Capítulo 11.-Guerra y paz.
Iskahn descansaba sentado en su habitación. De forma oficial, él tenía que estar trabajando, pero ese mismo día tenía pelea en la noche, por lo que descansaba para el momento aquel.
La falta de personal se notaba. Había pasado una semana desde que los soldados se llevaron a Eldrie y a Egil, manteniéndose aún un aura de tristeza. Siempre que Eugeo le leía el periódico a Yuuki, aparecía la noticia de que una batalla era perdida por los franceses, teniendo un número inexacto de muertos.
Ella siempre tenía los ojos vidriosos cuando le terminaban de leer la primera plana. "Mil muertos en el frente" la pobre muchacha sabía que existía la posibilidad de entre esos mil estuvieran sus antiguos trabajadores.
-Vayamos a desayunar, por favor. –Pidió Eugeo, quien sacaba a Yuuki de la cama, cargándola.
Lyceris se marchaba ese mismo día al haberse acabado sus vacaciones. Se llevaba un aura lúgubre, como en el resto de todo el palacio. Ya los días no eran iguales, eran todos más tristes.
Desde ese día en que se los llevaron, todo parece más feo.
En la mesa se desayunaba, siendo un trabajador quien cubría el servicio de Iskahn. Siempre que lo cubrían para una pelea, él daba una parte del dinero al compañero que le hizo el favor, por lo que no era mucha molestia tener trabajo doble por una paga doble.
Si bien muchas veces el dinero no se necesitaba del todo, era importante. En el palacio los trabajadores ahorraban para independizarse de la casa y marcharse a tener una mejor vida. Iskahn era el campeón de la comuna, pero quería ir por más.
-Me iré después de desayunar, tía Quinella. –Mencionó Lyceris, rompiendo con el silencio que abundaba en la casa.
-Entiendo...¿pasará por ti una carreta? Habría que avisar al viejo Bercouli para que no se creé un alboroto.
-Sí. Pasará por mí un carruaje de la familia de mi padre.
-Te voy a extrañar mucho, prima Lyceris. Nunca antes había salido tanto de la casa. –Sonrió Yuuki, alegre.
-También me divertí mucho contigo, prima Yuuki. Lo único malo es que...a pesar de que tengo la esperanza de que para mi próxima visita tú estés bien siempre es alta, tengo que enfrentarme a la realidad.
-No te preocupes por mí. Hacer lo que me gusta es lo que me mantiene sana.
-¿Y qué es lo que te gusta hacer? –Intervino Stacia.
-Estar rodeada de la gente que amo. –Sonrió Yuuki, especialmente a Eugeo, quien se ruborizó ligeramente.
-Traigan el postre, por favor. –Pidió Quinella.
-También extrañaré mucho esto...los postres. –La pequeña soltó una risita que fue contagiada a su tía, a la vez que a sus dos primas.
-Por eso no quiero que se lleve a ninguno de los trabajadores, Barón Kirito.
-Egil lo ameritaba. Hay otra chica...ella me parece excelente para llevármela a Prusia, le encantaría a mi madre. Es rubia, de ojos azules.
-¿Alice? –Stacia frunció el ceño.
-Creo que sí... -Aprovechando que ella estaba en la cocina, Kirito movería sus fichas. Klein lo miró con algo de impresión.
-¿Recuerda cuando me dijo que si me llegaba a interesar por alguna de las doncellas de la casa me ayudaría a casarme casi al instante de que usted lo haga con mi señor? Pues ya tengo una decisión.
Con Eldrie en posibilidad de quedar fuera del juego, Stacia tenía que aprovechar la oportunidad de que Alice se fuera de la casa. Klein podría ahorrarle el trabajo de tener que planear un nuevo plan para deshacerse de ella.
Era una oportunidad de oro...pero existía algo detrás de ese interés.
-¡Me parece una espléndida idea! Ustedes hacen una muy buena pareja. –La realidad era que Stacia no lo creía así, pero mejor no hablar de ello y apoyar fervientemente la idea.
