⋆ ˖ ࣪ 16⋆ ˖ ࣪
Jaemin no lograba recordar cómo había sido aquel día en la casa de ancianos, puesto que se había dormido la mayor parte del tiempo, pero al ver la nota en la evaluación que le había hecho Jeno se sentía extraño. ¿Él había hecho casi todo? Quitando el hecho de estar medio despierto, no lo recordaba. El único recuerdo que permanecía en su memoria era el de él mismo durmiendo sobre el regazo de Lee Jeno.
Aunque el azabache le confirmara mil veces, él sentía que algo no cuadraba. Y cuando fue a investigar con los amigos de Jeno, descubrió que la historia era otra. Resultaba que Jeno había hecho todo, dejándolo descansar sin intenciones de levantarlo. Le pareció un lindo gesto, pero aun así no evitó sentirse culpable.
Por lo que se acercó a la mesa donde se encontraba sentado con sus amigos, aquella mesa de piedra bajo un manzanero donde siempre se reunían. Les sonrió a todos y miró a Jeno, quien lo miraba extraño.
—¿Qué es eso? —preguntó curioso, mirando la pequeña cajita que el peliazul llevaba en sus manos.
Jaemin sonrió. —Son para ti, por cubrirme el otro día en el asilo de ancianos —le tendió la caja sin quitar la sonrisa de su rostro sonrojado.
Jeno lo miró sin entender, pero acabó aceptando la caja, porque, sea lo que sea era gratis. Sus amigos lo miraron impacientes por saber qué era, incluso Jaemin se sentía extrañamente emocionado y nervioso. No sabía cómo reaccionaría Jeno, por lo que la sola idea de que pudiese disgustarle le causaba escalofríos.
Jeno abrió la caja, dejando al descubierto cuatro filas de cinco chocolates de dos tonos. Blancos y negros, incluso algunos tenían nueces y otras chispas de chocolate encima. Sus ojos se abrieron con sorpresa, admirando la obra de arte en aquella majestuosa caja.
—Woah, ¡chocolates! —exclamó Renjun emocionado, estirando el brazo para agarrar uno, pero Jeno le dio un manotazo —¡Ay! Grosero.
Jaemin rió.
—Me lo dieron a mí, ¿a caso tú te llamas Lee Jeno? —lo miró serio.
—Vamos bro, él sólo quería probar uno — dijo Lucas, luego miró a Jaemin —. ¿Cómo puedes darle cosas a este egoísta?
Jaemin volvió a reír. —La próxima vez traeré para todos, lo siento hyung.
Se inclinó, leve, mirándolo con pena. Haciendo que Lucas se sintiese avergonzado.
—Ah, no, no —negó rápidamente -. Sólo bromeaba, no es necesario.
—Pero sería injusto que sólo Jeno hyung reciba chocolates, lo mejor sería que mis otros hyungs también tengan.
El par intercambiaron miradas con las mejillas levemente sonrojadas.
—Tan lindo —sus voces combinaron.
—Como sea —intervino Jeno -, gracias Jaemin.
El peliazul sonrió ampliamente, mostrando sus dientes y ocultando sus ojos. Se inclinó sonriéndoles por última vez antes de girar sobre sus talones y empezar a alejarse hasta llegar a la mesa donde sus amigos se encontraban.
꒰♡꒱
Caminaba de regreso a casa a altas horas de la madrugada, pues apenas había salido del trabajo. Se sentía tan agotado física y mentalmente, sentía que si no hacía nada moriría. Claro, figurativamente, porque él estaba más que sano. Sólo que entre la escuela y sus dos trabajos de medio tiempo se sentía como un verdadero zombie andante.
Como las luces de un árbol de navidad explotando una por una.
Largó un bostezo, limpiando las pequeñas lágrimas que se le escaparon, rascando su cabeza y apretando los ojos tratando de que no le picaran más. Vio a lo lejos una silueta con capucha caminar de una manera extraña, como si estuviera borracha, Jaemin la observó sin poder evitarlo, viendo que se detenía y entonces caía. Corrió hacia esa persona, hincándose para mirarle la cara.
—¿Estás bien? —preguntó, buscando su rostro.
La persona levantó la vista, dejando el rostro de una chica medio consciente.
—S-sí... —intentó levantarse, pero volvería a caer si no fuera por los brazos de Jaemin.
—No creo que estés bien —le dijo pasando su brazo por sus hombros y sujetándola de su cintura —¿Dónde vives? Te llevaré a casa.
La chica no dijo nada más que la dirección de su hogar, el cual no estaba muy lejos, se dejó ayudar por Jaemin hasta que unas cuadras después se encontraban frente a una bonita casa turquesa de un piso. La llevó hasta la puerta, donde ella se soltó y sacó unas llaves de los bolsillos de su capucha, abriendo así la casa.
—¿Por qué me ayudaste? —su voz sonó molesta.
—Me gusta ayudar —se encogió de hombros —. ¿Hice mal?
La chica lo miró seria. —Pudiste haber seguido tu camino y dejarme morir.
—No vas a morir, ¿cierto?
Ella negó. —Gracias, de igual modo.
Estaba por entrar, hasta que su voz la interrumpió.
—Por cierto, soy Jaemin.
—Beth —dijo sin mirarlo, desapareciendo por la casa.
Beth.
Ella era bonita.
Aunque su nombre era difícil de pronunciar.
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