Capítulo 6.-Afianzando el poder.
Ya habían pasado algunos días, y con ello, la recuperación de Eugeo. El muchacho aún tenía algunos moretones en la cara, incluso seguía lastimado de las costillas, pero el trabajo le ordenaba.
Claro, en su posición de trabajador lastimado, el muchacho no hacía mucho esfuerzo, y su jornada era la mitad que la de los demás trabajadores, siendo la suya de seis.
Le leía el periódico a Yuuki como todas las mañanas, Kirito iba caminando en el pasillo en compañía de Klein. Alice le sonrió al joven Barón, quien regresó la sonrisa, de forma amable.
-Buenos días, solecito. –Ese era el apodo que él le puso a Alice.
-Buenos días, barón Kirito.
-Sir, ¿was war das? –Klein preguntaba que fue eso.
-Frag nicht, Knappe Klein. Sie sind persönliche Angelegenheiten. –Kirito pedía que no preguntara nada, que eran asuntos personales.
-Como ordene, señor. –Lo bueno de hablar un idioma que nadie más, es que sus conversaciones quedaban en secreto.
Egil cortaba algunas flores directamente del jardín para ponerlas en una manta, siendo algunas rosas y unos girasoles. En cuanto entró a la casa, vio a Stacia.
-Para usted, señorita.
-Gracias, Egil. Que amable de tu parte.
-El más grande de los girasoles es para su madre, y la más pequeña de las rosas es para su hermana.
-Yo se los daré, muchas gracias Egil. –Sonrió Stacia, caminando para el estudio de su madre.
Lo que eran Bercouli y Eldrie sacaban a pasear una vez más a los perros, lanzando un hueso de venado por el que todos iban, acarreándolos así de regreso a su lugar de descanso.
En la cocina, que era a donde Alice había entrado, todo se apresuraba para que la mesa estuviera puesta en cosa de unos cinco minutos o menos, que era lo que faltaba para el desayuno. Era sábado, por lo que, naturalmente, se desayunaba un poco más tarde.
Iskahn llevaba dos cubetas de agua traídas directamente del dique que, a su vez, traía agua del lago. Luego seguiría traer el hielo, pero ese ya era un poco más complicado.
Tenía una idea, ya que la máquina de helado seguía sin ser reparada o sin haber comprado otra, pero él ya quería un poco de helado, casi le hacía falta.
El punto, que tenía ya jugo de frambuesa que él mismo molió y exprimió, pero seguía necesitando un poco de hielo, además de sal.
-Tieze, ¿Dónde se guarda la sal?
-¿Para que la quieres, Iskahn?
-Es una sorpresa, dime donde está.
-Si algo pasa, será tu culpa. Búscala en la mitad de la alacena.
-Yo te ayudo, Iskahn. –Se ofreció Scheta.
-¿Tú ayudarme a mí? ¡Ja! Eso es estúpido, ¿no lo habías pensado? No necesito ayuda de nadie, y mucho menos de una mujer.
-Si no la encuentras...no me busques para que lo haga por ti.
Iskahn entró a la alacena en busca del tarro de sal, buscó varias veces en la parte donde Tieze la había dicho, pero no encontraba nada de nada. Se empezó a desesperar.
-¡Segura que está en la parte del medio, Tieze!
-Completamente.
-Tch. No veo nada aquí. –Quitándole la tapa a uno de los tarros, Iskahn probó el polvo del mismo. Era azúcar, por lo que negó con la cabeza.
Sin apenas preguntar, Scheta se metió a la alacena, empujando ligeramente a su contrario, tomándolo del brazo. Ella le dio el tarro con sal.
-¿Feliz?
-Silencio, mujer. Creí que dijiste que no me ayudarías a...
-Me diste un poco de lastima, Iskahn. Ni modo. –Se burló ella, marchándose de la alacena.
-Perra. –Masculló el muchacho, frunciendo el ceño a la vez que también salía de la alacena. Grande fue su sorpresa cuando Scheta lo recibió con una buena bofetada, casi haciéndolo tirar la sal. -¡¿Pero qué te pasa?!