-Muchas gracias, espero no causarle mucha molestia. –Klein y Kirito se miraron, sonriendo.
Una fase del plan estaba completa, pero tendrían que informarle a Alice de éste plan. En cualquiera de los casos, era una completa locura, sin pensarlo por mucho tiempo.
Ella cortaba las rosas de los jardines, algunas ya se pudrían o se quemaban por el sol. Tenía unos guantes de jardinero que pertenecían a Eldrie, pero Alice los necesitaría mucho más que él.
Una de esas rosas estaba impecable, hermosa y radiante. Ella sonrió apenas la vio, mirando a ambos lados para memorizar la localización de la flor.
-Volveré por ti, pequeña. –Dijo la chica, siguiendo su camino para cortar las demás rosas. -¿Dónde está Iskahn cuando se le necesita?...
En la sala de la casa se tomaba el café de la mañana, omitido a propósito por Kirito y Stacia. Ambos charlaban de los viajes del muchacho por el Eyalato de Egipto, y ella de sus visitas a Italia.
-Recuerdo que lo que más me gustaba de Italia era su café, amargo pero revitalizante. Algo muy bueno eran sus dulces, toda una maravilla.
-No lo dudo. He visitado algunos países de América, Cuba, por ejemplo. Era un niño aún, yo tendría unos diez años, quizá poco más. La Habana me resultó tan hermosa, sobre todo la bahía.
-Yo nunca he visto fotos de Cuba, ¿quisiera contarme cómo es? Con eso que un tal Carlos Manuel de Céspedes los incita a la independencia.
-Lo sé. Fue toda una aventura tener que ir a una colonia en guerra. En fin, fue divertido, por lo que más recuerdo. Mi familia y yo estuvimos siempre fuera de peligro, las revueltas independentistas eran en el oriente de la isla.
-¿Nunca le dio miedo pensar que estaba en peligro?
-Jamás escuché un disparo, y los adultos decían que la situación estaba controlada.
-¿Su padre habla español o fueron guiados por alguien?
-Mi padre habla español además de alemán y francés...si mal no recuerdo, creo que tenía ganas de aprender ruso.
-¿Acaso su padre quiere ir a ese infierno congelado? Una vez fui a Petrogrado y apenas bajé del carruaje quise regresar.
-Así es, el frío ahí es una locura. Incluso en su carácter los rusos son una cosa muy curiosa, no importando si son de la nobleza.
-Yo no visité el Palacio de inverno, ¿es lindo?
-Una cosa de otro mundo, definitivamente.
Klein fumaba en la parte de afuera del palacio, notando también la ausencia de los trabajadores. Siempre charlaba con Eldrie de vez en cuando, pero ahora que él ya no estaba en el palacio, se aburría bastante.
Él escuchó como algo se caía dentro de la casa, fue un golpe seco, pero notorio. No le dio mayor importancia ya que las cortinas de aquel cuarto quedaban cerradas. No podía ver ni aunque así lo deseara.
En sí, aquello se debía a una rápida aventura entre Eugeo y Quinella, siendo algo sumamente espontaneo y sin planificación. Fue una sorpresa que, una vez más, una pila de libros fuera derribada por el pie de Quinella al abrir las piernas en su silla.
Lyceris jugaba con uno de los perros más grandes junto con Yuuki. Éste ladraba de vez en cuando, ya que las dos primas le lanzaban un hueso de venado, casi como si fuera para ellas.
Era una manera muy buena de distraerse en espera de la ida de la pequeña invitada. Una ausencia más se notaría en el Noir et blanc.
Caminando por las habitaciones de los mozos, Scheta entró en la habitación de Iskahn, quien hacía un poco de sombra en espera de su gran combate de esa noche.
Él era el evento principal, por lo que unos ligeros nervios lo acompañaban. Se suponía que su pelea sería bastante dura, por lo que no se confiaba. De hecho, él nunca se confiaba.
En cuanto ella lo vio haciendo sombra, una risa se le escapó de la boca, dándole un susto tan grande al muchacho de piel canela que el rostro se le puso blanco como un papel.
