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Capítulo 3.-Cacería.

Los mozos se bañaban en las regaderas comunales. Se bañaban una vez a la semana, o incluso cada dos. Aun así, Quinella-Sama era de una nariz muy refinada, por la cual también les regalaba perfumes, enmascarando el olor. (Che dirán "que asco" y sí xd pero en Francia tienen muy poca higiene)

Eugeo se tallaba el cuerpo, Iskahn lo miró, sonriendo. (Iskahn: a ese rubio lo hago mío 7u7)

-Vaya, vaya, rubia. ¿Cómo es que te hiciste esas marcas en la espalda? Parecen arañazos, ¿fuiste a un burdel?

-Cierra la boca, Iskahn. No son asuntos que te importen.

-A la próxima vez, revisa que tan largas tiene las uñas la zorra con la cual te metes. –El muchacho se soltó a carcajear. Eugeo apretó los dientes, con ganas de reventarle la boca.

Claro que no podía decirle que aquella "zorra" Era Quinella. Esa sería la peor de las ideas.

La tensión de que la guerra franco-prusiana estallara aún se quedaba un poco presente entre los dos invitados y las dueñas del palacio. Ayer era el día de cacería, cancelándose de forma precipitada por cosa de la noticia.

Con las cosas un poco más calmadas, lo que era Bercouli y Eldrie preparaban los rifles. Ellos dos y algunos otros mozos irían a cazar venados y patos al lago que quedaba cerca de la mansión.

De estar vestidos con traje, los cinco hombres se pusieron sus uniformes de cacería. El único que tenía un sombrero, demostrando su poderío, era Kirito, quien vestía más elegante a pesar de simplemente ir a cazar jabalíes o venados.

Sus botas les llegaban a medio muslo, su corbata era apretada por su saco de caza a cuadros de color obscuro con algunas tonalidades más en negro. Su cinturón, de tela igual al de su saco, apretaba su cintura.

El resto vestía de forma parecida, aunque se notaba la diferencia de telas casi de forma inmediata. El resto usaba boina o ya de plano nada les cubría la cabeza.

Eugeo le quitaba el seguro a su rifle.

-¿Sabes disparar? –Le preguntó Kirito.

-Nací con un rifle en las manos. Donde vivía antes tenía que ahuyentar a los lobos de mi aldea, por lo que era aprender a disparar o morir en el intento.

-Que simpático. –Kirito hizo una cara de espanto. Claro que un joven de la nobleza jamás tendría que pelear por su vida.

Alice le ayudaba a Eldrie a terminar de abotonarle su saco, ya que ambos eran buenos amigos. Ella sonreía de forma graciosa, puesto que su contrario se veía bastante obeso con su traje de cacería, a pesar de no serlo.

Notando la risita que escapaba de su boca, Eldrie la miró, de forma sospechosa.

-¿Qué es lo que te causa tanta risa? –Preguntó.

-Si te lo digo, te molestarás, Eldrie.

-Adelante. No creo que puedas ofenderme.

-Pareces un niño así vestido. –Alice rió de forma más fuerte. Eldrie se mantuvo serio.

-Pareceré niño, pero soy un hombre hecho y derecho.

-Si no me traes dos patos, no te voy a creer. Prácticamente, estás cazando nuestra cena, Eldrie.

-No regresaré hasta no tenerlos en mi cinturón, te lo prometo, Alice. –Eldrie tomó la mano de la chica, y le dio un beso en el dorso de la misma.

-Aquí tienes tu rifle. No te vayas a lastimar con él.

El muchacho se echó el fusil en la espalda, caminando con los demás hombres, quienes ya lo esperaban. Bercouli fumaba de su pipa, siendo él quien dirigiría la cacería.

El bosque que quedaba tras el Noir et blanc era bastante espeso, pero faltaba mucho para poder llegar a la parte donde quedaban los patos o los venados, incluso los jabalíes comían en una parte más lejana.

-Mi padre, quien fue instruido por su tío militar, me enseñó a disparar a la edad de doce años, diciéndome que ya era edad para volverme un hombre. Quizá no soy el mejor tirador, pero mis lecciones bastaron para que mi señor Kirito, sí. –Presumió Klein.