-A mí no me insultas, Iskahn. Te hago un favor y me dices "perra". Eres tan poco caballeroso, y mucho menos el "hombre" del que te jactas ser.
-¡Una palabra más, Scheta, y te gol...!
-¿Y harás qué, Iskahn? –Apareció Quinella, mirando amenazadoramente a su trabajador. –Venía a decirles que a mi amada Yuuki le calentaran un poco de té de jengibre y canela, pero me encontré con esto.
-Pe-perdón, mi señora. Qué pena me da el hecho de que...
-Silencio, Iskahn. No quiero que vuelvas a amenazar a Scheta. Ya sabes que aquí no se les golpea a las mujeres, ¿o se te olvidó?
-N-no, señora.
-A trabajar, Iskahn. Deja de andar de vago.
-Pe-perdón, señora.
En cuanto Quinella se fue, las cocineras empezaron a susurrar, siendo muy obvio que hablaban de Iskahn, quien se sentía muy humillado. Simplemente, dejó la sal en la mesa, marchándose de la cocina.
Antes de irse, miró a Scheta, chasqueando la lengua. Ella se mantuvo estoica, pareciendo que no vio nada. Lo que era Ronye, ella preparaba el té para Yuuki.
Afuera de la casa, Kirito y Klein fumaban un cigarro en sus boquillas de plata, hablaban en alemán de que les parecía su estancia en la casa.
Por obvias razones, ninguno de los dos se quejaba de su estancia obligada en el Noir et blanc, pero sí que extrañaban salir de paseo a un lugar del pueblo. Tantos días encerrados en el mismo lugar los empezaba a sacar de quicio.
Se tendrían que conformar de que era estar así o la muerte segura. Les agradaba un poco más la primera idea.
Con ello en mente, los dos hombres volvieron a entrar en la casa ya que Ronye los había llamado para desayunar. La única diferencia, es que desde que Stacia vio a Kirito y a Alice comer juntos, ella se había encargado que la criada no sirviera más en la mesa.
En ese momento, Alice no se percató de las dobles intenciones de Stacia, por lo que no se quejó. Quien servía a Kirito era Tieze, ya que Ronye representaba una ligera amenaza.
Ella y Eugeo se miraban de vez en cuando, sonriéndose disimuladamente. Incluso Eugeo le guiñó el ojo a su amada, soltando una risa. Nadie de los presentes en la mesa se dio cuenta de ello.
-Y ahora el postre, helado de frambuesa. –Celebró Quinella, quien aplaudió dos veces.
Iskahn iba entrando con una charola de plata que tenía cinco tazas de cerámica para cada uno de los presentes. Él tenía los labios pintados de rojo, por lo que Yuuki se le quedó viendo raro.
En un primer momento pensó que eso era lápiz labial, ¿de quién? Esa era la pregunta. Cuando Iskahn se acercó a dejarle su taza, ella se percató que no era lápiz labial, sino un el jugo de frambuesa.
-Veo que no te pudiste resistir a la tentación, Iskahn. –Se burló Yuuki, de forma inocente.
-Me avergüenza un poco, Yuuki-San. Pero sí, no pude soportarlo.
Cuando el muchacho entró a la cocina, había dos cubetas de madera con hielo en la misma, además de otro bote metálico más pequeño.
Iskahn se sentó en un pequeño banco, girando los botes de madera para que éstos congelaran el líquido, creando así el helado.
-Soy un genio. –Rió el muchacho. -¿Quién quiere un poco?
-Yo quiero. –Dijo Scheta.
-Como dije, ¿Quién quiere un poco?
-Vamos, Iskahn. Sírvele un poco a Scheta, todos quieren un poco y sobra mucho helado. –Pidió Ronye.
-Ni modo. –El muchacho hizo un gesto de informidad, además de abrir los ojos de sobremanera.
En la mesa, Stacia tomaba su taza para levantarse de la misma, siendo ayudada por un mozo que era quien le sirvió.