-Pero trabajas como si fueras negro, Iskahn. –Se burló ella.
-Silencio. No le digas nada a Quinella-Sama, por favor. Tenemos un trato Didier y yo de que hará todo lo que yo tenga que hacer a cambio de que le dé la mitad de lo que gane.
-¿Ganar? ¿Tienes otra pelea de casualidad?
-En efecto, mujer. Me dijeron que es una pelea muy complicada, por lo que tengo que estar bien preparado.
-Por cierto, eres un cruel, Iskahn. Te dije que me llevaras a verte en tu última pelea y te fuiste sin siquiera despedirte.
-Pensarían que estamos comprometidos, ¿no recuerdas lo que pasó en el pueblo cuando le dieron la golpiza a Eugeo?
-¿Te da pena que piensen que estamos comprometidos? –Sonrió Scheta sin abrir la boca, encorvándose un poco hacía Iskahn.
-¡Claro que no! –El muchacho se ruborizo ligeramente.
-Entonces llévame para que me lo demuestres.
-Sigh. Está bien. Partiremos a las cuatro de la tarde, para que no llegues tarde.
-Que amable eres, Iskahn, ¿te costaba tanto trabajo invitarme a tu pelea? –Ella le ofreció su uniforme limpio. –Te deseo mucha suerte.
Cuando ambos estuvieron lo suficientemente cerca al sujetar el traje del muchacho, Scheta aprovechó para robarle un beso rápido en los labios, sorprendiendo mucho al joven, quien quedó con los ojos bien abiertos, poniéndose blanco como un papel una vez más.
-Gr-gracias...Scheta. –Ahora el tono de piel de Iskahn pasó a ser más bien carmesí.
Ella se fue dando una pequeña risa, justo como cuando llegó. Cuando él se cercioró de que estaba solo y que Scheta no lo espiaba, se pegó contra la pared, aun apenado por el beso que le habían robado.
-Dios...
Ese suceso lo tuvo un poco inquieto durante algún rato, no logrando concentrarse del todo en su entrenamiento. Llegó un punto donde Iskahn se sintió molesto con Scheta, pensando que ella lo había hecho a propósito para distraerlo de su otrora empresa que lograría si es que ganaba la pelea. Sería un record de veinte defensas de título de campeón de la comuna, siendo algo impresionante.
Ya le había dicho la hora, por lo que retractarse le era imposible. Tendría que llevarla, pero eso era algo para bien, teniendo un impulso extra para no perder. En caso de ser así, Scheta se burlaría de él durante toda una vida, e incluso después de ella.
Esa era la razón principal que lo impulsaba a no perder, no queriendo ser el hazme reír de Scheta.
Llegaba la hora de la partida de Lyceris, la pobre Yuuki lloraba de forma silenciosa, abrazando a su prima. Ambas eran las que mejor se llevaban en su no tan buena relación de familia.
La pequeña sonrió al ver a su prima llorando por su partida, por lo que la abrazó con bastante afecto, dando una pequeña risita en el proceso.
-No llores. Yo no lloraría por tu partida, sólo cuando la enfermedad te supere. –Las chicas se separaron.
-Es que yo soy más sentimental, prima Lyceris. –Yuuki rió amargamente, dándole otro abrazo para que la despedida fuera menos dolorosa.
Se verían en tal vez unos siete u ocho meses, dependiendo de cuando sus madres se enojaran.
Cuando llegó la hora de despedirse de Stacia, un abrazo bastante menos afectuoso se realizó. No se caían mal, pero no se llevaban del todo bien como era el caso de Yuuki.
-Espero me invites a tu boda. Me pregunto si tu prometido se verá igual de feliz en ese día.
-Ojala que sí. –Bromeó Kirito, provocando una fea mirada de Stacia. El muchacho rió nerviosamente.
-Espero verte ese día.
Y ahora llegaba el momento de mayor tensión, incluso Bercouli estaba al lado de Quinella para que nada fuera a suceder. Antes de despedirse de su no tan querida tía, Lyceris le hizo un comentario a Bercouli.
