Prologue: The Tournament
Todos los presentes seguían moviéndose, haciendo un revuelo intangible que impresionó a Emily.
A su lado, Lydia permanecía expectante de la situación —y podría decirse que también se encontraba retraída—, pero Emily no sabía exactamente si era por el torneo, o porque minutos atrás el chico de oro de Cobra Kai, Johnny Lawrence, había mirado fijamente a su amiga. Se observaron por unos cuantos segundos, pero Lydia apartó la mirada con rapidez y emitió un suspiro pesado, suscitando una sensación agridulce en su semblante.
A decir verdad, le intrigaba saber qué sucedía entre ellos, mas prefirió el silencio, sobre todo, cuando apareció Daniel LaRusso en el mapa.
Estaba bien aliñado. Perfecto en todo el sentido de la palabra si le preguntaran a Emily. Aunque, por supuesto, no lo admitiría abiertamente a voces, porque le era suficiente con que él notara cómo ella hacía notorios sus nervios, cómo sus mejillas se tornaban coloradas y cuando ocultaba su rostro por debajo de la manga del jersey.
—¡Suerte! —alcanzó a decir en medio del ruido, esperando que, por lo menos, LaRusso tuviera la posibilidad de descifrar sus palabras a través de los ruidos apabullantes y los movimientos aludidos a los dojos contrarios.
No tenía idea si la había leído, pero Daniel mostró una sonrisa y siguió su camino hacia la esquina del centro junto al Señor Miyagi a su lado, quien ávidamente divisó a Emily en la segunda fila y movió la cabeza como saludo; ella devolvió el gesto.
El anfitrión del evento conversó con el público. Posteriormente, pidió silencio a todos los presentes de manera afable. Un segundo anfitrión subió al centro y levantó las manos.
«¡Bienvenidos al torneo de San Fernando!».
En El Valle, obtener la gloria era como ganar la lotería con ofertas convencionales y notoriedad en el ámbito profesional y personal.
Emily se removió en su asiento y aplaudió con emoción cuando presentaron a Daniel. Una parte de sí misma estaba segura de que LaRusso llegaría a la final, porque había sido testigo del arduo entrenamiento que llevó a cabo para conseguir un lugar, ni hablar de Miyagi que tenía una paciencia absoluta; sin embargo, por el otro lado, estaba un tanto inquieta. No solamente por el hecho de que se enfrentaría a dojos que llevaban años de preparación, sino también porque Cobra Kai era de los dojos más temidos de todo All Valley.
Bastaba con mirar al hombre que los dirigía: John Kreese; arrogante, petulante, con un semblante demasiado áspero que podría aterrorizar a cualquiera. El hombre era la vívida imagen de la crueldad.
El lema de Cobra Kai era, sin lugar a dudas, Kreese.
Ese pensamiento le volvió a aterrar. Sin embargo, se refugió en la mirada de Daniel, quien se acomodaba la ropa y contemplaba la situación con expectativa.
Uno a uno, se fueron anunciando los primeros enfrentamientos.
La mayoría de participantes —menores de dieciocho años— brillaron por su propia cuenta; deliberando, a través de movimientos que por momentos hacían sobresaltar a Emily del asiento, toda la fuerza que poseían, para subsiguientemente ponerse de pie como vencedores.
Minutos después, Daniel enfrentó al primer integrante de Cobra Kai: el famoso Dutch.
Los golpes eran insólitos, pero no una sorpresa para los jóvenes del dojo de San Fernando, quienes se reían entre sí. Y se preguntó «¿cuál era el chiste?», o «¿qué les causaba tanta diversión?». Alcanzó a otear a lo lejos a un chico rubio de otro dojo, que mantenía firme su posición y escuchaba a Lawrence, Tommy y Dutch burlarse.
Emily quería descender hasta donde el chico se encontraba, preguntarle si había escuchado algo de lo que hablaban, o por lo menos saber si Daniel tenía alternativas que no fueran salir lastimado de ese lugar.
Sopesó las posibilidades: si bajaba, lo más verosímil era que tendría que quedarse de pie, porque sabía de antemano que no muchos tenían la decencia de respetar los lugares, y tampoco quería causar un revuelo sin razón. La segunda era que probablemente el joven no había escuchado nada. La tercera eran ambas. De igual forma, a su mente llegó el pensamiento de quedarse ahí, observar el combate y mantener la fe y esperanza sin rechistar para así cantar una victoria contundente.
Afortunadamente, Daniel parecía estar ganando —el scoreboard marcaba una flagrante ventaja de dos puntos—, y aún no poseía ninguna fisura púrpura angustiosa en su fisionomía.
