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capítulo 24.-Palacio Noir et blanc, parte 2.


Antes que nada admiren a esa hermosa mujer llamada Scheta ❤❤😍😍. Malo Que dejó de salir en el fic 😢😢

Ya las maletas estaban hechas, yacían en el armario del barón Kirito, que era más grande que el de Alice. Llevaban lo más que necesario de ropa, y una parte del dinero también la tenían allí. Lo demás lo guardaba Alice en su seno, ya que no tenía bolsas en su vestido proletario.

Eran las diez de la noche, faltaban dos horas para que empezara la gran odisea a la que se enfrentarían Kirito y Alice. Klein se quedaría en su habitación, rezando todo lo que supiera para que las cosas salieran bien.

Cuando Kirito acabó con el plato fuerte, de inmediato se levantó de la mesa, algo que extraño a Stacia.

-Kirito, ¿no te quedas al postre?

-Quedé satisfecho. No te preocupes, Asuna. –Una sonrisa apareció en su rostro.

-O al menos a charlar.

-Lo siento, pero tengo jaqueca. Sigh, lo mejor será descansar. Provecho, mañana nos veremos. –Kirito se llevó una mano a la cabeza, fingiendo malestar.

Su retirada fue muy desesperada, algo que hizo que Stacia mirara a su madre, como preguntándole que había sucedido. Ambas miraron a Klein.

-No es muy frecuente que el Barón Kirito tenga dolor de cabeza, pero cuando le ataca, es muy molesto para él. Eso una vez le pasó cuando estábamos practicando tiro, y vaya que fue algo terrible.

-Ya veo... -Stacia se sintió triste, ya que quería charlar de la boda con él y Quinella, aprovechando que ella estaba ahí.

En su habitación, Kirito no dejaba de mirar su reloj de bolsillo. El tiempo pasaba rápido, lo cual no le era conveniente. Sudaba a mares, le temblaban las manos, las cuales también tenía heladas como la nieve.

No podía estar a gusto en su cama al tener una enorme ansiedad de lo que pasaría en cuestión de poco tiempo. Faltaba ya una hora para su escape, pero no le iba más tranquilo. Trató de tranquilizarse fumando varios cigarros, aunque ni eso le funcionó. El lavabo del baño que quedaba en su habitación, era un completo mugrerío, teniendo varias colillas y ceniza mezclada con agua, embarrada ahí mismo.

Estaba sentado en el retrete, juntaba sus dos manos y seguía fumando con el cigarro directamente de su boca. Movía el pie derecho de arriba abajo, a ver si eso lo medio tranquilizaba.

Su corazón casi revienta cuando escuchó que tocaban a la puerta de su habitación. Dio un saltó del susto, respirando más agitadamente.

-¿Ya es hora? ¿Ya tan pronto es la hora? –Pensó, completamente desesperado y con miedo. Miró su reloj de bolsillo. Eran las once con cinco minutos. -¿Klein habrá adelantado la hora? Es posible, ¿ya todos se durmieron?

La puerta sonó una vez más, pero la voz que detrás de ella se encontraba lo calmó muy súbitamente.

-Kirito...soy yo, Asuna. ¿Te encuentras bien? –La voz de su prometida se escuchó menos y más distorsionada por cosa de la distancia y por la puerta de la habitación.

-Sí. Dame un momento. –Gritó él desde el baño, tirando el cigarro en el lavabo, enjuagándose la boca y poniéndose loción rápidamente.

Cuando el muchacho se arregló el saco y abrió la puerta, Stacia abrió los ojos de la mala sorpresa que se llevaba en ese instante.

-¿S-se encuentra bien? –Claro que verlo con una cara de espanto y la cara bañada con una leve película de sudor no la tranquilizaba en lo absoluto.

-Sí, sí. Es el calor, agobia más mi dolor de cabeza. Quizá dormir me venga bien, y es lo que deberías hacer tú también.

-Es que...se retiró muy extraño de la cena, se veía mal, pero no sé cómo decirlo.