-Me pregunto si a tu regreso serás más viejo.
-En efecto, seré más viejo, al igual que tú. Cada segundo que pasa es uno menos en nuestras vidas, uno que nunca vamos a recuperar.
-Vaya que sí, capataz Bercouli. -Lyceris abrazó a Quinella, sorprendiéndola un poco. –Nos vemos luego, tía Quinella.
-Hasta luego, pequeña. Salúdame a tu madre.
-Acércate un poco. –La mayor hizo lo pedido. –Sugiero que cambies de perfume, porque creo que Eugeo usa el mismo que tú. –Separándose, Lyceris sonrió, Quinella abrió los ojos de la para nada grata sorpresa que se llevaba.
-Cl-claro...
-¡Entonces nos vemos! –La pequeña soltó una risita, tomando a Eugeo del brazo para que la ayudara a subir al carruaje. –Usa perfume de hombre ya que hueles a mujer de la burguesía.
Eugeo también se sorprendió mucho, Lyceris le guiñó el ojo y le dio una palmadita en el hombro.
Ninguno de los dos sabía cómo o cuando ella los descubrió, pero supieron que su comentario no fue por mala leche. Era una verdadera sugerencia para que alguien menos perspicaz que ella los descubriera.
El carruaje se fue al ser cerrada la puerta, Lyceris abrió su libro Les miserables, que no terminó de leer por el grosor del mismo. Sonreía para sí misma, acomodándose los lentes estilo Trotsky que ella usaba.
-No pensé que mi tía necesitara esas atenciones desde que falleció mi tío. Al menos escogió bien, Eugeo es bastante atractivo.
La entrada a la casa para los dos sospechosos fue bastante incomoda, suspirando hondo. Todos en la casa regresaron a hacer lo que hacían antes de ser interrumpidos en la partida de Lyceris.
Yuuki se sentó a beber té en la mesa, encontrándose sola. Al menos cuando estaba ella, podía platicar con alguien. Eso la hizo sentirse un poco triste.
Su mozo personal la acompañó, estando cerca de ella para que no se sintiera más sola. El brazo ya no lo tenía tan lastimado, pero seguía sin poder moverse con libertad, razón por la cual, en vez de darle un abrazo, le dio un beso en la cabeza.
Ya era ganancia para ella, quien sonrió con esos ojos de perrito triste.
La paz reinaba una vez más en el Noir et blanc, estando mucho más calmado al haber cesado ya las discusiones entre Lyceris y Quinella o las charlas entre ella y Yuuki.
Seguía ahora una plática entre ambos prusianos, siendo ésta en alemán para evitar ser pillados. Discutían, a grandes rasgos, sobre lo que harían respecto al problema de Kirito. La primera ficha ya había sido puesta en juego, pero seguía algo más importante, ¿y ahora qué?
La primera parte del plan fue llevada con éxito, faltando informarle a Alice. Seguidamente de eso, se tenía que seguir la planeación.
El plan constaba en llevarse a Alice a Prusia y de ahí ella y Kirito irían a su casa de campo, de la cual Stacia y Quinella no tenían conocimiento.
Podrían encontrarlo a él si es que iban a su casa en Prusia, pero no en la casa de campo. Era un plan más o menos idóneo, pero sería complicado realizarlo.
Ya casi era de noche, los mozos se apresuraban para ir a ver las peleas de ese día. Iskahn no vestía su típico traje de mozo, llevaba algo más ligero y menos fino. Era una simple camisa de algodón y pantalones negros del mismo material.
Scheta no vestía como sirvienta, esperando ya al muchacho en la carreta que los llevaría a ellos dos y a los trabajadores al pueblo, que era donde se realizaban las peleas.
-Tardaste un poco, Iskahn. –Recriminó Scheta, estoica.
-Tenía que prepararme bien ya que tus gestos no me permitieron pensar bien durante toda la mañana y parte de la tarde.
-¿Pensabas en mí? ¿O pensabas en el pequeño beso que te di? Durante el día, yo muchas veces llegó a pensar en ti.