«Perfecto.»
—¿Quién crees que sea el ganador? —preguntó Emily, apretando los labios y moviendo instintivamente las piernas.
—No lo sé —Lydia se encogió de hombros, y siguió observando de manera desinteresada la situación. Prontamente suavizó una sonrisa—. Lo que sí sé es que no serán los de Locust Valley.
Emily no pudo evitar reírse ante el recordatorio de su amiga.
—Locust Valley jamás será ganador —se burló Emily.
—Pues no. Eso está claro. —Lydia revoleó los ojos. No entendía cómo era que seguían participando, si su derrota era predecible—. Pero quizás tu novio, Daniel, sí. —Emily se sonrojó ante el tono pícaro de Lydia—. Míralo.
Dutch terminó en el suelo, barrido por la increíble habilidad de Daniel. Más pronto que posible, se reducían los protagonistas del duelo final, y los asistentes seguían parloteando «Cobra Kai» como un himno imperial, posiblemente incentivando a Johnny Lawrence a mantener el ánimo de un ganador.
El rubio, en cambio, no se movía; no hacía verbena con los demás. Permaneció al lado de Kreese con los mismos aires de petulancia que su sensei, y sin una sonrisa característica, pero observando, por encima de todo, por ratos hacia donde Lydia.
«Bobby contra Daniel LaRusso».
Hubo un silencio que pareció parte de un momento decisivo. Daniel era el único, de entre todos los dojos restantes, que había quedado de pie.
El Maestro Miyagi conversó con Daniel: unas cuantas palabras que podrían ser no más que susurros de ánimo o advertencias un tanto insignificantes. No tenía constancia exacta de lo dicho. De hecho, nadie tenía constancia exacta de lo que sucedería, ya que todo era una probabilidad que pendía sobre hilos en una afluencia variable.
Daniel se desplazó hacia donde Bobby, quien sonreía maliciosamente y meneaba de manera ansiosa las manos. Él no le sonrió, no hizo siquiera el esfuerzo por hacerlo. A este punto estaba tan hastiado de ellos que el dolor no era mental, sino físico, y el ardor de sus piernas era una realidad.
Aun así, Daniel LaRusso no pensó en la idea de rendirse. Ningún pensamiento sobre dar marcha atrás cruzó por su mente, porque había dos motivos sobresalientes en su mente: no defraudar al señor Miyagi, y ella; la chica que se encontraba en la segunda fila, esbozando una hermosa sonrisa sobre sus labios. Ambos se habían convertido en personas tan importantes que quería recompensarlos, aun cuando ellos no lo quisieran o hayan realizado acción alguna con intenciones de algún pago de regreso.
De alguna manera, Daniel se sentía agradecido con ellos.
El sonido estruendoso del ring se escuchó. La lucha comenzó.
Por más que Daniel desviara los movimientos aguerridos de Bobby, el muchacho encontraba una manera de aporrear cerca de él, acertando a sus finos contraataques, y haciendo difícil el siguiente paso.
Emily titubeó por unos momentos cuando un golpe a puño abierto fue directo al estómago de LaRusso, haciéndolo salir del cuadrilátero, y soltó un «maldición» en voz baja. «¿Cuándo va a terminar esto?» se preguntó para sí misma. Miró el reloj de color grisáceo en su muñeca y supuso que restaría menos de una hora para que el evento terminara.
Sin embargo, se echó para atrás cuando vio lo que claramente había deseado que no sucediera:
De un momento a otro, Bobby anticipó con más presteza y golpeó a Daniel en la parte inferior de su pierna, haciéndolo caer de bruces y emitir un lamento ruidoso.
No pensó siquiera en algo acertado: saltó del asiento, y a pesar de que golpeó accidentalmente algunos hombros y piernas que le impedían el paso, corrió con toda la adrenalina en dirección a Daniel.
Sintió su corazón a punto de fusionar con la terrible situación. Si alguien no le hubiera tomado de la mano, probablemente hubiera caído al precipicio de un vacío sin regreso. Pero Miyagi fue más ágil y la detuvo.
Daniel se movió con debilidad hacia donde ellos. Aquejado por la situación, volvió a emitir un ruido. Emily le tomó el antebrazo, sosteniéndolo, con ayuda de otro joven y Lydia, quien había ido detrás de Emily.
Bobby fue reprendido por el comité del torneo; por ende, quedó descalificado.
Empero, al sensei de Cobra Kai no pareció aturdirle el acontecimiento; ni siquiera al mismo Bobby, quien se instaló detrás de los compartimientos de los asientos e hizo lo mismo que hacía en cada torneo: ignorar, pretender ser ajeno a lo que sucedía en su entorno.
