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🎻 Capítulo 41 | Con Orgullo y Sin Prejuicios



VINCENT





Después de leer esto, te ruego que no te muevas del hotel.

Es importante lo que debo decirte.

Encontré el recado pegado a la tetera. Siempre aquello importante era para replicar, excusarse, señalar los errores... Con solo escribir "lo lamento" basta que medio sermón. Es cruel vernos a la cara y encima rememorar intimidades.

Nadie es para decirme lo que debo hacer.

Nada nos ata ni destruye.

¿Importante?

Sí, se refiere a hablar sobre nuestro encuentro, y es que no tiene vergüenza. Las condiciones fueron claras en un principio; la ocasión era pasajera, con mostrar afecto no se compone el pasado... Sería mi venganza que le haya agradado el juego cuando fue su prioridad cortarme las alas en cada oportunidad.

Así mismo intentó destruir el puente que nos conduce al mismo camino.

No hubo fuego ni cenizas.

Es momento de exigir respeto. Golpear a la mesa sin necesidad de sangre. Exponer que solo mi gato ha de ser dueño de mis ojos, que en su compañía deseo pasar mis días... Tampoco voy a negar los tiempos mejores que compartimos, pero los últimos tampoco son de menor importancia.

Stanley ha llegado para fortalecerme.

Desespera encontrar turistas cerca de la valla, pues por ello la hermandad se mantiene en vigila. Yo también cuido el perfil entre la multitud. Por un descuido la llave del candado perdí. Al caer el atardecer voy a trepar... pero la maleza en este punto es alta y espinoza. Observo que la seguridad ha sido reforzada con alambre.

¿Podré convencer a papá de su libertad?

Un "psst" captura mi atención. Con esperanza volteo hacia los árboles. Nadie. Tal vez sea la señora quién llama a su perro. Tarde es cuando me percato que no estoy solo, a pesar de la distancia, sino asido del hombro por un desconocido. Le oprimo el brazo y amenazo con herir su rostro en la reja. Entre jadeos asegura ser Northon.

No le creo hasta que veo el anillo en el dedo.

¿Cómo iba a reconocerlo?

He llegado a tener pesadillas con las gorras y sudaderas.

—No puedo culpar a tan buenos reflejos —admite con sorpresa. Es incómodo porque no quedamos en buen término cuando Meindert desapareció —. Vayamos al otro extremo del parque antes que nos acusen por alterar el orden público.

Disimulamos. Apresuro mis pasos. Veía el camino, ignorando lo demás. Northon me alcanza. Comenta lo rápido que soy. Tuve desconfianza en aquel cambio de actitud, pero su semblante era suave, nada falso. De sus labios entreabiertos palabras ansiaban salir... La mano estrechó.

Así como Margarito, nos reconciliamos. La hermandad está por encima del orgullo. Ahora era momento de abrirme, darle a conocer mi sentimiento. La razón porque estuve en Suiza por varios años. No todo giraba alrededor de mi enfermedad, la cuál jamás iba a ser curado, pero si libre. Ahora entiendo que existen mil maneras para serlo.

Lo soy cuando escucho música y leo antes de dormir. Era muy desgraciado pensando que la liberación es cosa de excesos y trasnochadas... Siempre he lidiado con guardar el secreto, es más, ya es fácil de cargar... pero surge cuando la paso en soledad. La vivía evadiendo y al mismo tiempo haciéndome daño.

¿Qué importa saber quiénes ya no estarán después?

—Es imposible que sea tu culpa cuándo el cuaderno es suyo... Justo acaba él de esclarecer ese problema.

—No cabe duda que el cuaderno le pertenece, pero estoy hablando de mí, siendo sincero como nunca... Quiero dejar caer la vergüenza, empezando por ti, dar a conocer esta parte desconocida... ¿Comprendes lo difícil que es confesarme mientras te veo a la cara?

—Siempre te he mirado de la misma manera.

—Tienes miedo de herirme por la promesa que preservamos. ¡Escupe!

—Lo que acabas de confirmar no hará cambio entre nosotros, aunque te deshagas del anillo y te despojes del sombrero, Vincent. ¿Ya no recuerdas? Las adversidades nos fueron juntando a un mismo bando... Sé que estoy sonando extraño, pero, fuera de sentimentalismos, jamás podría juzgarte. El respeto ante todo.

—Costumbre es.

—¡Pues que buena costumbre la de haberte conocido! Mejor que la del ocio y el tabaco... Ya dejen de referirse a si mismo como el peor de los venenos. ¿Alguna otra cosa que pueda ofrecerte?

—Noticias.

—El perímetro va seguro. Revisa el buzón cada quince días. Vuelve tranquilo a la zona de confort, sin mirar atrás.

—¿Son indicaciones?

—Vamos, dame el brazo, enséñame la dirección, y sin poner resistencia.

Y así es como volví a sentirme niño regañado por un adulto.

🍂🍁🍁🍁🍂


El recordatorio mostraba estar a un día del vuelo.

Había perdido miedo a la marcha del reloj.

Ahora yo era el impaciente.

¡Tarda demasiado en volver!

Necesito un trabajo para olvidar que estuve en aprietos, algo que hacer antes de sucumbir.

Mi vida ya no tiene azúcar, consistencia, ahora con la enfermedad es todavía más amarga. No tengo porqué esconderme, solo que aún nadie me ha correspondido.

Ojalá mi padre baje la guardia y me permita conocer otro tipo de personas.

—Un momento —Tocan el timbre.

—Soy yo, Meindert —Pongo resistencia —. Es de mala educación ignorar a las visitas.

—Pues no tengo más opción que dejarte hablar, antes de ocurrir otra "sorpresa."

—Nuestro gran estimado lo sabe desde la mañana.

—¡¿Lo sabe?!

—Pregúntale cuando lo veas.

—¿Y a qué se debe aquello "importante."

—El viaje a Suiza ha pospuesto.

—¡Tuvo que hablar primero conmigo!

—No tiene caso porque de todos modos nos vamos a Europa.

—¡Deja de hablar en plural!







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