El muchacho se ruborizó ligeramente, subiendo a la carreta. Scheta le tendió la mano, esperando a que le ayudara. Chistando la boca, él la tomó de las manos, ayudándola a subir.
Éstas tenían un tacto suave, siendo los dedos delgados y pálidos al igual que el rostro de la mujer. Quedando frente a frente, ella sonrió sin abrir la boca, él frunció el ceño, mirando a otro lado.
-Vámonos de una vez.
La carreta avanzó entonces a paso lento al llevar a varias personas dentro, siendo esa la razón por la cual Scheta se pegó un poco al costado de Iskahn, quien la vio con unos ojos casi de querer matarla. Él ya moría...pero de vergüenza.
Conforme se iba llegando al pueblo, las manos del muchacho se ponían frías por los nervios, siendo evidenciado su nerviosismo por un leve tic en la mano. Le temblaban los dedos meñique y anular, aparte de que le temblaba el bíceps derecho.
Eso hizo que Scheta lo tomara de la mano, tratando de controlar un poco el temblor de ésta, además de darle un poco de calor.
-Está helada, ¿en verdad te sientes tan nervioso, Iskahn?
-Siempre antes de una pelea estoy nervioso, no hay mucho secreto. Tú igual tienes la mano helada, ¿también estás nerviosa?
-Claro que sí. Me da un poco de nervios saber que tendré ver que alguien te golpeará con una intensión no muy amigable.
-¿Ah, sí? –El muchacho sonrió orgullosamente a la vez que se ponía los puños en la cintura. –No deberías temer, hablas con el campeón, no con cualquiera. Será mi defensa número veinte del título.
-Hablador como siempre...si no ganas, me burlaré de ti durante toda la vida.
-¿Y si gano?
-No lo sé...quizá te de un premio, ¿Qué dices? Uno muy especial.
-Acepto. –Ambos se sonrieron de forma retadora, como siempre lo hacían cuando entraban en conflicto.
El lugar donde pelearía Iskahn y los otros mozos era en una taberna muy grande, siendo especial para las peleas. Se tenía, en un costado de la taberna, un ruedo como en donde se pondrían a pelear gallos, colocándose algunas gradas. Si bien no eran necesarias, eran simbólicas. Casi nadie tomaba asiento durante las peleas.
La fila de las apuestas era bastante grande, Iskahn era el favorito pero no por una gran diferencia como por lo regular era.
Tras las bambalinas, los luchadores practicaban algo de sombra, otros estiraban su cuerpo, como lo era Iskahn. Scheta lo tenía que mirar de lejos ya que la entrada a esa parte de la taberna no era permitida. De hecho, ella sólo entró a ver la pelea por que Iskahn se lo pidió al dueño, y eso que éste no estuvo del todo de acuerdo.
Cuando se encontraban con la mirada, Scheta le sonreía tímidamente, Iskahn se concentraba más en lo suyo. De vez en cuando, un pequeño saludo con la mano era enviado por él.
Pelearían, aparte de Iskahn, otros tres mozos del palacio, siendo uno de ellos quien abriría la tarde/noche de peleas de box. Perdió tras casi cinco rounds al no ser muy bueno y por qué le pusieron un rival bastante experimentado.
Las siguientes dos peleas fueron de algunos pueblerinos que peleaban, claro. Fueron bastante interesantes y muy reñidas, eso debido a que ahora sí los rivales eran bastante más justos y equilibrados.
Llegaba el turno del segundo trabajador de la casa, al cual Iskahn le dio un pequeño golpe en el hombro deseándole suerte. Su pelea se alargó mucho más de lo esperado al resistir una autentica paliza. Llegó un momento en donde se pensó que ya no podría más al ser derribado en el décimo cuarto asalto, pero se levantó para dar un último esfuerzo, ganando de un acertado gancho al hígado que dejó fuera de combate a su rival.
Daba la impresión de que la suerte de Iskahn dio resultados. Lo único malo es que el muchacho resultó muy herido del rostro, teniéndolo casi bañado en sangre.