-No es nada, se lo aseguro. Mañana estaré mejor. Buenas noches, Asuna. Ahora tengo que descansar. –Kirito le dio un beso rápido en los labios, acariciando su mejilla para entrecerrar la puerta.

-Ojala esté mejor para mañana.

-Muchas gracias, duerma bien, la veré mañana en el desayuno.

La puerta fue cerrada por Kirito, quien sonreía amablemente en todo momento, únicamente para suspirar pesada y silenciosamente. Stacia se quedó unos segundos más en la puerta, pero se retiró de forma triste. Pensaba que el Barón la evitaba, lo cual era verdad a medias.

Se recostó nuevamente en su cama, desesperado. Faltaría ya menos de una hora para su partida del palacio.

Bercouli caminaba por el primer piso del palacio, apagando las velas y las luces eléctricas de la sala, el comedor, algunos pasillos, etc. Notaba que las perras ladraban, no sabía si les habían dado de comer, por lo que iría a hacerlo.

Al ser tantas perras, la labor tomaba su tiempo, pero tenía que hacerlo para que Quinella no se molestara. Sacó de la alacena el saco de comida, aparte de ponerse las botas para el corral. Aprovecharía para ver si los caballos aún tenían agua y heno fresco. No tenían agua, así que esa labor, a pesar de ser las once de la noche, la tendría hacer.

El viejo capataz dio un suspiro, deseando tener un ayudante para que la labor costara menos tiempo del que le requeriría.

-Sigh...no debí tratar tan mal al muchacho. Y Eldrie, pobre de él, tantos sueños que tenía con Alice, se le escaparon. Malditas guerras, ojala nunca se hubieran inventado las cosas para matar al prójimo.

Bercouli salía del palacio, las perras ladraban más fuerte al escuchar al viejo capataz acercarse. Cuando entró al espacio donde éstas reposaban, varias se le lanzaron encima, poniéndose en sus dos patas para recargarse sobre los pantalones o cintura del capataz, pero lo que le preocupó fue cuando vio que una puso la pata cerca de su viejo revólver, el cual cargaba en caso de encontrarse a algún ladrón que intentara entrar al palacio.

-Ya, ya. No hagan desorden o me costara más trabajo. –Bercouli se puso la pistola en la espalda para más cuidado.

En la casa, Klein era de los últimos en irse a dormir al quedarse charlando un poco con Tieze. Claro que era para tener bien vigilado todo, pero no se dio cuenta que faltaba Bercouli, dándolo ya por dormido. No alcanzaba a ver la pequeña luz de la lámpara de vela que colgaba del lugar de reposo de las perras, aparte de que sus ladridos se callaron por ser alimentadas.

Eran las once veinte, todas las luces se encontraban apagadas tanto fuera como dentro de la habitación. Fue ahí cuando Klein abrió la puerta de su habitación, encaminándose a la de Kirito.

En cuanto entró, le sacó un buen susto al Barón. La puerta no sonaba al tener mantequilla en las bisagras, aunque el hecho de que la puerta se abriera lo exaltó.

-Ich komme für die Koffer, mein Herr. –Klein avisaba que iba por las maletas para llevarlas a la cocina.

-Mach es mit großer Sorgfalt, Knappe. –Kirito pedía cuidado.

Las maletas eran llevadas por Klein a lo que era, más precisamente, a la alacena. En caso de que alguna de las criadas bajara por cualquier motivo, no vería las maletas al estar bien ocultas en la parte más obscura de aquel frío lugar.

Alice se ponía una mano en el estómago. Ella no estaba nerviosa, confiaba en que todo saldría según lo planeado. Se sentía muy emocionada, por fin se acababan los malos tratos de Stacia, podría ser feliz con el hombre que amaba y tendría una vida digna y tranquila.

Llevaba los papeles de identificación de Eldrie como un recuerdo, ya que le tenía apreció a su mejor amigo a pesar de que negó sus sentimientos por él.