-Me retiro, tengo un asunto importante que atender. Barón Kirito, nos vemos en la tarde. –Sonrió ella.
-Espero con ansias la hora. –Dijo él, de forma seductora.
Además de su taza de helado, tenía otra en su mano derecha, por lo que se notaba que quería compartir un momento con alguien. Caminando por las afueras del palacio, y llegando al jardín donde siempre solía sentarse, Stacia dejó ambas tazas en la mesa metálica.
No hacía mucho calor ese día, pero tenía que darse prisa si es que no quería que el helado se derritiera. Tenía que buscar a alguien muy en concreto.
Esa persona estaría, muy seguramente, con el viejo Bercouli, así que encontrando uno, también el otro. Lo más obvio es que estarían en el granero, en la jaula de los perros, y ya de muy mala suerte, fuera del Noir et blanc.
Por cuestiones de la vida, Eldrie amarraba un lazo que usaba para los caballos, Stacia sonrió.
-Eldrie, tómate un descanso conmigo. Tengo que platicarte algo muy importante.
-Por supuesto, mi señora. –Eldrie soltó la cuerda, dejándola en una silla. Estaban cerca del corral.
Ambos caminaron con dirección al jardín. Stacia deseaba que el helado no se hubiera derretido, pero era muy improbable.
-¿De qué quiere hablar conmigo, Stacia-Sama? –Cuestionó Eldrie.
-Imagino que eres consciente de que serás el sucesor de Bercouli cuando él deje de ser capataz.
-Así es. No me diga que el viejo renunció.
-Je. No tendríamos tanta suerte en el Noir et blanc.
Llegando al jardín, Stacia revisó que no hubiera nadie en las cercanías. Muchos aun desayunaban, así que la suerte corría de su lado.
Eldrie vio las dos tazas de helado en la mesa, percatándose que la plática era enserio y, quizá, un poco para largo.
-¿De qué hablaremos exactamente?
-¿A ti te gusta el Noir et blanc, Eldrie?
-No hay mejor casa en la que yo pueda servir, Stacia-sama.
-Eso pensé. Toma asiento, por favor. –Stacia se sentó, tomando un poco de helado a la vez que soltaba un fuerte suspiro.
El muchacho se encontraba muy confundido, era la primera vez que Stacia le pedía algo así. Quizá fuera el segundo al mando del Noir et blanc, pero ella se comunicaba más con Bercouli.
Y de hecho, la plática se podía decir que se daría por culpa del viejo capataz.
-¿Se le ofrece algo, Stacia-Sama? –Preguntó.
-Come un poco de helado. Te veo muy tenso, relájate. Imagino que tú quieres el capataz de la casa, ¿verdad?
-Por supuesto. –Sonrió Eldrie. –Es mi sueño. No es por ser malagradecido con lo que me ha dado, pero a mí me gustaría jubilarme joven, ya que tengo planes a futuro.
-¿Cuáles planes? Claro, si es que tienes la confianza de contarme.
-No es nada del otro mundo. Es como todo, ganar un buen dinero, ahorrar lo suficiente para poder montar un pequeño establo, comprar una parcela, contraer nupcias y formar una familia.
-Supongo que esa mujer con la que deseas contraer nupcias vive aquí en el palacio. Sé que no son novios, mi madre se volvería loca de escuchar algo así...pero quizá yo no.
Eldrie hizo un gesto de extrañeza. Stacia comió un poco más de helado, pidiendo con un gesto que fuera imitada por su interlocutor.
El viento sopló fuertemente, meciendo los cabellos del muchacho, quien enchinó los ojos. Las preguntas y suposiciones de Stacia le parecían extrañas.
-¿Por qué lo dice?
-Mi madre dejará de ser la jefa de la casa en unos años, y yo asumiré el puesto. Bercouli me dijo que debo ganarme al siguiente capataz, y ese eres tú. –Sonrió Stacia.
-¿Ganarme? ¿Qué tanto le ha insinuado mi maestro? ¡¿Él y su madre tienen un romance?!
