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📘 Capítulo 18 | Verdad


  MEINDERT





Vincent como autoridad resulta extraño.

Si antes estaba cansado de las reglas y restricciones, ahora se le añadía un peso más. Cuánto añoro el día en que pueda salir de casa a buscar aventuras, suspenso, acción, drama... o trabajo, bien pagado para no pasar hambre. El frasco de pastillas seguía a la mitad, seduciéndome a dormir para siempre. Prometiendo despertar en un lugar sin preocupaciones.

Sentía una especie de abandono. ¿Por qué todos quieren estar a lado de Vincent? Escuchar sus viajes era aburrido. Monótono. Ya sabía yo que nos trataba de comprar con regalos, como suele hacer Magno todas las navidades. Para sentirse menos culpable. A causa de esto, nunca más usaré la libreta o la radio. Yo no suelo venderme.

Jugué con un balón, viejo y poco desinflado, para no escuchar sus risas. Compartía pared con la habitación de a lado... pero azoté tan fuerte que llame su atención. Esa no era la atención que en verdad buscaba. Northon, a solas, indicó que fuera a la oficina del hermano aguafiestas... o eso creí escuchar.

¿Por qué todo conspira contra mí?

De mala gana me presento. Aún no comienza a dar clases. Ruego para que acabe de una vez su sermón. Era la primera vez que entro a su oficina. Seguro es grave. Todo por culpa de Vincent y los juguetes...

—¿Qué te sucede últimamente?

—¿Hay algo malo conmigo?

—Las preguntas las digo yo.

Está bien.

—¿Por qué ese cambio repentino de emociones? Hace rato que no te presentas a las charlas de Vincent... Una plática con él te vendrá de maravilla.

—No estoy seguro.

—¿Por qué?

—Porque todo es culpa de...

—¿Quién o qué cosa? Mírame a los ojos.

—Vincent.

—Ya veo, tienes celos.

—No, no es lo que pretendo decir, sino...

—Lo has dicho y estás en tu derecho, pero tampoco seas infantil.

—No soy un niño.

—Vincent se ha esforzado tanto para llegar hasta aquí, sin berrinches e infantilismo... Gracias por responder con sinceridad, querido hermano. ¿Alguna queja?

—Todo era normal antes de su llegada.

—En eso te equivocas —En la mesa desdobla un papel —. ¿Te es familiar?

—No.

—¡Qué coincidencia! Justo abajo tiene tu firma. ¿Por qué no miras con más atención?

Mandrú sabía leer nuestro comportamiento. ¡Estaba perdido! Quedarme en silencio le daba puntos extras.

—En serio quiero ayudar.

—¿Hay algo mal en ese dibujo?

—¿Te parece fabuloso lo que pasó Vincent por culpa de esa preferencia?

—Es un boceto común y corriente.

—¡Con tu cara! Dime a qué juegas y te dejaré en paz.

—Estoy aquí por un balón.

—Si quieres, nos quedamos aquí otros 10 años hasta que sueltes la verdad.

—¿Y qué gano con eso?

—Confianza.

—¿Creés que soy homosexual?

—¿Y quién me asegura que dentro de veinte años mantendrás el secreto?

—¿Quién te ha dado ese maldito dibujo?

—Vincent, pensando en enseñarme tu talento, pero yo no tengo una pizca de tonto.

Salí tan enojado que no me importó empujar a mis hermanos, recién llegados para recibir lecciones. Estaba desesperado, avergonzado, dolido... Con violencia empujo los muebles de la habitación. Todos son testigos del desorden. No quería de esa forma llamar su atención. Escapo al árbol más lejano. Voy fumando incontables cigarrillos. Una tras otro.

Temblaba de ira, con pensar en que Vincent regresó para vengar el pasado. Fui estúpido por confiarle...

Las pastillas prometen despertarme en un lugar sin preocupaciones.

Una tos espantosa y ajena me hizo volver a tierra.

—Hace días que les he ordenado deshacerse de la nicotina —Era Vincent, acompañado de sus estúpidas reglas.

—Sé que me aborreces.

—No comprendo.

—Has venido a vengar el pasado.

Le muestro la navaja. Parece no estar sorprendido. Tampoco se mueve. Espera el ataque. El ambiente silencioso, perfecto para borrar su maldita postura de autoridad.

Si ese accidente no te quitó la vida, lo haré por mi cuenta...

—¡Meindert!

Ya se apretaba el lugar herido cuando recobré razón. Le había enterrado toda la hoja. La sangre brotaba del brazo... y de mi mano. ¿Cuánto tiempo pasó desde que golpeé a ese policía? Por lo menos no llegué a sentirme culpable. Me jalaron de los brazos, impidiendo que hiciera cualquier movimiento... Creo que después de este punto caigo desmayado. Reconozco la cobija. La cama. Nada de desorden. Solo había sido un sueño.

Todo en su sitio, pero no, porque olía a cigarro. De un extraño color rojo mis manos estaban impregnadas. Olía a sangre. Ya no tenía odio, sino disgusto. Mal sabor de boca. Debo fumar un poco para calmar los nervios... Acababa de herir a V... Ya no tenía otra caja de repuesto, más los que llevaba en el saco.

Ellos me los quitaron.

Dentro de la almohada encuentro la última única cajetilla y un encendedor. Pareció como buscar oro. Ya estaba dispuesto a salir por la ventana, pero faltaba una cosa.

Ponerme los zapatos.

En el zapato derecho había una carta, puesta con toda intención para que la leyera. Pensé que sería Mandrú para preguntar en mi desgracia, pero quise esperar, destrozarla cuando buscara al verdadero responsable...

9 de Junio 2003

Padre,

¿2003? ¿Padre?

Quizás, la carta pertenecía a Theo... pero no. En lo personal, él iba primero a decírselo en su cara que en una carta. Además, no lo llamaba padre, sino por su nombre. Mandrú recibía llamadas solo por el teléfono. A nosotros se nos prohibía cualquier forma de contacto. Perdimos derecho después del 7 de Abril de 1999.

...esta vez necesito tu atención.

Sé que no es buen momento, pero necesito hacer esta confesión.

En mi vida nunca tuve que lidiar con drogas, más que el alcohol, pero he sido testigo de sus efectos... En esa estancia tuve la oportunidad de conocer a fondo a pacientes de la clínica de rehabilitación.

Hice una amistad sana con una interna que todavía le costaba dejar los vicios, y la apoyé en el proceso. A los cinco meses, intentó suicidarse. Había subido al techo para lanzarse al vacío. Cuando me entero, subo las escaleras para detener ese error. Quise impedirlo, pero resbalé.

Cuando despierto, estoy en una cuarto de hospital con una fractura de tibia. Lo bueno es que ese susto impidió que ella lograra su cometido... pero yo quedé con graves secuelas. Las cirugías complicaron la pierna, más la gangrena. Tuvieron que amputarme...

Ese bastón que me diste de regalo ayudó en el proceso porque perdí confianza... Sé que fui estúpido al creer que sería héroe...

Pero, si perdiera otra extremidad, no me importaría si fuera por salvar otra vida... Aunque, como dices, debo primero salvar la mía.

Quisiera yo ayudar en el proceso a Theo. No ha de ser fácil tratar a la hermandad...

¿Y cómo te ha ido por California?

Att: Vincent

La última línea me obliga a retirar el cigarro de los labios. A pensar.







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