Capítulo 4
Inglourious Basterds
La fatiga me envolvía como una manta pesada. No era para menos, ya que la noche anterior no había pegado ojo. Pero lo que realmente me inquietaba, más que el cansancio, era la imagen persistente de aquel chico tan extraño que había conocido. Por más que intentara alejarlo de mis pensamientos, no podía sacarlo de mi mente.
Willy Wonka, con su forma peculiar de comportarse, había captado mi atención de una manera que no podía explicar. Había algo en él que, aunque extraño, era también fascinante, y no lograba decidir si ese magnetismo era un producto de su excentricidad o de algo más.
Dejé escapar un suspiro, tratando de apartar esos pensamientos que comenzaban a saturar mi mente. Tenía que levantarme, ya había pasado suficiente tiempo en esa cama y no podía permitir que mi mente vagara más. Necesitaba salir de ese lugar cuanto antes.
Al incorporarme, me di cuenta de algo alarmante: la cama de mi hermano estaba vacía. Una ola de pánico me recorrió el cuerpo. Harry no estaba allí.
Salté de la cama y corrí hacia el baño, esperando encontrarlo, pero el cuarto estaba vacío. El miedo comenzó a apoderarse de mí. ¿Y si le había pasado algo? ¿Y si esos dos-la señora Fregoso y Lejía-formaban parte de una secta que secuestraba niños? ¿Y si se habían llevado a mi hermano?
Descalza, sin importarme el frío del suelo, salí corriendo por el local, el corazón martilleando en mi pecho. Debía encontrar a Harry, y tenía que hacerlo rápido.
Recorrí los mismos lugares que había explorado el día anterior, buscando desesperadamente, pero el edificio estaba igual de desierto. Excepto por la señora Fregoso, que vagaba cerca de la entrada con una copa de ginebra en la mano.
-Oh querida, te estaba buscando -su sonrisa exagerada solo logró alarmarme más-. Quería hablar sobre los pagos.
La incredulidad me invadió. ¿Pagos? ¿Cómo se suponía que podía pagar algo si desde el principio habíamos dicho que no teníamos dinero?
-No es por ser grosera, pero ¿cómo se supone que le pague? Ya le dijimos que no teníamos dinero -le pregunté, tratando de mantener la calma.
-Mmm -pareció reflexionar antes de contestar-. Pues, eso será un problema entonces.
-¿Por qué sería un problema?
-Verás, firmaron un contrato, ¿recuerdas? Y en él se establece claramente que el dinero debe ser entregado en cuanto se lo pida.
Antes de que pudiera procesar lo que decía, escuché más pasos. Lejía entró en la habitación, sonriendo de manera siniestra. Se acercaron lentamente, cerrando ventanas y puertas a medida que avanzaban, acorralándome contra el conducto de la lavandería.
-Ser pobre te saldrá caro, señorita Potter -se burló la señora Fregoso.
Antes de que pudiera reaccionar, me empujaron dentro del conducto.
Grité mientras caía, sin saber dónde aterrizaría o si saldría de esa caída con vida. Las dudas llenaban mi mente, pero no tenía tiempo para responder ninguna mientras descendía rápidamente por el estrecho conducto.
Finalmente, aterricé sobre un montón de mantas, soltando un suspiro de alivio al darme cuenta de que seguía viva. Pero ¿dónde estaba?
-Ah, debes ser la otra Potter -una voz desconocida rompió el silencio. Me levanté, apartando las mantas, y vi a varias personas que me observaban como si ya me conocieran, aunque yo no reconocía a ninguno de ellos.
-¡Ada! -sentí unos brazos rodeándome, y al bajar la vista vi a mi hermano, Harry, a salvo.
-¡Oh, por Merlín, Harry! Menos mal que estás bien. Pensé que esos maníacos te habían hecho algo -le dije, besando sus mejillas mientras él se las limpiaba con una mueca de asco. No pude evitar reírme ante su reacción.
-¿Dónde estamos? ¿Y quiénes son ellos? -pregunté, todavía confusa.
Con algo de esfuerzo, me levanté del montón de mantas y puse los pies en el suelo.
-Soy Abacus Crunch -dijo un hombre mayor, que parecía saber quién era yo-. Contador certificado, o al menos lo era... hasta que acabé aquí.