Stacia se soltó a reír, pero ocultó un leve enojo al escuchar semejante tontería para ella. Era imposible que su madre fuera amante de un sirviente...o quién sabe.
-No, torpe. –Rió ella. –Me refiero a que la señora de la casa debe afianzar su poder por medio del capataz, ya que sí a ella no la obedecen, al capataz sí.
-Ah. Bueno, es verdad lo que dice, pero todos obedecemos a Quinella-Sama sin cuestionamiento alguno.
-El detalle es que a mí no. Una cierta criada que olvida lo que es, se ha portado de manera muy rebelde conmigo, ¿Qué pasará si los demás trabajadores actúan como ella?
-El desorden imperará en el Noir et blanc.
-Exactamente, Eldrie. –Stacia tomó un poco más de helado. –Así que cualquier cosa que tú quieras te será dada por mí si es que me ayudas a lograr mi cometido de afianzar mi poder. Si quieres...te puedo ayudar con esa chica que amas.
-¡¿Eh?! –Eldrie abrió los ojos de sobremanera, tensándose el cuerpo. Stacia sonreía de forma victoriosa mientras pasaba su dedo por la taza del helado. -¿Usted puede hacer eso?
-Me ofende que creas lo contrario. Puedo ayudarte con algunas monturas, herramientas, lo que necesites para montar tu establo, además de pagarte la boda, comprar los anillos. Ayúdame, y te ayudaré. ¿Quién esa chica?
-Es Alice...
-¡Bien! –Stacia aplaudió una vez, riendo un poco para luego acabarse su helado. –Si me ayudas, ella será tu esposa, ¿Qué dices, Eldrie? ¿Aceptas?
-Por supuesto que sí, mi señora. –El joven tomó la mano de Stacia y le dio un pequeño beso.
El plan le salió completamente a la perfección. Con Eldrie siendo su mano derecha, Stacia podría afianzar muy fácilmente su poder, casi sin complicaciones en cuanto Bercouli y su madre se retiraran. No había nada que le pudiera salir mal.
Al día siguiente, la mitad de los trabajadores se levantaban a las cinco de la mañana. Era domingo, sí, pero lo que tenían que hacer era prioritario como buenos católicos.
Era día de misa, naturalmente. Muchos se apuraban, las mujeres se ponían sus vestidos y se acomodaban el cabello en un gorro blanco que se los envolvía.
Los hombres no llevaban sombrero, ya que no era bien visto usarlos en una iglesia, por claras razones. Era un poco complicado, ya que Klein y Kirito eran protestantes, lo cual causaba un poco de roce con algunos miembros de la casa.
Quien de plano no iba a misa por renunciar completamente a la religión era Eugeo. Marxista de corazón, y siguiendo a Marx, él se quitó la religión de forma no oficial.
Era el único miembro de la casa que no asistía a la Santa Misa, pero si lo disfrazaba de alguna manera. Siempre iba en con el grupo de trabajadores con los que no iba Quinella, Yuuki o Stacia, haciendo un poco más fácil la mentira.
Regresando con los dos prusianos, Alice ayudaba a vestirse a Kirito, poniéndole su saco de vestir.
-Gracias, kleine Sonne.
-¿Qué significa eso?
-Solecito, pero en alemán. No me gustaría que se corran rumores por la casa.
-Sería malo para ambos, Barón Kirito.
-Así es, kleine Sonne. Lo importante es que, mientras Ronye no esté cerca, puedo llamarte así sin que nadie se dé cuenta.
Ambos se sonrieron. Alice terminó de ponerle el traje a Kirito, por lo que salieron de la habitación, en la cual esperaba Quinella a unos metros de la misma.
-Me apena tanto tener que relegarlo en la casa, pero usted sabe que tengo que asistir a la Misa.
-Lo entiendo perfectamente, Quinella-Sama. Usted vaya, sin preocupaciones.
-Gracias por su comprensión. Alice, vámonos pronto, niña mía. –La criada tomó del brazo a su señora, ambas se fueron caminando con un poco de prisa hacía la escalera de la casa.