Sucedieron otras tres peleas que acabaron rápido a pesar de la gran expectación que se tenía de ellas. Se esperaba fueran de más de diez asaltos, siendo lo contrario al tener siete asaltos la más larga de todas.
Pasaba una tercera antes de la estelar, estando protagonizada por otro trabajador del Noir et blanc. Estaba casi declarada, el muchacho iba a perder por la diferencia de edad y peso. Tenía unos veintidós años, pero su rival era de treinta, bastante más experimentado.
Al segundo asalto se acabó todo.
Ya pasadas los dos peleas anteriores a la estelar, Iskahn se notaba bastante nervioso, tronándose el cuello o los dedos. Antes de ser llamado a la arena, Scheta lo miró, sonriendo.
Ella se coló en las bambalinas para ir rápidamente con Iskahn, tomándolo de un brazo.
-Suerte. –Lo siguiente que pasó fue que ella le dio un beso en la mejilla, sonrojando al muchacho. –No me vayas a fallar, ¿eh?
-No...¿yo fallarle a una mujer? ¡Ja! Eso es tan estúpido.
-Ese comentario es tan tuyo.
La gente se notaba muy expectante, el rival del campeón le ganaba en peso, siendo de espalda muy ancha y de cuerpo fornido, pero no era muy alto, y tenía los brazos cortos. De todos modos, no era muy buena idea confiarse.
Iskahn era flaco pero marcado, alto y se notaba muy ágil. Eso le daría una ventaja, quizá. En la altura la ventaja era de centímetros, teniendo que mirar un poco abajo para verle los ojos a su rival.
En cuanto un tornillo industrial golpeó un platón metálico, se comenzó el asalto. Ambos rivales soltaban golpes tímidos, midiéndose en potencia. El rival de Iskahn le soltó una buena patada en la pierna, lastimándolo un poco.
Aprovechando el descalabro, su rival se soltó a la brava, lanzando dos volados a la altura del rostro. Uno se acertó con mucha precisión, meneando violentamente la cabeza de Iskahn, quien se retiraba.
Pasados unos segundos, el muchacho respondió con un volado de derecha y un upper al cuerpo con su izquierda, no causando gran efecto en su rival.
Eran golpes de práctica, sin duda. Lo bueno se vino al acabar ese round. Ambos contrincantes se dieron la espalda, esperando el siguiente asalto. Ambos se mantenían de pie.
Scheta miró por un segundo a Iskahn, desviando la mirada al suelo. Sin duda alguna, el round no le fue favorable.
Sonando el plato que se tenía por campana, Iskahn se puso serio, golpeándose los puños dos veces, sonriendo sin abrir la boca. Eso era sinónimo de que comenzaba lo bueno.
En un altercado de fuertes golpes donde cayeron de todo tipo, al muchacho le acertaron uno bueno en el costado derecho, pero el golpeó fuerte en la mandíbula de su rival, haciéndolo unos pasos para atrás.
Aprovechando eso, Iskahn dio una patada espartana, lanzando a su contrario contra el ruedo, aprovechando para darle golpes en el cuerpo y uno en el rostro, a media nariz. Su rival se lo quitó de encima tras tomarlo del brazo, jalándolo a su posición.
Ahora la lucha se invertía, Iskahn era quien aguantaba golpes a la vez que se cubría, siendo salvado por la campana.
El round estuvo cincuenta cincuenta para ambos rivales, quienes sangraban. Iskahn tenía partido el labio y su rival sangraba de la nariz y de la boca. Ese labio le podía complicar las cosas.
Continuando la pelea, ambos se mantuvieron sin hacer mucho, lanzando algunas fintas para tratar de asustarse. Iskahn sabía que debía pelear en medio de la arena, por lo que no atacaba.
-Ven...cobarde, pelea. –Susurraba, tratando de usar lo psicológico. Sabía que si él no provocaba, lo provocarían a él, siendo mala idea.
