CAPÍTULO 03
LA CÁMARA DE ODÍN
—Pero está prohibido. Súper prohibido. Extremadamente prohibido.
Lyrian intentaba ponerle a su voz un tono de reproche, pero la sonrisa de Loki le decía que no se lo estaba creyendo. Ambos sabían perfectamente que una vez lanzada la idea no descansarían hasta realizarla.
—Vamos, Lyrian —intercedió Thor. Era una de las pocas pero emocionantes veces que los tres estaban juntos en una fechoría. La gran pregunta era cuál de los tres se ganaría la reprimenda de sus padres cuando los descubrieran. Nunca había forma de saber. Probablemente Thor, por ser el heredero y todas esas cosas.
—Si nos descubren y ustedes dos me echan la culpa a mí como perros rastreros que son, voy a matarlos —amenazó Lyrian, y sus hermanos rieron al unísono—. Vamos ahora, que papá y mamá están ocupados. Tenemos tres horas hasta la cena, como mínimo.
Los tres caminaron con paso ligero e intentando verse lo menos sospechosos posible, evitando a los guardias que hacían la ronda dentro del palacio. Loki lideraba el camino, porque con su magia iba sintiendo la proximidad de otras personas y los hacía ocultarse a tiempo. Pronto dejaron el ala en la que usualmente vivían, y bajaron a la planta donde estaba el salón del trono, y luego más abajo en cuanto el camino estuvo libre. Descendieron por unas amplias escaleras, donde ya no había ventanas porque estaban bajo el nivel del suelo, y se escurrieron por detrás de los guardias que cuidaban las puertas de la Cámara de Odín. Loki tuvo que usar un encantamiento para distraer a los guerreros, pero una vez dentro ya no hizo falta ocultarse más porque en ese momento nadie hacía la ronda dentro de la bóveda.
Habían estado ahí alguna vez, pero de la mano de su padre y bien vigilados, mientras oían sobre las hazañas de su abuelo. Ahora era totalmente distinto, ya que podían curiosear todos los trofeos y reliquias a placer. Los tres se dispersaron en distintas direcciones, yendo a ver lo que más les llamaba la atención a cada uno. Todo estaba etiquetado con cartelitos de oro grabados, así que podían usar su juicio para no tocar las cosas que fuesen demasiado peligrosas, como la Llama Eterna. Ninguno tenía ganas de arder hasta extinguirse en cenizas. No, gracias.
Lyrian se acercó a un trozo de roca con runas grabadas, y lo observó ladeando la cabeza. La etiqueta decía "Tableta de la Vida y el Tiempo", y las runas decían "Aquellos sentados encima en la sombra". El resto de la tableta estaba cubierto de pequeñas letras. Intentó descifrarlas, pero las palabras eran ininteligibles. Era una especie de fórmula o código. Qué cosas más aburridas.
—Oooohhh... ¡Ho, ho, ho!
Las exclamaciones satisfechas de Thor le hicieron girar la cabeza, y se acercó a él. Estaba del otro lado del pasillo, blandiendo un gran martillo con sus dos manos. Lyrian abrió la boca de par en par.
—No puede seeeer —dijo, concordando con la opinión de Thor sobre sí mismo. El espacio vacío donde estaba antes el martillo decía "Mjölnir".
—¡Puedo levantarlo! ¡Soy fuerte como para levantar Mjölnir!
Thor parecía estar al borde del llanto por la emoción. El nombre de esa arma legendaria había estado en su vocabulario desde que había aprendido a decir 'mamá'.
—Pero vas a tener que dejarlo ahí y mantener la boca cerrada si no quieres que se enteren de que estuvimos aquí —terció la princesa, yendo a temas prácticos.
Thor ensanchó las aletas de la nariz y sacó el labio inferior en un puchero. El aire olió ligeramente a ozono, pero por suerte no empezó a llover dentro de la cámara. Las rabietas de Thor eran destructivas. Lyrian le regaló una sonrisa burlona y compasiva al mismo tiempo, y luego se dio cuenta de que Loki no estaba al lado de ellos, y recorrió el lugar con la mirada para buscarlo.