-Si él hubiera vivido, yo no era mujer para él, merecía un mejor partido que yo. –Sonrió ella amargamente, teniendo deseos de llorar por el recuerdo de Eldrie.

Sus ilusiones de ser madre, de cuidar al hijo de Kirito le calentaban el alma. Su vida bajo una chimenea, ya de anciana con Kirito le era sumamente preciada. Ya tenía el nombre para la criatura en caso de que fuera niño, pero faltaba pensar en que sucedería su fuera una mujercita. Lo pensaría en el camino.

Llegada la hora de la verdad, Klein decidió que fuera diez minutos antes al ya no haber necesidad de esperar más. Todos estarían dormidos, así que los tres bajaron por las escaleras del palacio Noir et blanc, teniendo mucho cuidado con cualquier ruido que pudiera hacerse. Al ser de mármol, las escaleras no hacían ruido alguno, porque se habían quitado los zapatos.

Kirito seguía sudando a mares, Alice quería correr fuera del palacio para irse ya. Klein iba en vanguardia, extremando de igual forma precauciones. Vieron una luz encendida fuera del palacio, por lo que se hicieron unos pasos para atrás.

Cuando Klein fue a ver que era, suspiró de alivio. Se habían olvidado de apagar una lámpara de vela, puesto que no había nadie afuera y no se veían más luces.

-Sigamos. –Susurró, haciendo señas con su mano para que continuara el recorrido hacía la cocina. Klein volvió a entrar primero, asegurándose que nadie estuviera ahí. La puerta estaba cerrada, se tendría que ser cuidadoso al abrirse.

Los otros dos cómplices que iban atrás de él también entraron, abriendo la alacena para ir por las maletas que tenían.

Cuando fueron extraídas, los tres se miraron mutuamente. Alice alzó su vestido, haciendo una reverencia.

-Le estoy infinitamente agradecida por su ayuda, escudero Klein. Se lo pagaré, no lo dude.

-No se preocupe por eso, señorita Alice. Con que mi señor sea feliz, es pago suficiente para mí.

-Muchas gracias por esto, amigo. En verdad eres más que un hermano para mí. –Los dos se abrazaron, Alice tomó su maleta, sonriendo ante tal suceso.

Aunque toda alegría se quedó cristalizada cuando se escuchó la puerta abrirse. Los tres voltearon a ver si, por casualidad, la puerta se abrió por el aire. No era así, Bercouli entraba a la cocina con sus botas en la mano, aparte de tener un costal.

No se dijeron nada, Bercouli vio las maletas, a Alice y Kirito vestidos de civil y se dio cuenta de qué pasaba.

-Jamás creí, señorita Alice, que en verdad pudiera llegar más lejos cuando le dijo a la señorita Tieze que se había enamorado del Barón Kirito. Estuve tan equivocado...

-¡Señor Bercouli! ¡Por favor, déjenos ir! –Pidió Alice, desesperada.

-¿Cuánto dinero quiere por su silencio? –Intervino Klein. –Le pagaremos muy bien, pero no diga nada.

-Señor Bercouli, se lo suplícanos. Déjenos ir a Alice y a mí. –Finalizó Kirito, abrazándola a ella.

-Lo siento...pero no saben cuánto me arrepiento de la última vez que dejé ir a alguien del Noir et blanc cuando pude detenerlo. Vaya que causarán un gran problema en la casa. Sigh, y yo que quería dejar de tener problemas.

-Muy bien anciano, hágase a un lado o no se lo perdonaré. Somos dos contra uno. –Klein dio un paso al frente, remangándose la camisa.

-Bien pensado, Klein. Si no quiere vender su silencio, se lo vamos a comprar por la fuerza. –Los dos hombres se dirigieron a Bercouli, quien sacó su pistola, apuntando hacía el techo.

-¡¿A dónde creen que van?! ¡Podré ser viejo, sí, pero no estúpido! Vamos arriba, ahora. –Lo último lo dijo más alto.