«Imbécil».
Un resoplo extenuante por parte de Daniel se escuchó.
Miyagi no podía discernir.
Aun cuando era evidente que una lesión de esa magnitud convertía automáticamente en vencedor por elección —y adoración, si le preguntasen al público— al último oponente, el comité no parecía tener todavía la iniciativa de tomar una resolución justa porque, sin duda alguna, aquello significaría una ganancia absoluta para Johnny Lawrence, y no muchos estarían de acuerdo.
El mediador como único referente del evento se aproximó a zancadas a Daniel. Le preguntó si estaba dispuesto, pese a la inevitable e injusta situación de su físico, a proseguir. No hubo respuesta inmediata; como refutación solo hubo un movimiento por parte del Maestro Miyagi que Emily no consiguió distinguir.
Al instante, el anfitrión se reunió en el centro de la arena y apaciguó los ruidos del público anunciando un tiempo muerto. Desgraciadamente, el alboroto no se aplacó; se volvió más estrepitoso. Ahora los silbidos eran fastidiosos y la multitud —expresando su inconformidad en el acontecimiento— decidió llevar a cabo una oleada en motines. Poco a poco la situación se tornaba incontrolable, y si la decisión no estaba prevista para antes de diez minutos, posiblemente el evento se convertiría en una película de horror.
O como mínimo, en un hecatombe de adolescentes en una subversión muy cómica.
Sin embargo, por más cómico que se escuchara, Emily no podía mitigar ese sentimiento.
Intentó con mucha dedicación relajarse, mentalizarse con una convicción; mas en medio de una circunstancia tan caótica, le fue imposible. Sus manos no hacían tregua alguna. Las presionó con tanto ímpetu que su cuerpo daba la ilusión a una estatua bajo coerción.
Aquello no le agradó para nada a Lydia.
—Oye, oye —Lydia inmediatamente tomó sus manos con docilidad y las suavizó en un toque—. Él estará bien. Hay que darle unos minutos más, ¿vale?
—¿Y si le pasa algo malo? —Sus ojos se cristalizaron—. Tengo miedo, Lyds.
—No va a suceder. Aquí estaremos, hasta el final.
Emily asintió con un gesto afable, agradeciendo mentalmente que Lydia estuviera ahí, pues su fuerza de convicción en la situación fue justamente lo que necesitaba: un momento reconfortante en medio de la tormenta.
Por fortuna, en cuanto menos lo imaginó, Daniel se había levantado con un poco de dificultad, cabe recalcar, del suelo. No requirió de ayuda; tan solo tomó aire y emergió como un ágil animal de pelea en medio del ganado de lobos que representaba el dojo más temido de All Valley.
El anfitrión sonrió con diversión cuando contempló a Daniel sostenerse a la perfección y hacer una postura de un guerrero a punto de callar.
Johnny Lawrence bufó al escuchar comentarios y risas. Se secó el sudor que aún tenía esparcido por el rostro y bebió el agua que terminó por escurrir a través de su cuello y se levantó.
—Acabemos con esto.
Cuando el tiempo fue anotado y el scoreboard precisó los nombres de ambos competidores en brillantes tonalidades, los dos jóvenes se acercaron entre sí, arponeándose el uno al otro con una precisión que aludió a una rabieta.
El mediador se situó en medio de ellos y, aunque les dio una mirada concisa, estuvo cargada de una sola frase que se grabó en el pensamiento de ambos: ganador o perdedor, siéntete orgulloso hasta donde llegaste.
El sonido de la campana se escuchó.
—¡Luchen!
El primer golpe llegó por parte de Daniel; asestó sus puños en dirección a Lawrence, quien burló el golpe con un movimiento acelerado. Lawrence se codeó por encima de él y volvió con patadas mucho más enérgicas que terminaron por sacar a LaRusso del centro.
«Vamos, Dani. Vamos», murmuró Emily para sí misma.
Ipso facto, Daniel regresó hasta su posición y devolvió los golpes al rubio consiguiendo un punto.
Un paso en falso había hecho que la precaución no funcionara. En vista de que habían estudiado sus movimientos y su debilidad con detalle tras el incidente, Johnny Lawrence se las ingenió para encontrar el momento perfecto.
En cuanto Daniel elevó su pie con el mero objetivo de pasmar a su contrincante, el joven sujetó su pierna por unos segundos y la golpeó de un codazo.
El alargo de los abucheos se escuchó.
—Se acabó. Estás terminado, Daniel —clamaron desde el otro lado de las gradas con risas socarronas.