Loki estaba de pie dándoles la espalda, en el extremo del salón más alejado de las puertas, justo frente a la pared enrejada dentro de la cual dormía el Destructor. El príncipe estaba inmóvil, con la espalda tan recta que Lyrian se cansó de sólo verlo. La princesa miró a Thor, y Thor le devolvió la mirada. Algo iba mal. Thor no dudó un segundo en dejar a Mjölnir en su lugar, y ambos alcanzaron a Loki con una pequeña carrera, frenando a su lado.
—¿Qué pasó, Loki? —dijo Lyrian.
Luego sus ojos cayeron en el cofre plateado y azul que Loki estaba sujetando. "Cofre de los Antiguos Inviernos", decía la inscripción debajo. Volutas y espirales de niebla se enroscaban dentro del cofre como si contuviese una tormenta o un océano dentro del cristal. Entonces vio las manos de Loki, y el corazón le dio un salto. Su piel estaba de un color completamente azul. No azul de hipotermia, sino azul de azul. Sus uñas eran negras como la obsidiana. Lentamente levantó la mirada hacia su rostro al mismo tiempo que Thor, y se encontraron con algo terrible y hermoso a la vez. Una sola lágrima se deslizaba por la mejilla izquierda de Loki, y sus ojos eran de un carmesí tan profundo como la sangre, fijos en el cofre. Toda la piel de su rostro y del cuello era tan azul como la de sus manos, y estaba recorrida por cicatrices en círculos concéntricos y patrones intrincados en relieve.
El aire podría cortarse con un cuchillo. Ninguno emitió palabra, y Thor se había olvidado de respirar. Luego de lo que pareció una eternidad, Loki soltó el cofre, y su cuerpo fue recobrando paulatinamente el aspecto de siempre. Estaba más pálido que de costumbre, y la lágrima de su mejilla ya se había secado.
Lyrian buscó los ojos de Thor, como rogando que dijese algo porque a ella no le salía ninguna palabra. Los tres sabían muy bien lo que acababan de ver, porque los libros hablaban del Cofre de los Antiguos Inviernos, e incluso el burro de Thor había leído algo de eso alguna vez, en sus escasos brotes de estudio.
—Loki... —empezó Thor, con el tono con el que le hablaría a un animal herido.
—Soy un Jötunn —susurró Loki, sonando como si tuviese un nudo en la garganta—. Soy un monstruo.
—Debe ser un malentendido —intentó Lyrian, intentando en vano alivianar la situación. ¿Qué otra cosa podía hacer en un caso así?
—No es un malentendido —contestó Loki, cerrando los ojos con fuerza y agachando la cabeza. Eso le dio muy mala espina.
—¿Qué quieres decir? —exigió Lyrian.
Otra lágrima cayó finalmente de las pestañas de su hermano, y se la secó con rabia con la manga del traje antes de hablar.
—Hace un año entré aquí solo, porque quería curiosear después de estudiar sobre Jötunheim. Esa fue la primera vez que toqué el Cofre. Esa, y todas las veces que lo volví a hacer, tuvo el mismo efecto. No es un malentendido. No puede serlo. Les dije que viniésemos aquí hoy porque... porque quería decirles... no sé qué hacer con esto...
Su voz se quebró en un sollozo y se abrazó a sí mismo. Thor no perdió un instante en rodearlo con los brazos, Lyrian se unió también, y entre los dos apretaron a Loki como si así pudiesen escurrir toda la rabia y la tristeza, y dejar a su hermano de siempre. Ahora Lyrian también estaba llorando.
—Que conste que azul te veías precioso —balbuceó en medio de un sollozo, y se sorbió la nariz.
Podía jurar que oyó a Loki reír.
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