Alice quería llorar del nerviosísimo y miedo que sentía. Kirito apretaba los dientes y los puños con tanta rabia y frustración, respirando pesadamente por la misma razón. Klein negó con la cabeza, sabiendo que tendrían un gran problema, pero tenía que atenerse a las consecuencias.

Siendo prácticamente escoltados por Bercouli, quien iba hasta atrás y apuntaba la pistola sin un objetivo fijo, fueron caminando hasta el cuarto de Quinella.

El sentimiento de derrota y abatimiento se hizo presente en los tres. Tantos sueños se caían a pedazos, sin remedio mayor. Alice sería claramente despedida del Noir et blanc, y quien sabe qué pasaría con Kirito y Klein, siendo esa la mayor de las preguntas.

-Pobre Eldrie...le fallé. Hice que sus esfuerzos fueran para nada. –Se lamentó ella, recordando cuando la salvó de que la despidieran de forma injusta.

Estando ya parados en el cuarto de Quinella, los tres casi que prisioneros miraron a Bercouli, como esperando sus órdenes.

-Toquen. –Pidió. –Y que sea fuerte. –Klein acató la orden, dando fuertes golpes en la puerta, los cuales despertaron de manera brusca a Quinella, asustándola.

-¿Quién es a estas horas? –Preguntó, entre molesta y con sus precauciones. Si se tocaba a su puerta pasadas las doce de la noche es porque algo había pasado.

-Soy Bercouli...pasó algo con el Barón Kirito, algo que no le gustará.

-¿Qué? –Todo rastro de sueño se escapó de Quinella, quien se apresuró a ponerse su bata de dormir para ir a abrir la puerta. Se llevó una mala sorpresa cuando vio a los dos prusianos y a su criada en la puerta, no solo a Bercouli. -¿Qué está pasando?

-Los descubrí tratando de escapar...el escudero Klein era su alcahuete.

Quinella sintió que se desmayaba, teniendo que recargarse en la puerta. Tragando saliva, y pasando el susto inicial, ella rió levemente.

-Malditos malagradecidos...tanto que me preocupé por ellos ¡y así es como me pagan! –El grito que Quinella pegó despertó a todos en el piso. -¡No puedo creer que se atrevieran a hacerme esto! ¡Y tú, zorra, tantos problemas que le has dado a este palacio para que remates de esa manera! –Quinella le dio una muy fuerte bofetada a Alice, desacomodándole todos los cabellos.

-¡Déjela, no se atreva a ponerle una mano encima una vez más!

-¡Callase, poco hombre, mentiroso! ¡¿Cómo se atreve a hacerle eso a mi hija, la cual le ofrecí en matrimonio?! ¡Tantos meses que cuidé de usted, tantos problemas que me dio y me paga de esta manera, infeliz!

Stacia salió de su cuarto, seguida de Yuuki, la cual lo hizo de forma lenta por su bastón.

-¡Yuuki-san, regrese inmediatamente a su habitación! –Pidió Bercouli. La chica se asustó, haciendo caso.

-¿Qué sucede aquí? ¿Qué es todo eso que escuché?

-¡Este perro trató de escaparse con Alice! –Quinella señaló a Kirito, quien desvió la mirada al sentir los ojos de Stacia posarse sobre él.

-N-no... -Stacia rompió en llanto inmediatamente, llevándose las manos a la boca para correr de regreso a su habitación, cerrando la puerta de golpe.

-Maldito sea, Kirito. ¡Maldito sea! –Ella se acercó a él. El muchacho se preparó para recibir una bofetada, recibiendo un golpe en los testículos que lo dejó en el suelo.

-¡Maldita bruja! –Klein trató de meterse para defender a su señor, pero Bercouli le apuntó con la pistola.

-Ni siquiera se te pase por la mente tocarle un cabello a Quinella-Sama, desgraciado.

Con Quinella caminando sobre él, ella comenzó a bajar las escaleras, prendiendo las luces de la misma. Alice se lanzó con Kirito, abrazándolo, llorándole por el dolor que le daba verlo maltratado.