El mediador ayudó de nueva cuenta a Daniel a levantarse. «¿Estás bien? ¿Puedes seguir con esto, Daniel?», volvió a cuestionar con genuina preocupación. Él asintió con vehemencia.
Ambos jóvenes se establecieron en la arena. Johnny se postró como un luchador y Daniel... Daniel fijó su propio cuerpo en la forma de un animal de la antigua marisma que el Maestro Miyagi le había enseñado.
La famosa grulla.
—Termínalo —bramó John Kreese.
Miyagi, en contraste, solo miró.
Tú puedes.
Vamos.
Vamos.
En el momento en que el mediador dictó una sentencia y en seguida un nuevo «¡Luchen!», el escenario dejó de ser un peso, y cualquier adversidad o temor quedó en un molde intrínseco de fuerza. En ese instante no solo demostraría toda la fuerza que había conseguido, sino, también su defensa.
Concentró todo su poder en el objetivo de tal forma que, cuando Johnny se desplazó al instante con el puño cerrado, Daniel rebotó y soltó una patada, golpeando con intensidad la mandíbula y consiguiendo de esa manera la caída ineludible de Johnny Lawrence.
—¡Siiiiií! —Emily vociferó. Dio unos brinquitos sobre el asiento.
La ovación clamó en diversos colores y acciones. Los distintos asistentes corrieron hasta la arena y elevaron entre sus brazos a Daniel del escenario. Pero él no se esforzó en siquiera mirar a otras personas.
Porque él la divisó únicamente a ella, la misma chica por quien estaba luchando; la misma que, desde el primer instante en que cruzaron palabras, profirió un voto de confianza hacia él junto a una risita que se convirtió en algo más que un simple gesto inadvertido.
Emily.
Había algo que necesitaba decirle a Emily.
: 🥋 : 🥋 :🥋 :🥋
Por más que Daniel LaRusso se decía a sí mismo que las situaciones amorosas no eran el fin del mundo ni una muerte hecha por mil cortes, resultó imposible mermar la sensación de nerviosismo que se alojó en su interior.
Analizó la posibilidad de guardarse todo lo que había planeado hasta ese momento y exponer un simple: «Creo que iré a casa. ¿Nos veremos mañana a la misma hora?». Empero, las circunstancias de la vida parecían no ceder ante su situación.
Después de una extensa caminata por el vecindario de Reseda y una conversación que trajo a colación el torneo del año pasado aparte de otros tantos temas que, de alguna manera, Emily se sacaba de la manga, se encontraban a unos cuantos metros del umbral del hogar de ella.
Si el tiempo había transcurrido relativamente lento, era una alteración.
O quizás una mentira.
No, definitivamente no. Ni de broma.
¿Cómo siquiera era una posibilidad? El tiempo había sido lento, más de lo que fue en el torneo, y eso sí que era desvarío. Encima, el temple que seguía llevando en ese instante no le estaba ayudando, para nada.
Maldición, no estaba comprendiendo sus propias emociones.
—Así es como termina la historia de ese día...—Al escuchar la voz de Emily, Daniel alzó su vista, confundido. Algo aturdido también porque había pasado por alto lo último que mencionó. Emily talló su sien con sutileza y soltó una risita nerviosa—. ¡Fue extraño! Aunque no lo suficiente para disuadir a los del público.
Daniel contempló con atención el lugar: las luces del salón principal y las habitaciones contiguas a la estancia estaban apagadas. Con dificultad, algunas rendijas del portón principal disponían de aquella luz amarillenta que iluminaban el caminito. La casa estaba sumida en una oscuridad congruente.
Entonces advirtió algo que, desde luego, ya sabía: pronto llegaría la medianoche, y en consecuencia, la despedida.
«Aquí vamos.»
Inspiró lentamente.
Uno. Dos. Tres.
Un intervalo de tiempo en cada conteo.
Luego expiró de manera rápida.
—Em —le llamó de forma pasiva. ¿Estaba nervioso? Más que probable. ¿Lo haría? Definitivamente. Emily dio una vuelta de noventa grados, quedando frente a él. Un gesto afable se formuló en su rostro. «Bastante angelical», pensó él—. Em, necesito decirte algo.
—Oh, si es por el horario... —Arrugó la nariz; un pequeño y muy tierno ademán—. Avisé que llegaría tarde, no te preocupes. A veces se olvidan de encender el alumbrado y cosas habituales de la casa, pero saben que estoy fuera.
Un alivio menos.
Los Richter eran genuinamente compasivos y amables. Agradecía mentalmente por eso, aun cuando esa no era exactamente la razón.
—No. No, no, no. Es que... —Una pausa un poco prolongada. Acto seguido llegaron las palabras a su boca—. No es por eso.
