrañar Vancouver.

Se tuvo la creencia que en esta mansión vivía una "segunda" familia. Al no visitarnos con frecuencia teníamos la duda de que hubiera otra mujer e hijos en su vida, pero era equívoco. En la pared estaban las fotografías en blanco y negro. Todo en su lugar, tal como lo dejamos.

Vincent sugirió guardarlas en otra habitación para su conservación y colgar nuevas, a color. Los tiempos cambian y en pleno 2008 es muy anticuado. Ya lo imagino con su cámara detrás de todos, buscando el ángulo perfecto. La captura de nuestra esencia.

Yo con una caja en la cabeza.

Ya satisfechos del estómago, MG colocó a la hermandad al sitio que más le gustaba, dejándonos en espera a Mandrú y a mí. Él sabía que nada nos importaba, amenos que fuese la biblioteca. Éramos como ratones en una y ahí fue donde empecé a darme cuenta de mi pasatiempo.

Mandrú había descubierto los bocetos en los libros. No quería que lo hiciera más... Aunque no se resistió a pedirme sobre Julieta Capuleto y demás personajes femeninos.

Las puertas se abrieron en par.

Ya extrañaba el aroma del lugar. El escritorio... Era inesperado que en la pared colgaran mis primeros dibujos... ¿Será que MG me ha reconocido? ¿Todavía guarda el retrato suyo que le hice? ¿Y el de su esposa Luz?

Preguntas que después iré resolviendo en el transcurso... Mientras, tomaré un descanso en la butaca e iré pensando en los pros o contras de haber llegado hasta aquí.

No me interesa si Vincent protestó en todo el viaje o yo renunciado al anillo.

La familia es primero.







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