Bercouli negó con la cabeza. Apuntado con el revólver, obligó a los tres malaventurados a bajar las escaleras. Iban para la sala. Se podía escuchar, incluso hasta las escaleras, los llantos de Stacia, quien no terminaba de creer lo que escuchó.

Hacía no más de una hora le dijo que se verían en el desayuno. Hacía no más de doce horas que le había dicho su pensar respecto de la boda, y que pensaba usar para cuando se efectuara. El sentimiento de traición ardió en Stacia como metal caliente directamente en el pecho, lamentándose de todo, sintiéndose horrible por no ser suficiente para el Barón Kirito, a quien amaba con locura.

Para tratar de hacer algo al respecto y no perderlo, tratar de recuperar su amor, la muchacha salió de su cuarto, secándose las lágrimas, dispuesta a perdonar a Kirito, dejándole pasar por alto aquello con tal de que la boda se realizara.

En la sala, Quinella y Bercouli discutían qué hacer. El segundo de ellos ya tenía el revólver de regreso en la cintura. Los tres malaventurados se encontraban sentados en un sillón, casi como esperando sentencia.

-Hay que llamar a la policía.

-¡Ni loca, se hará un escando enorme! ¡Piense, Bercouli, aparecerá en todos los periódicos "Criada del Noir et blanc ve su intento de escape con un noble prusiano fallido! ¡Nadie sabe que ellos dos están aquí! –Señaló a los dos invitados ya no tan gratos de la casa.

-Cierto...Sigh, ¿Qué haremos entonces?

-¡Alice, te vas inmediatamente del palacio, me da igual que sean las doce de la noche, tú ya no pertenecerás ni un solo segundo a esta casa! Pobre de Eldrie, su recuerdo fue profanado, ¿de qué carajos le sirvió lo que hizo por ti? ¡Debiste darle tu mano, así al menos hubiera muerto con esa felicidad!

-¡Ella no sé irá a ninguna parte! –Kirito se levantó de golpe. -¡Ella no se va porque...!

-¡No le digas, Kirito! –Pidió ella, llorando.

-Eso puede salvarte, Kleine Sonne...por ti lo hago. –Kirito regresó su vista a Quinella. –Alice espera un hijo mío, ¡Y no la dejaré a su suerte, por lo que ella no va a ninguna parte!

-Que...que desagradable. –Quinella se llevó la mano a la boca, sorprendida. –Ahora un bastardo con sangre real caminará por las calles...

-¡No será un bastardo, no me importa que me deshereden, que me corran de mi casa o incluso que me quiten la nacionalidad prusiana!...yo me haré cargo de Alice y de ese niño, ¡Y no hay nada que puedes hacer para evitarlo, Quinella!

Stacia logró escuchar los gritos al encontrarse ya en la escalera. De tener una actitud incluso sumisa con el Barón, ahora le tenía odio, rabia, incluso asco.

Sabía dónde estaba la pistola nueva de Bercouli. Iba llorando a la habitación de este, entrando al golpear la puerta para ir al cajón donde reposaba. Él le dijo donde la guardaba en caso de emergencia, pero ella la quería para una venganza.

Buscando los cajones de forma muy brusca, la chica dio con la pistola, asegurándose de que estuviera cargada, lo que era efectivo. Le quitó el seguro, regresando a la escalera, limpiándose un poco los ojos al no dejar de llorar de tristeza, dolor y odio.

-No importa que hagan, yo ya tomé una decisión, y esa es quedarme junto con Alice pase lo que pase. Si no quieren que un gran escando se haga sonar en toda Europa, será mejor que guarden silencio, nos dejen ir a mí y a ella, y todo quedará como si nada.

-¡Maldito! ¡Todavía que es usted el culpable de esta desgracia en mi amada familia e intenta chantajearme!

-Es usted un inmoral, Barón Kirito. Tanto apreció le tenía la familia de mi señora. No merece más que un tiro en la lengua.