-Ahora él dirige este lugar -interrumpió una mujer corpulenta-. Más te vale hacerle caso o te las verás conmigo -su tono amenazante me hizo alzar una ceja, sorprendida por su rudeza-. Piper Benz, encantada -añadió, estrechando su mano con la mía.
-Y ella es la señorita Lottie Bell -continuó Abacus, señalando a una joven de cabello castaño que apenas murmuró un tímido "Hola" en respuesta.
-Ada Potter -me presenté, sonriendo para intentar aliviar la tensión.
-Ella no habla mucho -explicó Piper al notar el silencio incómodo que seguía a la presentación de Lottie.
Un ruido estruendoso me sobresaltó. Un hombre pelirrojo, con una apariencia cómica, apareció en la habitación, luciendo una sonrisa gigantesca mientras se acercaba a nosotros.
-¡Yo soy Larry Chucklesworth! -anunció con entusiasmo, y su pajarita tembló de manera cómica-. ¡Y soy comediante!
Su energía me recordó a los gemelos Weasley, lo cual me hizo sonreír de manera nostálgica.
-Bueno... -murmuró Abacus, claramente menos impresionado por Larry que yo.
-Y a mí ya me conoces -dijo Willy Wonka, apareciendo de la nada y haciendo poses ridículas que me arrancaron una sonrisa involuntaria.
-¿Y qué hacemos aquí? -pregunté, queriendo entender qué estaba pasando.
-¿No te lo dijeron? -Abacus me miró con una mezcla de lástima y resignación-. Todos nosotros fuimos engañados. En algún momento, todos necesitábamos un lugar barato para quedarnos y omitimos la letra pequeña en el contrato.
-Un momento de estupidez seguido de un eterno remordimiento -admitió Piper con un tono amargo.
-¡Como mi tercer matrimonio! -gritó Larry entre risas, pero nadie se rió junto con él. En otro momento, tal vez lo habría hecho, pero la situación no daba lugar para humor.
-Así es... -corroboró Abacus, claramente fastidiado por las bromas de Larry.
-¿Cuánto les debes? -preguntó Piper, cambiando el tema.
-No... no lo sé exactamente. No me dijeron, solo me lanzaron aquí -respondí, sintiendo que la desesperación volvía a apoderarse de mí.
-A mí sí me dijeron -admitió Harry, su voz era un susurro lleno de preocupación-. Son veinte mil.
Casi me desmayo al escuchar la cifra.
-¿¡Veinte mil!? ¿Cómo se supone que consigamos eso? -exclamé, incapaz de creer lo que estaba oyendo.
-Trabajando aquí. Esa es su forma de conseguir lo que les debes -explicó Willy-. Un día, una moneda.
-Pero eso es imposible. Serían como...
-¿Cincuenta y cuatro años y setenta y seis días? Lo sé -completó Harry, confirmando lo que yo ya temía.
-No... esto no puede ser. Debe haber una salida -decidida, comencé a buscar por la habitación, apartando objetos y mantas, buscando desesperadamente una forma de escapar.
-No lo intentes. No hay salida, yo pensé lo mismo -interfirió Willy, su voz ahora sombría.
De repente, recordé algo crucial y rebusqué entre mis bolsillos, buscando mi varita-. Maldición -murmuré, dándome cuenta de que la había dejado en la habitación. Me sentí estúpida por no haberla llevado conmigo.
-¿Seguro que está allí? Siempre la llevas encima -dijo Harry, extrañado.
-Sí, pero no planeaba estar fuera por mucho tiempo. Solo salí a buscarte y pensé que regresaría rápido. Soy una idiota...
Podía sentir las miradas confundidas de los demás. Sabía que no comprendían del todo lo que estaba diciendo.
-Será mejor que ideemos un plan -dije, intentando mantener la calma.
-Eso no será un problema, ya tengo uno -sonrió Wonka, con esa chispa en sus ojos que no supe si me tranquilizaba o me inquietaba aún más.
Lo único que quedaba era esperar que todo saliera bien.
Este es el cap más largo hasta ahora y el que más me gusta también jasjajs
¿Que piensan? Espero les haya gustado, no olviden votar y comentar
Se despide Julia Black
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