El entrecejo de ella se arrugó.
—¿Entonces...?
Una mirada, sincera, repleta de una sensación que no era ambigua o extraña, sino la personificación de aquellos sentimientos en el mundo novelesco que la comunidad anhelaba cumplir alguna vez: devoción, cariño, benevolencia... amor.
Seguramente el término resultaría apresurado, mas no le importaba en lo más mínimo.
No cuando la tenía frente a él.
Y al ser consciente de la situación, su cuerpo expresó su sentir: sus latidos, apresurados, cayendo con presión a través de la avenida. Hizo todo lo posible por decir algo, pero las palabras se perdieron por el aire en el momento en que Emily, en pasos cortitos y manteniendo el aliento que había guardado con emoción, se colocó aun más cerca y entrelazó gradualmente sus manos con las de él.
Ella pestañeo por un par de segundos, nerviosa.
—Antes de todo... —Daniel tomó una bocanada de aire y recompuso su postura. Después de un largo rato, se sentía algo encorvado—. Puede que esto te resulte una bobería, o probablemente no. Más bien creo que será una simpleza, al menos lo es en mis pensamientos. Y si bien ahora mismo preferiría enfrentarme...
»Prefiero decirlo que guardarlo para otro día más. Soy consciente de lo que siento. Y creo que tú lo has notado, quizá no. Emily Richter, me gustas, mucho... demasiado. Y quería pedirte que... me encantaría que seas mi novia.
Un ruido —similar al de sorpresa— se produjo en la boca de Emily. Él sintió que el mundo estaba a punto de caer, de hacer el movimiento de traslación más intenso posible, y que eso provocaría, con toda seguridad, una vez más su desplome.
Empero, no ocurrió.
O puede que sí. Casi. De manera diferente a la que imaginó por un segundo. En especial, cuando la chica de mechones oscuros se abalanzó contra él, lo sostuvo con fuerza —como si hubiera leído el pensamiento sobre caer—, inclinó la cabeza de forma instantánea y materializó algo que ansió al acortar la separación que existía entre ellos: la sensación de sus labios unidos a los de él de un solo golpe.
Pero un golpe dulce, suave, cálido y bien intencionado que le incitó a rodearle la cintura y abrazarla como nunca antes lo había hecho... y no soltarla.
Jamás soltarla.
Un sentimiento tan deseado.
Al cabo de unos segundos extensos, y a la mitad del beso tan esperado, las risas de ambos fluyeron a través del eco nocturno. Prácticamente se podía palpar la alegría y el gozo en el panorama.
Aquello fue razón suficiente para que Emily meneara su cabeza a manera de afirmación y añadiera:
—Sí —habló con la respiración entrecortada—. Por supuesto que sí quiero ser tu novia, Daniel LaRusso.
Nota de autor:
IT'S BEEN A LONG TIME COMING
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
¿CÓMO ESTÁN? ¿CÓMO LES VA? ¿CÓMO NOS SENTIMOS? ESPERO QUE BIEN JKSKDKD
Primero que nada me gustaría agradecer a Share abraka-zabka. Por darme la oportunidad para escribir con ella esta hermosa duología titulada TO THIS DAY (que empezó por un es broma, pero si quieres no es broma) que está complementada por historias de Johnny Lawrence (Open Your Heart, que se encuentra disponible en el perfil de Share) y Daniel LaRusso (Sweeter Than Fiction). También me gustaría agradecerle por la gran paciencia que me tiene. POR TODO. Sin ella muchas cosas como lo son el prólogo y la historia no se hubieran logrado. I LOVE YOUUUU SO MUCH BABY 💖💘💗💓💝💕
También momento para apreciar y agradecer a Vee witchology por las bellas portadas que nos hizo para TTD. Gracias 💝💝💝
AHORA, ¿QUÉ LES PARECIÓ EL PRÓLOGO? ¿Algún comentario? ¿Alguna duda o queja por ahí? Ahre
*Pequeña aclaración con los prólogos*: el torneo de Open Your Heart se sitúa en en el 83, mientras que el mío en el 84. Detallitos 🫣
Y a propósito, tenemos playlists que editamos con mucho cariño para las historias en Spotify. Dejaré los links en los comentarios por si gustan pasarse a escucharlas :')
Por último pero no menos importante: Espero les haya gustado mucho esta introducción y les esté gustando la duología. No se olviden de comentar y votar, por favor. Además de que es un súper boost de energía para mi motivación, es una de las razones por las que sigo creyendo que los lectores en Wattpad no son tan fantasmas y sí nos quieren jajsjs
All right, see ya later, fighters 🫵🏻
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