-Así es. Klein me enseñó a disparar cuando tenía quince años, empezando con botellas en los campos que pertenecen a mi familia. Fue un buen maestro, aunque lo superé.

-No es necesario que el señor Bercouli diga donde aprendió a disparar, esa historia es muy obvia. Claro que lo enseñaron en el ejército. –Rió Eugeo.

-Así es...me enseñaron a disparar toda clase de armas en el ejército. Incluso sé cómo cargar y prender un cañón de guerra.

-Así se habla, Señor Bercouli.

-Y usted, Eldrie, ¿Dónde aprendió a disparar? –Preguntó Klein.

-¿Yo?...digamos que me enseñó mi padre.

En realidad, Eldrie no sabía disparar cuando empezó a trabajar en el Noir et blanc. En una ocasión, Quinella le pidió que fuera de cacería a buscar un buen venado para poder comer esa noche, siendo su primera tarea encomendada.

Él no pudo decir que no sabía, ya que lo despedirían, casi de forma segura. ¿Un mozo que no sabe disparar? Eso era absurdo. Como Alice era la encargada de preparar todo para cocinar al venado, ella casi le dio las especificaciones que debía tener, pidiendo uno de cuero robusto y de piernas musculosas, que tuviera el pelaje brillante, señal de que era joven.

Como Alice se lo pidió, Eldrie no pudo decir que no con mucha mayor razón. En fin, que el muchacho tomó el rifle y casi se mata con él por no cargarlo como era debido.

Pasó cuatro horas tratando de cazar a diez venados diferentes, hasta que al fin logró dispararle a uno que más o menos tenía las características pedidas. Ir a rematarlo fue lo más complicado, ya que, ni aunque el moribundo animal estuviera a dos metros de distancia, Eldrie logró acertarle en la cabeza a la primera.

Alice se molestó un poco por la tardanza, pidiendo explicaciones. Eldrie inventó que se esmeró en encontrar uno con las características que ella pidió, que fue la razón por la cual tardó tanto tiempo.

A partir de entonces, Eldrie iba a practicar tiro en la lejanía del Noir et blanc cuando era hora de la siesta, o incluso escapándose cuando le tocaba ir a comprar la despensa.

Claro que era favor por favor, Eugeo lo cubría para irse a practicar, y él regresaba el favor cuando el muchacho iba con Tieze a algún hotel de paso.

Cuando se escuchó el graznido de los patos, Bercouli sonrió. Eugeo tenía un puro en los labios, corriendo para un tronco seco, tomando cobertura en el mismo.

-Se nota que está emocionado. –Se rió Bercouli.

-¿El mozo Eugeo suele salir de cacería? –Preguntó Kirito.

-Algunas veces. Le agrada mucho, dice que le recuerda a su niñez en su aldea.

-Tiene sentido. –Kirito le quitó el seguro a su arma, apuntando hacía un árbol a donde volaba un pato.

Con el ojo derecho cerrado, Kirito disparó, fallando el tiro. Él chasqueó la lengua, recargando su arma. Varios patos volaron del susto, tuvieron que pasar algunos segundos para que, una vez más, regresaran al lago.

Eugeo masticaba levemente su puro con los dientes, apuntando bastante lejos a un pato que nadaba en la orilla del lago.

-Vas a fallar. –Recriminó Eldrie.

-Ni que fuera tú. –Eugeo disparó, acertándole al pato. –Te lo dije.

En cuanto los patos regresaron al lago, un disparo más fue acertado por el muchacho.

Klein y Kirito miraron con bastante asombro. Se notaba que Eugeo era bueno con el rifle. Lo que fueron los demás, Bercouli no falló tampoco ningún tiro, Eldrie falló uno de sus tres tiros, mientras que ambos prusianos tuvieron un resultado similar.

Eugeo tomaba del cuello a los tres patos que había cazado, sonriendo a la vez que sostenía el puro con sus dientes. Los mismos fueron a parar en su cinturón de cacería. Seguían los venados, y, si encontraban, los jabalíes.