Su rival se lanzó contra él, pero siendo Iskahn más ágil, alcanzo a dar un golpe en el plexo solar, teniendo completa ventaja al acertar un golpe así. Un rodillazo suyo terminó en el costado de su rival, seguido de un golpe en media mejilla, finalizado con un puñetazo en las costillas.
La combinación fue lenta pero segura, ahora el muchacho perseguía a su rival por la arena, siempre sacándolo a pelear en media arena.
Llegó un punto donde las cosas se pusieron muy serias, comenzando el contra golpe. Cada puñetazo que se recibía era cobrado con dos golpes. Eso provoco la ovación de los espectadores, quienes gritaban con fervor.
Se golpeaban en los brazos, algunos derechazos en los pómulos, pero un puñetazo poco más arriba de la nariz provocó que el rival de Iskahn se fuera para adelante, noqueado.
En cuanto eso sucedió, Iskahn alzó los brazos en señal de victoria, notándose cansado a pesar de lo poco que duró la pelea. La tuvo difícil, sin duda alguna.
Scheta lo miró, con una alegre sonrisa, juntando sus manos como si hiciera una oración para pegarlas a su labio superior.
El campeón mantenía su título en sus manos. Se veía ligeramente golpeado, con algunas inflamaciones en el rostro, además del labio que aún sangraba. Era cuestión de esperar a que sanara.
Iskahn salió victorioso de la arena, siendo aplaudido por el público, y siendo recibido por un abrazo de Scheta, quien lo lastimó sin querer.
-No aprietes mucho, mujer. Me duele casi todo el cuerpo.
-Te ayudaré a caminar. Vamos, toma mi brazo. –Ella lo ofreció su brazo, el muchacho se lo pensó unos segundos, para finalmente ir del brazo con Scheta.
Cojeaba de la pierna que le patearon, así que la ayuda era necesaria. Ambos se sonrieron al encontrarse sus miradas, siendo ahora Iskahn quien le robó un pequeño y muy tímido beso a Scheta en la mejilla, manchándosela con un poco de sangre. La limpió con su dedo al verla así.
Ella rió un poco, abrazando a su contrario para poner su cabeza en su hombro. Eso lo lastimaba, pero no se quejaba, no podía ni quería hacerlo. Prefería disfrutar del momento.
Es muy obvio que, tras la guerra, sigue la paz.
Muy aparte, en el Noir et blanc, Kirito bebía un poco de vino a la vez que pensaba sentado en la sala. Las alfombras y las paredes blancas lo sacaban un poco de quicio al provocarle una ligera jaqueca por la luz que se reflejaba en éstas.
Eso lo hizo dejar la copa a un lado, para comenzar a tallarse la cabeza con una leve desesperación a la vez que se hundía en el sillón.
Alice pasaba por el corredor que daba de la entrada a la sala de estar, así que vio a Kirito sentado ahí, casi como si fuera torturado. Ella fue hasta él, bastante decidida. Antes de eso, se puso un poco del perfume que le compró a la gitana.
-Barón Kirito, ¿se siente bien? –Preguntó Alice, acercándose lentamente hacía el nombrado, tomando suavemente su mandil.
-La verdad es que no. Me duele mucho la cabeza. –El muchacho suspiró pesadamente. Alice se sentó a su lado.
-¿Le doy un masaje? Quizá relajarse le venga bien, Barón Kirito.
-Muchas gracias, Alice. –El muchacho se acomodó en el sillón para darle la espalda a su contraria, quien lo ayudó a quitarse el saco.
Lo tomó de los hombros, teniendo los mismos bastante tensos. Ejerciendo un poco de presión, eso causó que el joven Barón soltara un suspiro de alivio.
El masaje de hombros continuó por un rato, no siendo más de cinco minutos. Alice estaba harto cerca de Kirito, quien podía oler su perfume.
Aquellos ingredientes fueron un completo acierto. El olor dulce lo ayudaba a relajarse al igual que el masaje, por lo que el muchacho comenzó a dormitar de ratos. El dolor de cabeza, in situ, desapareció.
Cuando Alice se percató que Kirito estaba más dormido que despierto, soltó una risita, la cual despertó a su contrario por lo cerca que se encontraba de él.