En lo que sí ayudaba Eugeo era a que Yuuki pudiera bajar de las escaleras. Siempre batallaba con ella para despertarla a las cinco de la mañana. Ese "unos minutos más" lo molestaba, pero siempre le tenía paciencia a su buena amiga.
Llevándola hacía el carruaje, Stacia tomaba de las manos a su hermana, Eugeo la tomaba de la cintura, estando él afuera del carruaje.
-Gracias, Eugeo. Tan amable como siempre. –Le sonrió Stacia.
-Cuide mucho a su hermana. No queremos que nada le pase. –El muchacho besó la mano de Yuuki, quien le sonrió.
-Lo peor que puede suceder es que me quede dormida en el camino y me despeine.
Bercouli subía también al carruaje. Él sería el acompañante de Quinella, quien ya llegaba junto con Alice. A ella le tocaría caminar junto con Ronye y Egil.
Ya con el carruaje listo y los trabajadores adelantándose hacía la iglesia, éste partió de inmediato y a una velocidad media, faltando un buen rato para la misa de las seis de la mañana.
En la casa, se preparaba el desayuno a doble prisa al faltar la mitad de los trabajadores. Tieze era ayudada por Eugeo y por Iskahn, quienes le traían la carne, las verduras y el pan.
Para distraerse un rato, Kirito decidió dar un paseo en compañía de Klein y de Eldrie. El último de ellos los acompañaba un poco a la fuerza, y aunque no quisieran. Tenía que haber alguien que los ayudara a no perderse o a que pudieran ser identificados como prusianos por alguna persona que fuera a misa.
-Ich sollte hierher kommen, um mich in die Tochter der Dame zu verlieben, aber der Funke fängt nicht an. –Kirito manifestaba que él aún no se había enamorado de Stacia a pesar de que era su tarea.
-Entspannen Sie sich, Sir. Sie werden sehen, dass Liebe zwischen Ihnen beiden entstehen wird, denn jetzt laden Sie sie zu einem romantischen Spaziergang außerhalb des Palastes ein. –Por su parte, Klein aseguraba que el amor surgiría, y que un paseo romántico fuera del palacio era lo mejor.
-Ich hoffe es, Knappe. Es wäre vergleichbar mit der Aussage, dass wir hierher kommen, um überhaupt einzusperren. –Kirito esperaba que eso sucediera, ya que si no sería decir que se encerraron en la casa para nada.
-¿Por qué tanto secretismo, caballeros? No es necesario tanto secretismo, ¿o sí? –Preguntó Eldrie, tratando de unirse a la conversación.
-Son cosas del amor, señor Eldrie. –Comentó Klein. -¿Usted se ha enamorado de verdad?
-Por supuesto. Lo estoy ahora mismo de una hermosa mujer.
-¿Es del palacio? –Intervino Kirito.
-Sí. Lo único malo es que su corazón ya le pertenece a otro hombre, ¡pero no me rendiré!
-Esa es la actitud. Nunca dejes que nadie te quite tus sueños. –Kirito le dio unas palmadas a Eldrie. Curiosamente, él no sabía que su contrario se refería a él.
-Lo más seguro es que esa otra persona no le preste mucha atención...lo único malo es que ella se llevará una decepción amorosa, pero estaré ahí para ella siempre que lo necesite.
-Te daré un consejo: siempre muéstrate seguro. Tú serás capataz, muéstrate como un hombre de valía, que puede valerse por sí mismo y que tiene la talla para un puesto de tal importancia.
-Bien: hacerme mostrarme como un hombre de valía. Lo tendré en mente.
De regreso en la cocina, Eugeo agujeraba unos huevos con bastante cuidado, tenía que mantener bien la cascara. Tieze fundía un poco chocolate en la estufa a gas, (sip, uno pensaría que las estufas son un invento relativamente nuevo, pero en 1870 ya existían).
El olor era bastante encantador, por lo que no faltaba alegría en la cocina. No estaría mal un poco de música, se trabajaba con mucho gusto ahora que las dueñas de la casa y el capataz no vigilaban.
