📘 Capítulo 10 | Ese Sentimiento que Quema
MEINDERT
Era algo infantil que huyera sin antes culparle, pero tampoco podía indignarme y hacerlo recapacitar con un jalón de orejas. Por supuesto, el gesto del niño que fue alguna vez se veía extraña en su apariencia actual de hombre, sin embargo, verlo derrotado significaba toda mi culpa.
Pertenecer a la familia fue su peor esfuerzo y lo entendía porque pasaba yo por ese hecho. Veces donde quería huir sin dejar rastro. Comenzar desde cero. Entender quién era y dejar de creer en las expectativas de los demás... Vincent elegía bien persiguiendo su destino. Alejándose de mi.
El temor en sus ojos era mi culpa.
Un buen rato lavé la mejilla. La sensación del beso erizaba mis nervios. Todavía podía sentirlo marcado. Quemando la piel. Obligado a tenerlo siempre como recuerdo de este día. En el abrazo dejó impregnado también un olor intenso a perfume. Ese no era la fragancia que solía usar. Conocía la intención y el porqué.
Despejé tales pensamientos arrancando sin remordimiento las hojas de respeto en los libros. Nada de espacio tenía en el cuaderno. Nada de dinero para otro. Es así que me prepararía para la consecuencia de un crímen tan caro. Ojalá Mandrú pueda perdonarme.
Solo encontré la mochila en el camino. Con ella llegué a casa. El helado no disimuló la amargura en el paseo. Las diferencias. Por lo menos le indiqué el camino del muelle hasta la casa.
No sé porque tuve el arrebato del abrazo y las palabras comprensibles. La melancolía que me causaba su silencio fue culpable de tal sensibilidad.
¿Pero, cuál o quién era el motivo, el empuje para querer volver con nosotros, un montón de buenos para nada, como llamaba papá?
Ese no podría ser yo, el sujeto que debía aborrecer en un inicio. El desdén sirvió a mi favor, aunque el resultado final no fuese agradable. Lo tenía lejos del terreno, justo donde con fervor rogué, herido y miserable... pero no hubo muestra de esa felicidad en mi cara. Ni en los dibujos. Lo que había en el papel se asemejaba al bosque, pero más tenebroso y oscuro.
Un hombre en medio de este.
Negativo y perdido.
¿Por qué no llevó consigo el violoncello?
Era su bien preciado, eso creía. La hermandad sabía la identidad del donador de la mitad del dinero faltante, aunque no por eso tenía que devolver el instrumento. Sí, recuperaría el dinero al ponerlo en venta, pero la alegría de quién fue su dueño me causaría remordimiento. Hasta el último de mis días. Jamás hice algo parecido para obtener beneficio o reconocimiento. Tampoco conocía a algún chismoso en nuestro círculo, a excepción de Mandrú, pero este no pasaba de su oficina. Se negaba a cualquier convivencia.
O, quizás, el instrumento le fue impuesto por papá, como era igual con los demás. Entonces, no volvería por este. ¿A dónde más?
La mochila que yace a mi lado tampoco me pertenece. En su interior encontré cuatro mudas y un gran recipiente con repelente para insectos. Una linterna sorda, varias latas de comida, una botella de vino... Las novelas de aventura se le aferraron a la cabeza, de eso no hay duda. Siendo pequeño fue menos fantasioso e ingenuo. Ya se las arreglaría para sobrevivir sin suministros como todo un personaje de Julio Verme o perdería el juicio en un escenario al estilo
H. P. Lovecraft.
Siendo honesto y breve, no deseaba despertar en su atolladero. Las novelas de aventura he de evitar a toda costa... Una lástima que no se pudo hacer lo mismo con Theo. Siempre aparecía en el momento menos indicado y cuando me preparo a descansar.
La pregunta que formuló fue la misma: ¿Y Vincent? Sabía su preocupación, pero no pude simpatizar. Hallar solución. Respondí que no valía la pena sacrificar nuestro sueño. Con una mano en la cabeza se lamentó diciendo que era otra vez ese bar. A ese lugar no me refería en específico.
—¿Entonces?
—Eso no tiene importancia... ¿Quieres un porqué? Estás enterado de mi enemistad con Vincent y así no te bastó para jugar cruel.
—Si hubiera sabido que acabarían mal, yo...
—El hubiera no existe.
—Entiendo, pero la integridad de esa persona que no te es grata corre peligro. Solo tu conoces su paradero, alguna pista...
—No es la primera vez que sale de noche.
—Es la primera vez que te escucho impasible
—La hermandad ya no parece tener el mismo significado.
—La hermandad es unión, y no depende por llevar el mismo lazo de sangre.
—Es mentira, Vincent prefirió vivir
en Suiza -insistí
—Te lo ruego.
Giro la cabeza, abrumado, para ignorar.
De reojo veo que está en posición de súplica.
¿Merecía tanta inhumanidad el hombre que de pequeño me cuidó?
Nuestra unión no depende de un lazo de sangre...
El orgullo, supongo, podía esperar...
por ahora.
Mi hermandad con Theo dependía de ese malaventurado.
—Lo perdí de vista en el bosque.
—Volvieron a discutir.
—Pretende no dejar rastro —Le alcanzo la mochila.
—Gracias, Meindert —Toma la linterna—, te debo una explicación. Buenas noches.
Y yo una disculpa, en su momento.
Nos despedimos.
A Theo le importaba Vincent y no tenía porque dar impedimento a esa unión. Tampoco tenía que ir, pero sí desearle suerte en la búsqueda. Cuando Vincent se tuvo que marchar, fue el que más sintió la pérdida. No sé cuántas veces rogó para que volviera, pero también estaba Margarito y no por eso iba a dejarlo desamparado. Tenía que elegir por uno y ese uno era Margarito.
Ahora, Vincent estaba a su alcance y no lo daría por perdido.
Yo debía estar en su lugar. Muerto de remordimiento. Merecido lo tenía. La intención de Theo fue perfecta para arreglar los sinsabores, pero no estábamos de la mano con nuestras emociones. Vincent se mostró incómodo e irritable. Yo quise ser tolerante y sobrellevar la ocasión. Esta situación terminó con un beso cargado de infancia y dudas.
No quisiera saber la intención con que lo hizo, pero la noche que llegó ebrio y estuvo a nada de besarme respondía tal interrogación. Theo soltaría la absurda idea de la hermandad con Vincent si le contara tal hecho. Así permitiría que se fuera de dónde vino y nuestra rutina seguiría siendo la misma de antes.
Debería ignorar su berrinche y tratarlo como adulto.
No era un niño.
Aunque cueste aceptar, tenía que tragarme ese rencor. Vincent no merecía a Theo, pero Theo no renunciaba a Vincent.
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