-¿Qué te da tanta risa, kleine Sonne?
-Se quedó dormido, señor.
-Me gustaría que no me llames así. Me haces sentir como un extraño. Dime por mi nombre.
-Entiendo, Barón Kirito.
-Por mi nombre, kleine Sonne. Por favor.
-Está bien...Kirito.
Sesenta segundos después, Kirito se sintió bastante mejor, por lo que se levantó del sillón, interrumpiendo el masaje de Alice. Se estiró un poco de los brazos, sonriendo bastante.
-Muchas gracias, Alice. ¿Comemos un pequeño postre? No sé por qué, pero tengo un poco de hambre.
La verdad era que Kirito no tenía hambre, pero la cocina era el lugar más "privado" en la casa cuando ya pasaba la hora de la comida y ya se tenía la cena. Ese era el momento, por lo que fueron sin pensarlo.
Quien se encargó de todo fue Kirito, pidiendo que Alice se sentara en la mesa del proletariado, siendo muchísimo menos ostentosa y grande que la mesa para la burguesía. Ésta era de madera simplona, sin mantel o sin vidrio.
Él servía una pieza de bollería en los pequeños platos, agregando un vaso de leche fresca para disfrutar un poco mejor las cosas.
-En mi viaje a España me di cuenta que lo más normal es desayunar café con leche y un bollo. Lo único malo es que no sé dónde se guarda el café.
-Ya está preparado en la cafetera para la cena, Kirito.
-Que oportuno. –El barón tomó la cafetera del hornillo para servir un poco de café en las tazas de porcelana, rellenando el resto con leche. -Bon Appetit, Kleine Sonne.
Ambos se sonrieron. Kirito le dio una mordida a su bollo para luego beber un poco de café con leche.
-Podría acostumbrarme a comer contigo aquí en la mesa.
-¿No le molesta mi presencia? Escuché que la nobleza no debe compaginar con la chusma, ¿o prefiere hablar con los perros?
-Vamos, Kleine Sonne, era una pequeña broma. Por supuesto que me agrada pasar tiempo contigo, de lo contrario no te hubiera pedido que me acompañaras a la mesa.
-Bien. Lo perdonaré por esta vez...pero quizá otra no.
-En verdad, me siento muy arrepentido de ofenderte. –Kirito tomó la mano de Alice, dándole un beso en el dorso de la misma. Ella se ruborizó un poco, cubriéndose con la servilleta.
Para muy pésima suerte de ellos, Stacia los miraba desde la ventana de la puerta de la cocina. Ella pasaba por pura casualidad, pero la casualidad da paso a la coincidencia. Y la coincidencia, da paso a los malentendidos.
Pero eso no era un malentendido.
Ver aquello le provocó muchísimo cólera a Stacia, quien subió las escaleras a su habitación de forma pesada y enojada. Fue bueno que nadie se topara con ella o, de lo contrario, sufriría las consecuencias de la mala fortuna.
Ya eso era más que una declaración de guerra, ahora Stacia lo consideraba como una amenaza: "la amenaza de la servidumbre que no conoce su lugar en la casa."
Entre Stacia y Alice existía Guerra. Contrariamente, entre Kirito y Alice había Paz.
Verdadero problema surge al preguntarse, ¿Habrá Paz después de la Guerra? ¿O todo seguirá siendo una Guerra sin fin en un mundo caótico y sin sentido?
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Bonita reflexión la del final, todo es pinche muerte y destrucción en este mundo de mierda alv :v
Que bonetos son esos dos <3 yo creí que el máximo representante del amor apache en SAO eran Kirito y Sinon, pero ya veo que no. SchetaxIskahn for eva :3
El próximo capítulo se viene fuerte...muy fuerte. No sé si habrá lágrimas, así que eso les dará más tensión de qué va a pasar D:
Éste no es el último capítulo que tendrá SchetaxIskahn en su máxima expresión (c etzhita) viene cosas mejores :D
PD: ¿se dieron cuenta aún cambié la portada? :O
Nos vemos en una semana.
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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