Tieze embarró un poco de chocolate en una bandeja, esperando a que se enfriara un poco. Tras eso, lo embarró en su dedo, caminando para rayarle la cara con el chocolate a Eugeo. Él la miró, extrañado. Ella se reía con bastante gracia.
-Me atrevo a decir que te ves mejor así. –Se burló Tieze.
-Ay, contigo. –Eugeo la tomó de la cintura y le dio un beso en los labios, siendo algo rápido. Para desquitarse, el muchacho también le embarró un poco de chocolate en la mejilla a la chica, quien dio jadeo de sorpresa.
-¡Atrevido! –Dijo ella, con falsa molestia. Eugeo atacó de nuevo.
Tieze lo tomó de la mano, tratando de evitar ser ensuciada de la cara, ambos reían, pero la fuerza de Eugeo fue superior a la Tieze, así que él fue quien ganó la pequeña refriega.
Otra razón por la cual era mejor no asistir a misa.
Se preparaban para el postre unos huevos marmolados, que eran para la pascua, pero a Stacia se le habían antojado, así que de ahí que se preparan.
Ese pequeño capricho de la próxima señora de la casa no les había molestado, les parecía bastante agradable ya que casi era un muy buen postre. Y claro, los mozos gustaban de ellos ya que la prole ayudaba a la prole.
Así fuera a espaldas de las dueñas de la casa, incluso con ayuda de Yuuki, siempre se hacía postre extra para que todos los trabajadores disfrutaran del mismo. Ahora con los huevos marmoleados, no habría mucho problema, ya que se cocinarían dos huevos por trabajador.
Se necesitaban las cascaras para preparar los huevos marmoleados, así que incluso sobrarían cascaras. Algunas servirían de abono para las plantas del exterior.
-Quedarán hermosos, lástima que son para comer. -Sonrió Tieze, quien fundía chocolate blanco.
-Así es. Faltan diez minutos para el desayuno, tengo que ir a prepararme para servir en la mesa. Lo más seguro es que el Barón Kirito y el escudero Klein desayunen antes.
-Sería descortés. Puede que estén durmiendo en su habitación tras ser levantados tan temprano.
-A mí me gustaría seguir durmiendo. Pero no, tenemos que preparar el desayuno para todo el ejército de trabajadores.
-Es nuestro trabajo, Eugeo. No podemos quejarnos.
-Claro que sí. Adquirir conciencia de clase es lo primero, luego es organizarnos y después comenzar la revolución proletaria. Tieze, tenemos a nuestro alcance un mundo mejor, pero falta estirar la mano para alcanzarlo.
-¿Qué has estado leyendo últimamente, Eugeo? –Tieze alzó una ceja.
-Al mejor de todos los hombres en la tierra: Karl Marx. –Él sonrió. –Yo sueño con un mundo así, como el que el señor Marx promete...y siempre lo sueño, contigo.
-Algún día. Pero por ahora... -Tieze le dio una charola a Eugeo. –Ayúdame a traer un poco de vainilla.
-Tch. Está bien. –Él le dio un beso en los labios.
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Yyyyyyyyyyyyy
Ya veo a quienes me quieren matar a golpes por ese AlicexEldrie...Que puede ser más real que mis oportunidades con ella :'c -se va a llorar a un rincón-
Pero bueno, que Scheta e Iskhan siempre discutiendo por todo, su relación me parece bastante linda, jeje. A esta sí ténganle fe por que van a pasar cosas muy bonitas entre ellos dos, al igual que el Kirialice, voy a meter en una disputa a ese cabrón para ver con quien se queda ggg
Ya más o menos tengo pensado el final...pero es un final malo, uno muy trágico, pero no sé cual sea la recepción de este final, o incluso si pueda arruinar toda la historia por darle un final trágico, que si por sí la pinche historia se va a poner trágica más adelante JAJAJAJA...van a alistar a algunos personajes para ir a la guerra
No hago más spoiler, díganme sí les parece un final malo, o si me matarían si hago eso :v
nos vemos en una semana.
siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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