-Silencio, Bercouli. No me importa qué piensen de mí, ni siquiera me importará lo que diga Europa de mí cuando diga lo que pasó en esta casa. Con que pueda estar con Alice, seré feliz. Así que ustedes tienen las de perder, no hay nada que puedan hacer para cambiar mi opinión.

-Yo no estaría tan segura de eso, Kirito. –Stacia entraba a la sala, teniendo contracciones respiratorias, aparte de seguir llorando. Le apuntó con la pistola a Kirito. –Y-yo no estaría tan segura de eso.

Todos se miraron, alarmándose al ver a Stacia con un arma. No dudaban que, enojada, frustrada y con el corazón roto, la fuera a detonar, por lo que Bercouli le apuntó a ella.

-Baje esa arma, Stacia-Sama, no queremos que nadie salga...

-¡Bercouli, ¿cómo se atreve a apuntarle con un arma a mi hija?! –Exclamó Quinella, sumamente enojada. Bercouli se puso la pistola en el cinturón nuevamente.

-Asuna...por favor, piensa lo que haces. Baja el arma, déjala en el piso y regresemos a tu habitación a charlar lo de la boda, ¿Qué gusta la idea?

-Ya no le creo nada... ¡escuché todo! Mientras usted decía que me amaba...me traicionó con una sucia criada. Y no sólo eso, sino que también la dejó embarazada.

En un ataque de rabia contra Alice, Stacia apretó los dientes, apuntándole a ella, disparándole directamente en el vientre. La muchacha lanzó un alarido de dolor, llevándose ambas manos a la zona del disparo, quejándose del dolor que sentía. Se había arrodillado en el suelo, para luego caer de lado.

-Y en cuanto a usted, Barón Kirito...yo sí lo amaba. –La voz de Stacia estaba rota, lloró unas últimas lágrimas. –Le iba a perdonar todo...pero esto, no.

Accionando el gatillo, el primer disparó fue directamente en el pecho de Kirito, quien se miró la herida, dando unos pasos para atrás a la vez que su rostro enrojecía.

-¡No! –Gritó Klein, encaminándose hacía su señor, pero un segundo disparo en el estómago de Kirito lo frenó, cubriéndose con los brazos para no salir dañado.

Quinella gritó de horror, Bercouli se quedó completamente paralizado.

Un tercer disparo en el hombro del Barón lo hizo girarse sobre sí mismo, quedando de espaldas. A los traidores se les fusila por la espalda, no siendo sorpresa que Stacia accionara los últimos dos disparos en la espada y costillas traseras de Kirito, haciendo que él cayera al suelo, empezando a dejar un charco de sangre.

-Hasta nunca...amor mío. –Stacia soltó la pistola, cayendo sobre sus rodillas para ponerse a llorar desconsoladamente. Matar a la persona que la había traicionado no le trajo paz, la dejó más intempestiva.

-Mi señor... -Klein se soltó a llorar, viendo el cuerpo de Kirito tirado en el suelo, boca abajo. -¡Malditos, esto lo van a pagar caro!

Sabiendo que Klein no pararía de exigir justicia, Bercouli sacó su pistola, y, sin vacilar, le disparó en la mejilla, causando que sus ojos se pusieran rojos, cayendo muerto al siguiente segundo.

Alice se arrastraba hacía Kirito, llorándole de forma inconsolable, totalmente abatida.

Él estaba inerte en el suelo, con ojos abiertos y una expresión neutra. Tenía los ojos húmedos, reteniendo lágrimas en su ojo izquierdo. Una lágrima caía por su ojo derecho, caminándole por la mejilla.

-No te mueras, Kirito...por favor, no te mueras. –Ella lo abrazó, llorando sobre el cuerpo del que una vez fue al hombre que tanto amaba.

Le dio un último beso en los labios. Los sintió fríos, sin ninguna chispa de amor ni de calor humano. Era como besar el suelo, con la suavidad de esos labios que una vez besó de forma romántica.