De esos tan solo cazarían dos, quienes acertaran, serían los victoriosos. Se podía ver en la lejanía a una venada, la cual pastaba de forma pacífica. Era excelente para cazar.

-Que el Barón Kirito dispare primero. –Dijo Bercouli, quien recargaba su rifle.

-Gracias. –Kirito apuntó, colocándose en la posición perfecta. Klein también apuntaba.

Disparando, el tiro acertó en la venada, la cual se alzó en sus dos patas. Klein la remató con otro disparo, haciendo que cayera al suelo, abatida.

-¡Muy bien, señor! –Celebró Klein, quien sonreía ampliamente.

-Buenos reflejos, escudero Klein. –Los cinco hombres fueron por la venada, la cual se retorcía de dolor.

-Esto es lo que menos me gusta de cazar. –Bercouli desenfundó su pistola, disparándole en la cabeza a la venada, rematándola de forma definitiva.

-Celebraremos con champan cuando lleguemos al palacio, ¿les parece bien? –Propuso Eldrie.

-¿Cazamos otro? –Cuestionó Klein.

-No. Cazamos muchos patos, y un venado alcanza para alimentar a todos por cuatro días. –Negó Bercouli.

Klein se echó el animal al lomo, teniendo la fuerza para cargar a la venada. Claro que Kirito no se iba a manchar el uniforme con sangre de venado.

En el palacio, Iskahn era quien atendía a Yuuki por la falta de Eugeo. La chica se notaba un poco desanimada. El muchacho ni siquiera preguntó a que podía deberse, era más que obvio.

-Eugeo regresara pronto, fue de cacería. –Tranquilizó Iskahn.

-Ya veo...¿puedo bajar a la sala? Ya me cansé de estar acostada.

-Por supuesto, Yuuki-San. –El muchacho fue por el bastón de la señorita, en el cual la apoyó, tomándola de su brazo derecho. -¡Egil, necesito ayuda!

El negro con traje entró a la habitación con bastante prisa, incluso un poco exaltado. Suspiró cuando vio que todo estaba bien.

-Pensé que le había ocurrido algo a la señorita, vaya susto me diste. –Se quejó Egil mientras tomaba del otro brazo a Yuuki.

-No tendrías tanta suerte. –Se rió ella.

Los dos muchachos la ayudaban a bajar las escaleras, Scheta y Ronye miraban desde sus lugares, ya que sacudían las armaduras y las cerámicas del palacio, siendo bastantes.

Quinella leía algunas cartas en su estudio, además de las facturas de los gastos de la casa. Todo iba viento en popa, no había nada de qué preocuparse.

Iskahn le leía el periódico a Yuuki, pero él casi no sabía leer, por lo que lo hacía lento y entre cortado. No fue hasta que Stacia se lo pidió, que ella se puso a leerle el periódico a su hermana.

-"Independentistas cubanos bajo el grito "Viva Cuba libre" atacaron un fuerte militar la noche de ayer. España es reacia a despedirse de sus últimas posesiones importantes de ultra mar: Cuba y Filipinas."

-Y pensar que una vez fueron el imperio más grande del mundo. –Suspiró Yuuki.

-Ahora El emperador de los franceses quiere hacer un imperio más grande que el Reino Unido.

-Suena interesante.

Alice preparaba algo de helado de vainilla para Stacia y Yuuki, quienes seguían leyendo el periódico en la sala. La manivela con la que hacía el helado se atascó, ella trató de poner más fuerza, causando que la manivela se rompiera y el contenedor se cayera al suelo. (Sip, suena raro pero ya existían máquinas de helado otra 1870 :0)

-Por Dios santo. –Exclamó Alice, corriendo para ir por algunos trapos a recoger el hielo, la sal y la vainilla que quedaban regados en el suelo.

Stacia fue a ver qué pasaba, llevándose una mala sorpresa al ver todo regado en el suelo. Ella se molestó muchísimo.

-¡¿Quién fue quien tiró todo esto?! Maldición, ¿es mucho pedir que no huyan y recojan el desastre que hicieron? –Stacia empezó a recoger algunas cosas.

Llegando Alice, ella se apuró para hacer a un lado a Stacia, quien, claramente, no se debía ni ensuciar las uñas.

