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04 ✵ ERES UN TROLL

CAPÍTULO 04

ERES UN TROLL


—Por eso es que siempre que te enojas hace frío, ¿no?

Los tres hermanos estaban en concilio en la biblioteca. Era la hora de estudio, y mientras que Thor normalmente habría huido para ponerse a jugar en el jardín o el patio de entrenamiento, esta vez estaba con ellos. Eso sí, no podía estarse quieto, y trepaba por su silla como si tuviese hormigas en los pantalones. Lyrian estaba sentada en la mesa balanceando sus piernas en el aire, y Loki ocupaba un asiento entre ambos, mientras tocaba consecutivamente las yemas de sus dedos con el pulgar, como contando segundos o siguiendo el ritmo de su respiración. Lyrian había aprendido que Loki hacía eso para calmarse cuando estaba alterado.

Ante la pregunta de Lyrian, el príncipe levantó sus manos a la altura de su rostro, y las movió lentamente de lado a lado. Siguieron con su color normal, el color de los Aesir.

—Supongo que sí —contestó. Se había quebrado bastante feo hacía un rato en la Cámara de Odín, pero ahora se veía mucho más tranquilo. Faltaba un rato aún para la cena, y habían decidido reunirse a conversar en un lugar seguro y nada sospechoso, como lo era la biblioteca—. Siempre lo sentí dentro de mí, el frío. Creí que estaría enfermo de algo, o que simplemente yo era así. Pensé que quizás podía ser el dios del invierno o algo relacionado.

Lyrian se puso muy pálida de repente, cuando se dio cuenta de lo que las palabras de Loki implicaban. Levantó sus propias manos igual que su hermano, y las observó con detenimiento. También se veían normales. Ambos príncipes le dirigieron una mirada interrogante.

—¿Y si...? —empezó Lyrian, con la boca seca, y tuvo que carraspear para continuar— ¿Y si conmigo es lo mismo? Siempre creí que sería una diosa del fuego o algo así, pero...

—¿Qué podrías ser? ¿Hija de un gigante de Muspellheim? —terció Thor, haciendo equilibrio sobre el respaldo de su silla— ¿No es un poco mucho? Eso ya sería exagerar. La familia Odinson va a terminar hecha un mejunje de especies. ¿Y yo qué soy?

—Un troll, eso eres —soltó Loki, ganándole a Lyrian por escasos milisegundos. Se miraron cómplices y sonrieron.

—Un troll que pudo levantar a Mjölnir, así que no me importaría —contraatacó Thor sacándoles la lengua.

—Loki es un Jötunn, de eso no hay duda alguna. Lo vimos con nuestros propios ojos. Pero lo mío no hay forma de probarlo, ¿no? —dijo Lyrian, bajando sus manos y entrelazando los dedos sobre su regazo.

—Tal vez... —respondió Loki, y frunció el ceño como si estuviera pensando con detenimiento—... Tengo que leer un poco, pero tal vez haya algo que despierte el poder de un gigante de Muspellheim, tal como el Cofre de los Antiguos Inviernos despierta a los Jötnar. Cuando encuentre información sobre eso, les avisaré.

—No le vamos a decir a papá o a mamá, ¿cierto? —preguntó Thor, aunque los tres sabían la respuesta.

—No aún —contestó Loki, sacudiendo la cabeza, y poniendo los pensamientos de sus hermanos en palabras bonitas y organizadas, como siempre—. Al menos no hasta que confirmemos o neguemos la suposición de Lyrian. Luego haremos un plan. En algún momento tendrán que decirnos la verdad, pero no podemos ir sólo con conjeturas y ningún hecho comprobable. Deben tener sus razones para habernos ocultado algo tan grave, y hay que ir con cuidado.

—Pase lo que pase, yo los sigo considerando hermanos. A ti, coso azul, y a Thor, el troll —dijo Lyrian.

—¡Eh!

—Eres un troll muy bonito, no te preocupes. Todo baboso y bobo, pero bonito.

En ese momento entró un sirviente a avisarles que la cena estaba servida, y los tres cortaron su conversación en seco y lo siguieron sin rechistar. A Lyrian no le gustó admitírselo a sí misma, pero vio a sus padres de una forma diferente durante aquella cena. Los escudriñaba como queriendo extraerles la verdad. Su madre le preguntó suavemente qué tenía, que la miraba tanto con cara seria, y Lyrian no respondió y clavó los ojos en su plato durante el resto de la comida.

Por si fuera poco, esa noche tendría la pesadilla. Ya estaba harta, pero también, de algún modo, se estaba insensibilizando al horror de ver el rostro ensangrentado de aquel desconocido. Algunas noches le rogaba a Loki que le pusiese el encantamiento de calma, pero no lo hacía siempre para no molestarlo, porque el encantamiento drenaba su energía. Había aprendido a despertar en silencio, tragándose el grito que luchaba por salir de su garganta.

Después de lo de esa tarde, no se atrevió a molestar a Loki con lo del hechizo. Ya demasiado tenía con haber descubierto que era (al menos en parte) un gigante de hielo, esos que en las historias eran los monstruos y a los que todos enseñaban a odiar y temer. Aún no podía creer que Loki hubiese guardado ese secreto por un año, sufriéndolo en silencio. Se le encogía el corazón de sólo pensarlo.

Se metió en su cama con un pesado suspiro y se cubrió hasta la barbilla con las sábanas y mantas. Ella siempre tenía un poco de frío cuando los demás estaban en una temperatura perfecta. Loki había dicho que siempre sentía más calor. Era física simple: si el cuerpo de uno estaba frío, sentiría el aire alrededor más caliente, y viceversa. El cuerpo de ella siempre parecía estar más cálido que el de los demás, como una leve fiebre permanente. ¿Diosa del fuego, o gigante de Muspellheim? Probablemente no podría dormir esa noche, preguntándoselo.

La puerta se abrió en silencio y la figura de Loki se metió por la rendija y la cerró detrás de sí. Lyrian sonrió por instinto, y lo contempló sobre las mantas mientras él se acercaba y se acomodaba a su lado. En cuanto se sentó, Loki movió sus manos en un gesto preciso, y un libro apareció en su regazo. "Muspellheim, el reino de Surtur", decía la portada en tonos dorados.

—Ninguno de los dos iba a poder dormir de todos modos —susurró Loki, encogiéndose de hombros. Lyrian le dio un suave cabezazo en el costado, a modo de agradecimiento, y se acomodó mejor para poder ver las páginas al mismo tiempo que Loki. Un orbe de luz amarilla flotaba sobre sus cabezas para permitirles leer.

En algún momento se durmió, mientras Loki seguía investigando a una velocidad mucho mayor de la que ella podría leer. El susurro de las páginas le hizo de canción de cuna, y le pareció sentir un beso en la frente mientras perdía conciencia de la realidad. No tuvo la pesadilla esa noche, y cuando despertó Loki ya no estaba allí.

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