-No te mueras, Kirito...no me dejes sola, por favor. Yo te amo...no te mueras.

Claro que, en cuanto llegó la policía y se supo de la noticia, la cual fue primera plana en todos los periódicos, se hizo un enorme escándalo en todo el país.

"Noche sangrienta en el Palacio Noir et blanc, mueren a tiros dos nobles prusianos a manos de una chovinista francesa".

Uno que conoce que pasó en realidad, pensará que algo no anda bien con ese título. Claro que la versión que dio la prensa obtenida de la policía y, a su vez, obtenida de Stacia, Quinella y Bercouli, fue esa.

Nadie, más que una persona en el palacio, sabía la verdad. Ronye no dijo nada ya que tenía muchísimo miedo de las represalias que pudieran caer contra ella. Todos en el palacio no se lo podían creer, pero la señora de la casa no podía mentirles.

El asunto fue que, tras dispararle a Klein en la mejilla, Alice mató a tiros a Kirito, siendo detenida por Bercouli al defender a la familia de la criada enloquecida en un ataque de chovinismo. Según, ella no estaba de acuerdo en que dos prusianos visitaran la casa, ya que llevaban no más de dos días en el palacio. Ese último detalle no fue conocido por los trabajadores del Noir et blanc, debido a que Quinella les prohibió que leyeran esos periódicos, quemándolos en la chimenea de la sala.

Alice, por más que suplicaba y lloraba al dar su versión de los hechos (la real), las pruebas no le eran suficientes a ella, siendo tres testigos contra ella.

Fue condenada a la guillotina por las presiones de Prusia, exigiendo justicia para sus dos compatriotas asesinados a sangre fría por una chovinista francesa.

Esperaba su hora, mirando la ventana de su celda, sujetándose a los barrotes de la misma. Tuvieron que quitarle a su apenas concebido hijo al retirarle la bala del estómago. Y es que, para ella, la muerte era lo mejor al ya no tener más por que vivir: sin su amor y sin su hijo, del cual nunca supo si fue hombre o mujer.

Miraba a la nada, ya sin esperanza alguna de salvarse, porque no quería ser salvada.

-No tardaré en verte...Kirito.

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Ohhhhhh dammmm definitivamente éste es uno de los finales más crueles que podrán tener mis historias, pues vaya que el libero tuvo un final bastante malo. 

Siento que muchos estarán felices con el final ya que rodaron las cabezas de quienes querían jejeje ¿y yo soy el cruel? Pero bueno, en sí, a mi en lo personal me agrada la historia, aunque sí que cometí el error de no darle tanto protagonismo al ship principal, pues como recordaran, ni siquiera sabía en un principio cuál sería ese ship. De ahí en fuera, la pareja que fue mejor (y todos estaremos de acuerdo), fue el siempre bello ischeta uwu y un poco el tiezegeo (¿suena bien?)aunque ese también tuvo sus altibajos. 

Wow, ya veo la discusión que se desata en los comentarios :000 aunque igual ya me acostumbré >:v

Pocas palabras pueden describir este fic, pero lo considero una de mis joyitas más por la trama que por el ship protagonista...que fue malo, lo reconozco, pero no por ello le quita taaaaanto mérito a la historia, en lo que a mi parece, por supuesto.

En dos semanas subo el fic del Aligeo, que siento que tendrá un poco más de ese problema con el ship, pero siempre tendrá una línea a seguir así que creo que no habrá tanto problema en eso.

Sin más, nos despedimos de esta historia que ha causado tantas opiniones divididas y generará una guerra civil en los comentarios sobre si el final estuvo bien o mal...vaya que me pasé de cruel con Kirito, y un poco con Klein que pues...es Klein, a nadie le importa :v y, a pesar de que no se ve la muerte de Alice...igual fue cruel, las guillotinas eran exhibidas al publico...así que harán una idea de lo cruel que fue. 

Siempre tuyo:

-Arturo Reyes.

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