-¿Sabes lo costosa que es la máquina para hacer helado? Solo la venden en Inglaterra. –Recriminó ella.

-Perdón. Lo que pasa es que...

-Nada de pretextos. Esto saldrá de tu salario, y tienes suerte que haya sido yo quien me diera cuenta, ya que mi madre te correría. Ahora recoge todo esto.

-Sí, Stacia-Sama. –Cuando su señora se fue, Alice se llevó las manos a la frente, tallándose la misma con bastante fuerza. Claro que le molestaba que Stacia no fuera tan comprensiva.

Mientras Alice limpiaba el agua que quedaba tras empezarse a derretir los hielos, se notaba que ella estaba sumamente enojada, limpiando con bastante furia.

No obstante, Yuuki apareció en la cocina, viendo a Alice limpiar con tanta molestia.

-No te preocupes Alice. Cuando menos lo esperes, lo que salga descontado de tu salario...aparecerá misteriosamente en tu mesa de noche. –Sonrió Yuuki.

-Que amable es usted, Yuuki-San. ¿Por qué su hermana es tan?...

-¿Poco comprensiva? Madre la ha educado para ser la señora de la casa. Quizá exagera al decir que ella te correría de la casa por romper algo caro. A lo mucho te gritaría, pero de eso no pasaba.

-Sería mejor que usted fuera la señora de la casa, Yuuki-San.

-Mi salud no me lo permite. Y, aunque así fuera, Stacia es mayor que yo, de todos sería la señora de la casa.

-Sigh. Ni modo.

Los muchachos llegaban ya con la comida y cena del día, salvo que ahora, quien cargaba a la venada, era Eldrie. Klein se había cansado ya de cargarlo, pues lo hizo casi todo el camino.

Varios trabajadores los observaron, aplaudiendo su trabajo. No cualquiera traía a un venado y a casi ocho patos en un solo día. No era mucho, pero sí lo necesario.

-¿Quién quiere cenar venado la noche de hoy? –Pregunto Bercouli, prendiendo su pipa.

-¡Yo! –Gritaron todos los trabajadores y jardineros.

-Eso pensé. –Bercouli vio en la lejanía algo de polvo. El periódico ya había pasado, por lo cual, se preocupó. -¡Barón Kirito, Escudero Klein, escóndanse en el granero, creo que algunos soldados vienen para acá!

Los dos prusianos se asustaron bastante, dándoles sus cinturones a Eldrie y a Eugeo, siendo guiados por otro trabajador al granero, al cual corrieron a toda velocidad.

Sacando su catalejo, Bercouli divisó un solo caballo que galopaba a toda velocidad hacía la casa. Quien lo montaba no era un militar, aunque lo mejor era que no se corrieran rumores que en el Noir et blanc se quedaban prusianos.

Eldrie y Eugeo regresaron al palacio, entrando por sus puertas. Tenían los patos en su cintura, y la venada aun chorreaba un poco de sangre, la cual cayó en los pisos de mármol.

Con el sujeto bajando del caballo, Bercouli supo, por la paquetería que llevaba el caballo, que era el cartero.

-Carta para Quinella-Sama.

-Yo soy el capataz, ¿de quién es la carta?

-De la hermana de Quinella-Sama.

-Entiendo. –Bercouli tomó la carta, le dio las gracias al cartero y él se fue caminando a la entrada de la casa, quitándose el cinturón donde tenía colgando a los patos. –Díganles a los prusianos que ya salgan, era falsa alarma.

-¡Sí señor!

-¿De la hermana de Quinella-Sama? –Pensó Bercouli, llevándose la mano a la barbilla. –Algo no anda bien.

En el sobre se leía un nombre, además del nombre de la hermana de la señora de la carta. En cuanto Bercouli lo leyó, se soltó a reír. Las cosas se iban a poner terribles en el Noir et blanc.
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Hoy serán dos capítulos ya se sitúan en el mismo día :D
Van a odiar a Asuna, de estoy seguro xdxd
Se van a reír de quien es el otro nombre en la carta, Quinella se va a enojar mucho :v

Y ahora continuamos con la historia

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